Por
Ed Vulliamy *
Desde Cincinnati
La
ciudad norteamericana de Cincinnati, desgarrada por los conflictos raciales,
arribó ayer a una precaria paz después de que evitó
que se repitiera otra noche de violencia gracias a la intervención
de líderes religiosos, a una maniobra de sitio policial de los
barrios negros, y, por último, gracias a una lluvia torrencial.
Todos esperaban que anoche el toque de queda el cuarto desde que
la explosión de violencia del miércoles fuera levantado.
Por el contrario, las autoridades prefirieron reestablecerlo. El alcalde
Charles Luken dijo que el toque de queda empezaría a las 11 en
vez de a las ocho de la noche para dar a las familias mayor tiempo para
celebrar la Pascua. Tenemos la esperanza de que hoy sea un día
de plegaria. Un día de paz. Un día de reunión,
proclamó.
La renovación del toque de queda era necesaria, a los ojos de las
autoridades, después de que unas 200 personas, en su mayoría
jóvenes, fueron arrestadas en enfrentamientos con la policía
durante las primeras horas de ayer, durante la primera violación
masiva de los toques de queda. Los arrestos comenzaron después
de que una multitud se concentró en el barrio Over-the-Rhine, cerca
del lugar donde la policía mató de un disparo a Thimoty
Thomas, de 19 años, el 7 de abril.
Fue a partir de los funerales de Thomas que se desencadenaron en la ciudad
los mayores disturbios raciales de los últimos años en Estados
Unidos. A medida que las multitudes abandonaban el servicio fúnebre,
cuatro carros policiales estacionados a la entrada del gueto abrieron
fuego a lo largo de la calle con un nuevo tipo de munición antidisturbios,
balas recubiertas de goma. Tres mujeres resultaron heridas.
Las autoridades están desesperadas por reestablecer la normalidad
en su ciudad de 311.000 habitantes, de los cuales el 43 por ciento son
negros. El alcalde mantendrá hoy entrevistas cruciales con ejecutivos
del principal empleador de la ciudad, Procter and Gamble, y con los propietarios
del equipo de baseball, los Cincinnati Reds, cuya continuada ausencia
de su flamante estadio, cercano al escenario de los disturbios, se está
convirtiendo en el símbolo de la crisis y de la exasperación
de la población blanca. Los Reds tienen partido mañana.
El alcalde Luken está siendo presionado para que dé una
prueba del coraje de la Municipalidad, levante el toque de queda y permita
que se juegue el partido.
Ayer el alcalde tuvo que enfrentar la llegada a la ciudad del líder
negro neoyorquino Al Sharpton, cuya sola presencia hará la dinámica
en los barrios negros de la ciudad aún más compleja. Cada
noche, números crecientes de jóvenes con rostros enmascarados
pululan por las calles después del toque de queda amenazando con
tirarla abajo. La ciudad debería seguir ardiendo,
dice uno de ellos, Eugene Vassar. No sentimos que sea nuestra comunidad.
*
De The Guardian de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
|