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CONFLICTO DIPLOMATICO CON ESTADOS UNIDOS Y BRASIL POR LAS ACCIONES DE LA SIDE
Cuando los espías olvidan el protocolo

La publicación que Página/12 realizó de una foto del jefe de la CIA en Buenos Aires, Ross Newland, generó una crisis con EE.UU., que acusa a la SIDE por la maniobra. A la vez, los informes que la SIDE reveló en un seminario secreto organizado por la CIA en Washington, en 1999, sobre el programa químico-biológico de Brasil amenaza con crear un cisma con el principal socio comercial de la Argentina. Newland, custodiado por gendarmes.

 

Por Sergio Moreno

El Estado argentino está parado bajo el dintel de dos serios conflictos diplomáticos a causa de las faenas de su principal organismo de inteligencia civil, la SIDE. El primero con su –hasta el cambio de gobierno– socio en tareas de espionaje, los Estados Unidos: la Central Intelligence Agency (CIA) acusa a la SIDE de haber filtrado a Página/12 una foto de su jefe de Estación en Buenos Aires, Ross Newland. Este conflicto escaló desde una severísima queja que efectuó la Central al Gobierno hasta una protesta diplomática efectuada por el embajador norteamericano, James Walsh. La segunda crisis está desatada con el principal socio comercial y regional de la Argentina, Brasil. Durante la gestión de Hugo Anzorreguy, la SIDE realizó informes detallados en un seminario organizado conjuntamente con la CIA sobre la política brasilera de defensa química y biológica, uno de los secretos mejor guardados en Brasilia, que hacen a sus intereses nacionales.
En ese mismo seminario, los agentes argentinos entregaron a los norteamericanos sus análisis sobre los interrogantes que plantean las situaciones internas de Paraguay, Colombia, Venezuela y Chile. Peleado con americanos, absolutamente distanciado de los brasileros y olvidado de los vínculos con otros servicios de inteligencia europeos, el gobierno argentino se sabe caminando en un peligroso abismo de indefensión ante cualquier amenaza externa, particularmente la proveniente del terrorismo internacional.
El actual jefe de la SIDE, Carlos Becerra, bien podría enmarcar a ambos problemas en el rubro “herencia recibida”. Arribado a la Secretaría de Inteligencia tras la renuncia del banquero y amiguísimo presidencial Fernando de Santibañes, este radical cordobés de fluida y no ocultada relación con Enrique “Coti” Nosiglia estrenó un sillón de Señor 5 más que incómodo. De Santibañes fue renunciado a partir del escándalo de los sobornos en el Senado, pero dejó funcionando en la SIDE una estructura que le siguió siendo leal y funcional (ver aparte).
Fue durante la gestión del banquero que las relaciones con la CIA estallaron. Tal como reveló el diario La Nación el 17 de setiembre del año pasado, el jefe de la “Compañía” en Buenos Aires, Ross Newland, había denunciado al Señor 5 que sus agentes eran seguidos por los servicios de la SIDE. Hasta el momento, De Santibañes –paradójicamente, un ferviente pronorteamericano– había mantenido una política errática hacia la CIA y esquiva hacia el chief station Newland. La crisis eclosionó cuando el banquero ya no estaba de cuerpo (aunque sí en espíritu) al mando de la secretaría: Página/12 publicó una foto de Newland, hecho inédito en los anales del periodismo argentino y de la CIA.
Los norteamericanos acusaron a la SIDE de haber perforado su sistema de seguridad y responsabilizaron al gobierno argentino. Puntualmente, Newland entregó un informe a Becerra que acusaba al jefe de Contrainteligencia (área 85) de la secretaría, Alejandro Brousson (alias Alejandro Bousquet), de haber sido el factótum de la gravísima filtración. La crisis fue tratada en una reunión de urgencia en la Casa Rosada, que este diario dio a conocer el pasado 14 de enero, donde se decidieron los pasos a seguir. La consecuencia de aquella reunión obtuvo sus primeros resultados esta semana, con el pase a disponibilidad de personal de Brousson (ver aparte). Becerra es un convencido de la necesidad de recomponer las relaciones con el más poderoso servicio de inteligencia del mundo.

Diplomacia y espionaje
Durante la década del 90, particularmente a partir del atentado terrorista contra la AMIA, la inteligencia argentina forjó un nexocuasisimbiótico con la CIA. Fue la estrategia adoptada por el entonces jefe de la SIDE, Hugo Anzorreguy, a partir de la vulnerabilidad que demostraron en dos oportunidades los servicios argentinos ante un enemigo nuevo, poderoso, letal e inasible: el terrorismo islámico. Con el mismo fin, Anzorreguy también tejió lazos con el Mossad israelí y creó la Sala Patria –actualmente Dirección de Contraterrorismo Internacional– a cuyo frente puso a Patricio Feening (alias Pedro Fonseca) que fuera delegado de la SIDE en Israel y responsable del operativo que capturó en México y repatrió al jefe del ERP y el MTP Enrique Gorriarán Merlo. “Hugo”, como llaman quienes lo quieren y quienes no al Señor 5 del gobierno de Carlos Menem, no descuidó tampoco a los europeos: el BND alemán, el Cesid español (uno de los preferidos de Anzorreguy) y los servicios francés e italiano no escapaban a sus buenas artes, recibiendo información y mutua cooperación cuando era requerida.
Pero nada de eso ocurrió con quien era y es el principal socio comercial y aliado del país: Brasil. El sincretismo argentino-norteamericano en temas de inteligencia y defensa puso más que nerviosa a la burocracia de Brasilia. La desconfianza fue creciendo a partir de las operaciones conjuntas que la CIA y la SIDE efectuaron –con los nombres de Centauro I, II y III– en la triple frontera, un área calificada de sancta sanctorum regional para las operaciones del terrorismo islámico. Argentinos y americanos acusan (aún hoy) tanto al Paraguay cuanto a Brasil de mantener una política más que tolerante para con los árabes de distintas nacionalidades que pueblan la zona. Y de negarse a cooperar para detectar a los posibles terroristas.
La diplomacia menemista tampoco ayudó a recomponer estas relaciones: la permeabilidad de los sucesivos ministros de Defensa argentinos a las alertas norteamericanas sobre la situación en Colombia y la incorporación de la Argentina como asociado extra OTAN pusieron a los funcionarios brasileños en alerta roja y los convencieron de que, si bien comercialmente formaban un bloque con la Argentina, estratégicamente era un adversario. Un equilibrio difícil de mantener.

Seminario de analistas
La política de relaciones antes carnales (de Guido Di Tella) y ahora intensas (de Adalberto Rodríguez Giavarini) que mantiene la Argentina con los Estados Unidos abonó la desconfianza entre los principales socios sudamericanos. Esa tensión era, hasta el momento, sostenible gracias a los esfuerzos de funcionarios de Buenos Aires y Brasilia convencidos de la necesidad de limar cualquier aspereza. Pero los espías argentinos abonaron con gasolina un chispero siempre encendido.
El 14 y 15 de setiembre de 1999, tres meses antes de que Fernando de la Rúa asumiera la Presidencia de la Nación, la CIA organizó un seminario donde varios agentes, directores de área, jefes de operaciones y delegados en el exterior de la SIDE iban a exponer sobre los principales problemas de la región, según se entendían desde Buenos Aires. Los americanos también harían escuchar a sus expertos.
La agenda de las exposiciones de los espías argentinos comenzó el primer día del seminario. El martes 14 de setiembre de 1999, a las 15.15, en la suite 2D49 del hotel George Washington de la capital norteamericana -ubicado a dos cuadras de la Casa Blanca–, un experto de la SIDE realizó una evaluación de la situación económica de los países del Mercosur, tal vez la más inocua de las exposiciones. El plato fuerte estuvo reservado para el día siguiente:
A las 13.30 del miércoles 15, en la misma suite del mismo coqueto hotel, otro experto argentino avanzó sobre la información que la SIDE tenía sobre la situación en Colombia –un país que los americanos consideran el principal foco de desestabilización de la región por la mezcla explosiva de guerrilla y narcotráfico– y Venezuela, gobernada por Hugo Chávez, uninestable, demagogo, populista y poderoso político caribeño, según lo califican en Washington.
A las 14.15 del mismo día, otro analista de la SIDE desgranó su análisis sobre dos socios comerciales de la Argentina, Chile y Paraguay.
Fue a las 15.15 de ese miércoles que los hombres de la SIDE abordaron el tema más complicado para el futuro de las relaciones diplomáticas entre Brasil y la Argentina: los americanos escucharon las evaluaciones e informaciones que los servicios civiles argentinos tenían hasta ese momento sobre el “Programa defensivo químico-biológico de Brasil”, un asunto estratégico central y secreto que Brasilia guarda con celo y hace, directamente, a su sistema de seguridad nacional.
En esta página se reproducen los facsímiles de los programas entregados por los anfitriones de la CIA a cada uno de los invitados al seminario armado entre la conducción de la SIDE y el chief station porteño, Ross Newland.
La foto que ilustra la portada de Página/12 fue tomada en un restaurante mexicano de Washington luego de la realización del seminario de marras. El sonriente hombre de bigotes que ocupa el centro de la mesa es conocido por los lectores de este diario: el chief station Newland. A su alrededor, y no menos sonrientes, los agentes, delegados y directores de la SIDE que participaron del encuentro secreto. Página/12 no revela sus rostros ni identidades por considerar que no aportan al núcleo central de esta nota.

Sin red
El Gobierno enfrenta una grave situación. Peleado con la CIA, enemistado con los brasileños –a punto tal que nadie se anima a predecir si habrá retorno en este asunto–, la gestión de De Santibañes hizo languidecer, además, su sistema de relaciones con los servicios europeos. Carlos Becerra, consciente de la dimensión del problema, se lanzó a recomponer lazos con los americanos y los europeos. La destitución de Brousson fue la medida exigida por la CIA y el Departamento de Estado. Medida que, además, otorga a Becerra mayor control de la SIDE (ver página 2). La segunda semana de marzo, el sucesor de De Santibañes partió en misión a Alemania, donde reflotó los contactos con el BND. La crisis económica desatada por el breve paso por el ministerio de Ricardo López Murphy y el ingreso al Gobierno de Domingo Cavallo hizo postergar otros dos viajes que el jefe del espionaje criollo tenía programado en su política de reconstitución: Italia y España.
Más difícil la tendrá con Brasil. Por la magnitud de las infidencias cometidas –seminario secreto mediante– y por la desconfianza irreductible que existe entre Brasilia y Washington. Si bien el espionaje no deja de ser una forma cruenta de la diplomacia, sus desaguisados requieren más que palabras para cerrar las heridas que abre.


LA SEGURIDAD DEL CHIEF STATION Y LA EYECCION DE UN AGENTE
Newland, custodiado por gendarmes

Por S. M.

El jefe de estación de la CIA en Buenos Aires, Ross Newland, cuenta desde hace poco más de un mes con una custodia de la Gendarmería Nacional. El refuerzo fue solicitado por el superior inmediato de Newland, el jefe de operaciones para América latina de Central Intelligence Agency, con sede en Miami, en una reunión que mantuvo la segunda semana de marzo con el titular de la fuerza de seguridad, comandante general Hugo Miranda, en Buenos Aires. En ese momento, la crisis entre la CIA y la SIDE –mejor dicho, entre Estados Unidos y el gobierno argentino– estaba en su punto álgido: la “Compañía” amenazaba mudar su estación de Buenos Aires a Montevideo y exigía la cabeza de el mayor (R) Alejandro Brousson, jefe de Contrainteligencia de la SIDE a quien los americanos acusaban de haber sido el demiurgo de la filtración por la cual Página/12 obtuvo (y publicó) una foto de Newland. Ahora Brousson está en “disponibilidad de personal”, según confiaron a este diario dos fuentes vinculadas a la inteligencia local. Ello significa una distensión con los norteamericanos y, a la vez, el inicio del fortalecimiento de Carlos Becerra al frente de la secretaría. Fortalecimiento que se produce por la debilidad que el episodio produjo a los superiores de Brousson, el ex Señor 5 Fernando de Santibañes y el actual número dos de la SIDE y fiel ladero del banquero, Darío Richarte.
Cuando Becerra sucedió a De Santibañes, la estructura que el banquero y amigo del Presidente había creado siguió funcionando intacta. Las principales resortes de la secretaría de inteligencia, concentrados mayormente es el área 85, Contrainteligencia, estaban bajo control de Richarte y Brousson. Este último, un ex militar del área de ingenieros, especializado en inteligencia, a quien le achacan vínculos con los carapintadas y fue expulsado del Ministerio del Interior cuando salió a la luz el espionaje realizado desde allí a escuelas secundarias, sindicalistas y ONG, ingresó a la SIDE en 1993, luego del escándalo. Tras el fin del menemismo, Brousson fue patrocinado por Enrique “Coti” Nosiglia, padrinazgo que el militar cambió rápidamente al ganarse la confianza del ex banquero y de Richarte.
Brousson fue el blanco excluyente de los norteamericanos cuando este diario publicó la primera foto de Newland. Primero el propio Newland y luego (según dijo el diario La Nación el jueves pasado) el embajador norteamericano James Walsh hicieron tronar su voz ante el Gobierno por la permanencia de Brousson en un área crítica de la SIDE. El espía militar siempre negó haber facilitado la fotografía.
–Me informan que Brousson ya está en disponibilidad en personal de la secretaría –dijo ayer este diario a un funcionario de la SIDE.
–Así es –confirmó.
–También me dijeron que quien finalmente lo convenció de dejar su cargo fue Nosiglia, el martes pasado, en una reunión en casa de Coti.
–No lo puedo afirmar, pero Coti no lo recibe desde hace meses.
–¿Le ofrecieron a Brousson el cargo de delegado de la SIDE en Roma?
–A nadie se le ofrece nada cuando pasa a disponibilidad en personal. Eso habla de que la salida de Brousson no fue tan “amigable” como se dijo.
En la secretaría ya comenzaron a hablar de los posibles reemplazantes del militar al frente de Contrainteligencia. Según La Nación, la troika de aspirantes estaría compuesta por Ezequiel Lanusse, director de Observaciones Judiciales de la SIDE (la conocida en la jerga como OJ), encargada de las escuchas telefónicas tan generosas en este país, y ex secretario de Nosiglia cuando el radical fue ministro del Interior durante la gestión presidencial de Raúl Alfonsín; Javier Concepción, superintendente de Investigaciones Fiscales y Aduaneras de la AFIP, vinculado a Richarte; y Víctor Cipolla, delegado de la secretaría en España. Sólo la entronización de Concepción significaría que Richarte, luego de la crisis diplomática con Estados Unidos, mantiene el poder que supo heredar de De Santibañes. Cierto es, también, que el sushi boy inició una tarea de acercamiento a Becerra una vez desatado el affaire. Pero es también cierto que Becerra estaba al frente de un organismo del cual era el responsable político ante cualquier eventualidad y no manejaba en su totalidad.
Por lo pronto, la ofrenda fue ofrecida a la CIA y al Departamento de Estado, justo cuando una de las represalias contra la SIDE que “la Compañía” pergeñaba era volcar sus esfuerzos –económicos y de know how– hacia otras áreas de seguridad: Policía Federal y Gendarmería, la misma Gendarmería a la que el principal organismo de inteligencia del mundo pidió que cubriera las espaldas de su chief station en Buenos Aires.

 

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