Por
Alfredo Zaiat
La
Convertibilidad como se conoce y como se redefinirá a partir de
ahora sólo puede sobrevivir si la economía que adoptó
ese estricto régimen cambiario recibe incesantes ingresos de capitales.
Esos fondos sirven para financiar los desequilibrios gemelos, el fiscal
y el de las cuentas externas, que la inmovilidad de la paridad cambiaria
van generando. Desde la caída en desgracia de los mercados emergentes
en 1997, con la cesación de pagos ruso y el consiguiente descrédito
en que cayeron los sistemas de tipo de cambio fijo en el consenso de los
inversores internacionales, la economía argentina se quedó
sin el pulmotor del ingreso de capitales. Los inversores directos en proyectos
productivos cerraron sus carpetas de Argentina. Y los inversores especulativos
redujeron sus carteras de bonos y acciones locales a niveles mínimos.
Así, la economía se sumergió en una crisis de deflación-recesión-depresión
de proporciones que el fiscalismo ortodoxo sólo profundizó.
Ante ese escenario de sequía de capitales para seguir alimentado
a una economía convertible endeudada, Domingo Cavallo sale nuevamente
a seducir a los dueños del dinero. ¿Qué tiene que
ver todo esto con la canasta de monedas? ¿Por qué Cavallo
anuncia ahora una futura incorporación del euro al dólar
para fijar la paridad del peso? Porque es el último intento para
mantener la Convertibilidad y evitar que estalle con una devaluación
descontrolada o se hunda a la economía en una vía de no
retorno como la dolarización.
La discusión sobre el futuro de la paridad del peso resulta irrelevante
en estos momentos. Polemizar si habrá devaluación o revaluación
de la moneda con una canasta por mitades de euro y de dólar, o
si llegará pronto o no el euro a valer un dólar no tiene
ningún sentido en el presente escenario económico. Lo que
está buscando Cavallo con esta movida es conseguir que Argentina
vuelva al mapa de los inversores, tantos directos como especulativos.
Y de ese modo poder conseguir que la economía pueda empezar un
crecimiento sostenido, puesto que sólo así se sostiene el
régimen de Convertibilidad como se conoce y como continuará.
Para lograr ese objetivo, Cavallo apeló a una inesperada jugada
que desorienta a los economistas sabelotodo de la city, pero que en realidad
es otro de sus espejitos de colores que apunta a otra dirección
de la que la mayoría está empecinada en observar. No se
trata de la paridad cambiaria, que mucho no se modificará en esa
futura y ¿lejana? cesta de monedas, sino que Cavallo se dirige
a otros dos blancos.
Dolarización. El proyecto de Cavallo sale al cruce definitivo del
proyecto menemista de eliminar el peso como moneda para reemplazarla por
el dólar. Si bien el Gobierno ha insistido en el rechazo de la
dolarización, ante cada una de las crisis que enfrentó los
abanderados de ese proyecto volvían al ataque. Con Pedro Pou, al
frente del Banco Central, como fuerza de choque, los sectores económicos
más concentrados, bancos internacionales, privatizadas y grupos
multinacionales, presionaban por la dolarización para asegurar
sus abultadas rentas en sus áreas de negocios. La canasta de monedas
clausura, por ahora, ese debate. Y además permite desandar el camino
de dolarización creciente del sistema financiero alentado por Pou.
En esa dirección va la modificación de uno de los artículos
de la Carta Orgánica del BC que adelantó ayer Cavallo.
Tipo de cambio fijo. Los regímenes cambiarios inflexibles han perdido
reputación en los mercados internacionales. Lo que antes era evaluado
como un elemento a favor (basta recordar que Cavallo fue convocado a Rusia
para instrumentar la Convertibilidad cuando esa economía se derrumbó),
ahora es visto como la peor de las políticas si el objetivo es
el crecimiento. La flotación del tipo de cambio ha ganado popularidad
y es visto como la mejor estrategia para que las economías globalizadas
puedan adaptarse en forma dinámica a los sucesivos nuevos escenarios
que se van presentando. Argentina quedó fuera del interés
de los inversores, con una Convertibilidad que ya cumplió diez
años y rodeada de países que en losúltimos cuatro
años han devaluado mejorando su posición relativa de competitividad.
Con la canasta, Cavallo sale a vender que ahora Argentina tiene un régimen
cambiario más flexible para volverla así atractiva ya sin
el anzuelo de las privatizaciones.
Ahora bien, qué ése sea el objetivo de Cavallo no significa
que vaya a lograrlo. El régimen cambiario seguirá siendo
bastante rígido, no tanto como ahora, pero lo suficiente como para
que la economía siga retrasándose respecto a otras con sistemas
más flexibles. El plan de competitividad podrá en el mejor
de los casos compensar la actual sobrevaluación del peso. Pero
el mundo seguirá andando, otras monedas devaluándose y otras
economías ganando productividad con esquemas más dúctiles.
El espejito que muestra Cavallo ahora es una convertibilidad con dos monedas,
con pequeñas variaciones eventuales de esa nueva paridad, que forzará
igualmente a que la economía tenga que ajustar para bajar costos
y ser competitivo con la veda de la vía cambiaria. La clave seguirá
siendo, entonces, que la economía necesitará tener una productividad
tan elevada para evitar presiones de devaluación para equilibrar
la economía con déficit gemelos, virtud que hasta ahora
no ha mostrado y no hay señales de que pueda mostrarla. Otros países,
como Brasil por ejemplo, tiene un tipo de cambio flotante que lo ayuda
en esa misión. Argentina, por ahora no. En una de esas, la canasta
con el euro y el dólar es el primer paso para ir acostumbrando
a la gente a una futura flotación esta vez sí libre del
tipo de cambio.
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