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EL MINISTRO DELICH ABRIO EL DEBATE SOBRE UNIVERSIDAD
El ingreso irrestricto en duda

El ministro de Educación sorprendió al proponer que �se podría pensar en limitaciones para el ingreso a Medicina�. Aseguró que se respetará la autonomía pero aclaró que
�hay que planificar�. Autoridades y estudiantes se oponen al retorno de los cupos.

El ministro de Educación, Andrés Delich, en rueda de prensa.
“El Estado fracasó en planificar la educación superior.”

“Se podría pensar en poner limitaciones al ingreso en Medicina y, paralelamente, en dar becas para incentivar carreras como Ingeniería.” El ministro de Educación, Andrés Delich, anunció ayer su intención de que las universidades nacionales planifiquen la forma de ingreso de los estudiantes. Así, el funcionario radical, surgido de las filas de Franja Morada, dio un giro radical frente al principio de ingreso irrestricto que tradicionalmente defendió el radicalismo. Y desató otra polémica en el ámbito universitario (ver página 2). También anunció que impulsará una reforma de la Ley de Educación Superior: “Hay que diseñar una nueva ley que, respetando la autonomía universitaria, construya un ámbito de planificación de la educación superior”.
Tras cerrar el seminario sobre “El papel del periodismo en la educación”, organizado por el IIPE-UNESCO, la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI) y Educación, Delich dio una conferencia de prensa: “En los últimos veinte años quedó en evidencia el fracaso del Estado en generar un espacio donde se planifique la educación superior”. Y, sin anestesia, se refirió al espinoso asunto del ingreso. “Los exámenes de ingreso son instrumentos de política educativa. Depende de cómo se los use. Es como un bisturí: puede ser un arma mortal en manos de un loco o un asesino, o puede estar en manos de un médico para curar a las personas”, explicó, metafórico.
El ministro aclaró que “la planificación del ingreso debe ser una decisión propia de cada universidad. Hay que pensar políticas de ingreso dentro de las universidades, pero no como una regla única. La heterogeneidad de las universidades implica que no se piense en una norma global de ingreso. No puede haber un ingreso común para todos”. “Medicina es el típico ejemplo de carrera en la que, por la restricción que existe para disponer de preparados y materiales para todos los estudiantes, existen limitaciones objetivas para la posibilidad de enseñar”, dijo.
Después le apuntó directamente a la unidad académica más grande de América latina, la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires. “Tenemos que pensar cuántos estudiantes tiene que tener una facultad o una universidad para conservar la condición de tal. Hoy tenemos una facultad con más de 40 mil alumnos acá a siete cuadras. ¿Es razonable?”, se preguntó. Y, a continuación, postuló la posible instauración de restricciones para el ingreso en carreras muy demandadas (se refirió a Medicina) y, a la vez, ofrecer becas para fomentar el estudio de otras disciplinas (Ingeniería fue el ejemplo elegido).
En otro orden, pero en el mismo rumbo que ya había señalado su antecesor Hugo Juri –quien reapareció junto a Delich para cerrar el seminario de periodistas– el ex diputado y ex presidente de la federación de estudiantes de la UBA dijo que impulsará una modificación de la Ley de Educación Superior (LES) sancionada bajo el menemismo en 1995. “La ley no se corresponde con este siglo. Eso no quiere decir que debe derogarse, sino que debe haber una nueva norma.” Con ese objetivo, en los próximos días el ministerio creará una comisión especial, “un ámbito de consenso” con rectores, actores universitarios y especialistas en educación, que será presidida por el propio Juri. Mediante la reforma de la ley, el ministro pretende obtener mayores instrumentos para, desde el Estado, planificar políticas de educación superior. Cuando Página/12 le recordó que la LES ya prevé la existencia de los desaprovechados consejos regionales de planificación universitaria, Delich retrucó: “Existen, pero no obligan a las universidades a participar de ellos. El Consejo Interuniversitario Nacional (el órgano que reúne a los rectores de las universidades públicas) debería ser un ámbito de articulación, pero no se ha mostrado exitoso en ese sentido, como sí lo ha sido en la defensa de la universidad pública”.
Al final, el ministro también confirmó que avanzará con otros proyectos iniciados durante la anterior gestión de Educación: seguirán en marcha los proyectos de desarrollar colegios universitarios y de evaluar la calidadde la educación que brindan las universidades. “Si medimos la calidad de la educación básica, ¿por qué los universitarios se van a sentir mal si los queremos evaluar?”.
Después de dos semanas de incertidumbre, quedó confirmado que el área del ministerio que se ocupa del sistema universitario y los institutos terciarios, la Secretaría de Educación Superior, seguirá encabezada por Juan Carlos Gottifredi, quien había presentado su renuncia ante el Presidente. Además, la secretaría mantendrá su rango, mientras que la de Educación Básica pasará a ser una subsecretaría.
La decisión de que continúe como el único viceministerio el área de educación superior muestra que el Ejecutivo quiere “meter mano” en la reformulación del sistema universitario. El sostenimiento de la universidad pública implica que el Tesoro destine 1800 millones de pesos anuales a ese fin. Un monto nada desdeñable para las sumas y restas de Economía.

 

Claves

Los estudiantes advirtieron que como “no pudieron arancelar no pueden venir ahora con los cupos”.
Algunos decanos de la UBA plantearon que analizar el ingreso sin evaluar el contexto al igual que hablar de planificar “se puede confundir con ajustar”.
El ex decano de Medicina, Luis Ferreira, festejó que “un ministro joven venga con esa idea brillante que piensa en la comunidad y no en la facilidad de los alumnos”.

 

�No pudieron arancelar, no vengan a poner cupos�

Por Javier Lorca

Autoridades y estudiantes, en diálogo con Página/12, se opusieron, tajantes, a la posibilidad de instaurar restricciones al ingreso en la universidad pública, dejada entrever por el ministro de Educación, Andrés Delich. “No pudieron imponer el arancel, que no intenten ahora poner cupos al ingreso.” “Nadie puede estar en contra de planificar. Pero uno duda porque, durante el gobierno anterior y en lo que va de éste, siempre se planificó para ajustar o hacer negociados.” Ese fue el tenor de las respuestas de los universitarios. Sin embargo, todos los consultados se mostraron dispuestos a debatir una transformación del sistema educativo superior. Uno de los pocos que ayer festejó las declaraciones del ministro fue el ex decano menemista de Medicina, Luis Nicolás Ferreira.
“¿Es razonable” una facultad como la de Ciencias Económicas, con más de 40 mil alumnos en sus aulas?, se preguntó Delich. “El análisis de si es poca o mucha la cantidad de gente que estudia en Ciencias Económicas depende de las expectativas que tengamos para el futuro de nuestro país -retrucó el decano de esa facultad, Carlos Degrossi–. La cantidad de alumnos que tenemos es incluso insuficiente si la economía del país va a desarrollarse como esperamos. Por eso, discutir en abstracto es poco serio.” Degrossi dijo que le parece “inconveniente poner cupos en las carreras”. “Pero el Estado podría orientar la demanda hacia ciertas áreas mediante elecciones estratégicas de desarrollo. Si somos democráticos, tenemos que dejar optar y confiar en nuestros ciudadanos. Pero darles la mayor información posible.”
“Nadie puede estar en contra de planificar la educación. Si esto se hace con mayor presupuesto, está muy bien. Pero, con un gobierno que hace unas semanas nos dijo que iba a recortar y arancelar, uno debe estar alerta”, desconfió el decano de Ciencias Sociales (UBA), Fortunato Mallimaci. “Hablar de cupos no tiene ningún sentido, si primero no hablamos de que todos los jóvenes tienen que tener las mismas posibilidades de estudiar en la universidad”, añadió.
Como era previsible, los mayores rechazos se oyeron entre los alumnos. “La universidad pública necesita reformas, pero siempre sobre la base de los principios reformistas de autonomía, gratuidad y libertad de ingreso -se plantó el titular de la Federación Universitaria Argentina, Manuel Terrádez (Franja Morada)–. Desaprobamos cualquier idea que tienda a la restricción del ingreso. No nos parece mal planificar, siempre que no se vaya hacia medidas restrictivas.” Más duros fueron los dirigentes universitarios del Frepaso. “No pudieron imponer el arancel, que no intenten ahora poner cupos al ingreso. Y que tampoco se quiera encubrir con esto un proyecto de universidad elitista”, avisó Raúl Sánchez, del Movimiento Nacional Reformista (PSP). Y agregó: “Pensar en una Argentina más justa y solidaria se contrapone a la elitización de la universidad pública”. Secretario general del Frente Grande Universitario, Lucas Nejamkis, también se opuso a cualquier restricción.
Igual, todos se mostraron dispuestos a aceptar la planificación. “Planificar puede resultar muy bien para salvar la brecha que hay entre la educación media y la universitaria. Y puede servir como política de retención”, dijo Terrádez. Sánchez admitió: “Queremos debatir la transformación de la universidad y de la ley, pero el debate sobre la planificación no se puede limitar a ver cuánta gente tiene cada carrera”. “En otro modelo de país, con otro contexto social –apuntó Nejamkis–, planificar podría no resultar excluyente, como sí lo resulta en la Argentina que tenemos hoy.”
El que ayer celebró su revancha fue el ex decano de Medicina (UBA), Luis Ferreira, recordado por sus disputas con el rector Oscar Shuberoff, justamente, por su afán de restringir el ingreso. “No voy a decir ‘vieron que yo tenía razón’. Siempre tuve esta convicción por mi experiencia docente. Por suerte ahora llegó un ministro joven que, con esta ideabrillante, está pensando más en la comunidad que en las ventajas que tienen los malos alumnos”, dijo a este diario. Se explayó: “Hoy tenemos una cantidad excesiva de médicos en la UBA. Así baja la calidad de la educación, se proletariza la profesión, los médicos son explotados, necesitan tener varios cargos para poder vivir y, entonces, también baja el nivel de atención y los únicos perjudicados son los pacientes”. Para el ex titular de la Oficina de Etica Pública durante el menemismo, “el Estado debe orientar a los estudiantes. La libertad de elección es muy buena, pero deja de serlo cuando el estudiante se recibe y se encuentra sin posibilidades de inserción”.

 

OPINION
Por Nora Veiras

Limitaciones objetivas

El ingreso a la universidad no se puede pensar desde una regla única”, dijo el ministro de Educación, el radical Andrés Delich. La definición, que puede sonar sensata, evidencia, sin embargo, una decisión política: la de abrir un debate en un coto donde el radicalismo desde el retorno a la democracia levantó la bandera del ingreso irrestricto como sinónimo de democratización. Más aún, el joven sociólogo que se forjó como dirigente estudiantil en los ‘80 al calor de la defensa a ultranza de la autonomía universitaria remarcó que se hace imprescindible “planificar” la educación superior.
Si no fuera porque medió el fallido ajustazo de Ricardo López Murphy y la posterior entronización de Domingo Cavallo en Economía, el discurso sonaría a herejía. Pero, en ese contexto, proponer que las universidades discutan las formas de acceso de los estudiantes a las aulas se puede entender como un trueque a cambio de “salvar” la gratuidad que tanto ocupa a los economistas del establishment.
“Nosotros siempre fuimos reformistas”, repiten en Educación. La Reforma Universitaria que en 1918 lideraron los estudiantes cordobeses en contra del oscurantismo eclesiástico reivindicó la libertad de cátedra y la autonomía. Esos fueron los instrumentos para poder confrontar ideas sin dejarse adoctrinar por dogmas. Es cierto que ni el ingreso irrestricto ni la gratuidad formaron parte de esa lucha, pero no lo es menos que desde el retorno a la democracia la comunidad universitaria incorporó esas banderas como irrenunciables.
En los ‘90, en la Universidad de Buenos Aires se podría decir que bordearon el grotesco –si no fuera porque en el medio de la disputa quedaron miles de estudiantes– las discusiones entre el consejo superior, liderado por el rector Oscar Shuberoff, y el entonces decano de Medicina, el menemista Luis Ferreira, en torno al ilimitado Ciclo Básico Común (CBC) y el cupo del Curso Preuniversitario de Ingreso (CPI). La UBA defendió el derecho de la universidad a definir un sistema de ingreso común mientras que la facultad quería establecer sus propias normas. La puja fue el reflejo del artículo de la ley de Educación Superior hecho a la medida del pintoresco decano que establece que en las universidades con más de 50 mil alumnos, las facultades podrán definir las normas para el ingreso. Con menos torpeza, en la absoluta mayoría de las facultades de Medicina del país se definieron criterios de selección. Ahora es el ministro de Educación el que confiesa su coincidencia con la necesidad de fijar restricciones en esa carrera producto de las “limitaciones objetivas” para dar una formación adecuada a los estudiantes.
A lo largo de dieciséis años de democracia, las universidades se resguardaron en la autonomía para, muchas veces, repeler el debate sobre las evidentes carencias de su organización y administración. El radicalismo fogoneó en muchos casos esa lógica defensiva que llevó a cristalizar en varias casas de estudio los avances de la democratización sin más crítica. Lo distinto es que un ministro proveniente de ese riñón ponga sobre la mesa la necesidad de “planificar siempre respetando la autonomía”.
Es imposible ordenar, articular, coordinar sin tocar la autonomía. “Es preferible que los cambios los hagamos nosotros a que los impongan”, repiten en Educación, dejando en claro que llegó la hora de la universidad. El tema es hasta dónde el debate sobre la restricción no termina legitimando el “economicismo” de quienes sólo piensan en recortar recursos de la “costosa” educación superior. Y el riesgo de seguir elitizando la formación superior en un contexto donde la precariedad del secundario convierte en discriminadora cualquier selección para seguir estudiando.

 

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