Hoy
estamos adictivos
Por
Pedro Lipcovich
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La
actual campaña publicitaria de Cafiaspirina ¡Cómo
estamos hoy! ¿Eh? promueve los consumos adictivos.
Los spots de la tele no comunican ni mencionan los usos terapéuticos
de la aspirina antiinflamatorio, antifebril, anticoagulante
sino que procuran ligar su consumo con un genérico estado de bienestar
y alto rendimiento social y laboral.
Farmacológicamente, el efecto estimulante de la cafiaspirina debe
atribuirse a la cafeína. Consumida con moderación, la cafeína
es al igual que otras drogas permitidas o prohibidas un estimulante
de uso tradicional. El abuso de esta sustancia psicoactiva (a partir de
1 gramo) puede causar taquicardia, hipertensión arterial y delirios
leves. Cabe destacar que el envase de la cafiaspirina de venta libre
en quioscos no informa qué cantidad de cafeína hay
en cada comprimido.
En cuanto a la aspirina, es el más consumido de los antiinflamatorios
no esteroides, cuyo abuso según consensos médicos
internacionales causa tanto como el 60 por ciento de las úlceras
de estómago. Se entiende como abuso una cantidad igual o superior
a 500 miligramos diarios una tableta, dependiendo de la predisposición
individual y salvo, naturalmente, la indicación médica para
un efecto farmacológico específico y por un tiempo determinado.
La aspirina que se vende en la Argentina no va acompañada de prospecto
o advertencia alguna acerca de sus riesgos.
En realidad la publicidad de Cafiaspirina no sólo promueve el uso
de este producto sino también otros consumos adictivos (sería
una puerta de entrada, según cierta terminología),
al sostener la noción de que la vida cotidiana sólo es sobrellevable
mediante el consumo de una sustancia estimulante. Los mensajes funcionarían
exactamente igual si se cambiara el logo por cocaína
o anfetaminas, sustancias cuyo abuso, como el de la aspirina,
entraña serios riesgos.
Ni la autoridad a cargo de regular la publicidad televisiva ni la Secretaría
de Prevención de las Adicciones y Lucha contra el Narcotráfico
(Sedronar) han objetado que una campaña publicitaria masiva promueva
consumos adictivos (por lo demás, campañas anteriores de
Cafiaspirina tuvieron el mismo sesgo). Del mismo modo, campañas
orientadas a promover el tabaquismo en la primera juventud (Joe
Camel) no fueron objetadas por las instituciones que, se afirma,
están a cargo de prevenir las adicciones.
Lo que sucede es que las conductas adictivas, promovidas por mensajes
como el que publicita la Cafiaspirina, son encauzadas hacia determinadas
sustancias mientras se prohíben otras: alrededor de estas últimas
se ha creado un complejo, siniestro aparataje que incluye la estigmatización
y el encierro concentracionario en cárceles o comunidades
terapéuticas de aquellos consumidores cuya posición
económica y social no les permita protegerse.
La lucha por la legalización de sustancias psicoactivas hoy prohibidas
ha sido adecuadamente fundamentada en términos de la libertad individual
y de las graves consecuencias que la prohibición acarrea en términos
sociales, políticos y de seguridad. Ejemplos como la publicidad
de Cafiaspirina merecen comentarse para mostrar que la postura favorable
a la legalización, lejos de inscribirse en una actitud irresponsable
respecto de los consumos adictivos, ubica el problema en el único
terreno donde puede ser enfrentado con perspectivas de éxito. La
adicción no reside en la sustancia que se elija sino en la modalidad
del consumo (el mejor ejemplo es la obesidad, cuya causa primordial no
es otra que el consumo adictivo de alimentos). A la inversa, la lógica
que focaliza el problema en la sustancia se despreocupa de la modalidad
del consumo.
Supongamos pero ni siquiera esto es probable que, a causa
de la publicación de esta nota, la publicidad de Cafiaspirina fuese
retirada: la promoción de conductas adictivas continuará
de un modo u otro mientras continúe la demonización de determinadas
sustancias, cuya condena deja en libertad la tendencia al consumo adictivo.
En realidad, la complacencia ante la publicidad de Cafiaspirina no indica
ninguna contradicción en los responsables institucionales de combatir
las adicciones: la promoción de las conductas adictivas,
más la demonización de determinadas sustancias, más
la segregación de determinados sectores, constituyen una tríada
indisoluble que forma parte de los legados más desdichados del
siglo XX. Así estamos hoy. ¿Eh?
REP
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