Por
Santiago Rodríguez
La
foto de Aníbal Ibarra reunido con Domingo Cavallo no tardará
en aparecer en los diarios. No es que el jefe de gobierno porteño
esté deslumbrado con el ministro de Economía, sino que quiere
verlo porque considera que es la persona indicada para destrabar algunos
temas y obras de la ciudad que requieren también de decisiones
del gobierno nacional. En el plano político hay, además,
un par de elementos que alientan al frepasista a dar ese paso: antes de
darle el sí a Fernando de la Rúa, el líder de Acción
por la República sondeó cuál sería la reacción
de Ibarra en ese caso y que la obra pública siempre resulta atractiva
cuando de reactivar la economía se trata.
Como paso previo a la reunión que pretende concretar con Cavallo
en poco tiempo, Ibarra estuvo días atrás con Carlos Bastos,
el hombre de confianza que el titular de Economía puso al frente
del Ministerio de Infraestructura. La conversación giró
en torno de las posibles obras que se podrían realizar en la ciudad
en el marco del Plan Nacional de Infraestructura. Bastos se mostró
interesado por el soterramiento del ferrocarril Sarmiento y ambos quedaron
en establecer una coordinación entre esa cartera y la administración
porteña.
Contra lo que podría suponerse, en virtud de los antecedentes,
la relación entre Ibarra y Cavallo no es mala. Atrás quedaron
los días de la campaña a jefe de gobierno porteño
y la acusación de tramposo e impotente
que el ahora ministro de Economía le formuló a Ibarra la
noche en que perdió las elecciones. Después de aquel episodio
los dos ya estuvieron sentados una vez a la misma mesa en el marco del
diálogo político al que convocó el frepasista antes
de asumir su cargo y el trato fue cordial.
Esta vez la reunión tendrá otras características
por el lugar que uno y otro ocupan: Cavallo estará de un lado como
ministro de Economía e Ibarra del otro, no sólo como gobernante
del segundo distrito más importante del país, sino también
como uno de los referentes del Frepaso.
Cavallo dio muestras de que no ignora ese último dato en los días
en que decidió sumarse al Gobierno: en medio de las negociaciones
para su incorporación a la gestión aliancista mandó
a su principal operador político, Armando Caro Figueroa, a llamar
al gobierno porteño para saber qué opinaba Ibarra y cómo
reaccionaría si aceptaba colaborar con De la Rúa. La misma
misión cumplió desde otro lugar Luis Murina, el hombre de
Cavallo en el directorio del Banco Ciudad de Buenos Aires.
Los temas que Ibarra tiene para resolver con Cavallo son variados. Entre
los más importantes aparecen la alternativa de que la ciudad se
haga cargo de gestionar la construcción del tramo Retiro-Riachuelo
de la autopista ribereña, la urbanización de la zona de
Retiro, la integración de una sociedad con participación
porteña para administrar el puerto de Buenos Aires y la transferencia
a la comuna de las playas ferroviarias en manos de la Nación, donde
se prevén una serie de intervenciones con el objetivo impulsar
el desarrollo económico del distrito.
En la última reunión de gabinete Ibarra pidió a sus
secretarios de las áreas con asuntos vinculados con la Nación
que prepararan informes con una evaluación de cada uno de los temas
pendientes y propuestas de cómo encararlos y seguirlos. Se trata
básicamente de las secretarías de Obras Públicas,
de Planeamiento Urbano, de Justicia y Seguridad y de Hacienda.
Con ese material en mano, Ibarra irá a ver a Cavallo con quien
también tiene para hablar sobre el traspaso de la Policía
Federal y la Justicia ordinaria a la ciudad. Siendo ministro de Carlos
Menem, Cavallo transfirió a los porteños las escuelas secundarias
y terciarias y los hospitales sin los recursos correspondientes.
A caballo de la necesidad de reducir el déficit fiscal, varios
senadores del PJ salieron a reclamar hace unas semanas que los porteños
se hicieran cargo de pagar su seguridad. El gobierno porteño quiere
la policía y laJusticia bajo su jurisdicción, pero exige
que sean transferidos con sus respectivas partidas presupuestarias.
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