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OPINION

Una idea peligrosa

Por Claudio Uriarte

Una representación en teatro de títeres para niños discapacitados sobre las diferencias de enfoque entre demócratas y republicanos en Estados Unidos frente a los adversarios o enemigos externos difícilmente superaría en maniqueísmo y obviedad a la experiencia de los últimos 10 años. A veces, en efecto, la realidad supera en absurdo a su caricatura más paródica, tal vez porque los poderosos siguen siendo regidos sobre todo por sus ideologías –o sus supersticiones–, lo que determina que éstas -por más irreales que sean– terminen trazando los mapas, contornos y límites de la realidad verdaderamente existente.
Los casos de Rusia y China son relevantes. La administración Clinton, ensayando la vena idealista wilsoniana e internacionalista de su partido, buscó asimilar a ambas dentro de su arquitectura global. Clinton era un cínico: su amigabilidad tomó la forma, en el primer caso, de incesantes desembolsos (o sobornos) que terminaron en cuentas en Suiza, y en el segundo, de la aceptación semilegal de contribuciones de campaña. La complacencia clintoniana permitió el default ruso, al tiempo que entregó a China mucho a cambio de nada. Su política tampoco logró sus objetivos apaciguadores: la tolerancia de Clinton con la mafia de Boris Yeltsin determinó que los rusos de la calle identificaran a Estados Unidos con la corrupta fuente de sus males y luego, cuando Estados Unidos bombardeó Yugoslavia en defensa del independentismo albano-kosovar, tanto Rusia como China protestaron contra lo que vieron como un peligroso precedente de cara a sus separatismos internos.
Con la llegada de George W. Bush, podía pensarse que venía una corrección, un reajuste determinado por una disminución del activismo en la escena internacional. No fue así: si la gente de Clinton buscaba ingenuamente convertir a adversarios en aliados estratégicos, los hombres de Bush decidieron proclamarlos enemigos. De esta estrategia (cuya primera verificación práctica fue una intensificación de los patrullajes aéreos), resultó el incidente del avión espía norteamericano en China, así como la reanudación de los bombardeos contra Irak. El hilo conductor está en una nueva asertividad en el ejercicio del monopolio de la fuerza por Estados Unidos en un mundo unipolar, y en la utopía de una seguridad absoluta. Aparentemente es una estrategia conservadora, pero en realidad es peligrosamente revolucionaria y desestabilizante, ya que trata de rehacer al mundo. Y el mundo va a resistirse.


 

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