¿Usted
ya se puso a pensar hasta qué punto nuestros dirigentes americanos
han querido sorprendernos negociando en secreto un acuerdo de mercado
global que, según nos quieren convencer, será para
nuestro único beneficio? ¿Será que los ciudadanos
no estamos preparados para comprender los enormes beneficios
que el mercado global puede aportarnos y por ese motivo, los que
saben (es decir, los que tienen el poder) tienen que actuar
en secreto en virtud de la incomprensión de quienes no
saben o son tan ignorantes como para no darse de cuenta de
aquello que les conviene?
Lo que los ideólogos al servicio del capital presentan
como la expansión natural de los mercados libres por encima
de las fronteras es, en realidad, todo lo contrario. La globalización
es el resultado de gobiernos fuertes, sobre todo el de Estados Unidos,
que obligan a aceptar convenios comerciales y otros acuerdos a los
pueblos del mundo para facilitar a las grandes empresas y a los
ricos su dominio de las economías de las naciones de todo
el mundo sin incurrir en obligaciones con las gentes de esas naciones,
dice R. McChesney al presentar un libro de Noam Chomsky sobre neoliberalismo
y orden global (El beneficio es lo que cuenta).
Podría decirse que el llamado orden global organiza
de tal manera su estrategia de maximización de beneficios
que acomoda las estructuras y los mecanismos para obtener ganancias
suculentas con mínimos costos, no sólo económicos,
sino también políticos. Y esto es precisamente lo
que nuestros dirigentes políticos no entienden (¿no
quieren?, ¿no pueden?, ¿entienden y se hacen los idiotas
por conveniencia o por complicidad?), cuando pretenden convencernos
en público de los beneficios de un orden global que ellos
han pactado en secreto. Lo más inconcebible es, en definitiva,
la pretensión de vincular el mercado global con la democracia,
como si efectivamente existiese paridad de decisiones entre una
potencia como Estados Unidos y sus aliados económicos (grupos
financieros, comerciales, industriales y de servicios) y nuestros
empobrecidos países latinoamericanos cada día más
dependientes. Como si al elegir el mercado global, para el caso
que se nos permitiera elegir, estuviésemos optando por una
estrategia de desarrollo, por más empleo, mejor educación
y calidad de vida, por una participación más democrática
en las decisiones que nos atañen a todos. Por favor, ¡no
nos cuiden tanto! Y no tendrán que hacerlo en secreto.
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