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�Spy Groove�: una de detectives,
pero para un público sarcástico

La señal MTV redobla su apuesta a favor del público menos convencional con el estreno de una serie animada sin acción ni intriga.

El público de “Spy Groove” probablemente odia a Cristina Aguilera.

Por Julián Gorodischer

El dibujo-lounge descree de las grandes ideas o los parlamentos memorables; prefiere dejar a esos dos que se hacen llamar Agente 1 y Agente 2 en un estado muy parecido al sopor. En “Spy Groove”, la nueva creación animada que emite MTV Latino los miércoles a las 19.30, dos detectives van en busca de soluciones para misiones triviales: proteger a los bon vivants de la invasión del mal gusto, o rescatar a una diseñadora de modas de las garras de un villano. En esta serie, de trece primeros capítulos, la trama intrascendente es apenas una excusa para deleitar al nuevo filón que MTV descubrió entre sus seguidores: ya no el fan incondicional de videos latinos, sino también el sarcástico seguidor de ciclos como “Daria”, “Jackass”, “El show de Tom Green” y –por qué no– “Spy Groove”.
Se trata, entonces, de dar un poco más y poner en pantalla a una provocadora serie de detectives, completamente alejada de la acción y la intriga. En este dibujo, dirán los incautos, no pasa nada. Una buena porción de minutos se la roba la estadía de la pareja de espías en el bar, ese ámbito que le es propio. Les sirven tragos y ellos saludan a uno de los personajes secundarios más importantes del ciclo, la mesera Mac, del “The Maxi Bar”, que frecuentan. Mac no aporta, a pesar del cartel francés, más que el diálogo ocasional de cualquier mesera, y es secundada por un patovica (Carlo Fabrini) que nunca habla, pero que también tiene asegurada una posición de culto. Sucede que esta serie valora más los detalles en el fondo que el primer plano de los protagonistas. Se sabe: ése es el lugar que privilegian los nuevos seguidores de dibujos, ya no chicos adoradores de superhéroes o peleas entre animales, sino adultos degustadores de guiones del nivel de una sitcom.
De pronto, Helena Troy –la jefa– los convoca desde una aparición virtual (aquí el alarde tecnológico es la regla). Como una suerte de Charly femenino, Helena ordena a sus propios ángeles que resuelvan un caso. Y es entonces cuando “Spy Groove” entiende que es condición esencial para ganar adeptos no creerse la historia que narra. Así, la villana podrá ser una abuela oriental despiadada, o una dictadora de la alta costura que no juega limpio. Nunca un peligro real; no tendría gracia. Así, se confirma una clave que es condición del dibujo-lounge: la ligereza. Agente 1 y Agente 2 son conscientes, queda claro, de la levedad de sus tareas, como si sólo se tratase de un medio para viajar y conocer ciudades, mujeres hermosas (se saben los James Dean del siglo XXI) o gastar dinero a cuenta de Helena Troy, aunque ella siempre aborte el intento con una aparición virtual inesperada; ¡hay que ahorrar!
El movimiento es siempre limitado, fruto de una extraña técnica que prefiere el congelado y el desplazamiento pausado a un vértigo de balas y escapes que podría resultar más previsible. Pero no, esto se trata del sereno deambular de los dos dandies por Nueva York o por Hong Kong, su caída en la trampa, el momento elegido para el guiño. Si están en peligro, llega la cita ineludible a otras series más famosas, como Batman. Onomatopeyas y amenazas de transplante de cerebros funcionan como cita de otros relatos y los agentes se relajan: nada de esto va en serio. Tienen asegurada la victoria de la manera menos creíble y, a la vez, más eficaz para el registro de comedia que crece: un colaborador traiciona al villano, o Helena irrumpe desde la nada, o hay un arranque de rebeldía del Agente 1 y es suficiente para que el orden se recomponga y exista un próximo capítulo.
Los colores son tan brillantes como los tragos que beben, como el tinte de sus ropas o el cristal de la bola de espejos que los vigila, casi todo el tiempo, cada vez que ingresan a un nuevo bar. Claro que mirarlos enacción (tal vez porque esa acción es mínima) durante un buen rato puede ser muy aburrido, pero los agentes se proponen otra cosa. Como un buen dibujo-lounge, éste elige la espera o el mero acompañamiento. Los de “Spy Groove” no parecen tener algo demasiado importante para decir, o una historia grave para contar. En cambio, se ofrece un gag gracioso cada tanto, una cita a una serie vieja, un personaje inmóvil en el fondo –casi una sombra cómplice–, un combo que incluye tonos fuertes, una lentitud exasperada y algo de música de cóctel.

 

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