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OPINION

ALCA: No nos quieran tanto

Por Washington Uranga

¿Usted ya se puso a pensar hasta qué punto nuestros dirigentes americanos han querido sorprendernos negociando en secreto un acuerdo de mercado global que, según nos quieren convencer, será para nuestro único beneficio? ¿Será que los ciudadanos “no estamos preparados” para comprender los enormes beneficios que el mercado global puede aportarnos y por ese motivo, los “que saben” (es decir, los que tienen el poder) tienen que actuar en secreto en virtud de la incomprensión de quienes “no saben” o son tan ignorantes como para no darse de cuenta de aquello que les conviene?
“Lo que los ideólogos al servicio del capital presentan como la expansión natural de los mercados libres por encima de las fronteras es, en realidad, todo lo contrario. La globalización es el resultado de gobiernos fuertes, sobre todo el de Estados Unidos, que obligan a aceptar convenios comerciales y otros acuerdos a los pueblos del mundo para facilitar a las grandes empresas y a los ricos su dominio de las economías de las naciones de todo el mundo sin incurrir en obligaciones con las gentes de esas naciones”, dice R. McChesney al presentar un libro de Noam Chomsky sobre neoliberalismo y orden global (El beneficio es lo que cuenta).
Podría decirse que el llamado “orden global” organiza de tal manera su estrategia de maximización de beneficios que acomoda las estructuras y los mecanismos para obtener ganancias suculentas con mínimos costos, no sólo económicos, sino también políticos. Y esto es precisamente lo que nuestros dirigentes políticos no entienden (¿no quieren?, ¿no pueden?, ¿entienden y se hacen los idiotas por conveniencia o por complicidad?), cuando pretenden convencernos en público de los beneficios de un orden global que ellos han pactado en secreto. Lo más inconcebible es, en definitiva, la pretensión de vincular el mercado global con la democracia, como si efectivamente existiese paridad de decisiones entre una potencia como Estados Unidos y sus aliados económicos (grupos financieros, comerciales, industriales y de servicios) y nuestros empobrecidos países latinoamericanos cada día más dependientes. Como si al elegir el mercado global, para el caso que se nos permitiera elegir, estuviésemos optando por una estrategia de desarrollo, por más empleo, mejor educación y calidad de vida, por una participación más democrática en las decisiones que nos atañen a todos. Por favor, ¡no nos cuiden tanto! Y no tendrán que hacerlo en secreto.


 

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