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el Kiosco de Página/12

Replicantes
Por Antonio Dal Masetto

A las once de la mañana nos juntamos en el pasillo con mi vecina Martita, directora de escuela jubilada.
–¿Cómo le fue hoy con los llamados? –me pregunta.
–En lo que va de la mañana, dieciséis veces.
–¿Adelfa?
–Siete veces Adelfa. Natalia, cuatro. Sibila, tres. También llamaron Aldana y Tiziana. ¿Y a usted?
–Desde las ocho y cinco hasta ahora, veintitrés llamados.
–¿Emiliano?
–Emiliano nueve veces, cuatro Gonzalo. Y, más o menos repartido, Leandro, Eugenio, Diego, Ramiro, Gastón y Santiago.
–Ahí están sonando su teléfono y el mío.
Corremos a atender y volvemos al pasillo.
–Gonzalo, qué divino, me ofreció un cero kilómetro y combustible durante seis meses, solamente tengo que abrir una caja de ahorro con una cantidad mínima que el mismo Banco me prestaría y además me darían cuatro tarjetas de crédito sin cargo.
–El mío era de Aldana. Quiere que tenga un teléfono celular de última generación. Si se lo acepto, hay un crucero para dos a Hawai, 18 días y 17 noches, canilla libre.
Suena el teléfono de Martita, corre y vuelve.
–Era Emiliano, estoy en las nubes, está preocupado por mí, me cuida, quiere que vaya al gimnasio Salud & Belleza. Si me inscribo me regala un viaje a Disney World. Una semana todo pago para dos personas, automóvil con kilometraje libre. Le dije que lo iba a pensar. Ay, soy tan vaga, no voy a ir nunca.
Suena mi teléfono, corro, regreso.
–Adelfa, me ofreció asociarme al círculo de clientes fieles de la Cocina Etnica del Mundo, por una cuota bajísima. Si acepto, puedo degustar doce docenas de empanadas de todas las provincias y todos los sabores, de mandioca, de tuna, de peludo, de liebre patagónica, de mburucuyá. Esta chica siente alguna cosa por mí, porque en los últimos dos días llamó como veinte veces, con distintas propuestas a cual más seductora.
–Yo al principio tenía una gran confusión de sentimientos, porque no sólo sentía que estaba enamorada de Emiliano, sino también de Leandro, Alexis, Diego, Gastón, Eugenio, Gonzalo. Son tan entusiastas, tan hermosos, tan seductores, tan pujantes, tan inasibles. Lo que me desconcertaba era que hablaran igual, que tuvieran la misma voz. Pero ahora me di cuenta que es siempre Emiliano. Para no demostrar demasiado interés el tontito se hace pasar por otros, incluso trata de engañarme dando nombre de mujer.
–Yo también estoy seguro de que la voz es siempre la misma, la de la dulce Adelfa, que se hace pasar por otras y otros para volverme loco.
–Emiliano es un ser maravilloso, un muchacho tan trabajador. Cada vez que llamo a un 0800, a la empresa telefónica, al 101, los bomberos, Aguas Argentinas, canales de cable, Asesoramiento al consumidor, Servicio médico prepago, Edenor o Edesur, Información meteorológica, Metrogas, siempre me atiende él. No sé cómo se las ingenia con su tiempo, pobrecito, debe terminar extenuado. De todas manera no quiero irme de boca, yo soy una mujer grande y no quisiera parecer demasiado fácil y de cascos ligeros, a mí me gusta que me cortejen, sentirme deseada. Necesito mi tiempo.
–Martita, sea buena, dele una oportunidad.
–Ya le di a entender que estoy enamorada, pero tampoco voy a aceptar así nomás todos sus generosos ofrecimientos de excursiones por Europa, cenas en lugares soñados, una heladera nueva, un seguro contra robo e incendio, órdenes de compra para hipermercados, llamadas sin cargoa Helsinki y Sri Lanka, TV, computadora, Caribe Lujuria Tropical, batería de cocina con ollas a las que nunca se pega la comida, un set de valijas de viaje, un vestido de novia y lencería haciendo juego. Aunque le confieso que con el pelapapas eléctrico que me ofreció casi le doy el sí.
–Con Adelfa podríamos ser felices, pero tengo mis dudas, ella es demasiado joven, hay que pensarlo bien, no quiero que me destrocen el corazón, me jugué entero muchas veces y, como dice el tango, tengo heridas que no cierran y sangran todavía.
–Vecino, recuerde que el amor es más fuerte.
Suenan los teléfonos.
–Emiliano –dice Martita.
–Adelfa –digo yo.
Volamos a atender.

REP

 

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