Nosotros,
los intelectuales
Por Eduardo Pavlovsky *
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Algunos intelectuales argentinos
todavía incluyen el Consenso de Washington en la suerte
latinoamericana y por ende de nuestro país: ... Sustentó
(el Consenso de Washington) en el último cuarto del siglo XX la
supremacía del pensamiento único... Creando en América
Latina una región de tremendas desigualdades sociales...
(Pasquini Durán, Página/12, 31/3).
Un Informe del general Pace (Southcom) al Senado norteamericano realizado
también el 31/3 (de 21 páginas asunto: FWD: Senate: testimony
of General Pace) reveló el increíble control ideológico,
político, económico y militar que realiza Estados Unidos
sobre Latinoamérica. Allí desarrolla frente a los senadores
el mapa del referido control sobre cada país señalando que
el plan Colombia no se debe centrar solo en la lucha con el narcotráfico
sino atacar también a las FARC que oprimen al pueblo colombiano
ocupando una gran parte de su territorio. También nos toca
a nosotros refiriéndose al plan Cabañas 2000, donde marines
norteamericanos dieron entrenamiento a militares de seis países
latinoamericanos en la Argentina. El documento es de un valor excepcional.
Atilio Borón señala las razones para rechazar el ALCA ...poniendo
fin al holocausto social promovido por el Consenso de Washington y preservar
la autodeterminación nacional sin la cual no hay democracia que
valga... Si América Latina aceptara mansamente convertirse en un
protectorado norteamericano, la dictadura de los mercados se reforzaría
hasta extremos inauditos... en el ingreso al ALCA la soberanía
popular... recibiría su tiro de gracia (lunes 2/4, Página/12).
Homero Aridjis (presidente del PEN) también afirma que el
mundo no está gobernado por gobiernos nacionales sino por corporaciones.
Los gobernantes nacionales en general son mayordomos políticos
o económicos de las transnacionales que dictan las políticas.
A las corporaciones no les interesan las culturas o identidades nacionales.
Les interesa el negocio del país (Página/12, 2/4).
Por oposición a este tipo de diagnóstico que incluye a Washington
y por consiguiente a la Argentina en el contexto global latinoamericano,
están los intelectuales que abordan el problema desde otro ángulo
y perspectiva.
El compañero Gregorio Weinberg argentiniza el problema
y llega a decir que tal vez si nos hubiéramos manejado mejor (los
argentinos) y los políticos hubieran sido más permeables
a las críticas de los intelectuales hoy podríamos estar
al nivel de Canadá, Austria o incluso Finlandia (Clarín,
2/4). Cuesta imaginar un país desarrollado (en este caso Argentina)
en un contexto de miseria y pobreza donde el 70 por ciento de la población
como sucede en América latina mantiene un subdesarrollo
de sus recursos humanos a nivel excepcional.
Aun el magnífico trabajo de Guillermo ODonnell (en Página/12)
-sociólogo de renombre internacional también argentiniza
nuestro destino y marca muy bien nuestros errores y nuestros rastros autoritarios
pero se cuida muy bien de no incluir a la Argentina con Latinoamérica
bajo la influencia de Washington.
Es creer que una suerte de poder autodestructivo nos ha llevado
a nuestro derrumbe. Es posible que viviendo en Estados Unidos sea difícil
criticar al poder del imperialismo norteamericano en Latinoamérica.
Otros sociólogos o politólogos argentinos a quienes hemos
admirado han suprimido de sus notas, al hablar del país, toda referencia
al imperialismo.
Como dice Petras, cuando las nuevas democracias aparecen en Latinoamérica
se llamó a una serie de organizaciones y fundaciones como Rockefeller,
Ford y otras a jugar un papel fundamental. Se empezaron a financiar muchas
conferencias, libros, viajes, seminarios sobre la transición a
la democracia, la democracia sin apellido, problemas de la globalización
de los derechos humanos pero poniendo mucho cuidado de no ubicarlos dentro
del sistema de poder del imperialismo norteamericano. El objetivo era
crear un nuevo tipo de intelectual en América latina, generar liberales
en vez de marxistas, especialistas en derechos humanos, en vez de intelectuales
antiimperialistas. Suprimir la identidad cultural de los países
latinoamericanos.
Producir al intelectual académico, más preocupado por sus
viajes, becas y subsidios que con las luchas sociales.
Intelectuales que cambian la lucha de clases por la lucha por conseguir
pasajes para asistir a conferencias en Washington y demás mecas
del mundo académico desarrollado. Así, los sociólogos
brasileros estudian el fenómeno de la negritud brasilera
en Estados Unidos para enseñar los nuevos conceptos en Brasil (Globaloney-Petras).
Aún están frescos los crímenes atroces de la dictadura
militar pero ya no basta la denuncia permanente de este terrorífico
genocidio si no se la integra con la preservación de nuestra identidad
cultural y la permanente denuncia del imperialismo y sus efectos en nuestro
continente de hambre y miseria. La Escuela de las Américas en Estados
Unidos fue el lugar de formación estratégica militar de
los genocidas argentinos.
La conferencia del general Pace (Southcom) en el Senado norteamericano
ilustra muy bien el Consenso de Washington en Latinoamérica
y la posible reapertura de la Escuela de las Américas para ocuparse
de los nuevos temas y nuevos programas a ejecutar.
Tal vez los nuevos temas y los nuevos programas a ejecutar se refieran
a Chiapas, el Movimiento de los Sin Tierra brasileño y los movimientos
indígenas de Bolivia y Ecuador. Las nuevas micropolíticas
insurreccionales necesitan nuevos métodos represivos.
*Psicoanalista. Autor, actor y director de teatro.
REP
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