Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira
KIOSCO12


A CIEN AÑOS DEL NACIMIENTO DE ARTURO
JAURETCHE, UN TEMA DE LOS PIOJOS REIVINDICA SU MEMORIA
“Yo le pido a San Jauretche que venga la buena leche”

En esta nota, el cineasta Jorge
Coscia (�Mirtha, de Liniers a Estambul�
y �Cómix�, entre otras) resalta la vigencia intelectual del autor de �El medio pelo en la sociedad argentina� y celebra que Los Piojos le hayan dedicado un tema. Miles
de jóvenes lo cantan en los recitales, en una reinterpretación siglo XXI del antiimperialismo, menos dogmática y más aferrada a las pasiones populares del país.
Los Piojos, referentes de un rock nacional y popular.
Andrés Ciro expuso su ideología en “San Jauretche”.

Por Jorge Coscia

En noviembre de este año, se cumplirán 100 años del nacimiento de Arturo Jauretche. Murió hace veintisiete años, un veinticinco de mayo.
Muchos podrán decir que a Don Arturo no le hubiera gustado ver este comienzo del milenio con argentinos más dominados que unidos y a la zoncera vanagloriándose con pomposas denominaciones como “Fin de la Historia” o “Globalización”.
Sin embargo, Jauretche era hijo político de la crisis de su tiempo y ese tiempo fue de frustraciones y de lucha. Basta con recordar que enfrentó a los tiros el golpe de Uriburu y pagó con la cárcel su militancia radical y forjista. Entonces el mundo parecía tener un único dueño y el orden global, aunque con otro nombre, llevaba a un vicepresidente argentino a firmar el deshonroso pacto Roca-Runciman, que proclamaba como logro que a la Argentina se la considerase como una colonia más del Imperio Británico.
Para muchos argentinos no había otra salida que agachar y, si algo caracterizó al espíritu de Forja y de Jauretche, fue el hecho de poner en duda el llamado sentido común de la política y la economía de su tiempo.
Pero Jauretche no lo hizo con meros argumentos de contador o economista. Su principal arremetida contra el establishment de su tiempo fue en el plano de la cultura. Encaró con “filo, contrafilo y punta”, contra la raíz misma de lo que consideraba el mal esencial de la Argentina y de su gente: la dependencia cultural. Lo que él definía como una suerte de alteración o inversión del sentido común del pensamiento.
Jauretche proponía la obviedad de pensar en argentino para los argentinos, en cada uno de los temas que conmovían a su tiempo. Esto de por sí lo hacía transgresor, revolucionario y merecedor de la cicuta de los grandes poderes de ese tiempo, a los que vio expresarse en dos golpes militares contra el yrigoyenismo y el peronismo. Y era en ambos casos inalterable su idealismo, pero también un pragmatismo de buen signo, que le permitía distinguir lo esencial de lo superfluo.
Llegó a contar en tal sentido la anécdota de una madama de su pueblo, que ante la queja de su clientela por la calidad de la oferta femenina argumentaba que “no hay que fijarse en caras sino en movimientos”.
Refutaba con el humor de la cita las luchas de ciertos “progresistas” que alentaron el golpe contra Yrigoyen o las quejas “democráticas” contra el peronismo, que ayudaron a imponer la más duradera exclusión de mayorías de la historia moderna argentina.
Pero por sobre todo enfrentó una visión cultural, un modo de pensar, de escribir, de crear y de vivir que conspiraba contra la felicidad y la realización de la Patria: El “medio pelo argentino y sus zonceras”, esta suerte de bizarrismo en la interpretación de la historia y la realidad argentinas, astigmatismo cultural que enceguece o distorsiona en la percepción de algo tan necesario como determinar lo que es nuestro de lo que no lo es, lo que conviene de lo que perjudica, en definitiva, lo que es mejor de lo que es peor. Su pertenencia se enfrentó siempre al pseudouniversalismo, consigna posible para una elite, pero espejismo inalcanzable para una mayoría de argentinos que suelen vivir “lo global” desde el gallinero de la cultura universal.
Es frecuente escuchar a modernos comentaristas sonreír condescendientes ante la sola mención de Don Arturo. El “fin de la historia” no impide que por derecha se lo recuerde como anacrónico y por izquierda como nacionalista. A él le gustaba responder que en política había montado por derecha para bajar por izquierda y se diferenciaba de los nacionalistas estrechos autodefiniéndose como nacional. Pensar en argentino era y es sentido común, pero el sentido común suele ser el menos común de los sentidos. Antes, por la valoración de quienes desde la literatura se jactaban de pensar en francés o en inglés, y hoy, en muchos casos, porque lo universal suele llegar en dudosas traducciones del inglés al español (de España), por lo que es frecuente que “nos follen” con una chatarra cultural en que lo universal es lo ajeno contado por extraños. Jauretche sabía que esa “Intelligentsia” se correspondía con un país que ataba su destino y su riqueza a otras riquezas y destinos. Que lo nacional permitía lo universal con ojos propios. Que en definitiva así veían el mundo desde Malraux a John Dos Passos, pensando y escribiendo en sus idiomas y conformando desde su particularidad cultural nacional su aporte a la cultura universal.
Jauretche señaló la tremenda desventaja que para la Argentina implicaba esta descompensación de su alma. No eludió ningún campo de batalla intelectual para señalarlo, llegando incluso a establecer un punzante (y respetuoso) intercambio de cartas con Victoria Ocampo (recopilada y brillantemente comentada por Norberto Galasso), que era la antípoda cultural de su pensamiento, o a valorar al Sarmiento escritor, como uno de los más grandes prosistas argentinos a pesar de considerarlo, en el plano político e ideológico, como el mentor de la idea de “civilización o barbarie”, según él, zoncera madre de todas las otras.
Hoy Jauretche no está para ver el auge de la “civilización” de mercado con su barbarie de desocupación, pobreza y exclusiones. El, en todo caso, consideraría que hay que seguir andando y pelearla como lo hizo en el ‘30, en Paso de los Libres, o en el ‘45, que ayudó a gestar y vivió desde la calle, en el ‘55 del exilio y en los setenta en los que la tristeza y el mal presentimiento anticiparon la muerte a la derrota.
La crisis siempre espoleó su lucidez y su voluntad y como fruto ahí están sus libros que siguen dando pelea a las zonceras siempre renovadas de los argentinos. Lejos de la solemnidad y del tradicionalismo más superfluo, llegó a explicar que no tomaba mate porque no encajaba con la vida cotidiana de la gran ciudad: “Eso de whisky no, mate sí, forma con la palabra ‘descamisado’ y lo de ‘libros y alpargatas’, una serie de divisas agraviantes que los agraviados terminan por hacer suyas. Sencillamente el mate no es practicable en Buenos Aires, por la misma razón que uno no puede imaginar a un árabe fumando con narguile por la calle Florida”. Se diferenciaba claramente de muchos nacionalistas para los que la Patria es un disfraz de gaucho en lugar de un compromiso con el pueblo real y con su tiempo.
Muchos de los que leen a Jauretche y les gusta el rock nacional (con perdón de la palabra) festejan el tema “San Jauretche” de Los Piojos: “Yo le pido a San Jauretche, que venga la buena leche...” El confesaba su sordera musical, aunque aplaudiría seguramente estos versos sabiendo más que nadie que la autoestima de un país siempre reencarna con los jóvenes.
Jauretche no entendería de rock, pero qué bueno que algún rock argentino entienda de Jauretche. Y qué bueno sería también que los que escuchan su nombre en la canción se pusieran a leer el Manual de zonceras argentinas o El medio pelo en la sociedad argentina, que no es una alternativa a la melena de Charly en los setenta ni a la pelada de Luca en los ochenta.
Seguramente descubrirán al más joven y vigente de los pensadores argentinos.

 

�San Jauretche�
Perdimos el tiempo justo
para ser la gran nación,
el ser chicos hoy nos duele
en el alma y la ambición.
Hubo un día en que la historia
nos dio la oportunidad
de ser un país con gloria,
o un granero colonial.

Pero faltó la grandeza
de tener buena visión
por tapados de visón
y perfumes de París,
quisieron de este país
hacer la pequeña Europa,
gaucho, indio y negro a
quemarropa
fueron borrados de aquí.

Yo le pido a San Jauretche,
que venga la buena leche. (bis)

Sarmiento y Mitre entregados
a las cadenas foráneas
el sillón y Rivadavia
hoy encuentran sucesores
qué les voy a hablar de amores
y relaciones carnales
todos sabemos los males
que hay donde estamos parados
por culpa de unos tarados
y unos cuantos criminales.

Yo le pido a San Jauretche...

Si dos años nos dejamos
nos dejamos de robar,
dijo uno muy sonriente,
la cosa puede cambiar
Como Dijo don Ricardo *
“cleptocracia” es lo que hay
bolsiqueros de esta tierra
por favor tomenselás.

Yo le pido a San Jauretche...

Este tema, compuesto por Los Piojos, está incluido en su último disco, Verde paisaje del infierno.

* Ricardo Mollo en “Salir a Asustar”.

 

PRINCIPAL