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“No podía pasear por el mundo
con la valija llena de ropa de otro”

Maria Joâo tiene un estilo de interpretación personal e inconfundible. Junto al pianista Mario Laginha, con quien ya actuó aquí hace dos años, un percusionista noruego y un acordeonista brasileño, se presentará los próximos 26 y 29 en La Trastienda.

Maria Joâo deslumbró al público porteño en 1999, como parte del Festival Internacional.

Por Diego Fischerman

Hubo una época en la que Maria Joâo era una juvenil y prolija cantante de jazz. Hacía lo que hacen las cantantes de jazz: tomaba uno de los standards amados, lo cantaba con alguna variación acompañada por un trío o por un guitarrista y, más o menos, trataba de parecerse a alguna de las cantantes que admiraba. Pero había dos problemas. Uno era que su voz no se parecía a casi nada. Y el otro era que la cantante que más admiraba era Betty Carter y si había algo que ella enseñaba con su manera de cantar era que la voz era un instrumento musical único, personal e intransferible. Todo explotó, finalmente, la vez en que, en un festival, le tocó compartir la noche con Carter: “Me senté en la platea. Yo ya había cantado y sólo quería escuchar. Cuando ella empezó, me transformó la vida. No fue sólo que me deslumbró su voz, su seguridad en el escenario, su postura, su personalidad. Lo que vi y escuché me llevó a preguntarme sobre lo que estaba haciendo yo. No podía pasear por el mundo con la valija llena de la ropa de otro. Tenía que cantar mi historia”. Y entonces Maria Joâo, hija de padre portugués y madre de Mozambique, se convirtió en una de las cantantes más originales de la música de tradición popular.
Quienes la escucharon en el formidable concierto que dio en Buenos Aires en 1999, quedaron asombrados por la manera en que manejaba la voz, por cómo transitaba de la calma a la más intensa de las furias, de los graves más extremos a los sobreagudos y desde la voz de una niña a la de una anciana. Esa vez hubo un coprotagonista, el pianista Mario Laginha. Y ahora, nuevamente, este dúo que funciona de la manera más alejada posible del modelo cantante con acompañamiento volverá a actuar en esta ciudad. Los próximos jueves 26 y domingo 29, en La Trastienda, Maria Joâo y Mario Laginha presentarán en vivo el material de su último álbum, Chorinho Feliz, donde la mixtura africano-portuguesa que la cantante se deleita en explorar aparece abordada desde otro lado. Y ese otro lado se llama Brasil. En el CD aparece como invitado, entre otros, Gilberto Gil. Y en los conciertos porteños participará, además del percusionista noruego Helge Norbakken, el brasileño Toninho Ferragutti en acordeón. El grupo, además, tiene un nombre propio: Numadji. La palabra, en changana (una de las leguas habladas en Mozambique), significa “portugués”. La cantante explica que “ese término ya define nuestra mixtura cultural”.
Si bien Maria Joâo canta, ocasionalmente, algún fado, se preocupa por aclarar que con esa música “pasa lo mismo que con el tango. Para muchas personas, Buenos Aires y tango son sinónimos y, sin embargo, esa no es la única música que se escucha. Tampoco el fado es lo único que hay en Portugal. Lo que sucede es que su imagen es tan fuerte que eclipsa cualquier otra cosa. Nosotros no partimos sólo de allí y tampoco nos interesan esos collages donde se empieza con un fado y después vienen los solos, y las escalas de jazz y las armonías de Keith Jarrett”. La mención a ese pianista tiene motivos precisos. Laginha reconoce sus deudas con él y cuenta que “Jarrett fue mi primer gran amor musical. Si empecé a conocer a otros, como Bud Powell, Bill Evans o Herbie Hancock, fue porque Jarrett hablaba de ellos en los reportajes y yo quería conocer lo que él conocía y estudiar lo que él había estudiado”.
La carrera internacional de Maria Joâo comenzó en el sello alemán ENJA, donde grabó un muy buen álbum llamado Sol junto al grupo portugués Cal Viva. Luego vino el contrato con Verve y un CD bautizado Danças en el que participaban el notable guitarrista Ralph Towner y el bandoneonista Dino Saluzzi. “Cuando llegó al estudio de grabación –cuenta la cantante– parecía un hombre de negocios. `¿Qué tengo que tocar? ¿Cuánto voy a cobrar?’ Todo eso. El, en Europa, es toda una personalidad. Una estrella. Pero había datos que no tenían nada que ver con esa imagen que intentaba dar. Había perdido toda la ropa en un aeropuerto, por ejemplo. Y, además, tenía que tocar en un solo tema y, cuando terminó, preguntó `¿Hay otro?’. Al final tocó en tres temas y fue absolutamente maravilloso.” Maria Joâo define su estilo, por otra parte, a partir de una metáfora: “Tengo un pieen mi tierra, o en mis dos tierras, mejor dicho (Portugal y Africa). Y tengo otro pie viajero, que anda buscando por todas partes”.

 


 

Klezmer y silencio

El título es Shtil, una palabra idisch que significa silencio. Y designa al tercer CD del dúo que integran Marcelo Moguilevsky en clarinete, saxo, flautas y voz y César Lerner en acordeón, piano y percusión. Se dedican al klezmer, la música judía originaria de Europa Central. Pero, en realidad, hacen mucho más que eso. Porque ahí está, apenas, el punto de partida. Lerner y Moguilevsky improvisan, fantasean, juegan, y llevan las reglas del género hasta sus últimas consecuencias. Después de haber tocado en el famoso –e iconoclasta– Knitting Factory de Nueva York, recién llegados de su cuarta gira internacional, participantes en el disco Klezmer for Kosovo, grabado en Europa, e invitados al Festival de Jazz de Londres, presentarán en vivo el material del nuevo álbum el próximo jueves 26, en el Club del Vino (Cabrera 4737).

 

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