Por
Andrew Graham-Yooll
Tenemos
una especie de literatura neocolonial, la de los libros importados y traducidos
del inglés. Alguien la ha llamado la literatura de los subtítulos,
porque la TV impuso un idioma nuevo.
En México, en Argentina, en toda América latina, está
la industria del entretenimiento. Se produce en Hollywood, o en cualquier
parte de Estados Unidos. En esa industria surgen las prioridades de la
agenda de los EE.UU. a través de sus problemas propios: su violencia,
su sexo, su consumismo, sus drogas, están todos presentes. Por
lo tanto exportan violencia, comercio sexual, todo, que desde el punto
de vista cultural son sus prioridades. La cultura de los 36 millones de
afroamericanos es una prioridad para Estados Unidos, que la exportan a
América latina, y así el afroamericano se convierte
en un héroe aquí. Pero no convierten en héroe igualmente
a un mexicano o un argentino, aunque existan comunidades hispanas con
casi la misma población, un 12,5 por ciento del total del país
en Estados Unidos. Sin embargo lo que consume el televidenteargentino,
el mexicano, es el héroe blanco WASP o el afroamericano, que son
ajenos a nosotros culturalmente.
¿Quién fabrica el idioma nuevo de esos héroes?
No es mexicano, ni porteño...
El mundo no está gobernado por gobiernos nacionales sino
por corporaciones. Los gobernantes nacionales en general son mayordomos
políticos o económicos de las trasnacionales que dictan
las políticas. A las corporaciones no les interesan las culturas
nacionales. Les interesa el negocio en el país. No es su preocupación
conservar las tradiciones del interior argentino o de la cultura mexicana.
A esto le llaman globalización. Esto implica exportar una cultura
sin nación, un idioma sin pasado, un híbrido que no viene
de ninguna parte y no corresponde a ningún país y no toma
en cuenta ninguna cultura o patrimonio. Nos afecta porque esta desgarrando
culturas, más bien, está desarraigando, descuajando las
culturas locales.
¿Se puede unir, o aunque sea movilizar, a los escritores
del continente para que defiendan algo de lo que es suyo?
Lo que puede hacer la organización que presido, el PEN, es
llamar la atención a esos problemas, concientizar. Pero es una
lucha muy dura, porque es contra industrias, corporaciones, contra la
misma dinámica de la época. Piense que en Buenos Aires la
manera de vestirse, de comportarse, refleja una internacionalización
de la propia cultura. Tiene características locales, es cierto,
pero de pronto están oyendo la misma música, viendo las
mismas películas, muchas mediocres, que en México, en España
y en Nueva York. Es una simultaneidad del producto comercial que se da
en muchas partes. Eso está sucediendo con los libros. Tienes a
Harry Potter, nuevo fenómeno para niños de una escritora
inglesa...
Escocesa...
Escocesa... que se vuelve best-seller en Estados Unidos, y al hacerse
best-seller ahí se propaga en todos los idiomas, porque ha sido
un éxito en el centro cultural del imperio.
Si se puede generalizar, ¿cuál es la situación
del escritor latinoamericano?
Cuando fui elegido presidente de PEN, en Edimburgo en 1997, había
mucha inquietud en algunos centros para que el PEN se abriera al mundo
y en especial en América latina. En 1996 en Guadalajara, en una
conferencia regional, varios escritores no europeos reclamaron mayor participación.
En general ha sido una organización muy euro céntrica por
razones históricas. La emergencia de las literaturas llamadas periféricas
ha sido un hecho de los últimos cincuenta años. En la literatura
en inglés una de las novedades es que las ex colonias inglesas
aportan muchos escritores nuevos y muy influyentes al idioma. En todos
lados estamos teniendo una nueva geografía cultural, sobre todo
en América latina. Hay voces muy novedosas.
Para nosotros era una anomalía histórica que la literatura
de América latina, que ha sido tan importante en el siglo veinte,
no tuviera una voz más decisiva, más destacada, en organismos
internacionales como el PEN. Esto sucedió también cuando
la presidencia de Mario Vargas Llosa, en 1977, ya que América latina
no tuvo una presencia como debió haber tenido. El vivía
en Londres y estaba orientado más a la cultura europea que a la
de América latina. Entonces por primera vez se dan las condiciones
en que un presidente de América latina vive en la región.
En otros años yo no hubiera podido ser presidente del PEN en México.
Ahora es casi como si yo estuviera en una oficina en Londres, gracias
a las comunicaciones modernas.
¡Cómo nos gustaría ser best-seller a usted y
a mí...!
Ah, pero eso es muy difícil porque hay reglas que a veces
no se pueden cambiar. Un escritor búlgaro me dijo que bajo el sistema
socialista había 120 editoriales estatales. Un búlgaro escribía
cualquier cosa y se lapublicaban. Claro, no tenía ni distribución
ni crítica, pero lo publicaban. Ahora hay tres editoriales en Bulgaria.
Cuando este hombre fue a una de ellas para ver si lo editaban, le dijeron
que escribiera un bestseller como lo hace Stephen King. Esto es ridículo.
Stephen King es una industria, con un equipo, una estructura, no es un
escritor individual. A mi me tocó conocer a Carlos Castañeda
y tenía ocho asesores. Estábamos platicando sobre una chamán
mejicana. Los ocho me interrogaban como si fuera una mesa redonda. Todos
querían saber sobre la chamán y tomaban notas. Así
se escriben los best-sellers, con un equipo que recoje información,
investiga, elabora los temas, y luego el autor los escribe. Los revisan
en equipo.
Unir a los intelectuales de América latina, ¿es posible?
Es una de las debilidades históricas, políticas y
culturales de América latina. No sólo en negociación
cultural sino en la política. Hay una tradición histórica
de división entre nosotros, de competencia, y esto nos debilita.
Recuerdo el congreso de escritores del PEN en 1966 en Nueva York. El presidente
era Arthur Miller, y vino con Saul Bellow. Concurrieron editores norteamericanos,
poetas, todos a participar. Desde luego tenían diferencias personales,
pero colaboraban. A mí me toco ver la división entre los
argentinos. Aparte de Victoria Ocampo, los argentinos llegaron como competidores
de los otros latinoamericanos. Héctor A. Murena y Alberto Girri
dijeron cosas como que si estaba Pablo Neruda y algún otro no los
querían por ser políticos. Objeción que no hicieron
los norteamericanos ni los europeos. Establecieron diferencias políticas
con los otros latinoamericanos. Establecieron una cosa conflictiva y eso
nos ha debilitado a todos. Los demás estábamos juntos. Estaban
Pablo Neruda, Mario Vargas Llosa, Joao Guimaraes Rosa, Juan Carlos Onetti...
Fue mi primer congreso de escritores, y todos estábamos más
o menos juntos. Nos debilita porque nuestra sociedad está constituida
en una competencia entre pedigüeños. Hay que decirlo con alguna
brutalidad. Se compite con los demás en la misma sociedad en que
se vive. Una vez que compites con tus colegas escritores, acerca de quién
es el mejor, quién logra los mejores contratos, quién alcanza
más penetración en el medio... se deja de estar inmerso
en el conflicto dentro de nuestra sociedad y en el grupo cultural propios.
Eso también debilita...
Pero no es particular de nosotros...
No, pero esto lo superaron por ejemplo los afroamericanos en Estados
Unidos. Los movimientos negros de liberación se unieron, protestaron,
lograron cuotas culturales como comunidades. En cambio los hispanoamericanos
en Estados Unidos están divididos, peruanos por un lado, argentinos
por otro.
Extrapolando, esto está sucediendo ahora mismo entre nosotros...
En mi experiencia con escritores argentinos hallé muy buenos
amigos. Pero otros argentinos, en París, o en Nueva York, se vuelven
casi enemigos de los latinoamericanos en su afán por integrarse
con las culturas locales. Esto hace que aun teniendo una cultura, muchas
veces una historia compartida, compitamos entre nosotros en lugar de unirnos.
El PEN, desde México, desde América latina, está
tratando de superar esto. La política de imperio desde Inglaterra
y Estados Unidos ha sido la de dividir. Por ejemplo, nosotros, México,
somos vecinos con Guatemala. Tenemos un pasado común maya, a veces
la frontera es ilusoria, estamos separados por un río, que tiene
de ambos lados ruinas mayas. Es el mismo ecosistema de selva, tenemos
la misma fauna, la misma flora, el mismo pasado arqueológico, la
misma lengua. Sin embargo Guatemala y México tuvieron una enemistad
de décadas, porque muchos refugiados guatemaltecos cruzaron a México
desde el golpe militar de 1954. Y una de las políticas exteriores
de Estados Unidos era fomentar la animadversión en el grupo militar
guatemalteco en contra de México. Cruzaban a territorio mexicano,
mataban gente, violaban elterritorio. México mantuvo una política
sabia al no contestar las agresiones. De lo contrario hubiéramos
tenido diez guerras con Guatemala. Yo visité la selva lacandona
una vez hace unos años cuando estaban cayendo proyectiles desde
el otro lado. Se fomentó una enemistad entre países que
tienen un pasado común. Si mira un guatemalteco y un mexicano de
origen maya son iguales, hablan los mismos idiomas. Creo que hay 13 sub-idiomas
del grupo Maya.
¿En Centroamérica la unión es posible?
Los centroamericanos en general, si bien hablamos de los escritores,
son los que más han necesitado buscar la unión. Ellos son
los que más han sufrido por ser el patio trasero de los Estados
Unidos. No existe casi la sociedad civil. Esto no es una frase decorativa,
es un faltante de algo muy necesario. Por ejemplo, cuando se hizo el congreso
de escritores de los Balcanes y los gobiernos no hablaban o se comunicaban
a cañonazos, los escritores pudieron hablar en un espacio adecuado
que los contuviera. Un poeta bosnio pudo hablar con uno serbio. Pero en
Centroamérica faltaban esos voceros. Lo que se entendió
ahí es que los países que no tienen sociedad civil sólo
tienen voceros militares o políticos, pero no tienen intelectuales
civiles. El aislamiento cultural nos afecta sobre todo en estos tiempos
de la globalización. En América latina no tenemos tradición
que el escritor se organice gremialmente y como gremio participe para
lograr ventajas de su gobierno y de su país no sólo para
escritores pero para toda la comunidad cultural.
¿Por qué lo trajo aquí la gestión para
recuperar la casa de la escritora Victoria Ocampo?
Yo dije en broma que este es el viaje más largo de mi vida,
15 horas de México hasta Buenos Aires, para ver una casa que no
es mía, y para pelear por la restauración de un legado de
una escritora que dio su propiedad a la Unesco. Esto es un acto bizantino.
Yo tengo a dos horas de la ciudad de México las propiedades de
mis padres y no puedo atenderlas aunque se están deteriorando.
En cambio he viajado 15 horas a Buenos Aires a tratar que se salve la
casa de una mujer que vi por única vez en mi vida en 1966. El viaje
se hace por lo que representó esa mujer, fundadora de la revista
Sur, que donó su casa a la Unesco. Demostró un espíritu
abierto y generoso de su tiempo, que fue un poco la Argentina de esos
años sesenta, una Argentina culta, abierta, generosa en contacto
con todo el mundo con cosas positivas. Luego vinieron las dictaduras militares
y se frenó la vida cultural en el cono sur. Yo visualizo esta gestión
nuestra como parte de nuestra problemática regional. Yo entiendo
que Victoria Ocampo quería donar su casa, pero nuestros gobiernos
son poco confiables porque lo que yo pueda dejar para el bien de la sociedad
es probable que sea malversado, mal usado, y desaparezca. Por la falta
de confiabilidad e indiferencia de los gobiernos decidió confiar
en una institución respetable. La Unesco toma el legado, pero no
puede avanzar porque dentro del mar de problemas que tiene la Unesco se
pierde una oportunidad así. Entonces es bueno que un grupo de escritores
se dediquen a lograr que el legado de una colega llegue a buen uso y destino.
Deme tres o cuatro nombres de argentinos relevantes en las letras
en México.
Lo que ha pasado es que la distancia cultural es más que
la geográfica. Cuando era adolescente teníamos críticos,
cuentistas, poetas argentinos conocidos en México. Sus libros llegaban
casi de inmediato a México. Eso también sucedía porque
en España se vivía una época de oscurantismo. La
industria editorial argentina difundía lo que España no
daba. Leíamos poetas ingleses, italianos, en edición argentina.
De pronto llegan los militares provocan la diáspora de argentinos,
se deteriora la actividad cultural en todo el cono sur, y en España
y en Europa retorna la democracia. Y así se establece nuevamente
un neocolonialismo culturaleuropeo lamentable. En los años sesenta
dependíamos de los Estados Unidos ya que muchos autores se daban
a conocer ahí y luego se propagaban por América latina.
Pero ahora las decisiones editoriales se toman en Madrid o Barcelona y
se propagan en América latina. Lo que leemos aquí se decide
allá, y muchas veces no lo decide gente muy brillante. No les interesa
el genio nacional o el gran poeta o escritor. Sino que se rigen por criterios
comerciales. Entonces no les interesa que una literatura sea fuerte y
sana y original. Les interesa sólo el negocio que puedan hacer
en nuestros países. Las traducciones mediocres se nos imponen,
y aunque vienen de la madre patria no vienen del idioma madre.
Pero, ¿existe la conspiración de imponer todo esto
como política?
Claro que sí. Barcelona, o Madrid, deciden qué leemos
en Caracas o Buenos Aires. Yo me encontré con dos editoras de Plaza
& Janés en México. Eran unas verdaderas bestias, de
ignorancia, de estupidez, de falta de tacto. Llegaron como conquistadoras,
y cuando se les informó de algunas de las grandes figuras mexicanas,
las desconocían. Una dijo, a mí me importa un bledo
esta persona. Para mí no tienen ningún valor. Desechan
nuestros grandes como si fueran colillas en un cenicero. No respetan el
valor de un escritor o escritora en su propio país y contexto cultural.
Es como si alguien fuera a Inglaterra y dice me importa un bledo
William Butler Yeats, porque no vende. No vengo a descubrir talento, vengo
a vender.
¿Cómo se supera esto?
A través de la unión de los escritores latinoamericanos,
que exista una conciencia de lo que está sucediendo, que se fomenten
editoriales nacionales que apoyen y promuevan las obras de su país.
Que superemos la indiferencia y apoyemos la organización para el
bien de todos.
Por
que Homero Aridjis
Por A. G. Y.
Vidas
y casas
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Aridjis
pasó por Buenos Aires con poco ruido. El objetivo: estudiar
la situación de Villa Ocampo la histórica
residencia de San Isidro que Victoria Ocampo (1891-1979) legó
a la Unesco en 1973 por temor a que cayera en manos de un futuro
gobierno peronista. La mansión estilo inglés debía
ser usada como casa de cultura para Argentina y América latina.
Flaco favor le hizo la Unesco a la generosa escritora, ya que la
casa, con sólo el cuidado de unas dedicadas voluntarias,
se ha ido deteriorando. De la Unesco sólo llegaron disculpas,
pero ninguna acción o dinero. Para mantener la Villa
Ocampo se vendió la casa de Doña Victoria en
Los Troncos, en Mar del Plata. Actualmente, el costo para mantener
la casa de San Isidro bien equipada es de unos 600,000 pesos por
año. Las reparaciones costarían entre 3,5 y cuatro
millones de dólares. La cuestión ahora es hallar apoyo
argentino e internacional para la restauración.
Para hacer un informe sobre la casa vino a Buenos Aires el escritor
y diplomático mexicano Homero Aridjis, nacido Michoacán
en 1940. Es autor de casi treinta libros de poesía y prosa,
y fue galardonado muchas veces. Aridjis preside la asociación
internacional de escritores, PEN (Poetas, Ensayistas, Narradores)
desde 1997, el primer latinoamericano que encabeza la entidad desde
la gestión del peruano Mario Vargas Llosa en 1977. PEN fue
fundado en Londres en 1921 como un club de caballeros escritores.
La filial argentina fue impulsada por Victoria Ocampo alrededor
de 1930. Durante la segunda guerra mundial PEN se dedicó
a salvar escritores de las garras de los nazis. En los años
setenta hizo campaña para lograr la liberación de
escritores, periodistas y editores presos bajo los militares latinoamericanos.
En la larga noche argentina compartió, con otras organizaciones,
varios éxitos contra la dictadura militar.
En 1976, entre la sospecha y el elitismo, el PEN argentino no me
aceptó como socio. En el exilio inglés recibí
la bienvenida, y fui elegido miembro del ejecutivo internacional.
Desde ese momento, todo pedido de apoyo en favor de mis compatriotas
y de otros latinoamericanos fue respaldado por las personalidades
más diversas del mundo literario y artístico. El tiempo
pasa, las campañas cambian: hoy es en favor de una identidad
y también por una casa. Aprovecho esta entrevista con Aridjis
para agradecer a PEN Internacional todo el apoyo que me dio cuando
era necesario salvar vidas. Por eso es importante ahora, que sea
presidente un mexicano, Homero Aridjis.
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