Tiger
Woods cumplió fielmente, como buen hijo único, los designios
de su padre y el derrotero de su destino ser único en el
mundo con los palos de golf en las manos después de enfundarse
ayer su segundo saco verde en Augusta y batir el record impensable de
sumar los cuatro torneos de Grand Slam de forma consecutiva. Su padre,
muy enfermo del corazón, ha sido testigo en Augusta de tal hazaña.
Su madre, también. El producto de ambos, un muchacho de 25 años,
ha visto cumplido su sueño y el de casi todo Estados Unidos, en
pleno corazón de la tradicional, reaccionaria Georgia.
La jornada
de ayer sólo daba sitio para los grandes jugadores. Tiger casi
no dio opción a sus dos oponentes más directos, su compañero
de partido, Phil Mickelson, y el emergente David Duval, que se metió
en la refriega muy pronto. El duelo entre los dos mejores del mundo era
un cara a cara perfecto en el escenario más emblemático
del golf. Los estadounidenses, amantes de los duelos al sol, de las películas
del oeste, tenían servido lo esperado, con Tiger dispuesto para
el record y Mickelson a por su primer título de Grand Slam. Lo
inesperado fue que Duval se iba a meter en medio para una final con tres
candidatos.
Duval, el golfista de gafas de sol, hacía trizas golpe a golpe
el sueño americano del record de Tiger. Los siete birdies
en los primeros 10 hoyos, cinco de ellos seguidos, lo igualaron con Tiger
en el primer puesto. Las calles y greens repletos de un público
enfervorizado ponían el contrapunto exacto para los más
elevados niveles de emoción. Por delante quedaban los 9 últimos
hoyos, con sólo Tiger, Mickelson y Duval en la lucha. No pudieron
seguir ese ritmo Calcavecchia, Furyk ni -especialmente Angel Cabrera,
quien con tres bogeys veía cómo su sueño
se esfumaba rápidamente. Tuvo tres grandes días; el cuarto,
el definitivo, le fue absolutamente esquivo.
En realidad, Tiger pudo sentenciar con mucha antelación. En el
hoyo 15, a Duval le tembló el pulso en un putt sencillo
para cometer bogey, mientras el mejor del mundo tuvo en su
mano un birdie en el 14. El putt de Tiger, de
un metro, hizo una corbata para mantener la tensión.
En la batalla contra Tiger, Mickelson fue baja en el hoyo 16, con un bogey.
Todo quedaba entre El Tigre y Duval. La ventaja por un golpe mantenía
al mejor del mundo en cabeza. Duval hizo temblar al Tigre en el último
hoyo. El golfista de las gafas de sol, con un putt en el 18
de metro y medio, para birdie, falló. Tiger, pues,
sólo tenía que mantener su mínima ventaja para ganar
y Mickelson alcanzar la hazaña del eagle para empatar.
Y en el definitivo 18, en ese lugar en donde la magia del golf se respira
en cada palmo de hierba y aire, Tiger Woods dio el último rugido.
Necesitaba sólo el par para ganar y desde 10 metros embocó
un birdie para la nueva historia del siglo XXI.
En cuanto a Cabrera, que terminó décimo a 8 golpes con una
vuelta final de 73 (se cayó, como Di Marco, otra sorpresa inicial),
sólo cabe nada menos valorar el notable arranque y
el hecho de que haya llegado al último día entreverado en
la punta. Será la próxima.
Masters
de Augusta clasificación final
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