Por Pedro Lipcovich
Un nuevo, fuerte paso para obtener
órganos animales trasplantables a seres humanos se dio a conocer
ayer. La misma firma que, hace cuatro años, presentó a la
oveja Dolly primera clonación de un animal adulto,
anunció que logró producir cinco cerditos transgénicos,
por clonación de células fetales. El transgen, en este caso,
hace que los tejidos del animal sean más parecidos a los de las
personas, reduciendo las probabilidades de rechazo en un injerto. Estos
trasplantes serían de uso transitorio, pero salvarían las
vidas de muchas personas durante las impredecibles listas de espera para
órganos humanos. Como en el caso de la clonación de Dolly,
el anuncio se efectuó ante el periodismo, mucho antes de la publicación
en revistas científicas: No es lo que se estilaba, pero todo
ha cambiado en ciencia: esta difusión les permite recibir millones
de los accionistas, comentó, pensativo, un investigador argentino.
Hoy por hoy, clonar cerdos u otro animal a partir de células fetales
ya no sería noticia, pero esta vez los cerdos se obtuvieron
a partir de células que habían sido genéticamente
modificadas, según el comunicado de la firma PPL Therapeutics.
El nacimiento de los cinco chanchitos representa un importante paso
hacia el objetivo de crear cerdos modificados cuyos órganos y células
puedan ser trasplantados con éxito a hombres, señala
el anuncio, y comenta que el xenotrasplante es la única solución
a corto plazo para solucionar la penuria mundial de órganos, y
los cerdos son la especie más adecuada.
El xenotrasplante se investiga no como superación de los actuales
trasplantes de órganos humanos, pero sí como un recurso
transitorio, vital sin embargo, para que los pacientes puedan sobrellevar
la lista de espera durante unos meses más. El trasplante de órganos
animales permitiría a quienes aguardan un trasplante cardíaco
arreglárselas con un corazón de cerdo en vez de morir o
depender de aparatos de circulación extracorpórea.
El problema es que los tejidos del aparato circulatorio de los cerdos,
incluido el corazón, tienen una diferencia crucial con los humanos:
una pequeña diferencia, apenas un tipo de azúcar distinto,
pero suficiente para que el sistema inmunitario humano los reconozca como
extraños y los destruya. La producción de ese tipo de azúcar,
como todas las reacciones químicas celulares, depende de una enzima
y esa enzima es gobernada por un gen, que está en el núcleo
de todas las células del cerdo. La cuestión, entonces, sería
conseguir cerdos transgénicos, con ese gen modificado: eso es lo
que, según el anuncio de PPL Therapeutics, ya es posible.
Su comunicación es verosímil: Lino Barañao, profesor
de la UBA e investigador del Conicet en técnicas de trasplante
nuclear, reconoció que PPL Therapeutics es la única
que, hasta el momento, tuvo éxito en modificaciones genéticas
dirigidas de animales grandes. En 1997, esta empresa había
presentado a su oveja Dolly, que es el primer animal obtenido por clonación
de otro animal adulto. En realidad, los cinco chanchitos se parecen más
a Polly, otra oveja que, pocos meses después de Dolly, nació
con una modificación genética para que produjera leche enriquecida
con proteínas humanas de uso medicinal. Polly, como los cinco cerditos,
provenía de la clonación de células fetales.
Es que, para obtener animales transgénicos, la clonación
es necesaria por razones prácticas: después del arduo trabajo
de modificar genéticamente una célula, su clonación
permite producir no uno sino una serie de animales todos iguales, con
el mismo cambio genético.
Es cierto que el comunicado de PPL Therapeutics omite algunos problemas:
Todavía, internacionalmente, existe cautela respecto de los
xenotrasplantes de cerdo porque se descubrió que en el ADN de este
animal hay, ocultos, provirus: partes del ADN que podrían transformarse
en virus que afectarán al ser humano; habida cuenta de que el sida
se originó en virus del simio que pasaron al hombre, lo mejor es
tomar precauciones, señaló Barañao. Ya se usan
tejidos de cerdo para reemplazar válvulas cardíacas humanas,
pero son cartilaginosos, prácticamente no tienen ADN.
El anuncio de PPL Therapeutics se efectuó sin referencia a ninguna
publicación en revistas científicas: En experimentos
anteriores de ésta y otras firmas, pasó hasta un año
desde el anuncio al periodismo hasta la publicación científica
comentó Barañao; no es lo que se estilaba, pero
las reglas de difusión de los datos han cambiado por obra de los
intereses comerciales. La difusión anticipada permite recibir millones
de dólares extra de los accionistas, mientras que otros datos se
mantienen en secreto hasta el patentamiento. En los países desarrollados,
el Estado financia las investigaciones previas, pero las etapas que conducen
a la comercialización requieren aportes privados. En la Argentina,
no sólo el Estado invierte mucho menos sino que muy pocas empresas
nacionales hacen inversiones de riesgo.
PPL Therapeutics prevé para dentro de cuatro años contar
con órganos porcinos ya listos para trasplantar. Vendrán
entonces los complejos estudios de factibilidad clínica, que pueden
demandar cinco o más años.
La cabra que se perdió
El bucardo volverá..., o por lo menos la bucarda, y será
por clonación. Se trata de una cabra montesa de los Pirineos,
en el norte de España. El año pasado se la declaró
extinguida cuando una hembra, considerada el último ejemplar,
murió. Pero, antes, se habían guardado células
que se mantienen en nitrógeno líquido para preservar
el material genético.
El proyecto será desarrollado por el Instituto Nacional de
Investigación y Tecnología Agraria y Alimentaria (INIA)
español y por el Instituto Nacional de la Investigación
Agraria de Francia. Se utilizarán óvulos de cabras
montesas de la provincia de Teruel, en el norte de España,
que son las más parecidas genéticamente al bucardo.
A los óvulos se les retirará el ADN y se les introducirá
el material genético del bucardo. La primera fase debería
producir un bucardo hembra, a partir del cual se intentaría
obtener un ejemplar macho.
La investigación se suma a otras en curso para recuperar
especies extinguidas, de las cuales la más conocida es el
tigre de Tasmania, en Australia.
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