Por Verónica Abdala
Estaba convencido de que el
progreso y la libertad son la finalidad del arte. Creía que
la música debe expresar el fuego del espíritu del
hombre, y en esas cuestiones no era precisamente un improvisado.
El conjunto de sus obras más importantes puede resumirse en 9 sinfonías,
7 conciertos, 16 cuartetos de cuerda, 32 sonatas para piano, 10 para violín
y piano, 5 para violonchelo y piano, una ópera, 3 misas incluyendo
la Misa Solemne, y numerosas oberturas y variaciones para
piano. Fue contemporáneo de Wolfgang Amadeus Mozart y de Joseph
Haydn, con quien estudió en su juventud. Su nombre era Ludwig van
Beethoven (1770-1827). Su gran mérito, el haber forjado una obra
que es y será por los siglos uno de los legados artísticos
más preciados de la humanidad, y cuya influencia fue decisiva en
el posterior desarrollo de géneros musicales diversos. Su vida
y las claves de su arte serán el objetivo del programa que hoy
emitirá Canal (á) en el marco de su nuevo ciclo Clásicos,
vidas de músicos (a las 10.30, 14.30, y 21.30, y el domingo
a las 16.30).
La serie de trece biografías fue producida por Eliseo Alvarez y
conducida por la actriz Graciela Dufau: cada uno de los capítulos
se estructura en base a imágenes captadas en las ciudades de Europa
en las que nacieron y vivieron los grandes músicos. Las próximas
emisiones estarán dedicadas a Chopin, Debussy, Mahler, Puccini,
Ravel, Schubert, Schumann, Verdi, Vivaldi, Wagner y Bach.
Los escenarios de Viena, donde Beethoven viajó a los 17 años
y se mudó a los 22 para establecerse definitivamente, sirven de
fondo al relato biográfico que se desarrolla a lo largo del programa.
Fue en esa ciudad que el músico nacido en Bonn deslumbró
a la aristocracia local, y gracias a eso consiguió ganarse la vida
como compositor independiente. Una verdadera osadía para la época,
si se piensa que sus contemporáneos, incluso músicos de
la talla de Mozart o el Haydn, trabajaban en la dinámica del mecenazgo.
Beethoven estaba acorralado por la sordera (que lo aquejó desde
joven y se hizo cada vez más evidente a partir de 1798) y por un
amor no correspondido: recién en 1977 se conocería el nombre
de su amada inmortal, que resultó ser la esposa de
un mercader de Frankfurt, y madre de cuatro hijos. Posteriormente inició
una serie de mudanzas que lograrían aislarlo de su entorno y confinarlo,
aún más de lo que estaba, al tormento de una soledad no
del todo deseada. Por esos días se lamentaba: Oh, quisiera
abrazar al mundo para que me librase de este mal (la sordera). Entonces
retornaría a vosotros como un hombre completo y maduro (...) Una
dolorosa resignación es lo único que me queda.
Era testigo y parte, entretanto, de un fenómeno que le deparaba
nuevos seguidores cada día y que culminaría con su indiscutible
consagración. Algunos de sus biógrafos consideran que la
intensidad de sus composiciones musicales es aquella que él deseó
para su vida, y de la que por éstas y otras razones nunca gozó.
Esa experiencia incompleta, en cierto punto frustrante, explicaría
ciertos rasgos trágicos que caracterizan su música. Sus
últimos años, que afrontó con sólida fortaleza,
fueron los de la ruptura y superación de las formas tradicionales
de composición. La herencia que dejó fue en este sentido
revolucionaria, al punto que se habla, en su caso, de la invención
de un nuevo lenguaje. La fuerza es la moral de los hombres
que se distinguen de los otros, y es también la mía,
dijo por aquellos días. Cuando murió, ocho músicos
reconocidos cargaron sus restos, con la intuición de que ese presente
tenía destino de leyenda.
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