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MERCEDES MORAN EXPLICA POR QUE ACTUO EN “LA CIENAGA”, DE LUCRECIA MARTEL
“Sentí que debía tirarme a la pileta”

�Me encanta haber tenido la lucidez de participar en un proyecto de una directora como Lucrecia, que creo viene a ocupar el lugar vacante que dejó María Luisa Bemberg�, afirma la actriz de �Gasoleros� sobre su trabajo en el film, que se estrena en Buenos Aires el próximo jueves.
Mercedes Morán dice que Lucrecia Martel ocupará el lugar dejado por María Luisa Bemberg.

Por Ana Bianco

Mercedes Morán es una actriz famosa –televisión de por medio– pero apenas si ha trabajado en el cine. Estrella desde que le tocó el papel de Roxy en “Gasoleros”, Morán está demostrando en su nuevo trabajo televisivo “Culpables”, como Chechu, la amplitud de su registro. Acaso su imagen pública termine por asentarse luego de que el próximo jueves se estrene La Ciénaga, la ya muy comentada ópera prima de la salteña Lucrecia Martel. Morán cuenta que le pareció “un desafío interesante” la propuesta de la joven directora de encarnar a “Tali, la prima de Mecha” (Graciela Borges) un rol complejo y lleno de matices. El film está lleno de personajes sumergidos en su propia soledad, moviéndose en una atmósfera descarnada. Está claro que la Morán de la película no tiene nada que ver con la Morán de la televisión, pero también es cierto que se trata de una única actriz. La Ciénaga ganó el Oso de Plata a la Mejor ópera prima del último Festival de Berlín y el 20 de marzo logró el Premio de la Crítica Francesa y el Premio del Jurado del Festival de Toulose. En una entrevista con Página/12, Morán, que tiene apenas dos antecedentes laborales en el cine (De amor y de sombra de Betty Kaplan y El sur de Carlos Saura) cuenta la historia de su relación con el proyecto de Martel.
–¿Cómo le llegó el guión?
–El guión me lo alcanzó Lita Stantic y me encantó por original y diferente. El guión pedía a gritos ser muy bien dirigido –como todos los guiones– pero éste en particular. Vi el corto Rey Muerto y unos documentales de Lucrecia que me parecieron muy buenos. El encontrarme en persona con Lucrecia, terminó de cerrarme todo. Descubrí a un ser igual o más interesante que su guión. Tuvimos una conexión muy rápida, además de su inteligencia me conmovió su sensibilidad. Me impresionó que ambas compartíamos la misma mirada sobre ese universo de gente del interior. Las impresiones que yo conservaba de esas mujeres de mi infancia. Yo viví en San Luis hasta los seis años. Las imágenes de esa tías y esas primas. Me sorprendió esa mirada tan femenina, sensible y tan cero concesión. Era un guión muy valiente.
–¿El rodaje se hizo mientras trabajaba en “Gasoleros”?
–Empecé cuando terminé el programa de televisión. Era beneficioso para mí bajarme de toda esa maquinaria e introducirme en un proyecto de otras características y con un personaje muy diferente. Salir de acá y correrte de tu hábitat cotidiano te modifica los hábitos. Te ubica en un grado de vulnerabiidad muy grande. Tu capacidad de sorpresa está más aceitada y eso es como tener el instrumento mejor preparado para llevar a cabo cualquier historia o personaje. Me sedujo ser convocada por una directora que pertenece a ese mundo de jóvenes cineastas en el que yo tenía ganas de participar. Además estaba avalada por Lita Stantic, que es una garantía de proyecto serio y estable.
–¿Cómo pensó a Tali, su personaje?
–El guión era atractivo por el lenguaje, nada ejemplificador y tan sugerente. Era lo que más me gustaba. Pero a la vez se me hacía dificultoso abordar el personaje. Había que concebirlo, recrearlo e imaginarlo. La personalidad de Tali resume un tipo de mujer que no tiene autoridad para tomar ningún tipo de decisiones. No sólo el viaje anecdótico que intenta realizar en el film, sino que es una persona con un nivel de inseguridad tan alto y tan patológico. Si uno dice: “qué lindo día, ¿te parece que está nublado?”, ella contesta: “tenés razón, está nublado”. No puede nada. Este pensamiento y la falta total de autoridad para cualquier certeza le resulta totalmente angustiante. El padecimiento del personaje puede mostrarse, además de conmover y a su vez tener la distancia como para poder reírse de eso. Cuando le descubro a Tali su lado gracioso aparece algo del alma del personaje y de ese piolincito empiezo a tirar. El lenguaje en mí era una preocupación. Mi familia en la ficción ymis hijos eran salteños, con un marcado acento. Era fundamental que esa familia fuera creíble. Lucrecia se encargó de desprecocuparme. Me aconsejó que no hiciese ningún acento en particular. La historia sucedía en un lugar del interior que podría ser Salta. Cuando me conecté con esos lugares y esas mujeres del interior me apareció esa música. Recreé a una mujer del interior, algo tan vago como tan general, que a mí me dejaba intranquila y a Lucrecia no.
–Se dice que el film transmite una sensación de que algo grave o fuerte va a pasar en cualquier momento.
–La sensación de suspenso que tiene el espectador, de que algo terrible va a pasar en cualquier momento, tiene que ver con el peligro al que se exponen las personas al no poder accionar. El peligro de la pasividad, el peligro de no hacer nada. En ese estado, una rama te puede herir mortalmente o una botella que se rompe, una cama que se te cae encima, un cable pelado. Todo lo que te rodea te resulta amenazante, pero en el momento de actuar –eso es un hallazgo de Lucrecia– no fue una preocupación hacer escena por escena. La manera de narrar y de poner la cámara enfatizaba ese peligro que se desprendía de esa pasividad agobiante en la que están sumergidos los personajes.
–¿Cuáles son los puntos de contacto con su personaje con la prima Mecha (Graciela Borges)?
Su rol en “La ciénaga” es complejo y lleno de matices.–Tali no tiene autoridad sobre ningún pensamiento. Ni ella sabe qué es lo que la vincula con Mecha. La critica y la comprende al mismo tiempo. Está dispuesta a acompañarla y a la vez se siente diferente, se apiada de ella no por una lectura ideológica de la que carece sino por esa especie de hermandad de dos almas sufrientes. Ese: “Pobre Mecha...”, de Tali, es un comentario maternalista de alguien que no se puede hacer cargo ni de sus propios hijos. Son personajes que están muy solos. A pesar de que el contacto sea tan enfermo por momentos, físicamente, tan mezclado, tan promiscuo. Todos compartiendo las mismas camas. Es la contrapartida de una soledad terrible tanto de los niños como de los adultos. Con Graciela hubo un entendimiento total. Además me daba mucha seguridad el hecho de trabajar con una actriz con enorme experiencia cinematográfica. Frente a mí, que no tengo ni idea de cuál es la luz. No tengo experiencia, no tengo oficio en cine. Estuve 5 semanas en rodaje y una sola semana con Graciela. Fue bastante mágico lo que ocurrió en la película porque sucedían las cosas de verdad...
–En la ficción ¿su familia encarna una “normalidad” aparente?
–Mi familia tiene una normalidad muy loca. Tali lleva a cabo una vida que no ha elegido y para la que no está muy capacitada. Tiene un marido que no es el típico represor, muy paternalista. Por el modo que él trata a sus hijos deja en claro que se puede hacer cargo mejor que ella. Tali está para atender a su familia y ni siquiera puede resolver una comida. A ella no se la ve como una persona que nació inútil, sino que hay algo –que no importa que quede claro– en el discurrir de su vida que la ha inutilizado en algún aspecto. Tali no es tonta, era fácil hacer una tonta. Es una persona que parece golpeada aunque nunca recibió un golpe, como nockeada. Su vida, responde al tipo de personas que nunca se hicieron un espacio para preguntarse cuál era su verdadero deseo para llevarlo a cabo o no. Está como puesta en la vida, ni capacitada, ni alegre, ni apasionada, ni excesivamente deprimida. Tiene la fantasía de que cualquier cosa la haría salir de ahí pero no puede poner en primera nunca. Es conmovedor el personaje.
–¿Cómo le resultó trabajar con chicos?
–Cuando llegué a Salta establecí con los chicos un vínculo personal, los llevé a dar vueltas, traté de generar un acercamiento más familiar y lo que empezó como: ¡Uy qué laburo...! se convirtió en placer. Y en particular estos eran unos niños especiales, muy expresivos. Algunos eranactores y otros no. En principio nos atemorizaba un poco esa mezcla pero cuando sucede y está bien armada se vuelve rica y reveladora. El trabajo con los chicos y los lugareños fue todo un desafío. Eran como mis hijos verdaderos.
–La televisión, su medio natural desde hace unos años, ¿es una figura presente en la película?
–La conexión que tienen con la realidad estos personajes, sumergidos en su propia ciénaga, es por medio de la televisión. Los noticieros que cuentan la historia de las apariciones de la virgen y los testimonios de la gente. El contacto lo tienen desde esos cuartos lúgubres a través de ese aparato. La película no se para demasiado en ninguna situación, por más fuerte, bella, divertida o dolorosa que sea. La cámara tiene una rigurosidad de pasar como en la vida, de no detenerse en algo. En ese sentido la película es muy interesante.
–¿Qué visión tiene ahora del film?
–En esa atmósfera densa, todo es raro, sugestivo, revelador. En Berlín el público quedó shockeado con la película y siguió pensándola al otro día porque es un film que te muerde. La vi dos veces, la primera estaba intrigada por ver qué había hecho yo con ese personaje ya que no había querido ver nada en rodaje. Sentía que estaba tirándome a una pileta sin pensarlo dos veces. Pero a la vez necesitaba tirarme. Tenía miedo de criticarme y quebrar algo. Y cuando la vi por segunda vez recién pude ver la película. Me resultó una caja de sorpresas. Es tan compleja, tan poco lineal, en ese aparente no pasar nada, atrás pasan cosas y cosas... El espectador alemán esto lo vio inmediatamente. Los críticos hablaban de un clima chejoviano y uno definió a Lucrecia como un Bergman sin culpas. Me parece bueno eso. La institución familiar ¡está tan bellamente hecha bosta en la película! Siempre tuve la sensación de que estábamos haciendo una experiencia creativa interesante. Es un film eminentemente de autor y me encanta haber tenido la lucidez de haber participado en un proyecto de una directora como Lucrecia, que yo creo viene a ocupar el lugar vacante que dejó María Luisa Bemberg. Berlín y los premios me vinieron como yapa. Yo estaba hecha con la experiencia.

 

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