No
sé
Por Antonio Dal Masetto
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En el bar estamos el Gallego
y yo solos y entra un tipo escuálido, alto, narigón, con
aire somnoliento, de hablar cansino. En la traba de la corbata lleva una
efigie del Papa.
Caballeros, tengo un problema grave con el peluquero, de nuevo me
lastimó la oreja con la tijera, es la tercera vez en los últimos
tiempos, tendría que tomar una decisión, no sé, siempre
he sido una persona correcta, no me gusta molestar a nadie, pero lo que
está ocurriendo con el Fígaro es una situación terrible.
¿Ustedes qué opinan?
Dígale que preste más atención, que tenga más
cuidado.
Es complicado, el hombre está muy orgulloso de su oficio,
además tiene un carácter del demonio, si le hago una observación
vaya a saber si no puede llegar a sacarme una oreja entera.
Entonces cambie de peluquería.
Sería una gran complicación, no sólo porque
soy cliente de hace años y estoy acostumbrado, sino que es una
peluquería unisex y también va mi esposa. Si yo desaparezco,
capaz que en represalia la atiendan mal a ella. Y ustedes no se imaginan
lo que es mi mujer. Pasa una cosa así y en mi casa estalla la guerra.
Para colmo hace como diez años que nos llevamos mal, no tenemos
relaciones, dormimos en cuartos separados, la comida si no está
quemada está fría, cuando voy a entrar al baño siempre
está ella, se queda horas adentro, lo hace a propósito para
hacerme llegar tarde. Y como si eso fuera poco sospecho que le habla mal
de mí a todo el mundo. Mi matrimonio es un desastre. ¿Qué
puedo hacer?
Divórciese.
Si me divorcio, tengo que dejar la casa, voy a extrañar el
barrio y sobre todo voy a extrañar al perro, le tengo tanto cariño,
somos tan amigos, es el único en esa casa que me da bolilla. ¿Cómo
me voy a separar de él?
Lléveselo.
¿Conseguiré un lugar con espacio suficiente? Hay un
montón de edificios que no aceptan perros, lo meto y después
nos echan a los dos. Además lo tendría que dejar solo todo
el día. Yo sufro; Sultán sufre, un martirio. No sabría
qué hacer.
Múdese a un departamento de la misma manzana así puede
visitar al perro todos los días.
Estoy seguro de que ella me lo va a mezquinar, un día me
va a decir que sí y otro que no.
En el juicio de divorcio negocie un régimen de visita. Lo
va a buscar, lo saca a pasear y lo lleva a la plaza.
¿A ustedes les parece? Sabe lo que es aguantar los comentarios
de los vecinos, el portero, el kiosquero, el diariero; todos me van a
mirar raro, me van a hacer preguntas y voy a tener que dar explicaciones.
Y además tocando timbre como un pordiosero para sacar el perro
a la plaza. No sé qué hacer. Por otra parte no me puedo
separar porque voy a tener conflictos con el hermano de mi mujer, que
es mi socio. Aunque también es cierto que no se trata de una sociedad
sino de un suplicio, porque el tipo es un vago y encima me falta el respeto
delante de los empleados, delante de todo el mundo. Quizá tendría
que animarme a tomar una decisión.
Véndale su parte o cómprele la de él.
Lo más probable es que me diga que no tiene un peso, que
no está interesado. Y comprarle la parte es todo un problema, me
voy a quedar solo con el personal que lo aprecia más a mi cuñado
que a mí, porque el tipo es un demagogo. Además la contadora
sale con él y me va a sabotear, casi seguro que me va a hacer un
agujero con la DGI. ¿Qué se puede hacer?
Empiece con otro negocio, una vida nueva.
Una vida nueva, otro negocio, no sé, ya soy grande, soy hombre
de costumbres, soy muy conservador, no me gustan las aventuras, empezar
todo de nuevo, qué sé yo, son tantas las dudas que me agobian
que esta mañana estuve una hora pensando si debía elegir
los zapatos marrones o los negros.
Tranquilícese, tómese un whisky; la casa invita.
Un whisky, no sé, me gusta, pero con los nervios destrozados
como los tengo lo más probable es que me caiga mal.
Fúmese un cigarrillo que relaja.
Me vendría bárbaro, pero primero me va a hacer bien
y después me va a hacer mal, la verdad que no sé qué
hacer.
Con el Gallego nos miramos, nos apartamos un poco y volvemos:
Encontramos la solución para sus problemas. Vaya rápido
a su casa, siéntese en su sillón y quédese bien quieto.
No haga absolutamente nada. No se mueva, no hable, no mire. Ocúpese
solamente de estar sentado. Acuérdese de lo que dijo Lao-Tse: No
hay nada que el no hacer nada no haga.
REP
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