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EL MENEMISMO PREOCUPADO POR TRES CAMARISTAS
“La Sala II es infranqueable y allí no tenemos llegada”

Los camaristas federales Irurzun, Cattani y Luraschi, que llevan
la causa de las armas, se han convertido en la pesadilla del
ex presidente y sus hombres.

Carlos Menem nunca pudo doblegar a la Sala II de la Cámara.
Los tres jueces marcaron la dirección en la causa de las armas.

Por Sergio Moreno e Irina Hauser

“En esto de las armas no hay arreglo político. La Sala II (de la Cámara Federal) es infranqueable, ahí no tenemos llegada. El ritmo de la causa lo marcan ellos y van a llegar hasta el fondo”, le dijo a Página/12 un importante dirigente menemista de exquisita influencia en la Justicia federal. “Es un problema serio para todo el mundo”, se lamentó después de que lo interrumpiera, en ese instante, un llamado del propio Carlos Menem. Era viernes 6 de abril, 19.30. En ese mismo momento el ex interventor de Fabricaciones Militares (FM) Luis Sarlenga deschavaba en el juzgado de Jorge Urso lo que faltaba para que Emir Yoma fuera preso. En el entorno del ex presidente acusaron recibo del “quiebre” de Sarlenga, pero reconocen que tanto el disparador de la confesión, cuanto la barrera que no podrán atravesar, están en la Sala II: los camaristas Martín Irurzun, Horacio Cattani y Eduardo Luraschi a quienes, confiesan por primera vez, nunca lograron doblegar.
Ese viernes 6, Sarlenga le aclaró al juez que su declaración era “un acto de traición”. Dio una serie de detalles y repitió diálogos memorables que derivaron en la detención de Emir. Casi a la misma hora que el ex director de FM hacía este despliegue en tribunales, un encumbrado operador del menemismo aseguraba a este diario: “Ya está todo dicho por la Cámara, queda ver cuánto aguantan Sarlenga y (Edberto) González de la Vega sin quebrarse. Menem está muy preocupado, está mal en la causa”.
Dos días antes, la Sala II –que integran Irurzun, Cattani y Luraschi– había ordenado a Urso que indagara por asociación ilícita al ex ministro de Defensa Erman González y al ex canciller Guido Di Tella. Confirmó los procesamientos del otro ex titular de Defensa, Oscar Camilión y del ex jefe del Ejército Martín Balza. Con una alusión tácita a Menem, le indicó al magistrado que apuntara a “los niveles superiores del Estado”. Un dirigente cercano al ex ministro del Interior, Carlos Corach, se lamentó entonces: “Seguimos comprobando que esa sala es imposible de operar”.
A fines de abril de 1997, cuando los tres camaristas preparaban un fallo suculento sobre el mismo tema, Corach y el entonces ministro de Justicia Elías Jassan, hicieron toda clase de gestiones para presionarlos. Corach incluso trató de convencer a su amiga la camarista Luisa Riva Aramayo -miembro de la Sala I del mismo tribunal– de que hablara con sus colegas, aunque la magistrada optó por evitar la maniobra y no empeorar la pésima relación que arrastraba con ellos. Con emisarios varios el mensaje de todos modos llegó, pero no surtió efecto. La Sala II le señaló a Urso, ya en aquel entonces, que citara a declarar a Emir Yoma y que estudiara sus vinculaciones con la empresa Daforel, en una de cuyas cuentas en Estados Unidos se depositó una coima de 400 mil dólares por la venta de material bélico. En 1998 el nombre de Yoma reapareció en una nueva resolución de la Cámara que incluía un reto a Urso por las “dilaciones” en la investigación. El fallo, además, pedía que se investigara el rol de Balza como posible miembro de una asociación ilícita así como los papeles de los ex ministros de Defensa, de Economía y de Relaciones Exteriores.
La Cámara Federal, que está dividida en dos salas, es la encargada de confirmar o rechazar los procesamientos de funcionario públicos. La Sala I está integrada por Riva Aramayo –una jueza nombrada en el gobierno de Menem, a quien reconoce como amigo junto con Corach y el ex jefe de la SIDE, Hugo Anzorreguy– y Horacio Vigliani –que es pariente político de Corach aunque no siempre dócil a los deseos del peronismo– (el tercer lugar está vacante). Según cuenta un funcionario que los conoce al dedillo, sus despachos siempre tuvieron la puerta abierta y casi nadie necesita anunciarse para pasar. El cambio de gobierno no ha modificado esa modalidad. La demostración vino pegada al tema de las armas. Página/12 reveló que Riva Aramayo se reunió el lunes pasado con el hoy senador Corach. En el estudio del ex ministro también estaba el abogado de Emir Yoma, preso hacía dos días, Mariano Cúneo Libarona. La Sala II parece cultivar otro estilo. En esta misma causa, el ex camarista León Arslanian, que defiende a Di Tella y al militar Juan Paulik, y el ex juez y abogado de la SIDE Fernando Archimbal, que asiste a Erman González, deben hacer piruetas para entrevistarse con los camaristas.
Entre quienes integran hoy la llamada “sala independiente”, Cattani fue el único nombrado camarista durante el gobierno de Alfonsín, en 1987. Venía de ejercer como abogado, aunque su pasión siempre fue la docencia. El menemismo hizo varios intentos por moverlo de ese puesto. Cuando le tocó analizar el expediente del Yomagate junto con Mario Costa, ambos fueron tentados para ocupar un tribunal oral. Costa aceptó, Cattani se quedó, y al poco tiempo le ofrecieron un ascenso a la Cámara de Casación Penal, que rechazó del mismo modo. El sobreseimiento de Amira Yoma en el Yomagate fue resuelto por la Sala I, donde Riva Aramayo se encargó de plasmar la estrategia oficial.
Luraschi, de raíces peronistas, entró a la Sala II en 1993 después de haber sido juez federal de Morón. Suele plegarse a la postura de sus coequipers. Irurzun, un simpatizante radical con buen diálogo con el menemismo, entró al tribunal de alzada en 1994.
Ya existieron intentos para que el trío en cuestión perdiera el expediente sobre armas. Fueron recusados por prejuzgamiento, pero tanto la sala opuesta como los jueces de Casación los defendieron. En otra ocasión, el juez penal económico Marcelo Aguinsky, que instruía en el mismo tema la investigación sobre contrabando, elevó la causa a la Corte Suprema con la excusa de que estaba comprometido un gobierno de otro país. Esa maniobra alentó las esperanzas menemistas de que el alto tribunal absorbiera todo el caso. Sin embargo, se declaró incompetente.
El miércoles pasado, en el acuerdo general de la Cámara Federal, el trío de la Sala II cuestionó duramente a Riva Aramayo por su visita a Corach. Le dijeron que no le creían que le hubiera ido a dar, como intentó argumentar, “las felices Pascuas judías” y que no corresponde a una jueza ir a ver alegremente a un ex ministro hoy senador. En el fondo sospechan que fue a colaborar con el salvataje de Yoma. Suponen que Cúneo Libarona los podría recusar y que esta vez la Sala I se quedaría con el caso para conceder la excarcelación al ex cuñado de Menem. Con todo, los operadores menemistas están desesperanzados. Creen que incluso Urso, quien también llegó a juez con Menem, “ahora tiene que hacer buena letra”. “Urso ya garpó. Ahora, después de que la Sala II lo puso contra la pared, tiene que salvar la ropa”, dicen.

 

OPINION
por Horacio González

Las armas de la traición

La palabra traición ha resonado. No es una palabra sencilla en la política. Pertenece a ilustres arcaísmos y cada vez que se pronuncia resurge el opulento relato bíblico como fuente de inspiración. Además de la Biblia, las grandes literaturas trágicas, los refinamientos cortesanos en los palacios del Renacimiento, el lenguaje íntimo de los hombres de Estado y buena parte de las hipótesis borgeanas o chestertonianas sobre el yo especular, se basan en la traición. Los linajes políticos que provienen de la Ilustración, por su parte, rechazan invocarla. Las cosas no ocurren en forma oracular, debido al juicio moral de un jefe victorioso o despechado, sino por severas curvas históricas de grisácea impersonalidad. Y si hay rupturas, desconocimientos, abstenciones o retiros entre los hombres, habrá razones argumentales que puedan explicarlos, más allá de las pasiones de obediencia voluntaria o unción al elegido.
Es evidente que el pensamiento de Menem es de los que fundan su idea de poder sobre la oscura dialéctica de la lealtad y la traición. Se podrá decir que la razón política tiene otras escalas morales, referidas al cumplimiento de metas sociales que se validan por eficacia colectiva, por normas generales de justicia o por beneficios generalizables que las estadísticas mensuran. La jerga del político se nutre de tales expansiones. Pero la idea de traición se mantiene como una esfinge al servicio de una consulta personal definitiva. Y cada vez que se la consulta (cada vez que Menem la consulta: es su único saber político efectivo) la esfinge nos da la imagen de una vida política convertida en una caótica piscina en la que cada conciencia se debate solitariamente entre el quiebre y la veneración. Este relato es fascinante y constituye la folletinesca estopa que alimentó la vitalidad política de Carlos Menem.
Su último discurso recordando las desafortunadas acciones de Judas, seguido de la expresión “no me dejen solo”, pone en crisis los estilos interpretativos corrientes con formulaciones enigmáticas que tienen como motivo nutrir la cuerda entre la beatitud y el patíbulo que desde siempre Menem mantuvo tendida. He aquí que ahora podemos pasar desde la historia bíblica hasta la historia argentina. Si la primera encarna sobre las llamas de devoción o de pérfidos desvíos albergados en el corazón de los hombres, la segunda lo hace sobre tráficos clandestinos, poderes invisibles, dineros en negro, cuentas secretas, etéreas rutas financieras, decretos estatales que encubren negocios furtivos. Es el catálogo que describe las nuevas formas operantes de los poderes mundanos.
Diríase en la lengua laica: con temas estructurales. Hablan de producción de mercancías, de decisiones corporativas, de poderes tan efectivos como indeclarados. Imposible no saber que para enviar armas a un país en guerra desde un tercer país a su vez garante de los armisticios que debe acordar el primero, se precisa una compleja idea del tráfico por canales velados, de la circulación económica detrás de bambalinas, de la relación entre lo que puede decirse y la esencial ilegalidad que es la matriz de la que nacen los poderes nuevos. Casi podría decirse que se precisa un saber especial sobre la relación ¡entre la luz y las tinieblas!
Y entonces, nos sorprendemos con una curiosa similitud. La del lenguaje sobre los secretos de las vastas economías contemporáneas que actúan en las sombras y el lenguaje de la traición en el cual solamente importaría la conciencia desierta de los hombres, escogiendo su destino individual frente al poder. Esto es, eligiendo según el destino circular borgeano (el traidor era el héroe), según el destino bíblico (puede anidar el Mal bajo el rostro del Bien), según el destino laico (la diputada Carrió recobrando el concepto de traición a la patria) y según el destino folletinesco (el ministro Cavallo ofreciendo un culpable más alto, un personaje que habla un castellano de opereta, casi extraído de los antiguos films de James Bond, con casa en balnearios internacionales y pasaportes falsos de difusas nacionalidades).
Con sorprendida turbación, percibimos entonces que el procedimiento político de las grandes maquinarias económicas no está en las antípodasdel lenguaje embrujado de la traición. De esa mancomunión hizo su fuerza el menemismo y ella misma puede ser la sibarítica pitanza de su ruina.

 

OTRAS VOCES

Eduardo Menem, senador nacional PJ:
“Se está sacando la causa de su normalidad porque se está dirimiendo más a través de la prensa. Es una causa que se politizó totalmente y esto no es saludable para el conocimiento de la verdad porque acá hay un proceso que lo lleva la justicia y otro que se hace desde los medios de difusión. Me parece que es totalmente perjudicial, no entiendo cómo la noticia de la citación de alguien, como le sucedió el otro día a Antonio Erman González, le llegue a través de un cable y no por una notificación legal, que es como debería haber sido. Esto saca el tema de la estricta legalidad procesal”.

Alberto Kohan, ex secretario general de la Presidencia:
“No se debe confundir a la gente, hay que opinar lo menos posible porque el rumbo de esta causa es una decisión del juez. Hay que tener claridad y seriedad. Debe ser el juez el que emita opiniones, porque todo el resto lo que hace es confundir. En esto las deducciones no ayudan en nada. Estoy leyendo todos los días mentiras, sospechas y suposiciones. Hay que tener prudencia al hablar de amigos del poder. Yo he hablado en estos días con Menem que no está preocupado por la causa, sino que está atento porque está preso alguien que conoce desde hace mucho tiempo”.

Alfredo Castañón, secretario Legal y Técnico del Ministerio de Economía:
“Hay gente que por distintas razones quiere complicar a Domingo Cavallo en la causa que investiga la venta ilegal de armas. En la medida que pase el tiempo va a haber gente que no le guste nada que el país ande mejor por intereses políticos y otros lo van a querer complicar para salvar su situación personal. No es casual que el ex jefe del Ejército, Martín Balza, haya dicho varias veces que Cavallo tiene que declarar porque de él dependía la Aduana, cuando la Aduana no tenía nada que ver con el tema”.

Felipe Solá, vicegobernador bonaerense:
“Carlos Menem sufre de una profunda debilidad y atraviesa un mal momento.
Su discurso tiene algo de telenovela centroamericana. En eso de que la gente o es leal o es traidora hay una especie de maniqueísmo. ¿Cuántos motes de traidor se le podrían poner al ex presidente con esa visión cerrada, sobre todo desde el punto de vista ideológico? Yo opino que Emir Yoma sabía muy bien con quién hablar de negocios y con quién no. Y lo que buscaba no era mostrar que mandaba, porque eso no podía hacerlo, sino mostrarse como un hombre de reserva y de confianza, donde la relación con el ex presidente era lo importante”.

 

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