Por Gabriel A. Uriarte
Si Washington había buscado
causar un incidente con China, es seguro que tenía en mente algo
muy distinto de que Pekín retuviera indefinidamente uno de sus
aviones espía más avanzados, junto con sus 24 tripulantes.
Ayer el desfasaje era evidente. El presidente George W. Bush había
dado órdenes al principio del día para que su gobierno evitara
toda declaración o medida que pudieran alentar un ambiente de emergencia.
Buscamos resolver esto por vías diplomáticas,
explicó un funcionario del Departamento de Estado. Pero China no
cooperó. Si bien permitieron que personal de la embajada norteamericana
se reuniera con los tripulantes arrestados en la isla de Hainan, se resistieron
firmemente a contemplar su liberación. El presidente Jiang Zemin
exigió, como condición mínima, que Washington se
comprometiera explícitamente a suspender los vuelos espía.
Y en los medios estatales se hablaba de intercambiarlos por desertores
chinos, o un juicio público. Fue demasiado para Bush. Al caer al
tarde, apareció sorpresivamente por televisión para pedir
al gobierno chino que devuelvan nuestro avión y liberen a
los hombres y mujeres que lo tripulaban.
Este discurso fue humillante en varios aspectos. En principio, porque
ya había intentado hacer lo mismo hacía menos de 24 horas,
cuando dijo casi a la misma hora y en el mismo podio frente a la
Casa Blanca que estaba preocupado y que sus Fuerzas
Armadas estaban listas. Después de esgrimir este garrote,
se dispuso a darle la oportunidad a Pekín de salir de la crisis
de manera elegante. Para facilitarle la decisión, y evitar la impresión
de una rendición, dio instrucciones para que toda su administración
se comportara como si nada estuviera ocurriendo. El ejemplo más
acabado de esa estrategia lo aportó Colin Powell, quien en
momentos en que el Pentágono afirmaba improbablemente que el Departamento
de Estado estaba a cargo de la negociación asistía
a una cumbre en Key West, Florida, entre representantes de las repúblicas
de Armenia y Azerbaiján, ubicadas en el Cáucaso, sobre la
disputada franja de Nagorni-Karabaj. Los otros miembros del gabinete
de seguridad de Bush demostraron su sangre fría de manera
un poco menos absurda, pero respetaron el silencio de radio. Ciertamente
no dejaron que un incidente con Japón (que protestó luego
de que un submarino nuclear estadounidense repostara sin aviso en uno
de sus puertos) ni la preocupación rusa empañara
su optimismo.
Sus esperanzas parecían cifrarse en el encuentro que se realizaría
entre funcionarios de su embajada en China y los 21 hombres y tres mujeres
arrestados en Hainan. Los funcionarios estaban en la isla desde el domingo,
cuando el avión espía EP-3 fue derribado, pero se les negó
el acceso a los tripulantes. En la mañana de ayer Pekín
informó que se permitiría una visita, que se concretó
unas horas después. El agregado militar norteamericano, brigadier
general Neal Sealock, aseguró a la CNN que los tripulantes estaban
con buena salud, no fueron maltratados. Desde su Congreso
de Viena caucásico en Florida, Powell consideró que esto
puede ser el comienzo del fin de la crisis. Pero había omitido
la admisión final del general Sealock: No serán liberados
rápidamente.
Es aquí cuando la estrategia de Bush comenzó a desmoronarse.
Lejos de representar el inicio del proceso de su liberación, el
encuentro de ayer con los tripulantes era lo máximo que Pekín
estaba dispuesto a conceder. El portavoz del Ministerio de Relaciones
Exteriores subrayó que Estados Unidos debía emitir
una total disculpa y cooperar seriamente con la investigación sobre
lo que ocurrió con nuestro piloto Wang Whei, declarado desaparecido
luego de que su caza chocara con el EP-3. Por si alguien en Washington
tenía esperanzas de que estuviera jugando un truco de policía
bueno-policía malo, el presidente Jiang Zemin aseguró poco
después que la culpa recae completamente del lado estadounidense:
fue su avión el que violó las normas de vuelo, chocó
con nuestro avión y causó la desaparición del piloto.
En todo caso, Zemin enfatizó que no comprendo por qué
Estados Unidos efectúa a menudo vuelos espía tan cercanos
a China, y que éstos deberían cesar. Interrogado sobre
si deberíadenominarse a los tripulantes como rehenes
o prisioneros, el portavoz del Pentágono, Craig Quigley,
afirmó nerviosamente que creo que el término a usarse
es ambiguo... No tengo una buena respuesta.
Tampoco, evidentemente, Bush. Ayer comenzó su discurso con la aclaración
algo ambivalente de que nuestros tripulantes expresaron fe en Estados
Unidos y Estados Unidos tiene fe en ellos. Hacia Pekín, Bush
explicó que no quiero un incidente internacional, por eso
di la oportunidad de que hagan lo correcto, pero no aclaró
qué haría si elegía no hacerlo. Lo único que
se podía interpretar como una advertencia era una alusión
muy vaga a sanciones económicas: Esto podría socavar
las esperanzas de una relación productiva y fructífera entre
nuestros países. Era su primera declaración significativa
desde el comienzo de la crisis, ya que comenzó a esbozar qué
amenazas estaba dispuesto a plantear para negociar con Pekín. No
era, sin embargo, muy convincente. Es cierto que la frágil economía
china probablemente no sobreviviría a una interrupción del
comercio con Estados Unidos, pero su colapso tendría un efecto
catastrófico en el resto de la región; nadie negaría
que es una economía mucho más importante que la iraní
o la cubana. Las sanciones serían, a lo sumo, un arma de desesperación.
Claves
Ayer el presidente George
W. Bush sufrió nuevas humillaciones a partir de la retención
de un avión espía norteamericano y sus 24 tripulantes,
que el domingo aterrizó de emergencia en la isla de Hainan,
China.
Sus esfuerzos por encontrar
una discreta solución diplomática fueron públicamente
rechazados por el gobierno chino, que exigió, como condición
mínima para liberar a los norteamericanos, una disculpa y
el compromiso de Washington de que no enviaría más
misiones de espionaje cerca del país.
Bush tuvo que romper
su autoimpuesto silencio y salió en TV, por segunda vez en
menos de 24 horas, a pedir que China liberara a los pilotos.
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Ni
yanquis ni marxistas, europeístas
Por
Ian Traynor *
Desde
Moscú
El presidente Vladimir
Putin dio señales ayer de un cambio radical en la política
exterior rusa, al elegir ignorar en el futuro a Estados Unidos en favor
de promover la integración europea. Al dirigir la mirada hacia
Europa en su discurso anual del estado de la nación pronunciado
ante ambas cámaras del parlamento reunidas en el Kremlin, Putin
revirtió las décadas durante las cuales Washington era la
prioridad para la política extranjera de Moscú. Ni siquiera
mencionó a Estados Unidos en su pasaje sobre la política
extranjera y en cambio enfatizó la necesidad de una asociación
entre Rusia y la Unión Europea. Una vía de integración
con Europa será una de las principales direcciones de nuestra política
exterior, declaró Putin en su discurso de una hora.
La nueva administración en Washington mostró su intención
de bajar de categoría a Rusia como una prioridad de política
exterior y Putin respondió ayer en la misma forma, declarando que
la política de Rusia debería reflejar los económicos
intereses de su país. También dio un giro con respecto a
la OTAN, afirmando que Rusia quería cooperar con la Alianza Atlántica,
pero sólo si respetaba el derecho internacional y las decisiones
del Consejo de Seguridad de la ONU. Por el contrario, aseguró,
en sus relaciones con el resto del mundo, Rusia siempre sería un
socio confiable y predecible. El muy esperado discurso estuvo
enfocado básicamente en los problemas internos de Rusia, extendiéndose
más en el diagnóstico de sus males que en las recetas para
su cura.
Boris Nemtsov, un liberal ex vice primer ministro, criticó el discurso
por ser demasiado vago. La fuerza del mensaje de Putin estuvo puesta en
la estabilidad y continuidad, con un énfasis en la ley y el orden.
Habló de los reformas planeadas para el Poder Judicial, los impuestos,
los derechos de la tierra y la propiedad, la educación, la salud
y las pensiones, sin ser demasiado específico en ninguna área.
Los capitales huían de Rusia a un porcentaje de 20 mil millones
de dólares por año por la falta de confianza de las empresas,
dijo. Para peor, la economía rusa permanecía dependiente
de la producción y exportación de materias primas y no existía
una seria reforma estructural. La década que siguió a la
caída de la Unión Soviética, dijo, había sido
un momento revolucionario, pero esos días ya habían pasado.
No habrá más revoluciones o contrarrevoluciones,
concluyó.
* De The Guardian de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
UNA
MAQUINA REPLETA DE TECNOLOGIA DE INTERCEPCION DE PRIMERA
Cómo es el superavión espía
capturado
Por
Richard Norton-Taylor
Desde
Londres
Desde lejos, el
avión naval espía de Estados Unidos que aterrizó
en la isla de Hainan después de chocar con un caza chino parece
un avión comercial de pasajeros de mediano tamaño en proceso
de envejecimiento. Pero desde cerca, los radares y las antenas delatan
la misión del EP-3E Aries II (o sistema electrónico integrado
de reconocimiento aéreo). El pesado aparato turbopropulsado de
cuatro motores está repleto de electrónica de última
generación para interceptar comunicaciones militares y señales
de radar. Después de captar las comunicaciones de un oponente,
puede retransmitirlas tan rápido que los comandantes que se encuentran
en base obtienen esas señales casi en tiempo real. Este avión
espía desarmado, que puede volar misiones de más de 12 horas
cubriendo más de 3000 millas náuticas, también puede
enviar y recibir mensajes de satélites. Su equipo infrarrojo le
permite detectar aviones y barcos de noche.
Voceros militares norteamericanos dicen que el avión, basado en
la isla japonesa de Okinawa, se encontraba en una misión
de reconocimiento de rutina sobre el mar del sur de China, un área
reclamada por China, pero que EE.UU. considera aguas internacionales.
Sin embargo, y casi con certidumbre, el avión de la US Navy estaba
volando tan cerca de las costas chinas que la tripulación consideraba
seguro para gatillar las defensas aéreas del país y monitorearlas,
según fuentes de inteligencia. Desde los días de la Guerra
Fría, las tripulaciones de los aviones espías tienen instrucciones
de arrojar al mar o destruir todo lo posible de sus equipos clave si una
captura parece posible. Lo hacen bajo un plan de destrucción
clasificado. La tripulación debiera haber podido destruir
o borrar discos rígidos y descomponer equipamiento liviano durante
los 30 a 60 minutos que se estima le tomó al avión llegar
a Hainan luego del choque con en caza chino F-8, lo que evitaría
que los chinos averigüen qué información obtuvo el
avión y cómo la interpretó la tripulación.
Pero los chinos podrán descubrir las capacidades generales del
sistema de intercepción, incluyendo las antenas, sensores, escáneres
y radares.
El incidente es un test político para la nueva administración
Bush, que describe a China como un competidor estratégico.
China ha amenazado con responder de modo no especificado si Washington
vende a Taiwan el sistema naval de radar Aegis que, con el sistema misilístico
Patriot, dotaría a la isla de un escudo antimisiles.
Ocho
crisis en solamente dos meses
La colisión de un avión
espía estadounidense con un caza chino es el último episodio
en una serie de incidentes y de litigios entre China y los Estados Unidos
desde la llegada a la Casa Blanca del presidente George W. Bush, el 20
de enero:
Taiwan: Pekín
pide a Washington que renuncie a vender a Taiwan el sistema de defensa
antiaérea Aegis, que reforzaría considerablemente la capacidad
de la isla para rechazar un ataque desde el continente. Bush, que debe
tomar una decisión al respecto durante este mes, declaró
a fines de marzo al viceprimer ministro chino, Qian Qichen, que los Estados
Unidos seguiría cumpliendo sus obligaciones con Taiwan.
Defección de un coronel
chino: el coronel chino Xu Junping, uno de los principales responsables
de las relaciones entre los ejércitos chino y estadounidense, desertó
en diciembre durante un viaje oficial a los Estados Unidos. La fuga, revelada
a fines de marzo, habría permitido a la nueva administración
el acceso a informaciones confidenciales del ejército chino y habría
contribuido a un aumento de la tensión entre los dos países.
Irak: en febrero, Washington
acusó a China de ayudar a Bagdad a colocar un cable de fibra óptica
entre varias instalaciones de la defensa aérea iraquí. Pekín
desmintió las acusaciones.
NMD: China pidió
a Washington que renuncie a instalar un escudo antimisiles (NMD), cuya
necesidad fue reafirmada por George W. Bush.
Detención de investigadores:
dos investigadores chino-estadounidenses fueron detenidos en China en
febrero. Las autoridades chinas afirmaron que la socióloga Gao
Zhan, profesora en una Universidad de Washington, era sospechosa de espionaje.
Esta acusación fue rechazada por los Estados Unidos, que exige
su liberación. Miembros del Congreso estadounidense prevén
otorgarle la nacionalidad estadounidense, tal como su hijo de cinco años,
detenido en secreto durante casi un mes, a pesar de su pasaporte estadounidense.
Otro investigador, Li Shaomin, de nacionalidad estadounidense, también
fue detenido por razones indeterminadas.
Derechos humanos: la
administración Bush apoya una moción denunciando a China
ante la Comisión de los Derechos Humanos de la ONU reunida actualmente
en Ginebra. Washington llama a terminar la represión contra los
adeptos de la secta Falulong, declarada ilegal por Pekín.
OMC: Estados Unidos
bloquea la adhesión de China a la Organización Mundial del
Comercio (OMC) denunciando las subvenciones chinas a la agricultura ante
las negociaciones multilaterales iniciadas en la sede de la OMC en Ginebra.
JO-2008: una comisión
del Congreso estadounidense votó la semana pasada una resolución
pidiendo al Comité Olímpico Internacional que prive a Pekín
de la organización de los Juegos Olímpicos 2008 debido a
su balance abominable en materia de derechos humanos.
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