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El terremoto de ISL y sus temblores en la Argentina

La crisis terminal de la multinacional suiza que copó en poco tiempo el marketing del fútbol de la FIFA a la AFA y acaba de entrar en �quiebra virtual�, poniendo en peligro el
gran negocio. Sus movimientos en la Argentina: Boca, San Lorenzo, Talleres...

Fernando Miele y su gente: el
sueño del gerenciamiento suizo.

Por Gustavo Veiga

El fútbol entendido como un negocio quedó en el umbral de su propio efecto Tequila. Aunque, a este caso, debería denominárselo efecto Chocolate, porque así como aquella bebida tiene su origen en México, no hay producto más característico de Suiza que la golosina. Ocurre que si los tribunales de un diminuto cantón ratificaran la quiebra de la multinacional ISL, la economía del fútbol mundial y, por añadidura, del nuestro, podrían precipitarse a un abismo. El asunto está en manos de un puñado de jueces que residen en Zug, la región más próspera de la Confederación Helvética y sede de poderosas compañías internacionales que cuentan con enormes ventajas impositivas. Página/12 ya difundió en detalle la crisis del socio financiero de la FIFA en su edición del viernes, que ahora amplía esta nota y trata de entender por qué la AFA siguió la línea estratégica de su hermana mayor, al alentar aquí las operaciones de la filial argentina de ISL.
El contexto en que se desarrolla la debacle de la empresa fundada por Horst Dassler, hijo de Adolph, el fundador de Adidas, es desfavorable. A tono con la globalización de la corrupción, el fútbol acumula sus propios escándalos a escala planetaria: denuncias comprobadas de pasaportes falsos que afectan a jugadores y representantes, graves irregularidades en una de las entidades de más peso dentro de la FIFA –la Confederación Brasileña-, sospechas de lavado de dinero en numerosas operaciones entre clubes y un desmesurado flujo de dinero originado en contratos que cada vez se respetan menos. Esta última razón es la que ubicó a ISL en una situación crítica. La misma firma que a cambio de 2400 millones de dólares consiguió fracturar en 1998 el matrimonio de veinte años que mantenían la FIFA y la cadena OTI, ahora ni siquiera estaría en condiciones de pagarle a su socia, presidida por el suizo Joseph Blatter, unos 115 millones de dólares, en concepto de derechos por la televisación del Mundial 2002, que vencen en octubre próximo. Mientras tanto, la filial argentina de ISL ha ido expandiendo su influencia en el mercado local desde que desembarcó en Buenos Aires a fines de 1997. Conducida en sus inicios por Rogelio Riganti, un ex distribuidor de la metalúrgica Acindar y amigo personal de Julio Grondona, la delegación de la multinacional (una de las 34 en el mundo) constituyó aquí una sociedad con el Grupo Clarín que le aseguró a la AFA 30.000.000 de dólares por la comercialización de su merchandising. Con el tiempo, y tras un intento frustrado de que el ex rugbier y ex secretario de Deportes Hugo Porta se hiciera cargo de la filial, la conducción de ISL Argentina quedó en manos de otro ex jugador de rugby, Alejandro Travaglini.
Cuando estalló la crisis de la compañía, este último pidió instrucciones a la casa matriz para saber qué debía hacer. Desde Europa le respondieron que se remitiera al comunicado de la corporación ISMM (International Sports Media & Marketing), en rigor, el brazo comercial de la FIFA y de la cual depende ISL. Acaso porque no suponía el rápido desenlace del quebranto, Travaglini describía la estrategia para captar negocios en la revista oficial de la AFA que se editó a principios de este año: “En Argentina, los planes de la compañía para desarrollarse dentro del fútbol, además de AFA, son los de incorporar a su portafolio la representación de dos clubes de Primera División de fútbol, solamente, para ser incorporados a los ya representados (Flamengo y Gremio de Brasil) con lo que quedaría cerrado el rubro de fútbol. Una vez consolidado éste, el objetivo de la empresa es participar en otros deportes, como lo hace en el plano internacional, en el básquet o el atletismo, etc”.
ISL intentó sin éxito gerenciar Boca y San Lorenzo, además de insinuar un interés en Talleres de Córdoba si no prosperaba la segunda alternativa. Con la institución que ahora preside Pedro Pompilio –Mauricio Macri está en uso de licencia– se redactó un anteproyecto de contrato que no fue más allá de su tratamiento en una asamblea de representantes efectuada en octubre del año pasado. En cambio, en la entidad que conduce Fernando Miele, los suizos llegaron más lejos. La empecinada voluntad del presidente azulgrana de ir contra el sentimiento mayoritario de los socios e hinchas le alcanzó para aprobar un polémico convenio durante una no menos discutida asamblea, resistida por tres movilizaciones hacia el Nuevo Gasómetro y la AFA durante el verano.
Además, la oposición política que tiene el dirigente en San Lorenzo, llevó el tema a los Tribunales. La juez Silvia Caviglia dio curso a un pedido de no innovar que Miele apeló ante la Cámara. En tanto, se recibía en el club una nota en la que ISL desistía de su emprendimiento. En la última reunión de comisión directiva, el presidente admitió su traspié. Por eso, hoy, la compañía suiza ya no tiene demasiado qué hacer en Boedo.
Cuando la AFA ideó el denominado Plan de Recuperación mediante Inversiones Privadas en el Fútbol Profesional –el 7 de marzo de 2000– reglamentó un artículo (el 3) que, en su inciso b, afirma: “Dicha persona jurídica sólo podrá mantener una única relación contractual de estas características con un club que participe en los torneos organizados por la AFA, de la misma división profesional”. Se apuntaba a una cosa: que una empresa no controlara a más de una institución por la vía del gerenciamiento. En la práctica, este mandamiento estuvo en vías de incumplirse. Ningún dirigente de peso en el fútbol argentino alzó la voz para oponerse a la expansión de la multinacional suiza que, en los hechos, implicaba dominar los principales recursos de dos clubes grandes que compiten entre sí en Primera División.
Ahora, será un tribunal helvético –como el que ISL pretendía que arbitrara en eventuales controversias con San Lorenzo– el que decidirá la suerte de una de las principales corporaciones de marketing deportivo. La FIFA, la AFA y otras tantas federaciones y asociaciones están pendientesde ello porque su destino está atado al de la empresa cuyo desproporcionado crecimiento se convirtió en su propia trampa.

 

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