Por
Sol Alameda
El País
El
mes pasado usted hizo la presentación en Madrid de un candidato
del PSOE. Usted ha sido siempre un hombre de izquierda, pero ahora se
significa con un partido concreto. ¿Por qué?
Esa idea de que los políticos son los que tienen que dedicarse
a hacer política y los demás, a mirar cómo la hacen,
pues no. Políticos somos todos, y sobre todo en situaciones de
emergencia. Si las cosas van bien, a lo mejor se puede poner el piloto
automático y que funcione solo todo; pero cuando hay una amenaza
totalitaria sobre la democracia, a mí me parece que los ciudadanos
deben salir a la calle, participar e implicarse. Y dar la impresión
a los políticos de que no están solos, de que no viven en
una burbuja aparte de los demás, sino que están representando
cosas y a gente. Y sí, algunos desde hace año y pico hemos
decidido hacer cosas que no sean simplemente escribir un articulito de
vez en cuando, sino algo que te implique un poco más.
Ultimamente, además de ser filósofo, comienza a tener
un peso en la sociedad vasca. ¿Hay un momento concreto que lo impulsa
a dar ese paso?
Al final de la tregua de ETA, nos pareció que las condenas
retóricas a la violencia ya no bastaban. Que lo que hacía
falta no era decir lo que no nos gustaba, sino lo que sí nos gustaba;
que en este caso es el Estado de derecho, la constitución, el Estatuto.
La novedad del grupo Basta Ya. Es que hemos salido a la calle en defensa
del Estado de derecho.
Antes se pedía a ETA que dejara de matar, y casi no se iba
más allá. Lo nuevo es que ahora se está cuestionando
la ideología que lleva al uso de esa violencia.
Es que la ideología de ETA es tan mala como sus métodos.
Los métodos son escandalosamente malos, pero lo mismo que a mí
me parece que la ideología nazi era tan mala como el ejército
nazi, y que el ejército nazi se explicaba por la ideología
nazi, pues igualmente me parece que eso de que todas las ideas se puedan
defender en democracia, pues no es verdad. No es verdad que las ideas
xenófobas, segregacionistas, se puedan defender. Y hay que combatirlas.
Sin embargo, la independencia es una opción política.
A mi juicio, puedes tener un proyecto independentista; como proyecto,
no hay problema. Lo que es una trampa es decir: mire usted, yo estoy entre
el Estado de derecho y ETA, y entre los dos, que tiran de mí, uno
de un lado y otro de otro, a ver qué hago. Mire cómo sufro.
Y no, no se puede estar entre el Estado de derecho y ETA. Uno está
con el Estado de derecho contra ETA. Luego, la concepción que tiene
uno de ese Estado de derecho, pues puede que uno quiera que evolucione
hacia la independencia o lo que sea. Pero, desde luego, tienes que partir
de lo que hay, que es el Estado de derecho. No hay otro método.
Nuestra idea era romper esa equidistancia, eso de ni con España
ni con ETA. Pues no, mire usted, los vascos, hoy por hoy, formamos parte
del Estado español y somos ciudadanos españoles. Si a usted
eso no le gusta y en el futuro quiere cambiarlo, pues vaya usted arreglándose
para, en el futuro, convencernos. Pero no nos pegue ni nos amenace porque
así no va a conseguir nada. Eso es lo que hace falta decirles claramente.
¿Sus amigos le dicen Fernando, cuidado, que te estás
pasando?
Sí, lo que pasa es que me molesta mucho convertir en cuestión
psicológica lo que son cuestiones de política y sociología.
Y lo mismo que hay un señor que te elogia y te dice que eres un
héroe, que desde el Cid Campeador no hay nadie como tú que
es otra tontería, está esa otra gente que te dice:
es que estás obsesionado, es que estás muy nervioso. Como
si fueran vapores histéricos que tiene uno...
¿Hay otros que se muestran comprensivos, paternalistas, porque
lo está pasando tan mal..? Sí, hay un discurso curioso
que hacen sobre todo los nacionalistas, y que es decir, comprendemos que
digan lo que dicen esas personas que tienen que ir con escoltas. Claro,
cómo viven así es comprensible. Hay que decirles: no, mire,
llevamos escolta porque hemos dicho lo que decimos; no es que yo haya
nacido con escolta y que eso me haya llevado a decir lo que digo; sino
que primero dije lo que digo, y a partir de ese momento tuvieron que ponerme
escolta. El colmo de la hipocresía nacionalista es que el efecto
se convierte en causa.
En los ochenta, en este periódico, le hicimos una entrevista
y la titulamos El filósofo humorista. Ahora eso estaría
fuera de lugar.
Pero siempre he sido muy humorista, no creas. Quizá con los
años se le obliga a uno a una seriedad que me horroriza. Eso de
que me tomen en serio, y el verme rodeado de respeto, como un senador,
no me gusta nada.
Hoy no podríamos titular esta entrevista de ese modo; por
lo que usted representa ahora. Se ha convertido en un símbolo de
la resistencia en el País Vasco.
La verdadera resistencia en el País Vasco la han llevado
otras personas, pero son personas que no tienen proyección pública,
a quienes la gente no conoce. Desgraciadamente vivimos en una sociedad
muy mediática y hay que poner caras conocidas y un poco espectaculares
a las cosas para que la gente se fije. Pero no es que yo haya hecho más
o menos que otros, sino que a mi cara suena.
Se quita importancia; pero, por ejemplo, se ha quedado aquí.
Respeto a los que se han ido fuera, pero el caso es que usted sigue aquí.
Pues sí, de momento, sí. Me parece normal. Uno ha
vivido toda la vida en un sitio: tienes tu familia, tu trabajo, no tienen
ningún motivo para irte. Y que venga un tipo a exiliarte por la
fuerza... Además, hay muchas personas que no tienen la misma posibilidad
de hacerse oír que uno y que confían en que yo hablaré
por ellos. Y las dejarías en manos de los bárbaros... Pues,
hombre, creo que uno tiene una cierta obligación.
Cuando lo llamé por teléfono me dijo que no le gustaba
que lo llamaran héroe, que se lo llama y lo pone nervioso.
No me gusta nada. Mi idea de un héroe moderno, si me preguntas
cuál es, pues te diría que una madre soltera o viuda que
tiene que sacar tres hijos adelante con un salario mínimo.
Bueno, pues digamos que entonces, si no un héroe, sí
encaja en su propia visión de lo que es un aventurero.
Ja, ja. Esto, como aventura, es una aventura regular...
Vamos a repasar cómo define usted la aventura en su libro
La tarea del héroe. Resulta que encaja a la perfección.
La primera característica de la aventura, dice usted, es que es
un tiempo lleno; nadie duerme en el carro que lo lleva al patíbulo.
¿Vale para su situación actual?
Sí, sí.
Segunda: en la aventura, las garantías de la normalidad quedan
suspendidas o abolidas. Es un ámbito inseguro e imprevisible, donde
nadie puede decidir por nosotros. Ni está determinado de antemano
cuál es el comportamiento correcto que requiere la ocasión.
Sí, sí; algo de eso me pasa...
Y, finalmente, en la aventura está presente la muerte; es
la muerte la que diferencia la aventura del juego.
Pues tienes razón. Es verdad que estoy dentro de esa categoría
de aventurero. Bueno, es que yo al menos he intentado, y creo que lo he
logrado, que haya alguna coherencia entre lo que he escrito y lo que vivo.
Como todo el mundo, he escrito cosas por gusto, por lúdicas; pero
todo lo que he escrito, primero lo he escrito porque creía que
era más verdad que lo contrario, y porque respondía a mi
forma de entender la vida, y de vivir. Entonces, algo de coherencia, pues
sí. No toda, porque nadie es del todo coherente, pero he tratado
de ser coherente.
Sin embargo, es verdad que estos últimos años han
sido de cambio, de aclarar las cosas con respecto al conflicto vasco.
En 1984, a propósito desu libro Contra las patrias, Juan Aranzadi
encontraba injustificadamente benévola su postura ante la conciencia
nacional sana y el hecho de que creyera, entonces, en una construcción
nacional pactada.
Hombre, es verdad, y no creo que sea una contradicción. Optamos,
en un momento determinado, por decir: bueno, mira, hay nacionalistas que
muerden y otros que no; hay que apoyar a los que no muerden. Y esta gente
lo ha pasado mal con el franquismo, porque el franquismo ha sido otro
nacionalismo impositivo y exterminador, y tiene derecho a una compensación
simbólica. El nacionalismo vasco tenía derecho a que se
le hicieran unas concesiones y algunos lo apoyamos; incluso algunos pensando
que era exagerado. Decíamos: vamos a conceder que Euskadi se llame
Euskadi, porque lo quería así don Sabino Arana, y que la
ikurriña sea la bandera. Se trataba de hacer concesiones porque
esa gente lo había pasado mal.
¿Y qué se esperaba que sucedería?
Creíamos que habría en el nacionalismo una evolución,
una perestroika, desde las posturas aranistas, xenófobas, racistas,
a un nacionalismo cívico integrador. Que nos íbamos a encontrar
en un punto; que ellos vendrían hacia nosotros y nosotros iríamos
hacia ellos. Pero eso no ha sucedido. Ellos han dicho: todo lo que usted
me da es debido, y además, todo lo otro que todavía no me
ha dado. Eso es otra de las cuestiones que están claras por primera
vez ahora.
Se ha ido viendo con el paso del tiempo...
Sí, ahora, cuando se reprocha a los socialistas el hecho
de haber colaborado durante años y haber formado parte del gobierno
vasco, pues a lo mejor en ese momento consintieron en cosas que no debieron,
pero yo entiendo que fue importante hacer aquel gesto de buena voluntad;
eso de: esto lo podemos llevar entre todos. Luego hemos visto que aquello
era como cuando das el brazo y te comen el codo, y luego el brazo entero.
Y ves, por fin, que ellos, los nacionalistas, no están escuchando
a la sociedad, sino que lo que quieren es fagocitarla e imponer un modelo;
más rápido o más lento, pero sin respeto para el
otro. En el nacionalismo no ha existido nunca un respeto para el no-nacionalista.
Ni siquiera viendo el martirio, los muertos, los asesinados. Y creo que
ésta es la verdadera, la grave objeción que se les puede
hacer.
Desde que está usted tan enfocado en la cuestión vasca,
supongo que lo demás queda en segundo término. ¿Qué
hace para evitar que el tema vasco no se lo coma vivo?
Procuro no vivir obsesionado con esto 24 horas al día. Porque,
además, es muy empobrecedor; desde el punto de vista teórico,
es un tema muy triste. Al recopilar los artículos de Perdonen las
molestias, he visto que ya lo hemos dicho todo, que los argumentos están
superdados y nadie los ha contestado nunca. Porque ellos no hacen más
que repetir lo mismo, aunque hayas dado mil argumentos en contra. Y dices:
pero si pareces un papagayo repitiendo tus argumentos. Procuro hacer otras
cosas, porque si no acabaría tarumba. La mayoría de las
democracias te permiten desentenderte un poco y dedicarte a tu vida privada,
a la metafísica o a lo que quieras, pero esto es denso; en circunstancias
como la que vivimos, tienes que estar en el día a día de
la lucha cotidiana.
Por ejemplo, ¿sigue leyendo a Stevenson de vez en cuando?
Hombre, por favor, claro que sí. Y lo disfruto más
que antes. Por comparación, después de leer un discurso
de Arzalluz, te lees a Stevenson, y todavía es mejor. Ahora releo
a Borges, porque preparo un librito de introducción. Después
de estar en toda esta mugre cotidiana de la querella nacionalista, bueno,
no sabes, es como respirar aire puro en una montaña.
¿No se reprocha haberse implicado tanto?
Hombre, eso también. A veces uno dice: ojalá no me
conociera nadie.. En el fondo, sabes que cuando te miras en el espejo,
si ya es bastante susto ver la pinta que tienes, si encima de eso no te
aprecias, pues no hay nada que hacer. Lo que es bueno es tener un refugio,
y el año pasado, que fue muy duro, porque tuvimos que hacer muchas
cosas, y que fueronasesinados amigos, pues viajar para hacer un libro
sobre carreras de caballos me daba alegría. Afortunadamente tengo
capacidad de desconectarme.
No te metas en esto, Fernando, vete de ahí; alguien se lo
habrá dicho.
Un día una señora me paró, yendo yo con mis
escoltas, y me dijo tenga usted cuidado, no se signifique mucho.
Y le dije: qué buen consejo, señora, si me lo hubiera dado
usted hace cuatro años, pero ya llega un poco tarde. Bueno, hijo,
dijo, entonces sepa usted que mi hermana y yo rezamos por usted. Y le
contesté que se lo agradecía, porque aunque no creo en Dios
sí creo en las recomendaciones, como todo buen español.
Recuerdo que mi pobre madre, en la época del franquismo, me decía:
sí, sí lo entiendo, ¿pero por qué tienes que
ser tú quien se meta en esto? Pero es que si todos decimos que
yo no, pues entonces no va nadie...
¿Su ejemplo resulta contagioso?
Sí, pero lo que no quisiera es que la gente dijera: bueno,
como esto ya lo lleva fulano, los demás nos podemos inhibir del
asunto. Por eso me molesta la personalización de estas cosas, porque
la gente enseguida dice que fulano lo hace muy bien y que siga haciéndolo.
Y los demás nos quedamos todos en casa. La gente te felicita, te
da las gracias y yo les digo: no me digas que lo hago bien, no me felicites,
lo que quiero es que tú también des un paso al frente.
Javier Elzo, el sociólogo vasco, dice que la sociedad vasca
es algo más compleja que el frentismo que aparece a primera vista.
Más compleja que esa idea de soberanismo frente a constitucionalismo;
nacionalismo vasco contra nacionalismo español. Para él,
la gente no está en ninguno de los dos territorios, o la mayoría
de la gente; sino que está un poco en ambos. ¿Está
de acuerdo con este análisis?
Bueno, por eso es por lo que algunos intentamos hacer la movilización
en el País Vasco; es decir, llega el momento en que usted tiene
que aclarar las cosas, tiene que decir qué es lo que quiere y lo
que no quiere. Tiene que apoyar a los partidos claros, no apoyar a un
partido que no sabe si quiere la independencia o la autonomía;
si quiere apoyar la violencia o no. Estamos acostumbrados a decir. qué
malo es Arzalluz, y hay que hablar de la gente, porque en estas elecciones
tiene una responsabilidad muy fuerte. Es decir, ya basta de decir: yo
voto esto porque es lo que he votado toda la vida. Hay que hacer un esfuerzo
por comprender la trascendencia que tiene un voto. Porque la tensión
a que está sometido el País Vasco puede acabar muy mal,
pero muy mal. Y la gente debe saberlo. Se ha creado ese fondo de odio,
digamos a lo español, como se vio el otro día en el entierro
del policía vasco, cuando la gente gritaba contra Rosa Díaz
y Nicolás Redondo y los llamaba traidores; a la gente que está
poniendo los muertos. Se ha hecho un lavado de cerebro a la sociedad,
vía medios de información oficiales del PNV; un constante
lavado de cerebro pronacionalista y, en último término,
contrario a una reconciliación. Y luego están esos padres
preocupados porque les metan a sus hijos en la cárcel, pero no
porque pongan una bomba o maten de un tiro a alguien. Eso también
es nuevo en estas elecciones, la responsabilidad ciudadana. El otro día,
una encuesta del gobierno vasco decía que de cada 10 vascos, siete
no se habían movilizado nunca, ni en un sentido ni en otro; con
800 muertos... Y la siguiente pregunta era: ¿y cómo cree
que se puede resolver el conflicto? Y respondían: con la movilización
social. Anda, tócate las narices.
¿Por qué no se movilizan, según usted, porque
tienen miedo?
Hay gente que tiene miedo, que dice: aquí está cayendo
un granizo y hay que quedarse en casa, o porque piensan que otros te pueden
marginar o pegarte un tiro. Y si no haces nada, y pones cara de lamentarlo
todo, pero todo, pues vas tirando. Esos son los cazurros. Luego, hay gente
que saca provecho. Sí, sí. Porque si alguien se va de la
universidad, pues corre el escalafón. Hay quien piensa: bueno,
mire, están matando gente, pero son delos otros. Entre los nacionalistas,
es verdad que muchos han condenado la violencia, pero no a los violentos.
¿Qué diferencia hay?
La distinción es importante. Hay quien condena la violencia,
pero comprende a los violentos; muchos más a los violentos que
a las víctimas. Se sienten más próximos de la ideología
de los violentos que de la ideología de las víctimas. Y
sienten mucha más simpatía por los violentos que por las
víctimas. Y, en último término, pues aquello que
decía Foster Dulles: Somoza es un hijo de puta, pero es nuestro
hijo de puta. Mucha gente dice que los etarras son sus hijos de
puta.
Lleva usted una temporada demostrando con creces aquello que decía
de sí mismo: que es un filósofo apasionado. Lo digo por
la coherencia.
He podido cometer errores, pero no el de la tibieza, que es el que
expulsa de la boca el Señor, según dice la Biblia.
Usted dijo que lo que le divierte es la polémica, poder refutar
algo, tener problemas intelectuales; que lo que más lo estimula
son los adversarios y que los momentos críticos los vive como algo
estimulante. Visto ahora, parece que ha debido convertirse en una tarea
inútil.
Es que eso es lo que pasa. Las polémicas con intelectuales
son estupendas, porque el polemista es el que quiere mantener al otro
allí, pensar, hacer ejercicio mental. El problema es cuando el
que te encuentras enfrente no quiere polemizar contigo, sino pegarte un
tiro. Me hicieron gracia, con comillas, las tonterías que se dijeron
cuando mataron a Ernest Lluch, que hubiera hablado hasta con los que venían
a matarlo. Pues no señor, cuando fueron a matarlo lo que intentó
fue escapar; lo que pasa es que no pudo y le pegaron dos tiros. Claro,
el intentar hablar con el que viene a matarte es la primera idea que tiene
cualquiera. Hablar es precisamente la renuncia a ese tipo de procedimientos.
¿No cree que puede haber diálogo sobre el conflicto
vasco?
Por eso son más hirientes estas tonterías sobre el
diálogo, porque desde hace 20 años todo el que no mata no
ha hecho otra cosa. Dialogar en el Parlamento, dialogar en la facultad,
en prensa, con la gente. ¡Si todo el que no ha matado no ha hecho
otra cosa que dialogar! Y así estamos. Y resulta que los que nunca
han dialogado, que han apostado por la violencia, reclaman un diálogo;
diálogo que no es más que: cállese usted y escuche
lo que tengo que pedir. Y a eso se aviene una serie de gente desinformada,
y no sólo en el País Vasco, sino también fuera también,
y repiten las mismas tonterías sobre el diálogo; como si
el conflicto vasco hubiera empezado ayer y como si los demás nos
hubiéramos ido a la Legión durante todo este tiempo. ¡Si
no hemos hecho otra cosa que hablar! Por eso sabemos que no es posible.
POR
QUE FERNANDO SAVATER
Alguien
que busca la verdad
Por
S. A.
|
Fernando
Savater, donostiarra de 53 años, habla por teléfono
y quiere dejar claro que no piensa contestar preguntas en la línea
de: usted es un héroe y cuánto miedo pasa por estar
amenazado o cuánto le cuesta vivir permanentemente rodeado
de guardaespaldas. Quiere poner las cosas en una medida abarcable,
tal vez porque es el mejor modo de vivir con ellas. Mientras, vive
peligrosamente, como a veces sucede a las personas libres. Lo que
pasa es que esa gente escasea, ya casi ni siquiera la vemos en las
películas. Desde luego, es algo muy excepcional en el País
Vasco, en ese territorio situado al norte y donde todavía
se necesita que alguien se convierta en un símbolo de la
resistencia contra la barbarie. Savater está jugándose
la vida porque cuando le llegó el momento de las grandesverdades
no rechazó abrazarse a ellas. Hace lo que cree justo y da
ejemplo de valentía en un lugar donde el miedo domina. Así
que este iconoclasta, profesor de Etica en la Universidad del País
Vasco, catedrático de Filosofía en la Complutense
de Madrid desde 1996; este amante de las carreras de caballos, que
se ha interesado, y ha escrito, por la legalización de las
drogas, por la utopía, por la infancia, por las cosas más
serias y menos serias se ha convertido en un ciudadano ejemplar.
El sólo dirá que es alguien a quien le gusta buscar
la verdad, que hace lo que ha hecho siempre. Y es verdad.
El último libro de Fernando Savater, Perdonen las molestias.
Crónica de una batalla sin armas contra las armas (Ediciones
El País), es una recopilación de sus artículos
periodísticos sobre la situación política vasca.
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