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Cómo se vive en la nueva residencia de Emir Yoma

 

Barre su celda, lava su ropa, se hace la cama. La rutina de un preso ilustre.

Por Raúl Kollmann

En las primeras 48 horas de detención, Emir Yoma permaneció recluido en su celda. La presión le trepó a 18, seguramente por la angustia, y fue por ello que lo hicieron atender. Pero fuera de esa salida, siempre se mantuvo, por depresión, dentro de la celda y la mayor parte del tiempo en reunió con su abogado Mariano Cúneo Libarona. Al otrora poderoso empresario le cuesta habituarse: debe barrer su celda, armar la cama, lavarse la ropa, comer la precaria comida que le dan a los gendarmes y mantener un orden casi militar. Es que, bien mirado, el Escuadrón Militar Buenos Aires de la Gendarmería es un lugar de privilegio para un detenido: “Por lo menos acá estás seguro de que no te tocan el tujes”, comentó un guardia desde el Escuadrón.
Las pequeñas celdas ahora tienen rejas, pero originariamente eran habitaciones que ocupaban los gendarmes que debían cumplir sanciones disciplinarias. Lo único que hay en la celda es una cama y un pequeño armario y, según comentan, uno solo de los nueve detenidos actuales cuenta con un artefacto privado en la celda: un ventilador.
Hasta anoche, Emir se mantuvo aislado, tanto por decisión propia como por un criterio de prudencia de la propia Gendarmería. No van a prohibir que se acerque a Luis Sarlenga –el hombre que lo denunció–, pero los guardias tienen orden de ir despacito, tanteando si puede producirse un choque.
En general, los detenidos en el Escuadrón desayunan, almuerzan y cenan en una especie de comedor que comparten con los gendarmes. Allí está ubicado el único televisor de toda la dependencia que, además, no es controlado por los presos sino por los efectivos. “Ven televisión de ojito, pero algo es algo”, describió el mismo guardián que consultó Página/12.
El horario de las visitas suele ser estricto, de 15 a 18.30, pero no puede entrar cualquiera. Lo primero que hacen los gendarmes es consultar al juzgado y pedir la autorización para que ingrese la persona que lo solicite. Ayer, por ejemplo, sólo se le permitió entrar a un familiar de Emir y, sin requerimiento de horario, a Cúneo Libarona.
“Por ahora está quieto y disciplinado. Estos primeros días son difíciles, porque para todos los que llegan acá es un hecho inesperado. Por lo que yo percibí, este hombre sabe que no se va mañana ni pasado. Y es una persona acostumbrada al lujo, así que es un golpe muy duro”, redondeó el guardián.
Ya no está en el piso 33 de las Torres Del Libertador, con jacuzzis, piscinas, gimnasios y todo tipo de comodidades en su piso de 400 metros cuadrados. Ahora debe arreglarse con 9 metros cuadrados, un solo baño, amplio, con varios inodoros, pero para todos los detenidos.

 

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