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CONTRADICCION CON CHINA
Jano y Bush

 

La administración Bush presenta una actitud dual ante China. No se excusa por el avión derribado, reiteró el pesar y (casi) amenazó.

 

La división de poderes está resultando un arma muy útil para la Casa Blanca de George W. Bush en su manejo de la crisis con China. Ese esquema permite que Washington adopte actitudes mutuamente excluyentes, evitando la contradicción al distinguir entre lo que dice el Ejecutivo y lo que dice el Legislativo. Ayer, el primero hacía del policía bueno. El presidente Bush envió una carta de condolencia a la esposa del piloto chino que murió hace una semana cuando su caza chocó con un avión espía norteamericano EP-3, que sigue retenido junto con sus 24 tripulantes en la isla de Hainan. Pero los subordinados del presidente enfatizaron que esto no constituía de ninguna manera la “disculpa” que exige Pekín. Y en esos mismos momentos, el secretario de Estado, Colin Powell, estaba adjudicando al Congreso el papel del policía malo. Más allá de lo que desee la Casa Blanca, explicó, “el clima que reina en el Congreso” podría hacer inevitable la venta de armamentos a Taiwan, que aumentarían fuertemente la capacidad defensiva de esta “provincia rebelde” de Pekín.
La función que Powell le estaba encomendando al Congreso es crucial. Su éxito en los últimos días en hacerse cargo del manejo de la crisis le acarreó, paradójicamente, una debilidad crítica a la hora de negociar con Pekín: la ausencia de un “ala dura” que lo condicione. Los chinos no tienen ese problema, ya que cuentan con lo que la prensa norteamericana llama “los halcones del Ejército Popular de Liberación (EPL)”, quienes supuestamente están jaqueando “la orientación pro-norteamericana del presidente Jiang Zemin”. Ayer, sin ir más lejos, el Diario Oficial del EPL editorializó que “debemos comenzar por interrogar a los tripulantes norteamericanos y exigir a Estados Unidos que termine sus vuelos sobre nuestro territorio”. En Washington, el que cumplía la función de duro era Donald Rumsfeld, pero el secretario de Defensa se abstrajo deliberadamente de la crisis a la espera de que Powell se desprestigie con las concesiones que eventualmente deberá hacer para que China libere a los tripulantes.
Esto era lo que explicaba el discurso levemente esquizofrénico que se oía ayer en Washington. Todos los integrantes del “gabinete de seguridad” de Bush, exceptuando por supuesto a Rumsfeld, salieron en distintos programas matutinos para repetir el mismo mensaje ambivalente. Powell, por ejemplo, dejó en claro que “nosotros queremos mantener la venta de armas como un tema aparte, a decidirse por las necesidades de Taiwan, pero esta crisis afectará mucho el ambiente que encontremos en el Congreso si China no actúa de manera responsable y razonable”. Otro asunto que podría ser afectado sería “la renovación de los privilegios comerciales a China (aprobados con dificultad el año pasado)”. El vicepresidente Dick Cheney advirtió que si bien “no podemos aceptar que debemos disculparnos con China por estar en espacio aéreo internacional. Y cuanto más se prolongue este asunto, más difícil será evitar daños a nuestras relaciones a largo plazo”.
Mientras tanto, el Congreso cumplía con su rol dentro de la estrategia de la Casa Blanca. El titular de la comisión de Fuerzas Armadas, el republicano John Warner, advirtió que “tendremos que revisar nuestro apoyo a la entrada de China a la Organización Mundial de Comercio”. Ted Daschle, jefe de la bancada demócrata en el Senado, coincidió en que “China ha complicado tremendamente su situación en la última semana”.
Ayer, este plan simple norteamericano no estaba dando muchos resultados, sin embargo. Chi Haotian, ministro de Defensa chino, enfatizó que “Washington debe disculparse”, y el vicepremier Quan Quichen advirtió a Washington que “el pueblo chino está muy insatisfecho”. Al abandonar ayer la Argentina, el presidente chino Jiang Zemin simplemente reiteró que quería oír de Bush las palabras “excuse me”.

 

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