Por
Juan Pablo Bermúdez
Todavía,
parece, hay lugar para el romanticismo en el fútbol. A pesar de
los resultadistas, los mercaderes de la pelota y los miles de millones
de dólares que se mueven a su alrededor, el más popular
de los deportes parece aceptar, en su inmensa generosidad, a los
soñadores, a los idealistas. Y a todos aquellos que todavía
disfruten de una mínima victoria como si fuese el campeonato del
mundo. Como Barbados, que es por demás feliz con la sola participación
en las eliminatorias del Mundial Japón-Corea 2002. Claro, no es
poco; es la primera vez en la historia que lo hacen. La clasificación
para pelear una de las plazas de la Concacaf, lograda tras vencer a Cuba
por penales luego de dos empates, aumentó además las diferencias
existentes entre los amantes del fútbol y los seguidores del criquet,
en definitiva el deporte más importante de la isla. Porque tal
división no hace otra cosa que evidenciar, a su vez, las diferencias
en las clases sociales.
Barbados es una isla de las Pequeñas Antillas. Situado al oeste
de San Vicente, es uno de los países más densamente poblados
del mundo (1800 habitantes por kilómetro cuadrado), aunque no hay
que confundir esto con cantidad: el total de habitantes asciende a 260.000,
pero en una superficie de 430 kilómetros cuadrados. Y tampoco se
debe caer en el facilismo de suponerlo un país bananero
con un sistema de gobierno ídem. Por el contrario, Barbados es
considerada una de las democracias más antiguas del mundo y desde
su independización de Inglaterra mantiene estable su sistema. Como
todos los Estados que tienen en Gran Bretaña a la madre patria,
el fútbol siempre tuvo mucha presencia desde que fue introducido
en el siglo XIX. Se asoció a la FIFA recién en 1966, y su
primera participación internacional fue en ocasión de las
eliminatorias del Mundial de Argentina, en 1978. Perdió en un partido
único contra Trinidad y Tobago, con lo cual ni siquiera llegó
a estar en alguno de los grupos de la Confederación Centroamericana.
Pero no se amedrentaron.
Claro que los obstáculos a superar eran muchos. Durante muchísimos
años (y de alguna forma aún en el presente, aunque con menos
intensidad) el fútbol fue relegado a un segundo puesto por detrás
del criquet, el deporte promocionado por los colonizadores y por los propietarios
de los plantaciones de azúcar, aunque estos últimos debían
soportar ver cómo los obreros corrían atrás de la
pelota durante los breves descansos. Por otra parte, esta priorización
deportiva de quienes ostentaban el capital funcionaba a su vez como una
traba directa para el fútbol, porque no cedían los terrenos
para su práctica. Era una situación extraña
explica el barbadense Lisle Austin, vicepresidente de la Concacaf,
porque aunque el criquet se juega en la temporada húmeda, lo cual
es ventajoso para el fútbol, y el fútbol se juega en la
temporada seca, lo cual es ventajoso para el criquet, el factor determinante
era la propiedad de los terrenos.
Eso explica, en parte, la ausencia de estadios. Sólo el Nacional,
ubicado en la capital, Bridgetown, para los partidos de la reducida liga
local: apenas nueve equipos en la primera categoría (existen además
otras cuatro categorías regionales). Allí juega Barbados
sus encuentros internacionales, y aunque su capacidad es de 7500 espectadores,
son muchos más los que se entusiasman con la selección.
El triunfo frente a Cuba funcionó como el resorte que activó
ese entusiasmo, porque a pesar de que las chances de clasificar para el
mundial eran francamente nulas, el sólo hecho de jugarlas representaba
para los isleños una hazaña. De hecho, todas las apuestas
en el partido definitorio eran a favor de los cubanos. Menos la de los
jugadores. Es obvio que será difícil derrotar a Cuba,
ellos están mejor que nosotros, pero les podemos ganar. Ya nos
daban por muertos cuando empatamos de locales frente a Ganada, pero aquí
estamos, dijo el técnico Horace Beckles, considerado el mejor
defensor en la historia de Barbados.
Pero la sorpresa y la alegría no terminó allí.
A pesar de que sufrieron una derrota tras otra (incluido un humillante
7 a 0 en contrafrente a Estados Unidos) lograron dar el batacazo al menos
en un partido: le ganaron 2 a 1 a Costa Rica, el gran favorito del grupo
(en el que también está Guatemala) para obtener la clasificación.
Con esto, considero que estamos hechos dijo, eufórico,
el delantero Neil Bovell, del Brittons Hill F.C., luego del partido,
porque si estábamos conformes sólo con poder disputar las
eliminatorias esto es un premio extra; el fútbol de Barbados ahora
va a ser tenido en cuenta. No fueron exageradas sus palabras, porque
merced a ese triunfo y al obtenido frente a Cuba, Barbados escaló
del 134º puesto en el ranking de selecciones de la FIFA al 106º
actual en apenas un mes y medio. De todos modos, los números, al
parecer, mucho no les importan. Porque después de la sorpresa volvieron
a la normalidad y enseguida quedaron sin chances para clasificar. Aunque,
claro, tampoco tenían expectativas serias al respecto.
Sin embargo, conscientes de que los pequeños logros eran los más
importantes de la historia, los utilizaron para fomentar el fútbol.
El gobierno puso a disposición de la Asociación Nacional
de Barbados (BFA) los terrenos de su complejo deportivo en Wildey para
las prácticas de la selección ante las protestas de la Asociación
de Criquet, que ve cómo su deporte pierde terreno frente al popular
fútbol. Paralelamente empezaron a desarrollar un programa de desarrollo
futbolístico en las escuelas primarias y ahora también le
apuntan al fútbol femenino. Como pueden, porque la plata no les
sobra. Pero no les parece tampoco lo más importante. Nuestra
administración se ha reforzado y ha podido implantar nuevos programas
de desarrollo juveniles, dice Ronald Jones, presidente de la BFA.
Igualmente, nuestra principal meta es lograr el interés de
la gente por el fútbol, dice orgulloso, escondiendo bajo
una sonrisa la idea de que el fútbol, al fin y al cabo, es un deporte
mucho más accesible que el criquet.
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