Por Pablo Vignone
La quiebra de ISL, uno de los
tres conglomerados de marketing deportivo más importantes del mundo,
junto con la IMG de Mark McCormick y Octagon de Frank Lowe, muestra hasta
qué punto el boom de la comercialización deportiva se ha
propagado desmesuradamente, como los músculos de un atleta artificialmente
alimentados con anabólicos, sin tener en cuenta las reacciones
de la audiencia. La caída hace tambalear a multinacionales del
deporte, como la propia FIFA, la ATP, el CART, y se originó en
un precipitado plan de crecimiento que capotó en menos de dos años.
Aunque el grupo suizo International Sports Media and Marketing (ISMM),
propietario de ISL, pidió un plazo de postergación de la
quiebra de dos meses, el tribunal del cantón suizo de Zoug rechazó
el recurso y ahora tiene una semana para decidir sobre la apelación
de ISMM.
ISL fue creada tras el Mundial de España de 1982 por Horst Dassler,
el hijo de Adi, el creador de la multinacional de indumentaria Adidas,
para trabajar con la FIFA y el Comité Olímpico Internacional,
al punto que estableció su base en Lausanne, Suiza, donde el COI
tiene su sede. A la muerte de Adi, los Dassler vendieron Adidas, pero
se quedaron con ISL, y para cuando el COI liquidó su vínculo
con la firma, en 1996, otro suizo, Joseph Blatter, había trepado
lo suficiente en la estructura de la FIFA como para hacer buenas migas.
Una vez que Blatter se consagró presidente de la FIFA en el Mundial
1998, ISL obtuvo los derechos de marketing de los dos siguientes mundiales,
2002 y 2006, en conjunto con el grupo alemán Kirch:
Para entonces, ISL y Kirch se disputaban los mejores ejecutivos de marketing,
y luego de que los alemanes les robaran tres empleados jerárquicos,
la empresa suiza decidió contragolpear contratando a Daniel Beauvois,
un ex periodista que había sido jefe de marketing en la electrónica
Compaq y que estaba trabajando para Kirch. Esa decisión fue el
principio de la ruina de ISL.
Beauvois emprendió una campaña para cerrar tratos con las
principales federaciones deportivas del mundo, como la UEFA, la FIBA (básquetbol),
la IAAF (atletismo), la FINA (natación) o la ATP, la Asociación
de Tenistas Profesionales, cuyo contrato vinculante terminaría
por sepultar el brillante futuro de negocios deportivos de la firma.
En 1999, ISL se comprometió a pagarle a la ATP unos 1200 millones
de dólares en 10 años, a cambio de los derechos de TV y
marketing de los nueve torneos de la Serie Masters, como Roma, Indian
Wells, Monte Carlo o Hamburgo. La clave era despertar un interés
masivo a través de una cobertura televisiva agresiva que atrayera
grandes sponsors.
En los papeles parecía funcionar, al punto que Beauvois decidió
descartar negociaciones con los más o menos 200 sponsors de la
ATP para concentrarse sólo en los 15 más grandes; para producir
los mejores shows televisivos de tenis, creó un equipo periodístico
de 80 personas para volar a cada torneo.
Pero los problemas comenzaron cuando las grandes cadenas de TV se rehusaron
a comprar el paquete completo de los nueve Masters Series. Beauvois debió
acudir a pequeñas cadenas de cable europeas para poner en pantalla
la cobertura, e hipotecó así su fuente de ingresos: los
grandes sponsors se rehusaron a cerrar trato, los chicos ya habían
sido ahuyentados, y las pérdidas de ISL en el primer año
de contrato con la ATP treparon a los 70 millones de dólares. En
enero de este año, Beauvois le comunicó a la ATP que, sencillamente,
no iba a poder pagar el dinero previsto por contrato para este año,
entre 100 y 120 millones de dólares.
No era el único problema que afectaba a Beauvois: en febrero de
este año, el CART inició acciones legales en Nueva York
contra ISL por más de 100 millones de dólares. CART, la
ex Fórmula Indy de los Estados Unidos que cotiza en la Bolsa de
Nueva York, había firmado contrato de nueve años con los
suizos en 1988 a instancias de su presidente, el inglés Andrew
Craig, que había sido empleado de ISL. Pero en 2000, Craig fue
reemplazado e ISL no pudo pagar más de 6 millones de dólares
por los derechos de marketing. CART reportó una pérdida
neta de 754 mil dólares en los últimos tres meses del 2000,
que contrastaban con los 3,2 millones de ganancias obtenidas en igual
período de 1999, y el camino al tribunal se abrió sólo
cuando estableció oficialmente que ISL no intentará
cumplir los términos originales de su compromiso.
El desastre fue evidente: el básquetbol universitario de la NCAA
representó para ISL un negocio fallido de 830 millones de dólares
con la cadena CBS, y tampoco los negocios con el fútbol le dieron
grandes resultados (ver aparte). Las Federaciones Internacionales de Atletismo
(IAAF), de natación (FINA) y de básquet (FIBA) también
sufrieron atrasos en sus pagos.
Los banqueros suizos de ICMM pusieron ISL en venta en marzo, y se lo ofrecieron
a Kirch, pero éste, ya suficientemente complicado en su pelea con
Bernie Ecclestone por el control de la Fórmula 1, declinó
invertir. Un juez dictó la quiebra el miércoles, dos días
después de que el titular de la división Argentina de la
firma, el ex rugbier Gabriel Travaglini, dijera que ISL no quebró,
sino que está buscando un socio estratégico para poder salir
del desorden financiero en el que se vio involucrado ante un reordenamiento
de contratos.
Ese reordenamiento está haciendo temblar los cimientos
de la FIFA: ISL tenía que pagarle 380 millones por los derechos
de TV del Mundial 2002, de los cuales unos 115 millones deben hacerse
efectivos en octubre. En Zurich, la multinacional del fútbol se
preocupó en aclarar ayer que ya tomó las medidas necesarias
para asegurar el desarrollo normal del Mundial 2002. Pero los organizadores
japoneses ya expresaron su temor de que la quiebra de ISL produzca un
rojo inagotable en las cuentas del torneo.
Por los derechos de marketing, ISL le había garantizado a la FIFA
una entrada total de 198,6 millones de dólares, cifra que trepaba
a los 233,7 millones para la Copa del Mundo Alemania 2006. Según
el diario alemán Berliner Zeitung, la FIFA que tendría que
contraer en el segundo trimestre un préstamo de 175 millones de
dólares con el Credit Suisse. La entidad que preside Blatter esperará
la decisión final del tribunal de Zoug para convocar a su comité
ejecutivo.
En el fútbol
les fue peor
La irrupción desmesurada de ISL en el mundo del fútbol
se propagó de las entidades rectoras como la FIFA o la UEFA
(a la que los suizos le deben 13 millones de dólares por
derechos impagos de la Eurocopa 2000) a los clubes de fútbol.
La empresa arrancó adquiriendo derechos de comercialización
y marketing en Suiza, con el Servette, y luego se expandió:
en Francia gerenciaron seis clubes entre ellos el Olympique
Marseille (que era propiedad de Bernard Tapie, el mismo que comprara
Adidas a los Dassler), Toulouse y Saint Etienne, en Italia
tenían al Torino, y llegaron hasta el Brasil, cerrando acuerdos
con el Gremio de Porto Alegre y el club más popular del país,
el Flamengo de Río de Janeiro.
ISL también pretendió hacer pie en la Argentina con
dos de los clubes grandes, Boca y San Lorenzo. Al campeón
Intercontinental ofrecieron comprarle todos los derechos comerciales,
merchandising, marketing, publicidad, TV, franquicias y concesiones,
pagando unos 12 millones de dólares por adelantado, y asegurando
entre 15 y 20 millones por temporada a lo largo de los 10 años
que durara el contrato. Sin embargo, en setiembre pasado, la Asamblea
de Representantes de Boca rechazó el acuerdo.
El caso San Lorenzo es más reciente. Una asamblea de socios
aprobó el contrato, pero la oposición lo impugnó,
aunque el club ya había cobrado 2 millones de dólares
de adelanto. Si se firmaba el acuerdo con ISL, la quiebra
no hubiese afectado a San Lorenzo en lo más mínimo,
dijo el vicepresidente del club, Jorge Ignoto.
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El caso Flamengo y
la AFA
Entre otros contratos firmados por todo el globo por ISL figura
uno con la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) para
la cesión de derechos de imagen de la Selección Argentina.
Queda por saber qué sucederá con esos derechos si
ISL finalmente quiebra por decisión del tribunal de Zoug.
Y si los derechos de TV de los Mundiales vuelven a la FIFA, podría
no suceder lo mismo con estos derechos de la AFA.
El caso testigo es el del club carioca Flamengo. Los brasileños
habían cedido sus derechos a cambio de 60 millones de dólares
y un día antes de que se hiciera pública la quiebra
de ISL, los abogados del club habían logrado una rescisión
del contrato. El presidente rubro-negro saltaba de alegría
en el día de su cumpleaños: después de cobrar
60 millones, recuperaba el manejo comercial. Pero apareció
una traba, porque si ISL efectivamente quiebra, ese contrato pasa
a manos de los acreedores de la firma suiza, y el acuerdo no es
válido. ¿Sucederá lo mismo con la AFA?
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