INDECENCIAS
Desde la famosa frase confesional Robo para la corona
que marcó como un estigma la década oficial de los
años 90, nunca antes de ahora las constancias judiciales
ubicaron al ex presidente Carlos Menem tan cerca de una acusación
formal por delitos estipulados en el Código Penal vigente.
Suficiente motivo para que la atención noticiosa de estos
días aplique la lupa sobre la investigación judicial
acerca del tráfico ilegal de armas producidas por Fabricaciones
Militares (FM) hacia Croacia y Ecuador. Los sendos decretos del
Poder Ejecutivo que autorizaron esas ventas nunca reconocieron a
los destinatarios finales, ni hay constancia firme hasta el momento
de las comisiones secretas cobradas, es decir coimas, ni de quiénes
las embolsaron en su provecho personal. Dos, por ahora, de los ex
ministros imputados en la misma causa, Oscar Camilión y Erman
González, han sugerido sin demasiados rodeos que la investigación
tendrá que involucrar a Menem para quedar completa. La detención
de Emir Yoma, hermano de Zulema, ex primera dama, y hombre de vara
alta en aquel gobierno, acusado de encabezar una asociación
ilícita dedicada a obtener beneficios privados de ese comercio
clandestino, reforzó las sugerencias. Domingo Cavallo, co-firmante
de los decretos del escándalo, después de siete años
de integrar el gabinete menemista, afirmó que Emir Yoma actuaba
siempre por instrucción directa del jefe del Estado.
Las sospechas generalizadas en la población referidas a la
acumulación de fortunas increíbles por corrupción
entre funcionarios y amigos de ese gobierno se mezclan con la incredulidad
pública en la posibilidad de impartir justicia a la persona
que la merezca, no importa su rango, antecedentes o identidad. La
reciente experiencia maligna en el Senado nacional, con la que no
pudo ni el vicepresidente Carlos Alvarez, fue otra prueba desalentadora.
Por eso, aunque la capacidad popular de indignación permanece
latente, la confianza en la igualdad ante la ley está muy
lastimada, herida demasiadas veces por sucesivas evidencias de impunidad,
resultantes de una perversa trama de influencias, sobornos, complicidades,
recíprocas protecciones mafiosas, solidaridad corporativa,
ruptura de la independencia del Poder Judicial y hasta presuntas
razones de Estado, de gobernabilidad o de
reconciliación y unidad nacionales. Sin las espesas
redes de impunidad, es probable que el país ya hubiera aportado
a la nómina latinoamericana de gobernantes caídos
por latrocinio, entre ellos el brasileño Collor de Mello,
el mexicano Salinas de Gortari, el venezolano Pérez y el
peruano Fujimori, por mencionar a los más cercanos en la
memoria colectiva.
Cada uno de ellos, en sus respectivos turnos, llegó a la
cima impulsado por el voto popular y creyó que era intocable
para siempre, hasta que extravió la omnipotencia por causas
diversas. También en esos países, los sistemas de
privilegios que hicieron de América latina la región
más injusta del mundo hacían suponer que los marcados
por el óleo sagrado nunca serían abandonados
a su suerte. Muchos se hacían cruces cada vez que imaginaban
semejantes situaciones, atormentados por augurios caóticos,
propios de las peores pesadillas. Sin embargo, sucedió lo
inimaginable y la tierra no se rajó, no brotaron los fuegos
infernales ni se desmoronaron los edificios. Tampoco, es cierto,
las ancestrales injusticias sociales quedaron canceladas tras la
caída de una camarilla de aprovechados y los pueblos tuvieron
que seguir bregando por destinos mejores, pero ahora con la confianza
de que se puede y la esperanza oxigenada. Esos sentimientos no son
figuras retóricas ni pueriles exhortaciones en contra de
la resignación fatalista, sino necesidades tan indispensables
como las demandas materiales. Ahora mismo, ¿cuántos
argentinos, que ya no saben en qué ni en quién confiar,
quieren creer que Cavallo es como Midas que convertía en
oro todo lo que tocaba y que logrará reconciliar a losmercados
con la justicia social? A la inversa, ¿cuántos delitos
ordinarios son cometidos hoy en día por jóvenes desesperanzados,
adolescentes en muchos casos, a los que les da igual matar o morir
porque han perdido todo sentido de pertenencia a la comunidad donde
nacieron?
Hasta por razones de elemental seguridad cotidiana, el país
requiere de una moral nueva, de decencia, honestidad, principios
éticos o como quieran catalogar esta demanda. El verdadero
riesgo del país, que no cotiza en Bolsa, hay que nombrarlo
con las 5-D: Desazón, Desilusión, Desconfianza, Desconcierto,
Desintegración. Podría agregarse otra: Diáspora.
No es poca la influencia de la corrupción sin castigo en
esos estados de ánimo. Aun partidarios del libre mercado
ya reconocen la nefasta obra de los bandidos. En muchos países
de la región el amiguismo, las conexiones políticas
y regalos se han convertido en las claves del éxito económico,
en lugar de la modernización de las empresas y el riesgo
empresarial (A. Oppenheimer, Ojos vendados, Estados Unidos
y el negocio de la corrupción en A. Latina). Los que desde
el movimiento popular vienen combatiendo por renovar esperanzas
contabilizan logros para nada insignificantes. Igual que un signo
emblemático, desde anteayer, Emir Yoma comparte la prisión
en Campo de Mayo con Emilio Massera, el Tigre Acosta y el Turco
Julián, reos por crímenes cometidos durante el régimen
del terrorismo de Estado, practicantes entusiastas del derecho
al botín como última justificación de
su abominable gestión. El contrabando del oro, las coimas
de IBMBanco Nación, el lavado de dinero a través
de sistemas bancarios, Raúl Moneta y el Federal Bank, las
conductas del titular del Banco Central, Pedro Pou, cuestionado
por legisladores, son otros tantos nombres, apellidos y títulos
de una lista más larga de tropelías que quedaron al
desnudo a la vista de todos. Los suicidios de Yabrán, Etchegoyen,
Cattáneo, nunca aclarados sin lugar a dudas, son trágicos
testimonios, algunos como víctimas, de una cadena de vicios
que no puede ni debe seguir agregando eslabones.
Oppenheimer, columnista del Miami Herald, escribió en el
libro citado que en el análisis de la corrupción pocos
han hablado de la otra cara de la moneda: el papel de las corporaciones
multinacionales y los gobiernos de los países industrializados
en los escándalos que han sacudido a la región.
Por ejemplo, ¿sería posible contrabandear armas a
Croacia y a Ecuador sin la autorización de la OTAN y, en
particular, de Estados Unidos? Podrán excusarse con que el
visto bueno no incluía el permiso para enviar armas usadas
o inútiles ni menos mezclar los deberes con los negocios
ilícitos. Si no lo supieron antes, tuvieron que saberlo después,
pese a lo cual le colgaron al menemismo la medalla de aliado
extra-OTAN. La actual reticencia norteamericana a ordenar
que se abran las cuentas del banco de esa nacionalidad y sede por
donde circularon las coimas del tráfico, ¿qué
es, una gentileza para el aliado? A la vista de tales antecedentes,
¿no es lógico preguntarse qué podría
suceder si las prácticas indecentes logran cobijo en el Area
de Libre Comercio para las Américas (ALCA)? Marta Maffei,
de CTERA, dio su propia respuesta: Será un instrumento
no sólo para ganar plata, sino, y principalmente, para vertebrar
por esta vía la cultura hegemónica del consumo, de
la disciplina social y de la formación de una mano de obra
totalmente acrítica, individualista y solitaria, adaptada
a la demanda empresaria y a la democracia formal que se satisface
con el voto encerrado en la política de la corrupción,
el estímulo, la protección y las facilidades para
el negocio del que hablamos y para tantos otros que ahora ni siquiera
podemos imaginar y siempre en el marco de la entrega incondicional
que hoy se denomina gobernabilidad.
Así como el negocio de la corrupción tiene dos caras,
tampoco será posible erradicarla mientras persista la tremenda
desigualdad. La misma página editorial de La Nación
que calificó a la huelga del 21 de marzo como un acto
de barbarie, ayer reclamaba en contra de la asistencia social
tal como se realiza en la actualidad por variadas deficiencias,
entre ellas altos niveles de corrupción, mientras
el 46 por ciento de los pobres son niños y casi la
mitad de los niños son pobres [...] Entre un
15 y 20 por ciento de los niños padecen desnutrición
crónica y la brecha de capacidades que esto genera entre
niños pobres y no pobres se transforma en irreversible
[...] El atraso escolar afecta en una proporción tres
veces mayor a los niños más pobres que a los más
pudientes. Termina pidiendo la garantía por el Estado
de un ingreso mínimo, primero para las familias indigentes
y luego a todas las familias pobres, a cambio de que los beneficiarios
asuman sus responsabilidades básicas, tales como atención
sanitaria desde el embarazo y la nutrición y
educación de los hijos. Por objetivos similares a estos
enunciados se cometió aquel supuesto acto de barbarie
y por las mismas razones los corruptos, además de la condena
que merezcan sus delitos específicos, también deben
ser castigados. La corrupción y la esperanza jamás
podrán marchar de la mano sin traicionarse.
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