Por Horacio Cecchi
La calle ya llevaba una marca
trágica en su nombre. Ayer, al mediodía, tres delincuentes
asaltaron la parrilla Checho, ubicada sobre la calle Ramallo al 1700,
de Núñez. Segundos antes, el trío pretendió
ingresar sin éxito a una inmobiliaria ubicada frente a la parrilla.
Desde adentro sospecharon y no les abrieron. Enfilaron entonces hacia
Checho: mientras dos se dedicaron a vaciar la caja y los bolsillos de
los clientes, otro se quedó de campana. No contaron con la iniciativa
del gerente de la inmobiliaria, que decidió alertar a los empleados
de la parrilla. En la puerta, se topó con el campana, que quiso
meterlo dentro. Sorpresivamente, el gerente empujó el arma y corrió
a ocultarse tras un enorme sauce en la vereda opuesta. El trío
suspendió el asalto y comenzó a tirar contra el árbol.
Gatillaron alrededor de treinta veces. El de la inmobiliaria se salvó
por milagro. Pero Daniel Vergagni, gerente de un laboratorio, regresaba
en ese momento de almorzar y recibió un impacto en el abdomen.
Los asaltantes huyeron agujereando las paredes de Ramallo. Minutos después,
Vergagni era trasladado al Hospital Pirovano, donde le extrajeron la bala.
La parrilla Checho, ubicada en Ramallo 1781, entre 11 de Septiembre y
la vía, había sido asaltada en tres oportunidades en dos
meses. La última, el domingo 25 de marzo pasado, por la noche.
Todos asaltos tranquilos, si es posible clasificar un asalto a mano armada
de ese modo. Pero el de ayer salió de la norma.
Entre las 13.05 y las 13.20, según los diferentes testimonios,
un personaje extraño golpeó la puerta de vidrio de la inmobiliaria
Stortini, ubicada en Ramallo 1744, sobre la vereda opuesta a Checho. Nos
llamó la atención su aspecto describió Rubén
Mayol, gerente de la inmobiliaria a Página/12. Tenía
zapatillas nuevas, carísimas, el resto de la ropa no coincidía.
Pedía una revistita de inmobiliarias. No le abras,
me dijo el dueño.
El personaje cambió entonces de rubro. En lugar de revistita se
decidió por un vacío y cruzó a lo de Checho. Mayol,
recordando el historial de la parrilla, cruzó para alertar a los
empleados, pero cuando llegó comprendió que le habían
ganado de mano. Mientras dos de los jóvenes, empuñando pistolas
calibre 9 milímetros y 45, se entretenían con la caja y
los bolsillos, el tercero que había llamado a la inmobiliaria quedó
como campana. Fue con él que se topó Mayol.
Me agarró de la mano, sacó un arma del lado derecho,
me amenazó y tironeó para meterme dentro recordó
Mayol. Me zafé, le empujé el arma y corrí.
Crucé Ramallo y me escondí detrás del tronco de un
sauce enorme, mientras me tiraban.Las balas se incrustaron en el
tronco, en las paredes, cuatro atravesaron la vidriera de un video, cinco
una camioneta. Y una dio en el abdomen de Daniel Vergagni, gerente de
Recursos Humanos del laboratorio Novartis, ubicado a una cuadra. El
pobre volvía de almorzar del bar de Leoni, dijo Daniel, un
vecino que a las 13.20 regresaba de llevar a sus hijos al colegio, y que
escuchó el primer disparo cuando estacionaba su auto. Siempre
hay un policía de vigilancia, pero hoy justo no había,
coincidieron vecinos y comerciantes.
El trío fugó a los tiros, mientras Vergagni, atendido en
la vereda por una vecina, llamaba desde su celular para cancelar una cita.
Cinco minutos más tarde llegaban el SAME y la policía. Vergagni
fue trasladado al Pirovano, donde a última hora de ayer salía
del quirófano y, según el parte médico, se recuperaba.
La causa quedó a cargo del secretario de instrucción Carlos
Spina, de la Fiscalía 33ª, de Saavedra. Hacia allí
fueron derivados los testigos por orden del juez Adolfo Calvete, para
reconocer fotos de la base de datos de la fiscalía.
Del
casino al calabozo
Por Alejandra Dandan
Los capitanes del juego clandestino
de Puerto Madero fueron condenados finalmente por la justicia contravencional.
El juez Marcelo Vázquez, a la cabeza del juicio oral concluido
ayer, consideró a José Barmaimon como responsable de las
tres salas de juego abiertas en la línea del puerto y clausuradas
en medio de un escandaloso allanamiento, en agosto del 99. Por su
rol, Barmaimon recibió veinte días de arresto efectivo y
una multa de diez mil pesos. Junto a él fueron condenados con penas
inferiores su hijo y dos titulares de las contratos de alquiler de los
otros docks. Además, Vazquez giró parte de la causa a la
justicia penal para iniciar investigaciones sobre la actuación
de la Prefectura durante el período en el que los casinos estuvieron
abiertos.
Fue el testimonio de Libio Mandirola, el titular del contrato de alquiler
de una de las salas abiertas sobre Alicia Moreau de Justo, el disparador
de las sospechas contra Prefectura. Yo les había avisado
a los guardias que estaban en la zona y hacían seguridad dijo
que no tenía nada que ver con el negocio, que le había prestado
la sala a un amigo. Para que se investigue este dato, el juez Vázquez
decidió girar al fuero criminal una causa que, por lo pronto, puede
todavía contar con un largo proceso.
Ya para los fiscales de instrucción que habían iniciado
las investigaciones en la justicia ordinaria existían motivos suficientes
para investigar a Barmaimon y su gente por presunta asociación
ilícita. Cuando salió la nueva ley de juego ilegal en la
ciudad, ese proceso se detuvo y los acusados fueron beneficiados con la
aplicación de la ley más blanda.
Así, después de un año del hecho, llegó ayer
a término el juicio oral seguido en la ciudad. La Justicia condenó
a Ariel Barmaimon, titular del contrato del local operado por su padre,
a cinco días de arresto; Libio Mandirola fue condenado a tres días,
y Carlos Basovsky a 15 días. Todos deberán tomar un curso
de derechos humanos y quedaron inhabilitados por cinco años en
cualquier actividad relacionada con el juego.
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