Por
Sergio Moreno
El
Estado argentino está parado bajo el dintel de dos serios conflictos
diplomáticos a causa de las faenas de su principal organismo de
inteligencia civil, la SIDE. El primero con su hasta el cambio de
gobierno socio en tareas de espionaje, los Estados Unidos: la Central
Intelligence Agency (CIA) acusa a la SIDE de haber filtrado a Página/12
una foto de su jefe de Estación en Buenos Aires, Ross Newland.
Este conflicto escaló desde una severísima queja que efectuó
la Central al Gobierno hasta una protesta diplomática efectuada
por el embajador norteamericano, James Walsh. La segunda crisis está
desatada con el principal socio comercial y regional de la Argentina,
Brasil. Durante la gestión de Hugo Anzorreguy, la SIDE realizó
informes detallados en un seminario organizado conjuntamente con la CIA
sobre la política brasilera de defensa química y biológica,
uno de los secretos mejor guardados en Brasilia, que hacen a sus intereses
nacionales.
En ese mismo seminario, los agentes argentinos entregaron a los norteamericanos
sus análisis sobre los interrogantes que plantean las situaciones
internas de Paraguay, Colombia, Venezuela y Chile. Peleado con americanos,
absolutamente distanciado de los brasileros y olvidado de los vínculos
con otros servicios de inteligencia europeos, el gobierno argentino se
sabe caminando en un peligroso abismo de indefensión ante cualquier
amenaza externa, particularmente la proveniente del terrorismo internacional.
El actual jefe de la SIDE, Carlos Becerra, bien podría enmarcar
a ambos problemas en el rubro herencia recibida. Arribado
a la Secretaría de Inteligencia tras la renuncia del banquero y
amiguísimo presidencial Fernando de Santibañes, este radical
cordobés de fluida y no ocultada relación con Enrique Coti
Nosiglia estrenó un sillón de Señor 5 más
que incómodo. De Santibañes fue renunciado a partir del
escándalo de los sobornos en el Senado, pero dejó funcionando
en la SIDE una estructura que le siguió siendo leal y funcional
(ver aparte).
Fue durante la gestión del banquero que las relaciones con la CIA
estallaron. Tal como reveló el diario La Nación el 17 de
setiembre del año pasado, el jefe de la Compañía
en Buenos Aires, Ross Newland, había denunciado al Señor
5 que sus agentes eran seguidos por los servicios de la SIDE. Hasta el
momento, De Santibañes paradójicamente, un ferviente
pronorteamericano había mantenido una política errática
hacia la CIA y esquiva hacia el chief station Newland. La crisis eclosionó
cuando el banquero ya no estaba de cuerpo (aunque sí en espíritu)
al mando de la secretaría: Página/12 publicó una
foto de Newland, hecho inédito en los anales del periodismo argentino
y de la CIA.
Los norteamericanos acusaron a la SIDE de haber perforado su sistema de
seguridad y responsabilizaron al gobierno argentino. Puntualmente, Newland
entregó un informe a Becerra que acusaba al jefe de Contrainteligencia
(área 85) de la secretaría, Alejandro Brousson (alias Alejandro
Bousquet), de haber sido el factótum de la gravísima filtración.
La crisis fue tratada en una reunión de urgencia en la Casa Rosada,
que este diario dio a conocer el pasado 14 de enero, donde se decidieron
los pasos a seguir. La consecuencia de aquella reunión obtuvo sus
primeros resultados esta semana, con el pase a disponibilidad de personal
de Brousson (ver aparte). Becerra es un convencido de la necesidad de
recomponer las relaciones con el más poderoso servicio de inteligencia
del mundo.
Diplomacia y espionaje
Durante
la década del 90, particularmente a partir del atentado terrorista
contra la AMIA, la inteligencia argentina forjó un nexocuasisimbiótico
con la CIA. Fue la estrategia adoptada por el entonces jefe de la SIDE,
Hugo Anzorreguy, a partir de la vulnerabilidad que demostraron en dos
oportunidades los servicios argentinos ante un enemigo nuevo, poderoso,
letal e inasible: el terrorismo islámico. Con el mismo fin, Anzorreguy
también tejió lazos con el Mossad israelí y creó
la Sala Patria actualmente Dirección de Contraterrorismo
Internacional a cuyo frente puso a Patricio Feening (alias Pedro
Fonseca) que fuera delegado de la SIDE en Israel y responsable del operativo
que capturó en México y repatrió al jefe del ERP
y el MTP Enrique Gorriarán Merlo. Hugo, como llaman
quienes lo quieren y quienes no al Señor 5 del gobierno de Carlos
Menem, no descuidó tampoco a los europeos: el BND alemán,
el Cesid español (uno de los preferidos de Anzorreguy) y los servicios
francés e italiano no escapaban a sus buenas artes, recibiendo
información y mutua cooperación cuando era requerida.
Pero nada de eso ocurrió con quien era y es el principal socio
comercial y aliado del país: Brasil. El sincretismo argentino-norteamericano
en temas de inteligencia y defensa puso más que nerviosa a la burocracia
de Brasilia. La desconfianza fue creciendo a partir de las operaciones
conjuntas que la CIA y la SIDE efectuaron con los nombres de Centauro
I, II y III en la triple frontera, un área calificada de
sancta sanctorum regional para las operaciones del terrorismo islámico.
Argentinos y americanos acusan (aún hoy) tanto al Paraguay cuanto
a Brasil de mantener una política más que tolerante para
con los árabes de distintas nacionalidades que pueblan la zona.
Y de negarse a cooperar para detectar a los posibles terroristas.
La diplomacia menemista tampoco ayudó a recomponer estas relaciones:
la permeabilidad de los sucesivos ministros de Defensa argentinos a las
alertas norteamericanas sobre la situación en Colombia y la incorporación
de la Argentina como asociado extra OTAN pusieron a los funcionarios brasileños
en alerta roja y los convencieron de que, si bien comercialmente formaban
un bloque con la Argentina, estratégicamente era un adversario.
Un equilibrio difícil de mantener.
Seminario de analistas
La política de relaciones antes carnales (de Guido Di Tella)
y ahora intensas (de Adalberto Rodríguez Giavarini) que mantiene
la Argentina con los Estados Unidos abonó la desconfianza entre
los principales socios sudamericanos. Esa tensión era, hasta el
momento, sostenible gracias a los esfuerzos de funcionarios de Buenos
Aires y Brasilia convencidos de la necesidad de limar cualquier aspereza.
Pero los espías argentinos abonaron con gasolina un chispero siempre
encendido.
El 14 y 15 de setiembre de 1999, tres meses antes de que Fernando de la
Rúa asumiera la Presidencia de la Nación, la CIA organizó
un seminario donde varios agentes, directores de área, jefes de
operaciones y delegados en el exterior de la SIDE iban a exponer sobre
los principales problemas de la región, según se entendían
desde Buenos Aires. Los americanos también harían escuchar
a sus expertos.
La agenda de las exposiciones de los espías argentinos comenzó
el primer día del seminario. El martes 14 de setiembre de 1999,
a las 15.15, en la suite 2D49 del hotel George Washington de la capital
norteamericana -ubicado a dos cuadras de la Casa Blanca, un experto
de la SIDE realizó una evaluación de la situación
económica de los países del Mercosur, tal vez la más
inocua de las exposiciones. El plato fuerte estuvo reservado para el día
siguiente:
A las 13.30 del miércoles
15, en la misma suite del mismo coqueto hotel, otro experto argentino
avanzó sobre la información que la SIDE tenía sobre
la situación en Colombia un país que los americanos
consideran el principal foco de desestabilización de la región
por la mezcla explosiva de guerrilla y narcotráfico y Venezuela,
gobernada por Hugo Chávez, uninestable, demagogo, populista y poderoso
político caribeño, según lo califican en Washington.
A las 14.15 del mismo día,
otro analista de la SIDE desgranó su análisis sobre dos
socios comerciales de la Argentina, Chile y Paraguay.
Fue a las 15.15 de ese miércoles
que los hombres de la SIDE abordaron el tema más complicado para
el futuro de las relaciones diplomáticas entre Brasil y la Argentina:
los americanos escucharon las evaluaciones e informaciones que los servicios
civiles argentinos tenían hasta ese momento sobre el Programa
defensivo químico-biológico de Brasil, un asunto estratégico
central y secreto que Brasilia guarda con celo y hace, directamente, a
su sistema de seguridad nacional.
En esta página se reproducen los facsímiles de los programas
entregados por los anfitriones de la CIA a cada uno de los invitados al
seminario armado entre la conducción de la SIDE y el chief station
porteño, Ross Newland.
La foto que ilustra la portada de Página/12 fue tomada en un restaurante
mexicano de Washington luego de la realización del seminario de
marras. El sonriente hombre de bigotes que ocupa el centro de la mesa
es conocido por los lectores de este diario: el chief station Newland.
A su alrededor, y no menos sonrientes, los agentes, delegados y directores
de la SIDE que participaron del encuentro secreto. Página/12 no
revela sus rostros ni identidades por considerar que no aportan al núcleo
central de esta nota.
Sin
red
El
Gobierno enfrenta una grave situación. Peleado con la CIA, enemistado
con los brasileños a punto tal que nadie se anima a predecir
si habrá retorno en este asunto, la gestión de De
Santibañes hizo languidecer, además, su sistema de relaciones
con los servicios europeos. Carlos Becerra, consciente de la dimensión
del problema, se lanzó a recomponer lazos con los americanos y
los europeos. La destitución de Brousson fue la medida exigida
por la CIA y el Departamento de Estado. Medida que, además, otorga
a Becerra mayor control de la SIDE (ver página 2). La segunda semana
de marzo, el sucesor de De Santibañes partió en misión
a Alemania, donde reflotó los contactos con el BND. La crisis económica
desatada por el breve paso por el ministerio de Ricardo López Murphy
y el ingreso al Gobierno de Domingo Cavallo hizo postergar otros dos viajes
que el jefe del espionaje criollo tenía programado en su política
de reconstitución: Italia y España.
Más difícil la tendrá con Brasil. Por la magnitud
de las infidencias cometidas seminario secreto mediante y
por la desconfianza irreductible que existe entre Brasilia y Washington.
Si bien el espionaje no deja de ser una forma cruenta de la diplomacia,
sus desaguisados requieren más que palabras para cerrar las heridas
que abre.
LA
SEGURIDAD DEL CHIEF STATION Y LA EYECCION DE UN AGENTE
Newland,
custodiado por gendarmes
Por
S. M.
El
jefe de estación de la CIA en Buenos Aires, Ross Newland, cuenta
desde hace poco más de un mes con una custodia de la Gendarmería
Nacional. El refuerzo fue solicitado por el superior inmediato de Newland,
el jefe de operaciones para América latina de Central Intelligence
Agency, con sede en Miami, en una reunión que mantuvo la segunda
semana de marzo con el titular de la fuerza de seguridad, comandante general
Hugo Miranda, en Buenos Aires. En ese momento, la crisis entre la CIA
y la SIDE mejor dicho, entre Estados Unidos y el gobierno argentino
estaba en su punto álgido: la Compañía
amenazaba mudar su estación de Buenos Aires a Montevideo y exigía
la cabeza de el mayor (R) Alejandro Brousson, jefe de Contrainteligencia
de la SIDE a quien los americanos acusaban de haber sido el demiurgo de
la filtración por la cual Página/12 obtuvo (y publicó)
una foto de Newland. Ahora Brousson está en disponibilidad
de personal, según confiaron a este diario dos fuentes vinculadas
a la inteligencia local. Ello significa una distensión con los
norteamericanos y, a la vez, el inicio del fortalecimiento de Carlos Becerra
al frente de la secretaría. Fortalecimiento que se produce por
la debilidad que el episodio produjo a los superiores de Brousson, el
ex Señor 5 Fernando de Santibañes y el actual número
dos de la SIDE y fiel ladero del banquero, Darío Richarte.
Cuando Becerra sucedió a De Santibañes, la estructura que
el banquero y amigo del Presidente había creado siguió funcionando
intacta. Las principales resortes de la secretaría de inteligencia,
concentrados mayormente es el área 85, Contrainteligencia, estaban
bajo control de Richarte y Brousson. Este último, un ex militar
del área de ingenieros, especializado en inteligencia, a quien
le achacan vínculos con los carapintadas y fue expulsado del Ministerio
del Interior cuando salió a la luz el espionaje realizado desde
allí a escuelas secundarias, sindicalistas y ONG, ingresó
a la SIDE en 1993, luego del escándalo. Tras el fin del menemismo,
Brousson fue patrocinado por Enrique Coti Nosiglia, padrinazgo
que el militar cambió rápidamente al ganarse la confianza
del ex banquero y de Richarte.
Brousson fue el blanco excluyente de los norteamericanos cuando este diario
publicó la primera foto de Newland. Primero el propio Newland y
luego (según dijo el diario La Nación el jueves pasado)
el embajador norteamericano James Walsh hicieron tronar su voz ante el
Gobierno por la permanencia de Brousson en un área crítica
de la SIDE. El espía militar siempre negó haber facilitado
la fotografía.
Me informan que Brousson ya está en disponibilidad en personal
de la secretaría dijo ayer este diario a un funcionario de
la SIDE.
Así es confirmó.
También me dijeron que quien finalmente lo convenció
de dejar su cargo fue Nosiglia, el martes pasado, en una reunión
en casa de Coti.
No lo puedo afirmar, pero Coti no lo recibe desde hace meses.
¿Le ofrecieron a Brousson el cargo de delegado de la SIDE
en Roma?
A nadie se le ofrece nada cuando pasa a disponibilidad en personal.
Eso habla de que la salida de Brousson no fue tan amigable
como se dijo.
En la secretaría ya comenzaron a hablar de los posibles reemplazantes
del militar al frente de Contrainteligencia. Según La Nación,
la troika de aspirantes estaría compuesta por Ezequiel Lanusse,
director de Observaciones Judiciales de la SIDE (la conocida en la jerga
como OJ), encargada de las escuchas telefónicas tan generosas en
este país, y ex secretario de Nosiglia cuando el radical fue ministro
del Interior durante la gestión presidencial de Raúl Alfonsín;
Javier Concepción, superintendente de Investigaciones Fiscales
y Aduaneras de la AFIP, vinculado a Richarte; y Víctor Cipolla,
delegado de la secretaría en España. Sólo la entronización
de Concepción significaría que Richarte, luego de la crisis
diplomática con Estados Unidos, mantiene el poder que supo heredar
de De Santibañes. Cierto es, también, que el sushi boy inició
una tarea de acercamiento a Becerra una vez desatado el affaire. Pero
es también cierto que Becerra estaba al frente de un organismo
del cual era el responsable político ante cualquier eventualidad
y no manejaba en su totalidad.
Por lo pronto, la ofrenda fue ofrecida a la CIA y al Departamento de Estado,
justo cuando una de las represalias contra la SIDE que la Compañía
pergeñaba era volcar sus esfuerzos económicos y de
know how hacia otras áreas de seguridad: Policía Federal
y Gendarmería, la misma Gendarmería a la que el principal
organismo de inteligencia del mundo pidió que cubriera las espaldas
de su chief station en Buenos Aires.
|