Por Sergio Moreno e Irina Hauser
En esto de las armas no
hay arreglo político. La Sala II (de la Cámara Federal)
es infranqueable, ahí no tenemos llegada. El ritmo de la causa
lo marcan ellos y van a llegar hasta el fondo, le dijo a Página/12
un importante dirigente menemista de exquisita influencia en la Justicia
federal. Es un problema serio para todo el mundo, se lamentó
después de que lo interrumpiera, en ese instante, un llamado del
propio Carlos Menem. Era viernes 6 de abril, 19.30. En ese mismo momento
el ex interventor de Fabricaciones Militares (FM) Luis Sarlenga deschavaba
en el juzgado de Jorge Urso lo que faltaba para que Emir Yoma fuera preso.
En el entorno del ex presidente acusaron recibo del quiebre
de Sarlenga, pero reconocen que tanto el disparador de la confesión,
cuanto la barrera que no podrán atravesar, están en la Sala
II: los camaristas Martín Irurzun, Horacio Cattani y Eduardo Luraschi
a quienes, confiesan por primera vez, nunca lograron doblegar.
Ese viernes 6, Sarlenga le aclaró al juez que su declaración
era un acto de traición. Dio una serie de detalles
y repitió diálogos memorables que derivaron en la detención
de Emir. Casi a la misma hora que el ex director de FM hacía este
despliegue en tribunales, un encumbrado operador del menemismo aseguraba
a este diario: Ya está todo dicho por la Cámara, queda
ver cuánto aguantan Sarlenga y (Edberto) González de la
Vega sin quebrarse. Menem está muy preocupado, está mal
en la causa.
Dos días antes, la Sala II que integran Irurzun, Cattani
y Luraschi había ordenado a Urso que indagara por asociación
ilícita al ex ministro de Defensa Erman González y al ex
canciller Guido Di Tella. Confirmó los procesamientos del otro
ex titular de Defensa, Oscar Camilión y del ex jefe del Ejército
Martín Balza. Con una alusión tácita a Menem, le
indicó al magistrado que apuntara a los niveles superiores
del Estado. Un dirigente cercano al ex ministro del Interior, Carlos
Corach, se lamentó entonces: Seguimos comprobando que esa
sala es imposible de operar.
A fines de abril de 1997, cuando los tres camaristas preparaban un fallo
suculento sobre el mismo tema, Corach y el entonces ministro de Justicia
Elías Jassan, hicieron toda clase de gestiones para presionarlos.
Corach incluso trató de convencer a su amiga la camarista Luisa
Riva Aramayo -miembro de la Sala I del mismo tribunal de que hablara
con sus colegas, aunque la magistrada optó por evitar la maniobra
y no empeorar la pésima relación que arrastraba con ellos.
Con emisarios varios el mensaje de todos modos llegó, pero no surtió
efecto. La Sala II le señaló a Urso, ya en aquel entonces,
que citara a declarar a Emir Yoma y que estudiara sus vinculaciones con
la empresa Daforel, en una de cuyas cuentas en Estados Unidos se depositó
una coima de 400 mil dólares por la venta de material bélico.
En 1998 el nombre de Yoma reapareció en una nueva resolución
de la Cámara que incluía un reto a Urso por las dilaciones
en la investigación. El fallo, además, pedía que
se investigara el rol de Balza como posible miembro de una asociación
ilícita así como los papeles de los ex ministros de Defensa,
de Economía y de Relaciones Exteriores.
La Cámara Federal, que está dividida en dos salas, es la
encargada de confirmar o rechazar los procesamientos de funcionario públicos.
La Sala I está integrada por Riva Aramayo una jueza nombrada
en el gobierno de Menem, a quien reconoce como amigo junto con Corach
y el ex jefe de la SIDE, Hugo Anzorreguy y Horacio Vigliani que
es pariente político de Corach aunque no siempre dócil a
los deseos del peronismo (el tercer lugar está vacante).
Según cuenta un funcionario que los conoce al dedillo, sus despachos
siempre tuvieron la puerta abierta y casi nadie necesita anunciarse para
pasar. El cambio de gobierno no ha modificado esa modalidad. La demostración
vino pegada al tema de las armas. Página/12 reveló que Riva
Aramayo se reunió el lunes pasado con el hoy senador Corach. En
el estudio del ex ministro también estaba el abogado de Emir Yoma,
preso hacía dos días, Mariano Cúneo Libarona. La
Sala II parece cultivar otro estilo. En esta misma causa, el ex camarista
León Arslanian, que defiende a Di Tella y al militar Juan Paulik,
y el ex juez y abogado de la SIDE Fernando Archimbal, que asiste a Erman
González, deben hacer piruetas para entrevistarse con los camaristas.
Entre quienes integran hoy la llamada sala independiente,
Cattani fue el único nombrado camarista durante el gobierno de
Alfonsín, en 1987. Venía de ejercer como abogado, aunque
su pasión siempre fue la docencia. El menemismo hizo varios intentos
por moverlo de ese puesto. Cuando le tocó analizar el expediente
del Yomagate junto con Mario Costa, ambos fueron tentados para ocupar
un tribunal oral. Costa aceptó, Cattani se quedó, y al poco
tiempo le ofrecieron un ascenso a la Cámara de Casación
Penal, que rechazó del mismo modo. El sobreseimiento de Amira Yoma
en el Yomagate fue resuelto por la Sala I, donde Riva Aramayo se encargó
de plasmar la estrategia oficial.
Luraschi, de raíces peronistas, entró a la Sala II en 1993
después de haber sido juez federal de Morón. Suele plegarse
a la postura de sus coequipers. Irurzun, un simpatizante radical con buen
diálogo con el menemismo, entró al tribunal de alzada en
1994.
Ya existieron intentos para que el trío en cuestión perdiera
el expediente sobre armas. Fueron recusados por prejuzgamiento, pero tanto
la sala opuesta como los jueces de Casación los defendieron. En
otra ocasión, el juez penal económico Marcelo Aguinsky,
que instruía en el mismo tema la investigación sobre contrabando,
elevó la causa a la Corte Suprema con la excusa de que estaba comprometido
un gobierno de otro país. Esa maniobra alentó las esperanzas
menemistas de que el alto tribunal absorbiera todo el caso. Sin embargo,
se declaró incompetente.
El miércoles pasado, en el acuerdo general de la Cámara
Federal, el trío de la Sala II cuestionó duramente a Riva
Aramayo por su visita a Corach. Le dijeron que no le creían que
le hubiera ido a dar, como intentó argumentar, las felices
Pascuas judías y que no corresponde a una jueza ir a ver
alegremente a un ex ministro hoy senador. En el fondo sospechan que fue
a colaborar con el salvataje de Yoma. Suponen que Cúneo Libarona
los podría recusar y que esta vez la Sala I se quedaría
con el caso para conceder la excarcelación al ex cuñado
de Menem. Con todo, los operadores menemistas están desesperanzados.
Creen que incluso Urso, quien también llegó a juez con Menem,
ahora tiene que hacer buena letra. Urso ya garpó.
Ahora, después de que la Sala II lo puso contra la pared, tiene
que salvar la ropa, dicen.
OPINION
por Horacio González
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Las armas de la traición
La palabra traición ha resonado. No es una palabra sencilla
en la política. Pertenece a ilustres arcaísmos y cada
vez que se pronuncia resurge el opulento relato bíblico como
fuente de inspiración. Además de la Biblia, las grandes
literaturas trágicas, los refinamientos cortesanos en los
palacios del Renacimiento, el lenguaje íntimo de los hombres
de Estado y buena parte de las hipótesis borgeanas o chestertonianas
sobre el yo especular, se basan en la traición. Los linajes
políticos que provienen de la Ilustración, por su
parte, rechazan invocarla. Las cosas no ocurren en forma oracular,
debido al juicio moral de un jefe victorioso o despechado, sino
por severas curvas históricas de grisácea impersonalidad.
Y si hay rupturas, desconocimientos, abstenciones o retiros entre
los hombres, habrá razones argumentales que puedan explicarlos,
más allá de las pasiones de obediencia voluntaria
o unción al elegido.
Es evidente que el pensamiento de Menem es de los que fundan su
idea de poder sobre la oscura dialéctica de la lealtad y
la traición. Se podrá decir que la razón política
tiene otras escalas morales, referidas al cumplimiento de metas
sociales que se validan por eficacia colectiva, por normas generales
de justicia o por beneficios generalizables que las estadísticas
mensuran. La jerga del político se nutre de tales expansiones.
Pero la idea de traición se mantiene como una esfinge al
servicio de una consulta personal definitiva. Y cada vez que se
la consulta (cada vez que Menem la consulta: es su único
saber político efectivo) la esfinge nos da la imagen de una
vida política convertida en una caótica piscina en
la que cada conciencia se debate solitariamente entre el quiebre
y la veneración. Este relato es fascinante y constituye la
folletinesca estopa que alimentó la vitalidad política
de Carlos Menem.
Su último discurso recordando las desafortunadas acciones
de Judas, seguido de la expresión no me dejen solo,
pone en crisis los estilos interpretativos corrientes con formulaciones
enigmáticas que tienen como motivo nutrir la cuerda entre
la beatitud y el patíbulo que desde siempre Menem mantuvo
tendida. He aquí que ahora podemos pasar desde la historia
bíblica hasta la historia argentina. Si la primera encarna
sobre las llamas de devoción o de pérfidos desvíos
albergados en el corazón de los hombres, la segunda lo hace
sobre tráficos clandestinos, poderes invisibles, dineros
en negro, cuentas secretas, etéreas rutas financieras, decretos
estatales que encubren negocios furtivos. Es el catálogo
que describe las nuevas formas operantes de los poderes mundanos.
Diríase en la lengua laica: con temas estructurales. Hablan
de producción de mercancías, de decisiones corporativas,
de poderes tan efectivos como indeclarados. Imposible no saber que
para enviar armas a un país en guerra desde un tercer país
a su vez garante de los armisticios que debe acordar el primero,
se precisa una compleja idea del tráfico por canales velados,
de la circulación económica detrás de bambalinas,
de la relación entre lo que puede decirse y la esencial ilegalidad
que es la matriz de la que nacen los poderes nuevos. Casi podría
decirse que se precisa un saber especial sobre la relación
¡entre la luz y las tinieblas!
Y entonces, nos sorprendemos con una curiosa similitud. La del lenguaje
sobre los secretos de las vastas economías contemporáneas
que actúan en las sombras y el lenguaje de la traición
en el cual solamente importaría la conciencia desierta de
los hombres, escogiendo su destino individual frente al poder. Esto
es, eligiendo según el destino circular borgeano (el traidor
era el héroe), según el destino bíblico (puede
anidar el Mal bajo el rostro del Bien), según el destino
laico (la diputada Carrió recobrando el concepto de traición
a la patria) y según el destino folletinesco (el ministro
Cavallo ofreciendo un culpable más alto, un personaje que
habla un castellano de opereta, casi extraído de los antiguos
films de James Bond, con casa en balnearios internacionales y pasaportes
falsos de difusas nacionalidades).
Con sorprendida turbación, percibimos entonces que el procedimiento
político de las grandes maquinarias económicas no
está en las antípodasdel lenguaje embrujado de la
traición. De esa mancomunión hizo su fuerza el menemismo
y ella misma puede ser la sibarítica pitanza de su ruina.
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OTRAS
VOCES
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Eduardo Menem, senador nacional PJ:
Se está sacando la causa de su normalidad porque
se está dirimiendo más a través de la prensa.
Es una causa que se politizó totalmente y esto no es saludable
para el conocimiento de la verdad porque acá hay un proceso
que lo lleva la justicia y otro que se hace desde los medios de
difusión. Me parece que es totalmente perjudicial, no entiendo
cómo la noticia de la citación de alguien, como le
sucedió el otro día a Antonio Erman González,
le llegue a través de un cable y no por una notificación
legal, que es como debería haber sido. Esto saca el tema
de la estricta legalidad procesal.
Alberto Kohan, ex secretario general de la Presidencia:
No se debe confundir a la gente, hay que opinar lo menos
posible porque el rumbo de esta causa es una decisión del
juez. Hay que tener claridad y seriedad. Debe ser el juez el que
emita opiniones, porque todo el resto lo que hace es confundir.
En esto las deducciones no ayudan en nada. Estoy leyendo todos los
días mentiras, sospechas y suposiciones. Hay que tener prudencia
al hablar de amigos del poder. Yo he hablado en estos días
con Menem que no está preocupado por la causa, sino que está
atento porque está preso alguien que conoce desde hace mucho
tiempo.
Alfredo Castañón, secretario Legal y Técnico
del Ministerio de Economía:
Hay gente que por distintas razones quiere complicar
a Domingo Cavallo en la causa que investiga la venta ilegal de armas.
En la medida que pase el tiempo va a haber gente que no le guste
nada que el país ande mejor por intereses políticos
y otros lo van a querer complicar para salvar su situación
personal. No es casual que el ex jefe del Ejército, Martín
Balza, haya dicho varias veces que Cavallo tiene que declarar porque
de él dependía la Aduana, cuando la Aduana no tenía
nada que ver con el tema.
Felipe Solá, vicegobernador bonaerense:
Carlos Menem sufre de una profunda debilidad y atraviesa
un mal momento.
Su discurso tiene algo de telenovela centroamericana. En eso de
que la gente o es leal o es traidora hay una especie de maniqueísmo.
¿Cuántos motes de traidor se le podrían poner
al ex presidente con esa visión cerrada, sobre todo desde
el punto de vista ideológico? Yo opino que Emir Yoma sabía
muy bien con quién hablar de negocios y con quién
no. Y lo que buscaba no era mostrar que mandaba, porque eso no podía
hacerlo, sino mostrarse como un hombre de reserva y de confianza,
donde la relación con el ex presidente era lo importante.
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