Por W. U.
En un discurso entregado en
ocasión de la entrevista que el presidente Fernando de la Rúa
tuvo ayer por la mañana en el Vaticano con el papa Juan Pablo II,
el jefe de la Iglesia Católica le expresó al mandatario
argentino que urgen medidas orientadas a crear un clima de equidad
social, para favorecer una mayor justicia distributiva y una mejor participación
en los recursos del país. Para Karol Wojtyla, sólo
así se podrá lograr una situación de paz en la justicia
basada en el esfuerzo común y en una economía que esté
al servicio del hombre. Si bien la advertencia coincide con muchos
de los reclamos hechos por los obispos católicos argentinos en
los últimos meses, en posterior conferencia de prensa De la Rúa
interpretó que el Papa no hizo recomendaciones particulares
sobre la Argentina, sino consideraciones generales entre las
que el Presidente destacó la necesidad de defender la vida,
la dignidad del hombre, luchar contra la pobreza, privilegiar el amor
y defender la familia.
Durante la entrevista privada con Juan Pablo II celebrada en la biblioteca
del Vaticano, que duró aproximadamente 24 minutos, Fernando de
la Rúa estuvo acompañado por su familia y por parte de la
comitiva oficial que lo acompañó a Roma. No hubo discursos
y sólo se intercambiaron los textos que constituyen la declaración
oficial de ambas partes.
El Presidente manifestó que la Argentina necesita imperiosamente
crecer. Esta convicción está en la base de nuestro plan
de gobierno, dijo De la Rúa, quien agregó que para
lograrlo se han tomado medidas que reactiven la economía y susciten
confianza en la comunidad internacional.
Juan Pablo II le pidió al Presidente que preste atención
a los obispos argentinos cuando reclaman evitar aquellos comportamientos
que pudieran favorecer la corrupción, la pobreza y todas las formas
de violencia social que derivan en la ausencia de solidaridad. Para
el jefe de la Iglesia Católica se deben tener en cuenta las circunstancias
internas complejas y los condicionamientos internacionales
que padece la Argentina y que provocan que una parte notable de
la población experimenta sus gravosas consecuencias, resultando
afectados mayormente los estratos sociales más necesitados.
No obstante, para el Papa las grandes reservas morales del pueblo
argentino garantizan con fundada esperanza el futuro.
Juan Pablo II se extendió en el diagnóstico de la situación
al decir que el desempleo lleva a personas, familias y grupos sociales
a pensar en la migración para buscar mejores horizontes de vida.
De la Rúa salió al cruce diciendo que crear empleo,
fortalecer las pequeñas y medianas empresas, promover planes para
la transformación educativa, llevar a cabo obras de infraestructura
con visión de futuro son líneas que sigue mi gobierno y
que encara con renovado empeño para promover la ansiada reactivación
de la economía.
Para reafirmar el compromiso político de la Argentina con las posiciones
del Vaticano en lo que se denomina la defensa de la vida y
que tiene relación con cuestiones de familia, aborto y eutanasia,
entre otras, el Papa destacó el empeño de la
Argentina al participar en los foros internacionales. Frente a una
concepción ampliamente difundida que con frecuencia privilegia
actitudes egoístas poco respetuosas con los principios que protegen
el primer fundamental derecho humano, el derecho a la vida, es de justicia
reconocer la clarividente y humanista visión de países soberanos
como el suyo, ejemplo de posturas en consonancia con el derecho natural,
dijo el Papa para comprometer más la posición de la Argentina,
uno de los pocos aliados que le siguen quedando en este tema a la Santa
Sede en los foros internacionales.
Tampoco frente al Papa faltaron las alusiones a la pesada herencia
recibida por el gobierno de la Alianza. En su texto, De la Rúa
incluyó una frase en la que afirmó que son bien conocidos
los obstáculos, algunos heredados, otros propios de las coyunturas
mundiales, pero la austeridad y la transparencia de la gestión,
la reducción del gasto público, la lucha contra la evasión
impositiva, la previsibilidad y la responsabilidad de la economía,
la forma eficiente de distribuir el gasto social y el destierro del clientelismo
político son compromisos que según el Presidente
hemos asumido desde el primer día de nuestro mandato, y cuyo cumplimiento
ya está dando frutos, aunque evitó mayores precisiones
sobre estos últimos.
A la hora de pedir, De la Rúa dijo también que aspiramos
a que caigan las barreras y los muros que impidan el acceso de nuestros
productos. El proteccionismo de algunos países centrales es una
manifestación evidente de injusticia y estamos agradecidos a la
Santa Sede por las veces que lo ha expresado así. Aspiramos,
en una palabra, a globalizar la solidaridad, concluyó De
la Rúa haciendo propias palabras que Juan Pablo II reitera en muchos
de sus discursos.
OPINION
Por Washington Uranga
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Sin sorpresas
Todo ocurrió dentro de lo esperado. Fernando de la Rúa
tuvo su entrevista privada con Juan Pablo II presentándose
como jefe de Estado, pero también como un devoto fiel católico
que llega hasta el Papa acompañado de su familia, que solicita
bendiciones del Santo Padre y que, en lo personal, adhiere incondicionalmente
a la doctrina católica. Ninguna sorpresa y todo, hasta las
advertencias, se dieron en el marco de la previsibilidad que el
Vaticano cultiva tanto como su propia ortodoxia y un camino por
el que el Presidente argentino desearía transitar siempre,
aunque en muchos casos las circunstancias lo superen.
Hasta el llamado de atención sobre la inequidad social, el
reclamo de justicia como condición para la paz estaban dentro
de los cálculos y, por esa misma razón, De la Rúa
se permitió decir como en algún momento también
lo dijo Carlos Menem que los reclamos del Papa en favor de
los pobres son referencias doctrinales genéricas, propias
de la doctrina social de la Iglesia y no llamados de atención
específicos. Ahora, como antes, vale la observación
de que los principios generales pronunciados ante destinatarios
claramente identificados pierden su condición de genéricos
para convertirse en llamados de atención directos y circunstanciados.
Por otra parte, el pedido de Juan Pablo II en favor de los pobres
y de la justicia no hace sino reafirmar lo que los propios obispos
argentinos han venido señalando en los últimos años,
también durante el gobierno de la Alianza. Todo ello ratifica
aquella máxima eclesiástica que sostiene que, salvo
casos muy excepcionales, de Roma viene lo que a Roma va.
Juan Pablo II no ha hecho otra cosa que ratificar aquello que la
jerarquía católica argentina ha manifestado como preocupación.
Superado el examen vaticano, el Gobierno sabe que vendrán
algunas tensiones con la jerarquía católica, tanto
por las demandas de mayor justicia social como por cuestiones tales
como el proyecto de ley de salud reproductiva y, eventualmente,
el aborto. Sobre este último punto, además de las
declamaciones genéricas, hubo intercambios y pedidos muy
precisos del Vaticano a través del cardenal Angelo Sodano,
secretario de Estado, y del cardenal colombiano Alfonso López
Trujillo, titular de la Comisión Pontificia para la Familia
y uno de los hombres más conservadores de la curia romana.
En su anterior visita al Vaticano el canciller Rodríguez
Giavarini habría planteado el deseo del gobierno argentino
de que el Papa se pronunciara contra las barreras proteccionistas
de los países ricos. Dado que el tema coincide también
con las preocupaciones romanas, el punto apareció también
en el diálogo entre Juan Pablo II y De la Rúa.
Todo transcurrió en un marco de formal cordialidad, donde
hasta los pequeños reproches y demandas mutuas se canalizaron
en el marco de lo previsible. Cada una de las partes dijo lo que
quería decir y escuchó lo que quería escuchar.
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De
cómo un viaje previsible se
convirtió en un problema de imagen
Por
F.C.
El viaje del presidente
Fernando de la Rúa a Roma terminó en regla. En la última
jornada se reunió con el papa Juan Pablo y con el magnate televisivo
Silvio Berlusconi, casi seguro futuro primer ministro. En realidad, si
el periplo italiano hubiese durado sólo los dos últimos
días nadie hubiera tenido nada que objetar. El problema comenzó
el domingo con el poco explicado adelanto de la partida del Tango 01 y
siguió con las largas horas de relax romano que vivió la
comitiva presidencial. Sin embargo, ayer, nadie en el entorno delarruista
aceptaba la menor crítica al desempeño del Presidente y
culpaban a la prensa de la mala impresión que podría haber
quedado de la gira. Siempre buscan una muletilla para agarrarse
de algo, se quejó el hijo menor del Presidente, Aíto
de la Rúa, quien tomó el papel de vocero y defensor de su
padre.
Si no hubiera recibido a Batistuta lo hubieran criticado por no
tener sentimiento popular, se respondía ayer uno de los encargados
de diagramar la estrategia comunicacional del Gobierno. Varios hombres
cercanos al Presidente rumiaban bronca por las malas repercusiones de
un viaje que, de antemano, sólo podía arrojar buenos resultados.
O, a lo sumo, convertirse en un dato inocuo si se tiene en cuenta los
habituales resultados de entrevistas entre los presidentes y el Papa.
Cerca de De la Rúa no admiten tampoco que existan recelos entre
el Presidente y el ministro de Economía, Domingo Cavallo, cuya
hiperactividad suele opacar la labor de cualquier otro funcionario. De
la Rúa no sólo no compite con Cavallo, sino que está
muy aliviado con él como ministro. Si hasta le cambió el
humor. Está claro que en algún momento llegará el
momento de la diferenciación, pero para eso todavía falta
mucho, evaluaba el hombre de comunicación del Gobierno. Igual,
admitían que según las encuestas que manejan la popularidad
de Cavallo se disparó a niveles inéditos en él, muy
por encima del Presidente quien, sin embargo, repuntó un poco.
No obstante, está claro que si algo inquietó a De la Rúa
en Roma fue que los diarios ni repararan en sus muy espaciadas actividades
de sus primeros días en Italia mientras que los temas económicos
ocupaban los principales títulos. De ahí la búsqueda
nerviosa de alguna entrevista que pudiera captar la atención mediática
y los encuentros con Batistuta y Valeria Mazza. Se habló
mucho de esas reuniones, se quejó ayer Aíto. El
día tiene 24 horas y esas dos reuniones duraron 40 minutos.
Y siguió: Hay parte de la prensa que no tiene dimensión
de quiénes son algunas de las figuras con las que se juntó
mi padre. Si hubiera querido descansar, se hubiera quedado en la Argentina
que era feriado el lunes. Y no, se vino aquí a Italia que el lunes
era un día hábil, de trabajo.
Podría haber sido un viaje positivo, con un Presidente revitalizado
luego de la crisis de gabinete, pero últimamente a De la Rúa
nada parece salirle bien. La gente no tiene una mala percepción
de los viajes, pero es posible que en este caso, con todo el periodismo
en contra, haya quedado una evaluación negativa, analizaba
ayer uno de los encargados de realizar encuestas a nombre del Gobierno.
Al menos, a De la Rúa le queda el consuelo de las entrevistas de
los últimos días, repletas de buenos augurios y en las que
se encontró con los dos principales candidatos para las elecciones
del 5 de mayo. Argentina va a salir adelante, porque es un gran
país y es rico, pronosticó ayer Berlusconi, puntero
en los sondeos.
Zemin, Jospin, Bush
y Cardoso
Aunque anoche inició la vuelta a Buenos Aires, el presidente
Fernando de la Rúa continuará con los contactos internacionales
de alto nivel. Mañana recibirá al presidente de la
República Popular China, Jiang Zemin, y al primer ministro
de Francia, Lionel Jospin. Zemin iniciará su visita de Estado
al país a las 17.45, cuando aterrice en Ezeiza y sea recibido
por De la Rúa, tras lo cual se trasladará al hotel
donde se hospedará hasta el martes próximo, en Retiro.
La primera actividad oficial será el domingo, cuando participe
de un almuerzo en Luján con el que lo agasajará la
Cámara de Comercio Argentino-China. Además, la Cancillería
informó que De la Rúa se reunirá con su par
de Brasil, Fernando Henrique Cardoso, en la ciudad de Quebec, Canadá,
donde se celebrará la Cumbre de las Américas. El encuentro
entre ambos mandatarios del Mercosur se realizará un día
después de que el argentino haya hecho escala en Washington,
camino a Canadá, para mantener la primera reunión
con el presidente norteamericano, George W. Bush.
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