Por Julio Nudler
Por ahora no abolió la
Convertibilidad, pero ya comenzó a arremeter contra sus tabúes,
asaltando el baluarte de la política monetaria, legalmente en manos
del Banco Central. Domingo Cavallo, desde Economía, decidió
que se redujeran los encajes bancarios para liberar liquidez ante la sequía
provocada por la fuga de depósitos, y tras cartón resolvió
empapelar los efectivos mínimos del sistema financiero por medio
de un bono estatal por 2000 millones, que reemplazará al dinero
contante y sonante. Esto por ahora. Si no alcanza, habrá otras
audacias similares. Y no puede descartarse que sustituya dólares
por títulos públicos dolarizados en las reservas que respaldan
los pesos en circulación. Mientras tanto, recauda el impuesto a
las cuentas corrientes y espera que la economía despegue, pese
a un riesgo país desmesurado, cercano a los 900 puntos básicos,
300 arriba del nivel máximo tolerable.
A este Cavallo heterodoxo, audaz, autor de chapuzas como la de los celulares
y los componentes informáticos, cuyo arancel de importación
desde extrazona redujo de 14 a 0 por ciento, y pocos días después
ante la presión brasileña subió de 0
a 14, es a quien el ortodoxo Guillermo Calvo confiesa con alguna ironía
no entender (ver entrevista a la derecha). Calvo representa el no se puede,
propio del pensamiento riguroso, presuntamente sometido a la vigencia
de leyes económicas inapelables. Es la actitud de quien sostendría,
por ejemplo, que si las tasas de interés que cobran los bancos
pudiesen ser más bajas, ya lo serían, o que el alto desempleo
se debe a rigideces del ordenamiento laboral, que impiden bajar salarios
todo lo que haga falta.
Cavallo, como antes de él José Luis Machinea, comparte por
un lado esta visión liberal ortodoxa, pero no al extremo de atársela
al cuello como una piedra. A Machinea no le perdonaban su creencia en
las políticas activas, además de su pasado inflacionario.
A Cavallo no quieren tolerarle un activismo con el que, sabiendo que corre
contra contra reloj y rema contra corriente, fuerza los límites
del régimen de convertibilidad que él mismo armó,
sabiendo que si a la política fiscal contractiva no le contrapone
una política monetaria expansiva, nunca sacará a la economía
de la deflación (o de la depresión, como prefiere llamarla).
Pero para críticos como Aldo Ferrer (ver abajo), Cavallo no es
precisamente un iconoclasta. Gravar las cuentas corrientes, liberar encajes,
practicar el ofertismo (reducción de impuestos a las empresas)
y hasta ensuciar la convertibilidad no implica modificar el modelo, cuando
en realidad lo que se quiere es profundizarlo mediante una mayor desregulación
y más apertura. Para cuestionadores como Ferrer, hay un error de
fondo en todo el planteo, consistente en haberle quitado al Gobierno instrumentos
esenciales de política económica y haberle delegado superpoderes
al mercado. Cavallo, en cambio, se permite algunas herejías, pero
con la intención de salvar al modelo de su crisis y volverlo a
poner en pie.
CALVO, CRITICO Y ALGO MORDAZ
Admito no entenderlo
a Cavallo
Por David
Cufré
Guillermo Calvo, economista de la Universidad de Maryland, está
disgustado con la versión Cavallo 2001. No comparte su política
de baja de encajes bancarios ni su acusación de ineficiente
al sistema financiero. En diálogo con Página/12, Calvo
insistió en recomendar la dolarización. Y salió
en defensa de la gestión del presidente del Banco Central,
Pedro Pou, que tanto cuestiona Cavallo. Yo creí que
lo entendía. Hoy no lo entiendo, reconoció con
mordacidad.
Cavallo propone que la gente pueda utilizar el euro u otras
monedas...
Esto me sorprendió, porque pensaba que los argentinos
ya podían endeudarse o prestar en euros, dólares,
yenes. Bueno, en realidad es así. Y también se puede
sacar la plata del país e invertirla en el exterior. Entonces
no entiendo cuál es la innovación de Cavallo.
Tal vez esté preparando el camino para ir a una canasta
de monedas.
Si es ésa su intención, debería decirlo
más explícitamente. Además, una pequeña
aclaración: el euro hoy no existe físicamente (circulará
recién en 2002). Pero no podemos hacer nada. Quizá
quejarnos a la Unión Europea...
¿Cómo interpreta que Cavallo diga que nos quieren
imponer el dólar?
Usted sabe que soy un defensor de la dolarización.
O más que esto, de la moneda única continental. Cuando
hablo de dolarización pienso en un contexto más amplio
de comercio internacional. El comercio es lo central. Debemos avanzar
hacia una mayor integración con Estados Unidos, que podría
darse en el contexto del ALCA, sin eliminar el Mercosur. En ese
marco vamos a necesitar una moneda única, como es el caso
de Europa. La moneda candidata natural para la integración
de América es el dólar, que tal vez el día
de mañana podríamos denominar americano.
Una integración comercial sin moneda única trae los
problemas que hemos tenido con Brasil: muchas fricciones que rompen
la integración.
¿Coincide con flexibilizar la política de encajes
bancarios para aumentar la liquidez del sistema financiero?
La Convertibilidad permite que las empresas y la gente se
financien en el exterior. No necesitan depender del mercado local.
Pero hoy es virtualmente imposible conseguir financiamiento
externo.
Claro, pero entonces no es un problema del Banco Central.
Es un problema del riesgo país, y lo que debemos hacer es
bajarlo.
¿El riesgo país no bajaría mediante una
reactivación, impulsada con una flexibilización de
la política monetaria?
Es una cuestión técnica. Una posible respuesta
a eso es que cuando el riesgo país es tan alto como hoy y
se afloja la política monetaria, los bancos en vez de prestar
adentro la liquidez adicional la van a prestar afuera. Si se liberan
fondos, ¿por qué los bancos la prestarían a
una tasa menor? No hay ninguna razón. Lo más probable
es que no encuentren a nadie que les pida prestado a las tasas que
reclamen. Lo que nos están cobrando es por el riesgo país.
¿Sabe cómo podría lograr Cavallo una baja de
tasas por flexibilización de encajes? Poniendo un control
a la salida de capitales. No lo estoy recomendando. Pero, como están
dadas las cosas, lo más probable es que los bancos se lleven
la plata, no bajen las tasas, y el Central pierda reservas, con
lo cual aumentará el riesgo país.
Cavallo también dice que el sistema financiero es ineficiente
porque no provee de fondos ni a la gente ni a las empresas.
Mi comentario es que lo mismo les está pasando a todos
los emergentes. No es un problema de la Convertibilidad ni de este
programa. La razón es la crisis rusa de 1998.
¿La economía puede crecer con fuerza en el corto
plazo?
Tiene un gran potencial de recuperación. Podría
decir que soy optimista.
¿Incluso con las medidas que está aplicando
Cavallo?
No sé cuáles son. La única que conozco
es el nuevo impuesto.
Cavallo dice que los economistas no lo entienden. ¿Es
su caso?
Yo creí que lo entendía. Pero hoy no lo entiendo.
Eso es verdad.
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FERRER SOBRE ESTE MODELO
Fábrica de desempleo
y violencia
La Alianza, en la
Carta a los Argentinos (de 1998) y otros pronunciamientos, realizó
un diagnóstico certero de las causas de la enfermedad argentina
y de los medios necesarios para sanar al país. Lamentablemente,
su Gobierno asumió el diagnóstico convencional y,
a pesar de las buenas intenciones y los esfuerzos realizados, no
obtuvo, como era inevitable, buenos resultados. Se abre ahora una
nueva instancia, en que el dilema sigue siendo el mismo y los desafíos,
aún mayores. Así se expresa Aldo Ferrer, quien
desde la asunción de Fernando de la Rúa quedó
a cargo de la Comisión Nacional de Energía Atómica.
Las condiciones de vida pueden tornarse insoportables,
advierte Ferrer en otro párrafo de su reflexión, circulada
por e-mail, sobre el equivocado diagnóstico en el que según
sostiene se asienta la política económica argentina.
El problema económico central afirma no
es el déficit fiscal, sino la vulnerabilidad fundada en la
deuda externa y en el déficit de la cuenta corriente del
balance de pagos, ambos crecientes. El problema social reconoce
las mismas causas. Y considera que este modelo es una
fábrica de desempleados, marginales y, en el límite,
delincuentes y violencia. Naturalmente, esto es acompañado
por la concentración de la riqueza y el ingreso. Ninguna
política social concluye puede resolver, ni siquiera
paliar, las consecuencias inexorables del modelo.
Enfrentado a las ideas predominantes en el mundillo de los economistas,
más allá de ciertos matices, Ferrer, imperturbable
en su desarrollismo nacionalista, afirma que el problema de la economía
argentina es sistémico, no coyuntural. Que no se trata
de una situación transitoria de insuficiencia de demanda
o de shocks externos circunstanciales. Es manifiesta
un problema de elevado endeudamiento, pérdida de competitividad
y desvío de precios relativos, rigideces de costos derivados
de las privatizaciones, destrucción de buena parte del tejido
productivo y, consecuentemente, concentración creciente del
ingreso, elevado desempleo y deterioro de las condiciones sociales.
Ferrer no menciona específicamente el tipo de cambio, pero
plantea la necesidad de una política que remueva la
dependencia externa mediante la mejora de los precios relativos
de la producción argentina y su competitividad, el fomento
de las exportaciones, la defensa del mercado interno (que es el
destino del 90 por ciento de la producción de bienes y servicios),
el aumento del ahorro interno (que financia la mayor parte de la
acumulación de capital), inducir a las filiales de empresas
extranjeras que cierren su déficit operativo en divisas y
se vinculen con la producción y el sistema de ciencia y tecnología
locales, e impulsar una relación simétrica con Brasil
a partir de la división del trabajo intraindustrial.
Criticando el empeño en enviar señales que complazcan
a los mercados, critica tanto la convertibilidad cambiaria y monetaria
como la fiscal, que son modos de ratificar que el gobierno
no tiene capacidad sustantiva de interferir en el funcionamiento
de los mercados. Para Ferrer, que fuera ministro de Economía
de Oscar Alende (en la provincia de Buenos Aires) y del general
Roberto Marcelo Levingston, no existe en el mundo país
de alguna importancia en el cual sea mayor el endeudamiento externo
ni la extranjerización de la industria, el comercio y la
banca. Lo más grave añade es que la inmensa
mayoría de las filiales venden principalmente al mercado
interno (como por ejemplo los servicios públicos), pero gastan
divisas por importaciones y transferencia de utilidades. Agrega
que esa extranjerización se financió en lo fundamental
con ahorro argentino, y postula que es imprescindible mantener
en equilibrio la cuenta corriente del balance de pagos y controlar
los principales instrumentos de la política económica.
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