La que se va a armar
La metáfora del Challenger. Las resistencias del menemismo a
Cúneo. Urso
bajo la lupa. La familia Yoma frente a Carlos Menem. Un texto de
Cavallo.
El sistema político en los albores de un mani pulite.
¿Usted sabe por qué se rompió el (trasbordador)
Challenger? Página/12 no responde porque está
claro que la pregunta que le hace el importante dirigente menemista
no va en pos de su respuesta. Es un recurso coloquial que anticipa
un argumento ya elaborado, ya usado en otras conversaciones. Por
una pieza de 80 dólares. Una junta de morondanga, que hizo
tronar un proyecto de millones de dólares, redondea
el operador de lujo a quien Página/12 inquiría acerca
de conspiraciones o manos negras.
Para el cuadro menemista no hay conspiraciones que valgan: la madre
del borrego es el descuido, la chapucería. Luis Sarlenga
es, cual la pieza defectuosa del Challenger, un eslabón débil,
olvidado. Un error trivial, una bicoca que detona un desastre. La
mujer de Sarlenga, sigue el relato, está muy enferma y adeuda
las expensas de su departamento, el empresario no tiene un peso,
ni abogado propio banca, lo patrocina la defensora oficial. Lo desampararon,
no lo contuvieron, lo dejaron pudrirse en la cárcel siguiendo
el noviazgo de Carlos Menem por los medios, no le dieron una mano
para conseguir una en términos menemistas irrisoria
fianza de 150.000 pesos. Sarlenga se quebró y prendió
el ventilador, apuntando hacia arriba, hacia Emir Yoma. Ahora Emir
está preso, nervioso y lleno de odio y esto parece
incontrolable, dice el ex funcionario, uno de los pocos que
conserva la calma y sin duda uno de quienes se espera que pueda
hacer algo.
Para los menemistas la Cámara (en rigor, la Sala
II de la Cámara Federal) es inoperable. No
la pudimos controlar cuando gobernábamos, qué vamos
a poder hacerle ahora, más describen que rezongan.
No abundan en reproches al juez Jorge Urso, llegado a la magistratura
apadrinado por Miguel Angel Toma y a quien siempre consideraron
tropa propia. Según ellos Urso hizo todo lo que pudo. Demoró,
le dio largas. Ahora, tras dos decisiones de la Cámara, no
le queda otra que hacerle caso. La frase Urso ya garpó
emitida por otro dirigente menemista con buena llegada a la justicia
federal (ver páginas 8 y 9) expresa bastante bien la pragmática
y resignada lectura de los hombres de derecho que rodean al ex presidente.
Una Cámara indócil, un juez que no lo es tanto pero
que está condicionado y bajo cien lupas. La cadena de lealtades
quebrada. Sarlenga contra Emir. Emir contra Menem. El menemismo
está en asamblea permanente atisbando que todo se salió
de madre. Sus principales dirigentes no creen en conspiraciones.
Al fin y al cabo, Carlos Corach ya habló con varios miembros
de primer nivel del Gobierno que le dejaron claro que ellos, nada
que ver. ¿Y Carlos Ruckauf? Está detrás
de la información que le pasó Caselli a Oscar Camilión,
no hay duda. Pero eso nomás. Se montó en la ola. No
la inventó, redondean sus compañeros-adversarios.
La explicación parece la más sensata. El tema de la
venta ilegal de armas se autonomizó, cobró vida propia,
por el funcionamiento (imperfecto pero no inexistente) del sistema
judicial, por la presión mediática, por la progresiva
pérdida de poder de los hombres del ex gobierno. Las teorías
conspirativas, al fin, desprecian la lógica de la poliarquía,
propia de las democracias.
Con todo, subsiste una duda importante que nadie alcanza a contestar
en forma creíble. ¿Por qué tanto rigor de Urso
en la detención de Emir Yoma? ¿Por qué ese
despliegue, la detención de madrugada? Con Emir Yoma, tan
luego. Un hombre poderoso, muy especial. Gran amigo de Menem, su
socio, su confidente, el que le prestó su hombro para que
llorara a su hijo muerto trágicamente. Y con buenas relaciones
en confines menos previsibles.
Amingos son los amingos
El peso de la verdad tiene 371 páginas, colmadas de datos
y nombres. Su primer capítulo como todo el resto del
libro hace centro en un escándalo del gobierno de Carlos
Menem: en ese caso la venta de armas. Ese capítulo acumula
durante 19 páginas nombres propios que pueblan los diarios:
Sarlenga, Erman González, Palleros. Eso sí, en la
crónica y la denuncia el autor del texto Domingo F.
Cavallo no menciona siquiera una vez a Emir Yoma. Es más,
si el lector se desliza al índice alfabético encuentra
que en casi cuatro centenares de páginas el megaministro
no cita una sola vez al ex megacuñado. Una omisión
que contraría toda lógica informativa y que alude,
antes que al peso de la verdad, a una excelente relación
entre el mediterráneo y el empresario de las curtiembres
riojanas. Un empresario con muñeca, como que se ingenió
para ser amigo, simultáneamente, de Alfredo Yabrán
y de Cavallo.
Emir es Menem, dijo Cavallo hoy y aquí, que no
en su alegato antimenemista y antiyabranista. Todos dicen lo que
nunca dijeron. Erman González sugiere que su padrino político,
el hombre que lo proyectó desde la nada política a
cuanto ministerio se puede imaginar, debe ir a Tribunales. Oscar
Camilión se defiende atacando, dosificando su presencia,
goteando información día por día.
El menemismo es una diáspora, una batalla de todos contra
todos. Por lo menos, de los Yoma contra Carlos Menem.
Un letrado para dos
bandos
En teoría, Mariano Cúneo Libarona podría parecer
el abogado ideal para representar simultáneamente los intereses
de los Yoma y de Menem. Como tal fungió en el Narcogate y
en la cruzada contra Hernán Bernasconi. Y hoy día
patrocina al ex presidente en un juicio que lo enfrenta a su ex
aliado Mario Rotundo siendo además representante de los Yoma.
Pero en la actual coyuntura los intereses y los afectos de dos familias
que unieron en el pasado sus destinos propenden a bifurcarse. Defender
con uñas y dientes a Emir puede incordiar a Menem. En ese
escenario, Cúneo parece decidido a encolumnarse sin dobles
lealtades.
Es ilustrativa una anécdota menuda del sábado 7. Tras
el interrogatorio de Urso a Yoma, el joven abogado trepó
a un taxi, y enfiló desde Comodoro Py hacia Ocampo y Las
Heras. Con su maletín a cuestas, los papeles todavía
en sus manos entró a una coqueta parrilla. Saludó
distraído a Pedro Pou, que cenaba en la intimidad y enfiló
hacia la mesa donde lo esperaban entre otros Amira Yoma y Chacho
Marchetti. La ex cuñada presidencial había llegado
poco antes desde Marbella donde, por razones variadas que incluyen
la vaca loca, naufragó el negocio de una parrilla que montó
por allí. Con ellos, con los Yoma, compartió Cúneo
sus primeros datos del expediente. A Menem lo vio recién
el domingo, antes del superclásico codificado.
El letrado mediático visitó a Corach en su estudio
el lunes y dialogó con él. Pero esa conversación
no parece haber conformado al ex ministro del Interior quien, como
la mayoría de los hombres más cercanos a Menem, piensa
que Cúneo es impredecible, que desconoce los códigos
esenciales de la política y que su imagen pública
no es la ideal para representar a ex funcionarios caídos
en desgracia. Tal como viene anunciando este diario, las primeras
espadas menemistas (no exclusivamente Corach) preferirían
que la defensa de Emir que puede llegar a ser la de Menem
recayera en profesionales más prestigiosos, al tiempo que
más políticos. Puestos a bartolear nombres
y aclarando que aún no han sido consultados los interesados
hablan de León Arslanian o de Mariano Cavagna Martínez.
Dos peronistas, ex camarista y ex ministro aquél, ex miembro
de la Corte éste. Podrían ser otros, arguyen, pero
siempre figuras de más piné que el dinámico,
posmoderno y no partidizado Cúneo.
Domingo de perros
Carlos Menem vivió un domingo de perros. Boca le dio un
zaino memorable a River y, minutos después, Emir le gritó
de lo lindo. Corach visitó al cuñado, de quien se
declara amigo, un día después y, aunque fue mejor
tratado que el Jefe, recibió las mismas señales que
él. Emir agobiado, requirente, en algún sentido amenazante.
No es Emir el único Yoma que recela de Menem y lo presiona.
El miércoles Corach almorzó con el ex presidente y
sintetizó así la experiencia ante amigos comunes:
Lindo almuerzo de Pascuas. Cada dos minutos lo llamaba algún
Yoma al celular. Y no para saludarlo, precisamente.
Dicho sea de paso, Corach y Luisa Riva Aramayo insisten en que ésta
visitó las oficinas del ex ministro para saludarlo por la
Pascua judía. Su coartada es simpática: ¿Cómo
vamos a reunirnos pared de por medio con Página/12 para conspirar?.
Parece imposible que incurran en ese desliz. También parece
imposible que el senador y su aliada en la Justicia se junten precisamente
ese lunes y hablen apenas del tiempo y de Pesaj.
Un punto de inflexión
Las operaciones, los personajes pintorescos, los pases de comedia,
no deberían impedir notar que el sistema político
está a las puertas de un punto de inflexión. Casi
todo un gabinete nacional puesto en el banquillo de los acusados,
incluyendo la posibilidad razonable de que el ex presidente desfile
por Comodoro Py. Algunos personajes son relativamente recién
llegados al poder, menemistas puros, paridos en 1989. Otros como
Camilión o Guido Di Tella integran un establishment político
más añejo. Todos compartieron una etapa en la que
las privatizaciones, la desesperación colectiva en pos de
la estabilidad, la entropía de la oposición y la carencia
de ética en el oficialismo, cambiaron la escala de la coima
en la Argentina. Pero no la inauguraron.
Tampoco se inventó la impunidad en ese entonces. Antes bien,
la actual etapa combina una inédita mezcla de conocimiento
público de los escándalos consecuencia de su
magnitud pero también de la prolongada vigencia de las garantías
democráticas con la falta de sanción que recorrió
toda nuestra historia anterior. Una alquimia que genera creciente
repulsión a la política, e incluso la opinable sensación
de que la corrupción nació en 1983 o como mucho
en 1989. Un declive a la antipolítica que puede empezar a
revertirse si la impunidad disminuye.
La venta ilegal de armas fue alguna vez explicada, entre bambalinas,
como una hija bastarda de las relaciones carnales. Un servicio prestado
a los Estados Unidos, en aras de un nuevo alineamiento internacional.
Más allá de la obvia perversidad del argumento queda
claro que si desde el Norte se quería triangular armas
quedan pendientes de explicación por qué éstas
eran truchas. Y el retorno sideral que acompañó la
jugarreta. Y nadie puede suponer que fue Bill Clinton quien ordenó
producir las explosiones de Río Tercero.
La venta de armas es una maqueta perfecta de lo que fue el menemismo.
Ahora se está corriendo el telón producto de los contrapoderes
de la democracia: la oposición, la rotación en el
mando, el periodismo, algunos jueces que resisten aprietes, tentativas
de soborno o promesas de ascensos que encubren desplazamientos del
tratamiento de causas de Estado. La democracia parió una
camarilla gobernante decadente pero también produce las condiciones
para juzgarla.
La posibilidad de que muchos poderosos de apenas ayer comiencen
a purgar sus culpas es un potencial salto de calidad para el sistema
político. También lo fue, un semestre atrás,
el escándalo de las coimas senatoriales que se diluyó
en el olvido y en el silencio. En este caso hay más elementos
acumulados, juicios que tramitan desde hace añares. Investigaciones
periodísticas. Fiscales y camaristas empeñosos. Y
nadie sensato que conozca los resortes del poder o que tenga sentido
común puede compartir la peregrina elaboración de
Jorge Urso que concluye que Yoma podía imponer su autoridad
a Camilión, Di Tella o Erman.
Curiosamente la Alianza, que hubiera vivido las actuales contingencias
en triunfo hace un año o dos o tres o cuatro, calla y observa.
Acaso teme.Ocurre que el superministro del actual gobierno lo era
también de aquél y firmó los susodichos decretos
rebosantes de falsedad ideológica. Y que el menemismo es,
estos días, para la administración De la Rúa,
un aliado más confiable que muchos de los integrantes del
Frepaso.
Hay momentos en que la política es como una ciénaga.
Cualquier movimiento que uno haga, se hunde más. Lo mejor
es quedarse quieto, razona un importante dirigente del PJ.
Sus colegas del oficialismo parecen darle razón, sin ponerse
al frente del mani pulite. Paralizados, tratando de adivinar su
futuro espiando de reojo cual si fueran Carlos Menem
a la cárcel de Campo de Mayo o a los tribunales de Comodoro
Py.
|