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SIRIA SE RESERVA “EL DERECHO DE ATACAR A ISRAEL”
Una guerra de más intensidad

Mientras el mundo árabe reaccionaba al ataque israelí contra el ejército sirio, hubo más enfrentamientos con palestinos.

A medida que pasaban los más de seis meses de conflicto entre palestinos e israelíes, lo que empezó siendo una Intifada comenzó a transformarse en una guerra de baja intensidad. Pero parece que ahora la intensidad está subiendo. Ayer, la localidad israelí de Sderot sufrió un ataque de morteros palestinos, a lo que Israel respondió más tarde con un bombardeo de tanques sobre la aldea palestina de Bet Hanún, dejando tres heridos. Y no se trata sólo de un problema palestino-israelí. Mientras sucedía esta serie cada vez más frecuente de ataques y contraataques, el mundo árabe y las principales potencias mundiales reaccionaban al bombardeo israelí del domingo contra posiciones del ejército sirio en el Líbano, dejando tres muertos y seis heridos, según Israel, y un muerto y cuatro heridos, según Siria. Israel se justificó diciendo que era una respuesta a ataques de la guerrilla pro iraní Hezbollá sobre tropas israelíes en las granjas de Shebaa, territorio reclamado por Líbano. El canciller sirio Faruk Al Shara dijo que su país se reserva el derecho de responder al ataque.
“El objetivo de la operación fue dejar en claro que las reglas de juego han cambiado y que cada ataque tiene un precio”. Esto es lo que dijo ayer el premier israelí Ariel Sharon, en clara alusión a los tiempos muy cercanos de Ehud Barak, a quien reemplazó en el cargo hace poco más de dos meses. Que las reglas de juego han cambiado, hay pocas dudas. Del lado palestino, son cada vez más frecuentes los ataques dentro de territorio israelí, algo que el gobierno de Sharon denuncia como una evidente intervención de las fuerzas de seguridad palestinas en algo que dista de ser una intifada espontánea de piedras como la que estalló en 1986. Del lado israelí, las represalias son cada vez más duras: la semana pasada, tropas hebreas rompieron el tabú impuesto por los acuerdos de Oslo y pasaron la aplanadora sobre viviendas palestinas en la localidad de Jan Yunes, desde donde partían disparos hacia territorio israelí. Y el gobierno autorizó la construcción de 700 nuevas viviendas en colonias judías dentro de territorio palestino, un permiso que mereció la condena incluso de Estados Unidos, aliado israelí por excelencia.
Las reglas de juego también cambiaron en la relación de Israel con sus conflictivos vecinos. El ex premier Ehud Barak decidió el año pasado el retiro de las tropas israelíes del sur del Líbano, ya que el Hezbollá, que opera allí, parecía imposible de vencer. La guerrilla shiita, apoyada por Irán pero también por Siria, continuó con algunos ataques e Israel respondió. La actual política de Sharon parece romper con las proporciones anteriores, porque el ataque no fue contra posiciones del Hezbollá sino directamente contra el ejército sirio, a quien Israel acusa de colaborar con la guerrilla pro iraní, y porque el Estado hebreo no lanza un ataque contra Siria desde 1996.
Anteayer, cuatro aviones cazas israelíes destruyeron con seis misiles una estación de radar del ejército sirio en los montes de Daher al-Baider, a 35 kilómetros de Beirut, la capital del Líbano. Fuentes militares israelíes dijeron que el Hezbollá, con ayuda logística del ejército sirio, ha lanzado varios ataques en los últimos meses y que en el último, ocurrido el sábado pasado, había muerto un soldado israelí. Pero agregaron que habían retrasado la represalia porque muchos israelíes estaban en la zona de vacaciones aprovechando los feriados del Pésaj, una de las fechas más importantes del calendario religioso judío. El Hezbollá pretende que Israel se retire de las granjas de Shebaa, ya que supone que es territorio libanés. Israel sostiene que es territorio sirio y que sólo se retirará una vez que haya un acuerdo de paz con ese país.
Siria interpretó el ataque israelí como “una agresión militar” directa, según su canciller Al-Shara. Varios países europeos se limitaron a advertir sobre el peligro de una extensión del conflicto en Medio Oriente, algo a lo que también hizo referencia el presidente libanés, Emile Lahoud. Estados Unidos salió en defensa de Israel. “La reciente ola de violencia fue causada por Hezbollah”, dijo el portavoz de la Casa Blanca, AriFleischer. El representante de la ONU en el sur del Líbano, Steffan De Mistura, dijo que Israel con el ataque violó el derecho internacional.
Las condenas también llovieron de Egipto y Jordania, los dos países árabes que tienen acuerdos de paz firmados con su vecino Israel y que ahora elaboraron un plan de mediación conjunto para el conflicto palestino-israelí. El canciller egipcio, Amr Mussa, dijo que “es una agresión a un Estado soberano” y que el ataque confirma que Israel no quiere retirarse del Líbano. Por su parte, el canciller jordano Abdel Ilah al-Khatib estuvo a punto de suspender su viaje a Jerusalén, donde, en compañía del canciller israelí Shimon Peres, presentó el plan jordanoegipcio. Peres agradeció los esfuerzos, pero Raanán Gissin, asesor de Sharon, dijo que el plan “no llevará a ninguna parte” si no se realizan cambios de fondo. El problema es que los cambios de fondo se están haciendo en las reglas de juego, y no parecen conducir directamente a la paz.


LA BRECHA ENTRE POBLACION Y ELITES ARABES
Si odia a Israel, (sólo) cante

Por Angeles Espinosa *

Shaaban Abdel Rahim se ha atrevido a decirlo alto y claro. Su “Bakra Israel (Odio a Israel)” se ha convertido en la canción de moda en Egipto. Harto de dirigentes obedientes a Estados Unidos, el egipcio de la calle ve sus sentimientos reflejados en el estribillo de esta melodía de la que ya se han vendido 4 millones de copias. El ataque israelí de la madrugada del lunes contra posiciones sirias en Líbano les ha dado una nueva ocasión para tararearla. Ni la condena de la Liga Arabe ni la rápida reacción del presidente egipcio Hosni Mubarak pidiendo la intervención de “las potencias preocupadas por la paz” son suficientes para contentar a la población.
Las dos últimas cumbres árabes (en Ammán el pasado marzo y en El Cairo en octubre de 2000) han puesto sobre la mesa lo evidente: la desconexión entre dirigentes y dirigidos. ¿Qué significa que Damasco se reserva, como dijo ayer, “el derecho de defenderse”? ¿Que el ejército sirio va a atacar a Israel? Parece improbable. No sólo lo dudan los analistas políticos occidentales sino que fuentes diplomáticas árabes vienen descartando la posibilidad de una confrontación bélica desde el inicio de la Intifada, hace seis meses. Y no será por falta de apoyo de unas masas para las que la crítica a Israel es la única vía de escape al descontento político. En El Cairo, donde la ley de emergencia impide cualquier tipo de manifestación desde hace dos décadas, más de 3 mil universitarios volvieron a congregarse a principios de este mes para protestar contra la situación de sus “hermanos” palestinos y quemar la bandera de Israel.
El régimen sirio ha sido, de todos los árabes, el más consistente en su postura hacia Israel. La negativa del fallecido presidente Hafez el Asad a firmar una paz independiente con el Estado judío está siendo mantenida por su hijo y sucesor, Bashar. A la vez, la frontera con Siria ha sido la más segura de Israel desde 1967, según reconocen los propios israelíes. Sin embargo, el “cambio de reglas del juego” anunciado por Ariel Sharon supone una vuelta de tuerca que puede romper ese precario equilibrio. Tiene razón el ministro sirio de Asuntos Exteriores, el veterano Faruk al Shara, cuando dice que la agresión israelí supone un golpe al proceso de paz, pero también un reto para los propios dirigentes árabes. Por más voluntad de limitar el enfrentamiento al terreno verbal que tengan (o por más presiones de Estados Unidos que reciban), un nuevo ataque israelí sin respuesta no hará sino agrandar las distancias entre gobernantes y gobernados. Y popularizará aún más la canción de Abdel Rehim, el ex planchador convertido en cantante.

* De El País de Madrid. Especial para Página/12.

 

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