UNO Es preferible reír que llorar, palmeaba y sigue palmeando Peret en una rumbita insoportable pero sincera y, claro, cuesta más lo uno que lo otro. Hace unos días leí que en el acto y la acción de reír intervienen diez veces más músculos que en la acción y el acto de llorar. De lo que se desprende que, de acuerdo, será todo lo preferible que quieras, pero cuestá muchísimo más esfuerzo. DOS Pensaba en todo esto noches atrás, en una butaca del teatro Tívoli de Barcelona, viendo y riendo (haciendo mucho más ejercicio muscular del que suelo hacer) a Les Luthiers en gira presentando con éxito su espectáculo Bromato de Armonio. Con un ojo los miraba a ellos y con otro al público. Miraba a los españoles que los descubrieron hace años y que ya los consideran tan suyos como a Mafalda, a los argentinos que los alentaban como si los cinco tipos ahí arriba del escenario fueran una especie de selección de fútbol que teniendo en cuenta que hasta nuestra carne tiene aftosa va siendo una de las pocas cosas exportables y dignas que nos van quedando. Pero, en realidad, yo pensaba en las cosas que eligen los diferentes pueblos a la hora de reírse y pensaba, también, en todas las veces que vi a Les Luthiers los vengo viendo desde que empezaron, casi y en cómo, ahora, se han convertido en una especie de recordatorio entre exquisito y doloroso de lo que la Argentina puede llegar a ser y, desgraciadamente, cada vez es menos: culta, sofisticada, profesional, graciosa, envidiable. TRES Seguí pensando en esto al día siguiente cuando
fui al estreno de Torrente 2, continuación de la ya legendaria
Torrente, El Brazo Tonto de la Ley la película del inefable
Santiago Segura que acaba de romper todos los records de asistencia en
su primer fin de semana poniéndose justo detrás de La amenaza
fantasma de George Lucas. Pensaba en los españoles que dejan los
dientes a carcajadas festejando las salidas y entradas de este policía
madrileño bestial, racista, grasa (o casposo, como
se dice por aquí) representante de todo lo monstruoso y reprochable
que puede llegar a engendrar y engendra el ser nacional español.
Segura -cínico y simpático.- sabe a lo que juega y juega
bien: en un país donde las encuestas demuestran un cada vez mayor
grado de intolerancia con lo de afuera y mayor complacencia con lo de
adentro (España va bien, es el mantra del presidente
de gobierno Aznar), Torrente funciona como una exageración bizarra
de la que está bien reírse porque todavía está
lejos del ciudadano promedio y de los males conocidos.
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