Por Silvina Friera
Los protagonistas argentinos
de la comedia musical Fiebre de sábado por la noche, que se estrena
hoy a las 21 en el Teatro Nacional (Corrientes 960), no vivieron el fenómeno
que generó la música disco en los '70 a través de
la película, ni el lanzamiento al estrellato de John Travolta,
ni el éxito de los Bee Gees. Fernando Petruzio, Charly G, Elena
Roger y Silvia Luchetti se presentaron al casting sin haber visto el film,
que se estrenó en 1977 y marcó una época. El estreno
llega en un momento de franco auge de las producciones musicales, que
durante buen tiempo fueron algo así como hechos malditos para el
teatro argentino.
Los actores y bailarines locales promediaban los 10 años y nada
sabían de esa fiebre contagiosa que estimulaba a miles de adolescentes
a imitar los pasitos, la manera de caminar y de vestirse de Travolta.
Un modo de ser que, en su país de origen, resignificaba culturalmente
el estereotipo del american way of life, en este caso encarnado por un
puñado de jóvenes neoyorquinos de clase media baja, que
deseaban liberarse de las ataduras de un barrio sin futuro para conseguir
un ascenso social. La obsesión de esa generación era cruzar
el puente que separa a los barrios bajos de Broolkyn, donde nacieron,
para realizarse bajo el brillo de la próspera Manhattan. Petruzio
se pone en la piel de Tony Manero, el personaje inmortalizado por Travolta.
Es un momento muy importante porque hago por primera vez un protagónico,
dice Petruzio a Página/12. Tony es un fanfarrón. Sabe
que es lindo y que tiene a todas las chicas a sus pies. Lo único
que le gusta en la vida es bailar. Trabaja en una pinturería, gasta
gran parte de su sueldo en ropa y tarda entre tres y cuatro horas en peinarse
y arreglarse.
Con producción de Alejandro Romay, en asociación con Robert
Stigwood, Fiebre de sábado por la noche cuenta con una inversión
de 2 millones de dólares, más de 35 actores en escena, 40
cambios escenográficos y 20 músicos. La directora y coreógrafa
es Arlene Phillips, encargada de las puestas en Londres, Nueva York y
Berlín, y el director musical es Phil Edwards. Después del
éxito del film de John Badham, la comedia musical tuvo que esperar
más de 20 años: se estrenó en mayo de 1998 en el
Paladium de Londres y un año después llegó al teatro
Minskoff de Broadway. En la versión teatral se rinde tributo a
los Bee Gees, una banda que transformó sus canciones en símbolos
de una generación que hoy se acerca a los 40 y que todavía
evoca hits como Staying alive y How deep is your love.
El Tony Manero de la versión porteña tiene 32 años
y una larga trayectoria en musicales como El circo de Alberto Agüero,
Broadway, El diluvio que viene, Molly Brown (con Susana Giménez)
y Cats. Me van a comparar con Travolta, pero no me molesta. Actoralmente
va a ser mi Tony Manero. Me apropié de esa forma de caminar porque
la gente está esperando eso. Cuando bailo pienso en Travolta, porque
a pesar de que no era bailarín, lo hacía muy bien. Mostraba
sensualidad y me resulta interesante asimilarlo, dice.
La compañera de baile de Tony, Stephanie, es la chica linda criada
en Brooklyn, pero que se cree superior al resto de sus vecinos. Silvia
Luchetti, que el año pasado integró el elenco de Los Miserables,
explica que su personaje vive en un mundo ficticio: Tiene una ilusión
muy grande que es triunfar en Manhattan, pero ella es de un sector social
más bajo. Aunque intenta hablar bien y trata de aprender cosas,
no conoce los códigos de Manhattan. Para el marplatense Charly
G interpretar a Bobby C es un desafío. Bobby, uno de los
amigos de Tony Manero, es un perdedor. Quiere ser fachero y ganador, pero
no puede. Está enel grupo sólo porque tiene auto,
señala el actor. Otra de las criaturas que pertenece al mundo de
los buenos y carga con el estigma del fracaso es Annette, la joven que
sigue apasionadamente a Tony. Su meta es casarse con él y
formar una familia. Tuvieron una historia, pero él no está
enamorado, precisa Elena Roger. El DJ Monti completa el cuadro:
Es un tipo chanta y extravagante. Es una mezcla de Lionel Richie
de los 70 con un Federico Klemm, cuenta Héctor Pilotti. En
Argentina la disco se vivió más como una moda, a diferencia
de Estados Unidos donde tenía un trasfondo económico-social
de jóvenes sin acceso a la universidad. En el único ámbito
donde podían sentirse realizados era en la disco. Fue una etapa
muy frívola, era la época en que estaba en TV Música
en libertad. Además, en una dictadura militar, esta moda
evasiva les venía bien a los milicos, recuerda Pilotti.
El elenco de Fiebre... afirma que el show funciona como una celebración
de Bee Gees. Al final de la obra, un compilado de temas del trío,
con 20 músicos en vivo y 35 actores-bailarines en escena, conseguirá
seguramente que el público salte de sus butacas y baile al mejor
estilo Travolta.
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