Por
Ana Bianco
Mercedes
Morán es una actriz famosa televisión de por medio
pero apenas si ha trabajado en el cine. Estrella desde que le tocó
el papel de Roxy en Gasoleros, Morán está demostrando
en su nuevo trabajo televisivo Culpables, como Chechu, la
amplitud de su registro. Acaso su imagen pública termine por asentarse
luego de que el próximo jueves se estrene La Ciénaga, la
ya muy comentada ópera prima de la salteña Lucrecia Martel.
Morán cuenta que le pareció un desafío interesante
la propuesta de la joven directora de encarnar a Tali, la prima
de Mecha (Graciela Borges) un rol complejo y lleno de matices. El
film está lleno de personajes sumergidos en su propia soledad,
moviéndose en una atmósfera descarnada. Está claro
que la Morán de la película no tiene nada que ver con la
Morán de la televisión, pero también es cierto que
se trata de una única actriz. La Ciénaga ganó el
Oso de Plata a la Mejor ópera prima del último Festival
de Berlín y el 20 de marzo logró el Premio de la Crítica
Francesa y el Premio del Jurado del Festival de Toulose. En una entrevista
con Página/12, Morán, que tiene apenas dos antecedentes
laborales en el cine (De amor y de sombra de Betty Kaplan y El sur de
Carlos Saura) cuenta la historia de su relación con el proyecto
de Martel.
¿Cómo le llegó el guión?
El guión me lo alcanzó Lita Stantic y me encantó
por original y diferente. El guión pedía a gritos ser muy
bien dirigido como todos los guiones pero éste en particular.
Vi el corto Rey Muerto y unos documentales de Lucrecia que me parecieron
muy buenos. El encontrarme en persona con Lucrecia, terminó de
cerrarme todo. Descubrí a un ser igual o más interesante
que su guión. Tuvimos una conexión muy rápida, además
de su inteligencia me conmovió su sensibilidad. Me impresionó
que ambas compartíamos la misma mirada sobre ese universo de gente
del interior. Las impresiones que yo conservaba de esas mujeres de mi
infancia. Yo viví en San Luis hasta los seis años. Las imágenes
de esa tías y esas primas. Me sorprendió esa mirada tan
femenina, sensible y tan cero concesión. Era un guión muy
valiente.
¿El rodaje se hizo mientras trabajaba en Gasoleros?
Empecé cuando terminé el programa de televisión.
Era beneficioso para mí bajarme de toda esa maquinaria e introducirme
en un proyecto de otras características y con un personaje muy
diferente. Salir de acá y correrte de tu hábitat cotidiano
te modifica los hábitos. Te ubica en un grado de vulnerabiidad
muy grande. Tu capacidad de sorpresa está más aceitada y
eso es como tener el instrumento mejor preparado para llevar a cabo cualquier
historia o personaje. Me sedujo ser convocada por una directora que pertenece
a ese mundo de jóvenes cineastas en el que yo tenía ganas
de participar. Además estaba avalada por Lita Stantic, que es una
garantía de proyecto serio y estable.
¿Cómo pensó a Tali, su personaje?
El guión era atractivo por el lenguaje, nada ejemplificador
y tan sugerente. Era lo que más me gustaba. Pero a la vez se me
hacía dificultoso abordar el personaje. Había que concebirlo,
recrearlo e imaginarlo. La personalidad de Tali resume un tipo de mujer
que no tiene autoridad para tomar ningún tipo de decisiones. No
sólo el viaje anecdótico que intenta realizar en el film,
sino que es una persona con un nivel de inseguridad tan alto y tan patológico.
Si uno dice: qué lindo día, ¿te parece que
está nublado?, ella contesta: tenés razón,
está nublado. No puede nada. Este pensamiento y la falta
total de autoridad para cualquier certeza le resulta totalmente angustiante.
El padecimiento del personaje puede mostrarse, además de conmover
y a su vez tener la distancia como para poder reírse de eso. Cuando
le descubro a Tali su lado gracioso aparece algo del alma del personaje
y de ese piolincito empiezo a tirar. El lenguaje en mí era una
preocupación. Mi familia en la ficción ymis hijos eran salteños,
con un marcado acento. Era fundamental que esa familia fuera creíble.
Lucrecia se encargó de desprecocuparme. Me aconsejó que
no hiciese ningún acento en particular. La historia sucedía
en un lugar del interior que podría ser Salta. Cuando me conecté
con esos lugares y esas mujeres del interior me apareció esa música.
Recreé a una mujer del interior, algo tan vago como tan general,
que a mí me dejaba intranquila y a Lucrecia no.
Se dice que el film transmite una sensación de que algo grave
o fuerte va a pasar en cualquier momento.
La sensación de suspenso que tiene el espectador, de que
algo terrible va a pasar en cualquier momento, tiene que ver con el peligro
al que se exponen las personas al no poder accionar. El peligro de la
pasividad, el peligro de no hacer nada. En ese estado, una rama te puede
herir mortalmente o una botella que se rompe, una cama que se te cae encima,
un cable pelado. Todo lo que te rodea te resulta amenazante, pero en el
momento de actuar eso es un hallazgo de Lucrecia no fue una
preocupación hacer escena por escena. La manera de narrar y de
poner la cámara enfatizaba ese peligro que se desprendía
de esa pasividad agobiante en la que están sumergidos los personajes.
¿Cuáles son los puntos de contacto con su personaje
con la prima Mecha (Graciela Borges)?
Tali
no tiene autoridad sobre ningún pensamiento. Ni ella sabe qué
es lo que la vincula con Mecha. La critica y la comprende al mismo tiempo.
Está dispuesta a acompañarla y a la vez se siente diferente,
se apiada de ella no por una lectura ideológica de la que carece
sino por esa especie de hermandad de dos almas sufrientes. Ese: Pobre
Mecha..., de Tali, es un comentario maternalista de alguien que
no se puede hacer cargo ni de sus propios hijos. Son personajes que están
muy solos. A pesar de que el contacto sea tan enfermo por momentos, físicamente,
tan mezclado, tan promiscuo. Todos compartiendo las mismas camas. Es la
contrapartida de una soledad terrible tanto de los niños como de
los adultos. Con Graciela hubo un entendimiento total. Además me
daba mucha seguridad el hecho de trabajar con una actriz con enorme experiencia
cinematográfica. Frente a mí, que no tengo ni idea de cuál
es la luz. No tengo experiencia, no tengo oficio en cine. Estuve 5 semanas
en rodaje y una sola semana con Graciela. Fue bastante mágico lo
que ocurrió en la película porque sucedían las cosas
de verdad...
En la ficción ¿su familia encarna una normalidad
aparente?
Mi familia tiene una normalidad muy loca. Tali lleva a cabo una
vida que no ha elegido y para la que no está muy capacitada. Tiene
un marido que no es el típico represor, muy paternalista. Por el
modo que él trata a sus hijos deja en claro que se puede hacer
cargo mejor que ella. Tali está para atender a su familia y ni
siquiera puede resolver una comida. A ella no se la ve como una persona
que nació inútil, sino que hay algo que no importa
que quede claro en el discurrir de su vida que la ha inutilizado
en algún aspecto. Tali no es tonta, era fácil hacer una
tonta. Es una persona que parece golpeada aunque nunca recibió
un golpe, como nockeada. Su vida, responde al tipo de personas que nunca
se hicieron un espacio para preguntarse cuál era su verdadero deseo
para llevarlo a cabo o no. Está como puesta en la vida, ni capacitada,
ni alegre, ni apasionada, ni excesivamente deprimida. Tiene la fantasía
de que cualquier cosa la haría salir de ahí pero no puede
poner en primera nunca. Es conmovedor el personaje.
¿Cómo le resultó trabajar con chicos?
Cuando llegué a Salta establecí con los chicos un
vínculo personal, los llevé a dar vueltas, traté
de generar un acercamiento más familiar y lo que empezó
como: ¡Uy qué laburo...! se convirtió en placer. Y
en particular estos eran unos niños especiales, muy expresivos.
Algunos eranactores y otros no. En principio nos atemorizaba un poco esa
mezcla pero cuando sucede y está bien armada se vuelve rica y reveladora.
El trabajo con los chicos y los lugareños fue todo un desafío.
Eran como mis hijos verdaderos.
La televisión, su medio natural desde hace unos años,
¿es una figura presente en la película?
La conexión que tienen con la realidad estos personajes,
sumergidos en su propia ciénaga, es por medio de la televisión.
Los noticieros que cuentan la historia de las apariciones de la virgen
y los testimonios de la gente. El contacto lo tienen desde esos cuartos
lúgubres a través de ese aparato. La película no
se para demasiado en ninguna situación, por más fuerte,
bella, divertida o dolorosa que sea. La cámara tiene una rigurosidad
de pasar como en la vida, de no detenerse en algo. En ese sentido la película
es muy interesante.
¿Qué visión tiene ahora del film?
En esa atmósfera densa, todo es raro, sugestivo, revelador.
En Berlín el público quedó shockeado con la película
y siguió pensándola al otro día porque es un film
que te muerde. La vi dos veces, la primera estaba intrigada por ver qué
había hecho yo con ese personaje ya que no había querido
ver nada en rodaje. Sentía que estaba tirándome a una pileta
sin pensarlo dos veces. Pero a la vez necesitaba tirarme. Tenía
miedo de criticarme y quebrar algo. Y cuando la vi por segunda vez recién
pude ver la película. Me resultó una caja de sorpresas.
Es tan compleja, tan poco lineal, en ese aparente no pasar nada, atrás
pasan cosas y cosas... El espectador alemán esto lo vio inmediatamente.
Los críticos hablaban de un clima chejoviano y uno definió
a Lucrecia como un Bergman sin culpas. Me parece bueno eso. La institución
familiar ¡está tan bellamente hecha bosta en la película!
Siempre tuve la sensación de que estábamos haciendo una
experiencia creativa interesante. Es un film eminentemente de autor y
me encanta haber tenido la lucidez de haber participado en un proyecto
de una directora como Lucrecia, que yo creo viene a ocupar el lugar vacante
que dejó María Luisa Bemberg. Berlín y los premios
me vinieron como yapa. Yo estaba hecha con la experiencia.
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