Por Javier Lorca
No sólo no estoy
a favor de instaurar cupos en la universidad, sino que no tiene ningún
sentido, por lo menos en la Universidad de Buenos Aires, se plantó
el rector de la UBA, Oscar Shuberoff, en una entrevista con Página/12.
Después de la polémica abierta por las declaraciones del
ministro de Educación, Andrés Delich, con quien el rector
radical tuvo un duro cruce hace dos semanas, Shuberoff se mostró
a favor de abrir la discusión sobre la planificación del
sistema universitario. Pero descartó la restricción del
ingreso en carreras como Medicina: No existen tecnologías
de planificación que garanticen la legitimidad de una decisión
que asigne un valor dado a la cantidad de profesionales que harán
falta.
¿Qué opina de las propuestas lanzadas por el ministro
de Educación, sobre la necesidad de planificar la educación
superior y, en particular, el ingreso de los estudiantes en la universidad
pública?
Si de lo que se trata es de ampliar el debate sobre la planificación
de la educación, aplaudo la iniciativa del ministro. Hace demasiado
que el Estado no se compromete con el proceso de planificación
de la educación superior. Es más, la política pública
en los últimos años consistió en ver cómo
hacía el Estado para desembarazarse de su obligación de
financiar la educación. Ahora bien, la planificación de
la educación involucra muchas más cuestiones que el acceso,
que el ingreso. Y, como con todas las cuestiones educativas, hay modos
de planificación progresistas, inclusivos, y también hay
modos reaccionarios y excluyentes.
¿Qué piensa en concreto de la propuesta de Delich
de poner límites al ingreso en carreras muy demandadas como Medicina
y, a la vez, incentivar el estudio de otras menos pobladas, como Ingeniería?
Es una sobresimplificación de la realidad. El problema es
mucho más complejo. El ministro quiso dar un ejemplo que, en algunos
dominios es válido. Pero que, si de lo que se trata es de evitar
la exagerada concentración de la demanda en algunos centros saturados,
y si al mismo tiempo queremos respetar a la universidad como garantía
de la igualdad de acceso al mejor conocimiento, es mucho mejor la propuesta
que hizo la UBA, y que hizo suya Educación durante la gestión
de Hugo Juri. Me refiero a la propuesta de crear colegios universitarios
para articular todo el sistema educativo superior. Esa es una solución
progresista. Así se garantizaría la desconcentración
de la demanda y la posibilidad de que el estudiante acceda a la mejor
calidad de educación.
¿Cree que se podría planificar el ingreso?
No existen tecnologías de planificación que garanticen
la legitimidad de una decisión que asigne un valor dado a la cantidad
de profesionales que harán falta. La persona que diga son
muchos tantos médicos o tantos matemáticos, nunca
va a poder dar una fundamentación rigurosa de esa afirmación.
Primero, en el caso más conflictivo, que es el de los médicos,
es muy bueno saber que nadie sabe cuántos médicos hay en
el país. Se sabe cuántos se gradúan por año.
Pero cuántos quedan en actividad de los que se graduaron en los
últimos 20 o 30 años, no lo sabe nadie. En segundo lugar,
para decir cuántos profesionales de la salud hacen falta, antes
hay que definir una política de salud, una política prestacional.
Y, después, tendría que computar, provincia por provincia,
qué cantidad de recursos humanos voy a precisar para proveer esa
política. Yo me pregunto: ¿dónde está esa
política? De manera que todo lo que haga va a ser poco serio, porque
ni sé cuántos necesito, ni sé cuántos tengo.
Ahora bien, algo muy distinto es si me dicen que no puedo formar más
médicos porque no vamos a tener recursos.
¿No existen limitaciones objetivas para dar una carrera como
Medicina?
Hay un límite objetivo para cada universidad. Pero eso se
soluciona, como decía, si tengo la oportunidad de dar clases en
otras sedes, lo que sería posible con el desarrollo de los colegios
universitarios. Así se acabaría el problema, porque la masividad
la tenemos justamente en losprimeros años, que son los que se cursarían
en los colegios. Después, los estudiantes de Medicina pasarían
a completar su carrera en los hospitales. Y ahí hay otro problema.
Habría que ver cuál es la capacidad real de los hospitales.
Porque hay universidades privadas que pagan a los hospitales públicos
para tener más plazas, o para tener la exclusividad, entonces no
es fácil decir cuántos estudiantes pueden entrar en cada
hospital. Esto se resolvería con planificación.
Entonces, no está a favor de aplicar cupos.
No sólo no estoy a favor, sino que no tiene ningún
sentido, por lo menos en la UBA. Uno podría fijar cupos si alguien
garantizara la legitimidad de esa decisión. Si no, hay mecanismos
mucho menos traumáticos. Pero no nos oponemos a analizar la planificación
y estas cuestiones. Al contrario. Las venimos analizando hace muchos años.
Y no tienen una solución canónica.
SHUBEROFF
HABLA DE SU PATRIMONIO PERSONAL
El empobrecimiento del rector
Por J. L.
Por primera vez, ayer, el rector
de la UBA, Oscar Shuberoff, aceptó responder públicamente
a las múltiples denuncias que lo acusan de enriquecimiento ilícito.
No sólo no es ilícito, sino que no hubo tal enriquecimiento.
En todo caso, hubo un lícito empobrecimiento, dijo a este
diario. Aseguró que, entre 1984, cuando asumió funciones
públicas, y la actualidad, su patrimonio sufrió la baja
de 2,3 millones de pesos.
¿Cuál es hoy su patrimonio?
Debe estar en el orden del millón de pesos. Menos de la tercera
parte que tenía en 1983. En estos años di de baja bienes
por 2,6 millones e incorporé bienes por 316 mil. Desde aquella
época tengo un departamento en Rivadavia al 4600 y una casa en
Tortuguitas. Posteriormente, se agregaron lotes en Tortuguitas, el 50
por ciento de un departamento sobre Olleros, otro inmueble en Caballito,
dos coches y dos empresas de construcción: Rosal Construcciones
y Empryser Aedes SA.
¿Tiene propiedades en el exterior?
Tuve propiedades, una serie de casas en el estado de Virginia, en
Estados Unidos, antes de asumir la función pública. Y las
vendí hace nueve o diez años. Esa es la razón por
la que no figuran en mi declaración jurada. Sí tengo un
tiempo compartido en Aruba. Eso está declarado en la Oficina de
Anticorrupción. No lo había declarado antes porque se lo
consideraba parte del consumo.
¿Cómo hizo su capital?
Trabajando. Básicamente, con operaciones inmobiliarias y
empresas de construcción. Antes del 84, llegué a tener
3600 metros cuadrados en propiedades, que tuve que ir vendiendo a lo largo
de estos años. Los militares, al no dejarme hacer política,
me permitieron hacer plata.
¿Alguna de sus empresas constructoras fue contratada alguna
vez por la UBA?
Jamás. Ninguna de mis empresas trabajó con la universidad.
Ni siquiera se presentaron a una licitación.
Con las denuncias en su contra, se rumoreó que iba a renunciar
o a tomar una licencia antes del final de su gestión, en marzo
de 2002.
Nunca pensé en irme antes. No hay ninguna razón, ninguna
acusación seria. Voy a terminar mi período y voy a presidir
la asamblea que va a elegir a mi sucesor. De lo que sí estoy seguro
es de que no voy a intentar la renovación de mi mandato.
¿Por qué?
Ya es suficiente para mí y, sobre todo, para la universidad.
Y para mi familia.
¿Tiene algún candidato?
No.
¿Cómo debería ser su sucesor?
Creo que habría que aprovechar estos meses para definir los
proyectos futuros de la UBA. Para poder discutir proyectos y no personas.
Eso va a permitir saber quién es el mejor candidato para llevar
ese proyecto a la práctica.
Paradójicamente, desde que asumió un gobierno con
su mismo signo político, usted sufrió muchas más
críticas que durante el menemismo.
Ataques personales, es cierto. Pero no sé si es paradójico.
Quien conoce la lógica de mi partido, de mis correligionarios,
no puede asombrarse demasiado.
OPINION
Por Irma Parentella*
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Planificar y evaluar
El Ministerio de Educación reabre un debate necesario sobre
la educación superior. La primera premisa debería
ser no encerrarnos en posiciones absolutas que coloquen de un lado
a los elitistas y del otro a los defensores del statu
quo, igualando esto a defensa de la educación pública.
Hay que alejarse de las posiciones fundamentalistas de unos y otros.
Sugiero pensar que un problema de la universidad argentina es no
haber podido resolver el crecimiento de su matrícula al mismo
tiempo que garantizar una enseñanza de calidad, pero no es
el único. Esperan en el Congreso, para ser tratados, otros
asuntos que hacen a la vida universitaria, como la elección
directa de los rectores y la personería jurídica de
los centros de estudiantes que aún no tienen status legal
pese a que hace casi 20 años recuperamos la democracia. Hay
clásicos en el debate universitario, por ejemplo
el del arancelamiento, que cíclicamente se discute. No se
deben arancelar las universidades públicas. Muchos economistas
hablan de recortar la inversión para sanear las cuentas,
pero se mantienen indiferentes ante las altas cifras, conocidas
por todos, de evasión impositiva.
Respecto del tema del ingreso en la Argentina hay diferentes experiencias,
según hablemos de terciarios o de universidades y hasta de
escuelas secundarias; a tal punto que la Universidad de Buenos Aires
lleva adelante el CBC, que procura ser un ciclo nivelador para quienes
vienen de nivel medio, mientras que para ingresar a los colegios
secundarios que dependen de esa misma universidad el Nacional
Buenos Aires y el Carlos Pellegrini se debe aprobar un examen
muy exigente. Resulta sencillo concluir que, hasta tanto no mejore
sustancialmente la educación media, los cursos de nivelación
son imprescindibles para evitar el fracaso. Pero también
lo son los títulos intermedios, porque los alumnos abandonan,
a veces, tras 3 años de estudio sin llevarse ni una acreditación
por el tiempo dedicado.
Lo que le falta a la educación superior es planificación
y evaluación. En esas dos áreas el Estado tiene mucho
para hacer. Hay que definir cuáles son los temas vitales
para la Argentina en los próximos años, pero no puede
ni debe hacerlo sólo el Ministerio de Educación. Es
un asunto pendiente de la sociedad argentina toda. Para poder planificar,
previamente hay que debatir sin prejuicios ni preconceptos, despojándose
de intereses sectoriales. Esto requiere voluntad de cambio, apertura.
Salir de las posiciones irreductibles que ven la planificación
como invasión a la autonomía y el arancelamiento como
solución a la crisis económica.
* Diputada nacional (Frepaso).
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Las
universidades deben cambiar y aggiornarse
Ante la polémica por su propuesta de revisar el ingreso
irrestricto, el ministro de Educación remarcó el respeto a la
autonomía y al consenso.
El
flamante ministro de
Educación, Andrés Delich.
Defendemos la gratuidad de
la educación, remarcó.
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El ministro de Educación,
Andrés Delich, trató de poner paños fríos
a la polémica que generó su propuesta de abrir la discusión
sobre el ingreso irrestricto a la universidad: subrayó la necesidad
de construir consensos en torno de cualquier iniciativa en ese
sentido. También precisó que en no más de
120 días estará el informe sobre el estado de la
situación de la educación superior, que elaborará
una comisión de notables coordinada por su antecesor en el cargo,
Hugo Juri. De todos modos, docentes y estudiantes universitarios reiteraron
su rechazo a la reimplementación de los cupos.
Para aplacar los ánimos, Delich aclaró que su opinión
acerca de que se podría pensar en limitaciones al ingreso
a Medicina es respetuosa de la autonomía de las universidades.
Pero dijo también que así como tenemos que ser muy
firmes en defender la autonomía, el cogobierno, la libertad de
cátedra, la gratuidad de la universidad y la obligación
que tiene el Estado en sostener la universidad, también debemos
decir que las universidades requieren producir modificaciones, aggiornarse.
Delich volvió a hablar del tema que agitó el ambiente
universitario durante la inauguración del nuevo edificio de la
Escuela Normal Pedro Ignacio de Castro Barros en La Rioja. Allí
dejó en claro que en sus planes no figura el arancelamiento porque
defendemos la gratuidad de la educación.
El secretario gremial de la Federación Nacional de Docentes Universitarios
(Conadu), Daniel Ricci, manifestó su preocupación
por las declaraciones de Delich. Seguimos sosteniendo que el ingreso
debe ser irrestricto y que sería beneficioso que aumentara la
cantidad de estudiantes en las universidades nacionales tendiendo a
acercarnos a las cifras que poseen los países del Primer Mundo,
donde cerca del 40 por ciento de su población accede a los estudios
universitarios, señaló.
La Juventud Socialista Democrática, en tanto, cuestionó
que Delich que hace pocos días había presentado
su renuncia al cargo de viceministro debido al embate de (Ricardo) López
Murphy contra las universidades, nos viene a plantear que la solución
se encuentra aplicando medidas del mismo tipo que las que generaron
su alejamiento del cargo.
También la Franja Morada salió al cruce de Delich (ver
aparte). En su crítica, la agrupación de la cual proviene
el ministro aprovechó para saldar disputas internas del propio
radicalismo: respaldó la actitud de Federico Storani, quien renunció
al Ministerio del Interior, en repudio por el ajuste educativo ideado
por Ricardo López Murphy. Los storanistas consideran una traición
que Delich haya seguido y ascendido en el gabinete nacional después
de haber amagado con renunciar.
OPINION
Por Mariano Sein, Marcelo Guouman, Hernán Rossi *
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El debate pasa por
retener y no por expulsar estudiantes
El flamante ministro de Educación, Andrés Delich,
una vez más, en el poco tiempo que lleva en su cargo, elige
debatir por la prensa sus propuestas de reforma a la educación
superior en la Argentina. Este estilo ya había sido anticipado
cuando a horas de asumir se sumergió en un irrespetuoso ataque
público a la Universidad de Buenos Aires, la cual, más
allá de las opiniones que nos pueda generar la persona de
su rector, merece nuestro reconocimiento por el prestigio que a
lo largo de su historia le ha aportado a la Universidad pública
argentina, y por haber sido durante la década menemista una
voz contundente en la defensa de la educación y Universidad
públicas. Serán los claustros los que en definitiva
tendrán que decidir en esa institución, en el ejercicio
de su autonomía, si hay ciclos terminados o no. Y será
la Justicia la que tendrá que determinar la veracidad de
supuestos hechos de corrupción en la misma. El rol asumido
por Delich se asemeja entonces más a la figura de un inquisidor
que a la de un ministro preocupado por la transformación
de la educación superior.
Quizás urgido por la necesidad de mostrarse públicamente
como un ministro dinámico, Delich ha vuelto a violentar uno
de los valores básicos de la Universidad Reformista: la generación
de consensos a partir del debate respetuoso con los actores principales
de la comunidad universitaria. Entendemos que la comunidad de la
Universidad pública argentina está a la altura de
las circunstancias para abocarse de lleno al profundo debate de
una transformación del sistema. También entendemos
que este debate debe ser amplio, en el sentido de construir una
agenda que ordene las preocupaciones que el conjunto de los actores
interesados plantea para transformarlas en urgentes desafíos.
Nuestro primer aporte en ese sentido es el de intentar establecer
un acuerdo básico en torno de la educación superior
que pretendemos para el país que tenemos, pero pensando fundamentalmente
en el país que queremos.
Nos imaginamos comenzar este debate partiendo de las fortalezas
que el sistema ya tiene, en el sentido de entender que la educación
de un país en el cual las nuevas generaciones tienen grandes
dificultades para integrarse al sistema productivo debe ser altamente
integradora, convirtiéndose en una fuerte instancia igualadora
de oportunidades. Es decir, debe hacerse cargo de las profundas
deficiencias en materia de oportunidades que ofrece nuestro sistema
productivo. También aquí la Universidad pública
debe cumplir un rol central desde sus tareas de investigación
científica y extensión que hoy en la medida de las
posibilidades presupuestarias formula y que debe seguir profundizando.
Se trata del fuerte compromiso que tiene y debe seguir teniendo
el sistema para con su sociedad.
Pero en efecto, no será posible ninguna transformación
de la educación superior sin la confluencia de los docentes,
los investigadores y los estudiantes. Hace pocos días el
ministro convocó a rectores y al movimiento estudiantil para
presentar sus propuestas para la educación superior. En ningún
momento dio a conocer sus intenciones de avanzar con uno de los
principios más caros, junto al de la gratuidad, de la Universidad
Reformista: el ingreso directo. Poco tiempo antes se había
reunido con el Consejo Interuniversitario Nacional para reunir apoyo
a su incipiente ministerio. Ni un asomo de las críticas de
poco exitoso que a través de los micrófonos
vertió sobre ese organismo.
El movimiento estudiantil no va a debatir la cuestión del
ingreso a la Universidad a partir de las ruidosas propuestas del
ministro. Ya lo viene haciendo hace tiempo en los ámbitos
que corresponden, como son los Consejos Directivos, Superiores,
las Asambleas Interclaustros, y últimamente el Foro por la
Educación Superior. Va a concurrir, sí, a los ámbitos
de debate a que sea convocado en el futuro, siempre que éstos
partan del respeto de la autonomía universitaria. Vamos a
continuar planteando la problemática del ingreso desde la
perspectiva de un país para todos, en el cual la educación
pública siga siendo la principal herramienta de igualación
e integración social en nuestro país. Para ello está
claro que no alcanza el ingreso directo sino que además hay
que resolver el problema de la deserción de los estudiantes
del sistema universitario, producto principalmente de la crisis
de la escuela media, crisis en la cual el ministro debería
poner más énfasis en resolver. Pero la Universidad
pública no puede desentenderse de esa crisis aunque no le
sea propia. No puede ni debe abandonar a su suerte a los estudiantes
a los cuales les abre las puertas con generosidad. Debe brindarles
las herramientas para que transiten con éxito su formación
universitaria, se gradúen y se inserten en el mercado de
trabajo. Para ello por supuesto que hay que evaluar contenidos y
rendimientos. Pero no para expulsar o restringir sino para retener.
Esta es la problemática del ingreso que queremos debatir.
La elección de determinadas carreras por parte de los jóvenes
es una responsabilidad parcial de la Universidad sobre la cual habrá
que trabajar, a partir de la democrática política
de informar y orientar. Pero es al Estado, y en particular el Poder
Ejecutivo del que Delich forma parte, al que le cabe la responsabilidad
central de forjar un país con oportunidades para todos, con
producción, con industria, con empleo. La elección
de carreras tradicionales suele ser el último intento de
los jóvenes por quedarse en el país. Después
la salida es para algunos Ezeiza, para otros el ingreso al círculo
de la indigencia moral.
La Franja Morada, como conducción del movimiento estudiantil,
ya demostró claramente en qué trincheras va a estar
frente a los ataques a la educación y las universidades públicas.
Como organización política juvenil nos debemos a la
historia del movimiento estudiantil argentino y sus luchas de un
siglo. Lamentamos que ex dirigentes de nuestra organización,
muy pocos por cierto, hayan abandonado tan pronto sus banderas juveniles
y hoy recojan el apoyo unánime de los rectores cómplices
del menemismo y los comunicadores sociales al servicio del proyecto
neoliberal de siempre. No nos representan. Al mismo tiempo, sí
aplaudimos y valoramos la actitud valiente de otros ex dirigentes
de la Franja Morada, la gran mayoría, que asumen en su madurez
política la actitud coherente con las luchas de toda su vida.
Quizás el más representativo de esta actitud que ennoblece
la política sea el Dr. Federico Storani, ex militante de
nuestra agrupación y ex presidente de la Federación
Universitaria Argentina. Lamentamos también que para alguna
prensa resulte más novedosa la actitud desleal de los primeros
a la coherente de los segundos.
Desde la Mesa Nacional de la Franja Morada estamos preparados para
conducir al movimiento estudiantil hacia una nueva gesta de resistencia.
En cuanto al ministro, simplemente le decimos que su nueva pasión,
la medicina, nos genera una profunda desconfianza. Ya algún
ex presidente utilizó la figura del bisturí para fundamentar
sus traiciones al pueblo argentino. No olvidamos tampoco su pertenencia
al mismo gobierno que hace poco tiempo propuso un recorte millonario
a las universidades como torpe estrategia de imponer el arancel.
Lo instamos, sí, a aclarar públicamente su propuesta
y a convocar a la comunidad universitaria a debatir la necesaria
transformación de la educación superior a partir de
los pilares básicos que nos legaron los reformistas del 18
y cuya vigencia, entendemos, está más viva que nunca.
* Mesa Nacional de la Franja Morada.
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