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RESIGNACION POR EL VOTO ARGENTINO EN LA ONU
Una derrota llamada Cuba

Alfonsín y Alvarez ya asumen que Argentina votará contra Cuba el miércoles. Habrá protestas, pero no gestiones para cambiarlo.

Los sectores del oficialismo que se oponen a que el Gobierno repita el voto negativo contra Cuba en la ONU –en rigor, están en contra tanto la conducción del radicalismo como la del Frepaso– ya se resignaron a una derrota. No realizarán gestiones de último momento para torcer la voluntad de Cancillería, pero sí habrá protestas. Por ejemplo, la UCR que preside Raúl Alfonsín adelantó que no acompañará la decisión de Fernando de la Rúa. Con todo, cerca del ex presidente les queda una última esperanza que no tiene origen aquí sino más allá de nuestras fronteras: que al comprender que no consiguen el número necesario para ganar, Estados Unidos decida que este año no se vote el tema Cuba.
En el radicalismo coinciden en que la crisis política les jugó en contra. Porque luego del entredicho diplomático que provocaron las declaraciones de Fidel Castro –”lamebotas yanquis”, dijo sobre el gobierno argentino–, el debate sobre Cuba quedó eclipsado ante el cambio de ministros y el arribo de Domingo Cavallo. “Sería bueno aclarar que nunca hubo ningún tipo de debate sobre la cuestión”, insisten en el Comité Nacional de la UCR. Igual, adelantan que decida lo que se decida, Alfonsín aclarará que “la política exterior la maneja el Presidente”.
Claro que De la Rúa no podrá evitar las protestas de Alfonsín y Carlos “Chacho” Alvarez, quienes hicieron todo lo posible porque la Argentina cambiara su voto contra Cuba por la abstención, que es la posición que mantendrán los principales gobiernos latinoamericanos y fue la histórica del país hasta el menemismo. La reunión anual del Comité de Derechos Humanos de la ONU se realizará el miércoles en Ginebra y todo parece indicar que Estados Unidos no consiguió los votos necesarios para que ganara su moción. Según los cálculos que se hacen en Ginebra, el gobierno norteamericano no contaría con más de 20 votos sobre el total de 53 miembros que integran la comisión.
Esta posibilidad es lo único que mantiene viva la esperanza de radicales y frepasistas. Según la información que pudieron obtener en sus contactos con la embajada norteamericana, este año Estados Unidos no tendría muy buen ánimo para encajar una derrota. No porque habitualmente no las acepten –suelen sufrir derrotas diplomáticas e incluso en el tema Cuba las han tenido en numerosas ocasiones– sino porque la debutante gestión de George Bush entiende que les debe mucho a los cubanos anticastristas radicados en Miami y no querría darles un disgusto. Está muy claro que, si Estados Unidos pierde, el ganador será el gobierno de Fidel Castro.
“Este año no es igual a cualquier otro. Creo que eso nos puede beneficiar”, se esperanzaba ayer un radical especializado en temas de política exterior.

OPINION

Por Atilio Borón

El Estado-cliente

Si Argentina vota contra Cuba en las Naciones Unidas, en primer lugar se confirmaría la exactitud del pronóstico de Castro, que diera lugar a tantas discusiones unos meses atrás. En segundo lugar, se ratificaría la continuidad de la política de relaciones carnales inaugurada por el menemismo. En tercer lugar, se confirmaría también que la Argentina no tiene una política exterior y que las principales iniciativas en esa materia obedecen a los dictados de los Estados Unidos. Otra muestra de ello es la posición vacilante respecto del Mercosur de frente al ALCA.
Un voto así profundizaría nuestro aislamiento en relación con nuestros socios del Mercosur y otros países de América latina y nos rafiticaría como un Estado-cliente de Washington. No serían pocos los que pensarán que esto es una de las monedas de cambio que Estados Unidos exigió para otorgar el famoso blindaje financiero. Otra consideración tiene que ver con la inconsistencia de la política exterior norteamericana, que parece pasar desapercibida para nuestro gobierno. En efecto, ¿cómo comprender una condena a Cuba por violación a los derechos humanos mientras los Estados Unidos eximen a China de la misma falta? Sólo una visión muy estrecha y miope puede ignorar que esto es un asunto eminentemente político y comercial y que la Argentina se está prestando a una maniobra incalificable, al proceder como se supone que va a actuar. Sería bueno que nuestro gobierno se interrogase acerca del derecho que nos asiste a condenar a otros países por presuntas violaciones a los derechos humanos cuando tales derechos se violan todos los días en la Argentina. ¿O es que condenar a más de un tercio de la población argentina a vivir en condiciones de pobreza e indigencia no significa violar los derechos humanos más elementales de una población? ¿O es que atacar a la educación pública y condenar a grandes sectores de la población a la ignorancia no significa una violación a los derechos humanos? Para no hablar de nuestros hospitales, de nuestras comisarías, de nuestras cárceles y de nuestro sistema judicial.

 

OPINION

Por Andrés Cisneros *

Es Cuba, no Castro

Lo que ha venido ocurriendo en torno al voto sobre los derechos humanos en Cuba podría enseñarse en las universidades como un ejercicio redondo de lo que se denomina bartardización de los principios: ambos extremos del arco político definieron el voto antes de conocerse el informe de las Naciones Unidas. Resultaría por lo menos alarmante que una Alianza que en política interna hizo de la defensa de los derechos humanos una bandera absoluta, rehusara trasladar esos valores a su política exterior, subordinando su voto al apoyo ideológico del gobernante amigo. Sin embargo, es justamente eso lo que han expresado públicamente los presidentes de los dos partidos que la componen, Alvarez y Alfonsín, generando una revulsión interna que en el gobierno se ha preferido canalizar en el formato de la puja antes que en el del debate.
Hay tres maneras de tomar una decisión como ésta: desde el idealismo, desde el realismo o desde el pragmatismo. Desde el idealismo, nada parece más elevado que hacer respetar los derechos humanos, no importa quién gobierne. Desde el realismo, nada parece más conveniente que acompañar el consenso generalizado del mundo occidental al que pertenecemos. Y desde el pragmatismo, nada peor que exhibir un doble estándar (uno adentro, otro afuera), con dictadores amigos o no tanto. El único voto que resultaría a la vez idealista, realista y pragmático es el que la Argentina viene emitiendo desde hace años: a favor de que a la sociedad cubana se le respeten sus derechos humanos. Exactamente como hacemos en el tema del embargo norteamericano, contra el que siempre nos hemos pronunciado.
La clave de cualquier política exterior acertada radica en la correcta identificación del interés nacional en cada momento. En este caso debemos tener en cuenta la aún pobre imagen internacional de nuestro país en materia de derechos humanos. Con o sin razón, la Argentina hace décadas es visualizada como bastante fascista, refugio histórico de prófugos nazis, con un índice de antisemitismo nada bajo, con más años de dictaduras que de democracia y una guerra sucia que se llevó a miles de compatriotas. Nuestras calificaciones en esta materia constituyen una de las asignaturas más pendientes de nuestra imagen en el mundo. Ergo, es del interés nacional que, dondequiera que se vote a favor de los derechos humanos, la Argentina no aparezca subordinada a otra cosa que no fuere la defensa del pueblo afectado. Es justo que así sea, y además, conviene que así sea.
Es verdad que alguna vez se ha votado en abstención en el caso de otros países, en situaciones en que la ONU había verificado progresos sustanciales. Con la abstención, apuntalábamos ese proceso. Falta mucho, pero hay avances. No conocemos aún el informe de este año, pero nada de eso parece ocurrir en Cuba. Basta con leer los informes de Amnesty International, Human Rights Watch o la Sociedad Interamericana de Prensa, tan profusamente divulgados cuando afectan a dictadores que no son Fidel Castro. Existe hoy en el mundo un lento pero creciente consenso de que los derechos humanos deben respetarse y hacerse respetar por encima de banderías políticas o afinidades ideológicas. Un debate abierto sobre el voto del caso cubano permitirá a nuestros conciudadanos (y al mundo) identificar, en serio, dónde está verdaderamente parado cada uno de nosotros.
* Ex vicecanciller.

 

 

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