Cavallo rompió el
chanchito
Pese a slogans seductores como competitividad y crecimiento, hasta
hoy la verdadera prioridad sigue siendo la misma: cómo tener
la plata que hace falta para hacer frente a los vencimientos de
la deuda. Y, además, cómo conseguirla sin pagar por
ella un precio tan alto que refuerce la convicción de que
la Argentina no tiene salida. Con los 3500 millones de financiación
extra cuya obtención se anunció ayer hay margen para
vivir este segundo trimestre sin amenaza de quiebra, abriendo así
una esperanza de futuro, o al menos un espacio para intentar políticas.
Esta nueva deuda es como un puente que lleva a otra orilla, pero
sin dar garantía alguna sobre lo que espera una vez atravesado.
Recién entonces se verá si las medidas de Domingo
Cavallo son capaces de terminar con tres años de recesión,
o si las taras que arrastra la economía argentina son demasiado
pesadas y es muy tarde para evitar un cataclismo. El retumbante
activismo del cordobés apuesta a que la depresión
puede ser vencida si se la ataca en varios frentes a la vez. Quienes
confían en él lo recuerdan dando bravas batallas en
el pasado y triunfando sobre los enemigos de la convertibilidad.
Sin embargo, vistos retrospectivamente, aquellos combates eran más
ganables. La Argentina no tenía la deuda que contabiliza
hoy ni un retraso cambiario tan manifiesto. Por ende, la sensación
actual es que cualquier victoria es sólo de corto plazo,
y además encarece la inexorable salida futura. Este es el
riesgo que se asume con Cavallo: si fracasa, la factura será
más gorda.
Para conseguir fondos apeló hasta ahora a dos recursos. Uno,
manotearle la billetera al sector privado a través del impuesto
a los movimientos de las cuentas corrientes. Como esto no alcanza,
y es además un remedio muy nocivo en dosis altas, la segunda
decisión que tomó fue romper el chanchito, liberando
fondos acumulados en el sistema financiero, que teóricamente
debían seguir guardados para blindar a los bancos ante eventuales
corridas o ataques especulativos. Si para partir la hucha hay que
atacar a Pedro Pou, el mismo presidente del Banco Central al que
pocos días antes se le perdonaba la vida, se lo ataca sin
conmiseración, responsabilizándolo por las altas tasas
de interés y la depresión económica, lo cual
suena algo exagerado. Ante la sequía de recursos, Economía
ordena soltar agua de los embalses. ¿Pero qué hará
si la tierra se traga todo el líquido y sigue sin llover?
Otro podría preguntar si una alternativa mejor es no hacer
nada y sentarse a esperar que llueva, muertos de sed pero con los
embalses llenos. Ciertamente no.
Lo que no ha podido elegir Cavallo es el mejor momento para abrir
las compuertas. Después de un mes en que se evaporaron depósitos
por unos 4000 millones, y reservas por otro tanto, no puede saberse
si la relajación de la política financiera servirá
para satisfacer la demanda de pesos y voltear duraderamente las
tasas de interés, o realimentará la corrida. Frente
a esta difícil cuestión, los mediterráneos
apuestan sus fichas a un favorable cambio de expectativas. Obviamente,
si la idea generalizada insiste en que se viene el default y la
convertibilidad se cae, nada logrará detener el derrumbe
en esta instancia. La figura misma de Cavallo no sirvió para
quebrar el pesimismo, y con él en Hacienda el riesgo país
volvió a desbocarse. Su plan heterodoxo y demasiado discrecional
y voluntarista tampoco generó suficiente confianza. Pero
los termómetros financieros sí acusan recibo cuando
aparecen fondos de corto plazo, aunque es posible que los operadores
sólo alienten una suba de los bonos argentinos para poder
salirse de ellos con menores pérdidas.
Los economistas de los países centrales están viendo
un mundo que se enfría, con buenas chances de una recesión
generalizada. Si ése fuera el contexto, ninguno ignorará
que la Argentina sería una mala apuesta porque un régimen
de caja de conversión, con tipo de cambio fijo, absorbe sinamortiguadores
los shocks externos. Cualquiera sea la verdad, lo que hoy está
en boga en el mundo es flotar. No es probable que Cavallo disipe
esa aprensión hablando tanto de incorporar al euro como segunda
moneda de referencia, y de cambiar al dólar por una cesta.
En otra época él explicaba que con una canasta sólo
se conseguiría subir las tasas de interés en pesos
porque ella introduciría incertidumbre sobre el precio del
dólar, que es la verdadera referencia de los inversores y
el público. Pero esto, es cierto, no debe impresionar a nadie:
este ministro nunca teme contradecirse. Cada afirmación suya
tiene, como antecedente, otra de algún momento anterior exactamente
antagónica. Lo interesante es que el país parece tan
harto de los economistas coherentes (en particular los
clones de Alvaro Alsogaray, en versión académica)
que absorbe sin escándalo los hoy-esto-y-mañana-lo-opuesto
de Cavallo.
Suponiendo sorteado en lo inmediato el peligro de una bancarrota
nacional, queda por saber si será posible reequilibrar el
sector externo sin devaluar de una u otra manera. En estos tiempos
la conservación del tipo de cambio ya no es vista internacionalmente
como un mérito, sino como una rigidez que conduce a la inviabilidad,
definida ésta por la incapacidad de atraer inversiones, crecer,
enderezar la situación fiscal y volver pagable la deuda externa.
Si la Argentina no devalúa el peso, lo primero que concluyen
los mercados es que su endeudamiento es excesivo en términos
de las divisas que puede generar el país. Por tanto, la alternativa
a devaluar es reprogramar los vencimientos y renegociar las tasas.
Ahora, si el Gobierno no quiere hacer ni lo uno ni lo otro, deberá
encontrar algún modo heroico de superar tantas restricciones.
Por el momento lo que ha hecho es cambiar reiteradamente de ministro
de Economía, pero no se sabe si este recurso va a bastarle.
Devaluación y reprogramación de la deuda, como opciones
o como suma, son las preocupaciones actuales de los financistas
en relación a la Argentina. Los bancos internacionales que
operan con redes en el país han tratado de hallar respuesta
a la pregunta del millón: ¿hay algún modo de
renegociar la deuda de un país ya metido en el esquema del
Brady? Por lo menos uno de esos bancos ya recibió una respuesta
afirmativa de sus abogados. Se puede, dicen, aun contando con que
parte de los tenedores de bonos preferirán no firmar ningún
acuerdo.
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