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EE.UU. ENDURECE AHORA SU POSICION HACIA CHINA
El retrato de Dorian Bush

Después de jugar a la conciliación en el fin de semana, ayer George W. Bush habló de un �daño permanente� si no se liberaban los 24 tripulantes norteamericanos que China retiene en Hainan.

A veces la administración Bush da la impresión de estar negociando consigo misma más que con China. Pekín mantiene una posición simple e invariable: para liberar a los 24 tripulantes retenidos en la isla de Hainan, Washington debe emitir una disculpa formal y comprometerse a no enviar más vuelos espía. Estas demandas pueden o no ser razonables, pero el hecho es que son inmutables, lo que significó que el gobierno de George W. Bush sólo podía maniobrar por su cuenta. Al principio fue duro e intransigente, y se citaba la influencia del secretario de Defensa Donald Rumsfeld; después adoptó una posición más conciliatoria, y se concluyó que Rumsfeld había sido desplazado por el secretario de Estado Colin Powell. Ayer, el gobierno quiso dar una imagen de mayor unidad convocando a los medios a una reunión de gabinete. El resultado previsible fue la ambivalencia. “Todos sabemos que la diplomacia toma tiempo”, subrayó el presidente, pero “ya es hora de que nuestros tripulantes vuelvan”.
Es cierto que muchos vieron un renovado endurecimiento en la posición de Bush. Sin duda, después de enviar el domingo un mensaje de condolencias (pero no disculpas) a la viuda del piloto chino muerto en el choque con el EP-3, sus declaraciones de ayer eran mucho menos amables. Con Powell a su derecha y Rumsfeld a su izquierda en representación de la dualidad del hombre, Bush advirtió a Pekín que “los hombres y mujeres que tripulaban el avión deben volver a sus casas para que nuestras relaciones no sean dañadas”. Interrogado sobre exactamente cuál sería este daño, el portavoz del presidente, Ari Fleischer, explicó que si bien “no quiero especular con las medidas que podríamos tomar, este asunto se está prolongando cada vez más y es cada vez más difícil separarlo de los otros asuntos”.
Con esto el portavoz se refería a lo que la Casa Blanca señala como su verdadera “ala dura”: el Congreso. La distinción permite que las amenazas contra Pekín corran por cuenta del Legislativo, que ayer no faltó a su deber. Varios congresistas cancelaron simultáneamente sus visitas a China. “No es apropiado visitar un país que detiene a soldados estadounidenses contra su voluntad”, explicó la senadora republicana Olympia Snowe. El portavoz de Bush resaltó las cancelaciones, pero subrayó que el presidente todavía no había decidido cancelar su propia gira al país, agendada para el mes de octubre. Algunos congresistas, sin embargo, supieron dirigir amenazas más contundentes que la de anunciar que no irían de visita. Específicamente, se menciona cada vez más la formación de una mayoría que votará en contra de renovar los privilegios comerciales con China, y a favor de vender armamentos avanzados a su “provincia rebelde”, Taiwan. El titular de la Comisión de Inteligencia del Senado, Richard Selby, confirmó que la crisis “no es un buen presagio para las votaciones”.
China todavía no parece acusar recibo de estas intensas maniobras diplomáticas que transcurren dentro de Washington. Más allá de los supuestos choques titánicos que la prensa norteamericana describe entre “los halcones nacionalistas del Ejército Popular de Liberación” y el “presidente pro-norteamericano Jiang Zemin”, hacia afuera la actitud del gobierno es férrea y unánime. Tanto es así que ayer sus funcionarios no parecieron ver mucho sentido en reiterar las mismas demandas que realizan desde hace más de una semana, y buscaron otras maneras de irritar a Washington. El Ministerio de Relaciones Exteriores, por ejemplo, le comunicó a la Unión Europea que respetaría íntegramente los términos antipolución del Protocolo de Kioto, el mismo que Bush abrogó hace poco causando la ira de sus aliados europeos. Otro funcionario afirmó inconsecuentemente que “el diálogo con Washington sobre los derechos humanos sigue abierto”.
Frente a esto, las declaraciones de ayer del embajador norteamericano en Pekín, James Prueher, quien aseguró que “hay progresos” en la negociación, no resultaban demasiado convincentes en Estados Unidos. Los sondeos indican que la popularidad de Bush está cayendo, si bien todavía no desciende del 65 por ciento. Pero la falta de resultados podría significarque los elementos más conservadores –como la revista Weekly Standard, que ayer castigó la “humillación nacional” que causó Bush– logren salirse de los extremos de la opinión pública, y pasen a ser su vanguardia.

 

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