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Ludwig Van Beethoven, la parábola
del sordo que alcanzó la eternidad

Conducido por la actriz Graciela Dufau, el especial de hoy en Canal (á) abre una serie de trece episodios sobre los maestros clásicos.

Escenarios: Cada capítulo se estructura en base a imágenes captadas en las ciudades de Europa en las que nacieron y vivieron los grandes músicos.

Beethoven trabajaba como músico independiente, toda una osadía.

Por Verónica Abdala

Estaba convencido de que “el progreso y la libertad son la finalidad del arte”. Creía que la música debe expresar “el fuego del espíritu del hombre”, y en esas cuestiones no era precisamente un improvisado. El conjunto de sus obras más importantes puede resumirse en 9 sinfonías, 7 conciertos, 16 cuartetos de cuerda, 32 sonatas para piano, 10 para violín y piano, 5 para violonchelo y piano, una ópera, 3 misas incluyendo la “Misa Solemne”, y numerosas oberturas y variaciones para piano. Fue contemporáneo de Wolfgang Amadeus Mozart y de Joseph Haydn, con quien estudió en su juventud. Su nombre era Ludwig van Beethoven (1770-1827). Su gran mérito, el haber forjado una obra que es y será por los siglos uno de los legados artísticos más preciados de la humanidad, y cuya influencia fue decisiva en el posterior desarrollo de géneros musicales diversos. Su vida y las claves de su arte serán el objetivo del programa que hoy emitirá Canal (á) en el marco de su nuevo ciclo “Clásicos, vidas de músicos” (a las 10.30, 14.30, y 21.30, y el domingo a las 16.30).
La serie de trece biografías fue producida por Eliseo Alvarez y conducida por la actriz Graciela Dufau: cada uno de los capítulos se estructura en base a imágenes captadas en las ciudades de Europa en las que nacieron y vivieron los grandes músicos. Las próximas emisiones estarán dedicadas a Chopin, Debussy, Mahler, Puccini, Ravel, Schubert, Schumann, Verdi, Vivaldi, Wagner y Bach.
Los escenarios de Viena, donde Beethoven viajó a los 17 años y se mudó a los 22 para establecerse definitivamente, sirven de fondo al relato biográfico que se desarrolla a lo largo del programa. Fue en esa ciudad que el músico nacido en Bonn deslumbró a la aristocracia local, y gracias a eso consiguió ganarse la vida como compositor independiente. Una verdadera osadía para la época, si se piensa que sus contemporáneos, incluso músicos de la talla de Mozart o el Haydn, trabajaban en la dinámica del mecenazgo. Beethoven estaba acorralado por la sordera (que lo aquejó desde joven y se hizo cada vez más evidente a partir de 1798) y por un amor no correspondido: recién en 1977 se conocería el nombre de su “amada inmortal”, que resultó ser la esposa de un mercader de Frankfurt, y madre de cuatro hijos. Posteriormente inició una serie de mudanzas que lograrían aislarlo de su entorno y confinarlo, aún más de lo que estaba, al tormento de una soledad no del todo deseada. Por esos días se lamentaba: “Oh, quisiera abrazar al mundo para que me librase de este mal (la sordera). Entonces retornaría a vosotros como un hombre completo y maduro (...) Una dolorosa resignación es lo único que me queda”.
Era testigo y parte, entretanto, de un fenómeno que le deparaba nuevos seguidores cada día y que culminaría con su indiscutible consagración. Algunos de sus biógrafos consideran que la intensidad de sus composiciones musicales es aquella que él deseó para su vida, y de la que por éstas y otras razones nunca gozó. Esa experiencia incompleta, en cierto punto frustrante, explicaría ciertos rasgos trágicos que caracterizan su música. Sus últimos años, que afrontó con sólida fortaleza, fueron los de la ruptura y superación de las formas tradicionales de composición. La herencia que dejó fue en este sentido revolucionaria, al punto que se habla, en su caso, de la invención de un “nuevo lenguaje”. “La fuerza es la moral de los hombres que se distinguen de los otros, y es también la mía”, dijo por aquellos días. Cuando murió, ocho músicos reconocidos cargaron sus restos, con la intuición de que ese presente tenía destino de leyenda.

 

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