Esta
semana se resuelve la salida de (Pedro) Pou del Central. El tema es cómo,
asegura un colaborador cercano del ministro Domingo Cavallo. La crema
del equipo económico imagina esta misma semana la eyección
del titular del Banco Central de cargo, después de la dura crítica
que le propinó en público el superministro, al calificar
de equivocada la orientación de la política
monetaria y destacar este error como uno de los factores que prolongan
la recesión. El martes se reúne la comisión parlamentaria
que debe aconsejar al Presidente la remoción o no del presidente
del BCRA, en observación por los escandalosos casos de lavado de
dinero que sacó a la luz un informe del Senado norteamericano.
El cavallismo debate por estas horas dos estrategias. Una es la salida
ordenada, con una renuncia mesurada de Pou, por diferencias ideológicas
con el ministro. La otra es, lisa y llanamente, su desplazamiento, dando
vía libre a los legisladores del oficialismo y la oposición
que codician su cabeza.
La semana pasada, Cavallo decidió hacer público el enfrentamiento
que, como anticipó Página/12, venía manteniendo en
conversaciones privadas con Pou. El ministro le exigió al titular
del Banco Central que redujera los requisitos de liquidez (los fondos
que los bancos deben dejar inmovilizados) para descomprimir la tensa situación
generada en el sistema financiero como consecuencia de la fuga de depósitos,
principalmente de empresas, inversores institucionales y AFJP, por 4500
millones durante marzo. Los bancos de primera línea llegaron a
ofrecer a grandes depositantes tasas de interés del 25 por ciento
para evitar el desbande. Ante esa situación, el Gobierno no podía
aspirar a conseguir financiamiento entre los grandes bancos internacionales
que operan en la plaza local, los llamados creadores de mercado,
entre los que se cuenta también el Galicia, como única entidad
nacional. Más importante aún, con semejantes tasas la ilusión
de la reactivación se evapora, porque el crédito permanece
vedado para familias y empresarios.
Pou bajó los requisitos, pero en una magnitud muy inferior a la
reclamada por Cavallo, que insiste con la necesidad de bajas adicionales.
El ministro anunció el viernes por la mañana que había
cerrado un acuerdo con los creadores de mercado y un pool
de AFJP por un paquete de financiamiento de 3500 millones de dólares.
Una parte sustancial de esa suma, 2000 millones de dólares, se
conseguirá contra la emisión de un bono que los bancos podrán
utilizar para integrar los requisitos de liquidez. Como éstos son
parte de las reservas computadas por el Banco Central para respaldar el
circulante de pesos en la economía, en los hechos significa que
se flexibilizará la Convertibilidad: porque el Central tendrá
más títulos públicos y menos divisas como parte de
sus reservas. La Ley de Convertibilidad, de todos modos, autoriza que
hasta un 33 por ciento de las reservas estén constituidas por títulos
públicos.
El viernes mismo Cavallo explicó este mecanismo, haciendo público
su segunda controversia con el titular del Central, que mira con desagrado
la idea de flexibilizar la Convertibilidad.
El tercer punto de la discordia es la dolarización, que Pou defiende
a ultranza, y Cavallo rechaza de plano. Tanto es así que el viernes,
con Pou presente, en el propio Banco Central como escenario, denunció
casi a los gritos: Nos quieren imponer la dolarización.
En este contexto, en el entorno del ministro consideran que ésta
es una buena semana para apurar la salida del presidente del Central.
Afirman que los feriados de Semana Santa pueden ser una buena oportunidad
para implementar un desplazamiento ordenado. Esta es la opción
que más los entusiasma. Saben que la independencia del Banco Central
de las autoridades del Ministerio de Economía, plasmada en la carta
orgánica de la entidad, es una cuestión delicada para los
mercados financieros. El mandato de Pou concluye recién en 2004.
Sin embargo, confían en que la reputación de Cavallo en
el exterior opaca largamente a la de Pou. Al lado de Cavallo, a
Pou afuera no lo conoce nadie, sostienen. Ya tantearon el ánimo
de Pou y dicen que entiende que no se puede manejar la política
económica con el ministro de Economía y el titular del Banco
Central con dos visiones absolutamente contrapuestas. Ni en Argentina
ni en los países desarrollados. Especulan que la renuncia le garantizaría
una salida decorosa, porque podría argumentar que da un paso al
costado por una diferencia de criterios, casi ideológica sobre
la política económica.
Para reemplazarlo el candidato puesto es Adolfo Sturzzeneger, uno de los
economistas más cercanos al ministro, que no casualmente se mantuvo
al margen del staff ministerial cuando Cavallo armó su equipo y
que en los últimos días se llamó a un prudente silencio.
Además, su histórico perfil de economista ortodoxo,
más aún que el Cavallo de la primera etapa en Economía,
es otro ingrediente que lo califica a los ojos de los banqueros.
Los cavallistas también quieren abrir cancha dentro del directorio
de la entidad y codician los puestos de los menemistas históricos,
Marcos Saúl y Manuel Domper, cuyos mandatos concluyen en setiembre
próximo.
Si la salida ordenada no funciona, entonces Cavallo apelaría al
Plan B. El martes se vuelve a reunir la comisión parlamentaria
que debe elaborar un dictamen para que el Presidente decida si destituir
o no al titular del Banco Central, dado las fallas de control que se evidenciaron
en los últimos años frente a resonantes casos de lavado
de dinero en el sistema bancario. Con que Cavallo diera la luz verde,
bajándole el pulgar, la expulsión de Pou se decidiría
en cuestión de horas, ya que, salvo el menemismo, todo el radicalismo,
el Frepaso y el justicialismo ansían dar por concluido su ciclo
en la función pública.
MINGO
EN REUNION DEL MERCOSUR
Casi
a las trompadas
La
reunión del Consejo del Mercosur llevada a cabo anteayer para analizar
el pedido del gobierno argentino de modificar el arancel externo común
del bloque casi termina en escándalo, cuando Domingo Cavallo se
trenzó en una fuerte discusión con el canciller uruguayo
Didier Operti, que por poco termina a los empujones.
La reunión tuvo lugar después de la clausura de la sexta
reunión de Ministros de Comercio del ALCA. Cavallo llegó
tarde. El canciller Adalberto Rodríguez Giavarini fue el encargado
entonces de explicar que la reducción a cero de las tarifas de
importación de los bienes de capital y la elevación de las
tasas para bienes de consumo era una medida necesaria para la reactivación
de la economía argentina. Y, diplomático, agradeció
la comprensión del Mercosur con Argentina. En ese momento, según
relatan fuentes diplomáticas, el canciller uruguayo Didier Operti
advirtió que su país sería perjudicado por la medida
y que quería un waiver del Mercosur para que Uruguay
también pudiera cambiar sus aranceles externos. Fue entonces que
Cavallo entró, como es su costumbre, raudo a la sala. Pidió
la palabra y explicó que no tenía otra alternativa que tomar
las medidas. En tanto que el canciller brasileño, Celso Lafer,
agregó que en esa reunión solo se podía tratar el
caso argentino.
Irritado, Operti respondió que esa situación era inaceptable
para su país y mirando fijo a Cavallo amagó a negar la dispensa
a la Argentina. Ahí nomás, el mediterráneo empezó
a gritar que el Mercosur tiene que terminar con estas pavadas burocráticas.
Para aplacar los ánimos, el canciller paraguayo sugirió
un intervalo. Entonces, según las fuentes, Cavallo se acercó
a Operti para seguir la discusión, cosa que el uruguayo rechazó
con un gesto negativo con su dedo índice, tras lo cual se hizo
un tumulto que fue rápidamente sofocado por los colaboradores de
los ministros.
Finalmente, el pedido argentino fue aprobado.
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