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Bush listo para jugar a la batalla naval en el Mar del Sur de China

La Casa Blanca está muy cerca de aprobar la venta de armas a Taiwan, lo que según China �puede romper nuestras relaciones�. Y enviaría un portaaviones para escoltar sus vuelos espía.

La verdadera crisis entre Estados Unidos y China comienza ahora. En cierto sentido, la prolongada disputa sobre la retención de 24 tripulantes de un avión espía norteamericano sólo resulta importante en relación a las decisiones que se tomarán esta semana en Washington. Antes del lunes que viene, el presidente George W. Bush deberá decidir si aprobará la venta de armamentos sofisticados a Taiwan (incluyendo misiles anti-misiles y radares de última generación). El gobierno chino, aterrado por la posibilidad de verse reducido a la paridad militar con su “provincia rebelde”, advirtió ayer que un sí a esta venta “podría romper nuestras relaciones”. Bush no se mostró intimidado, y cuenta con gran apoyo en un Congreso enfurecido por la detención de los tripulantes. Al mismo tiempo, mañana se reunirá la comisión conjunta chino-norteamericana que discutirá el incidente del EP-3. Pekín exigirá el fin a los vuelos espía cerca de sus costas, pero en Washington ya aseguraron que no cederán bajo ningún concepto. Y para recalcar este punto, estudian enviar un portaaviones al Mar del Sur de China para escoltar, de ser necesario, esos vuelos.
El caso del portaaviones mencionado, el “USS Kitty Hawk”, es ilustrativo de lo mucho que cambió la actitud norteamericana desde la semana pasada. Poco después de que el 1º de abril estallara la crisis de los tripulantes, el comandante en jefe de la flota del Pacífico, Dennis Blair, sugirió que podía enviarse esta nave a la zona para intimidar a Pekín. Pero, según comentó con aprobación el New York Times la semana pasada, “Bush se resistió a los halcones dentro de su gabinete y rechazó la propuesta”. Esto obedecía a la estrategia encarnada por el Secretario de Estado, Colin Powell, quien asumió la dirección de las negociaciones mientras que su rival del ala dura, el Secretario de Defensa Donald Rumsfeld, se mantenía al margen. Pero el dialoguismo de Powell sólo llegó hasta la liberación de los tripulantes. Una vez lograda, la política hacia China volvió a centrarse primordialmente en cuestiones militares, y el jefe del Pentágono recuperó así su viejo protagonismo en la política hacia Pekín.
Durante una larga conferencia de prensa un día después de la liberación, Rumsfeld denunció que el avión espía fue interceptado en aires internacionales, y que el choque se debió a la “irresponsabilidad” del piloto chino muerto. Por supuesto, suspender los vuelos espía estaba fuera de cuestión. Y si China continuaba sus tácticas de “agresión” contra los aviones norteamericanos, el Pentágono, según se ocupó de filtrar ayer al Washington Post, estudiaba el envío del mismo portaaviones que antes se había mantenido en espera mientras duraran las gestiones de Powell. Este cambio de política estuvo cuidadosamente coreografiado: el Secretario de Estado se encuentra en estos momentos ocupado en una gira por Europa, mientras que Rumsfeld pasó al centro de escena en Washington.
Con esto en mente, es muy posible exagerar el grado de disenso que existe en Washington respecto a la política hacia China. Sin duda, la concepción que maneja Powell de las relaciones a largo plazo con ese país difieren mucho de las de Rumsfeld, pero el Secretario de Estado está consciente de que ahora no es el momento para precipitar ese conflicto. El factor determinante es la actitud del Congreso. Tradicionalmente, este cuerpo estuvo dividido muy parejamente entre legisladores pro- y antichinos, pero la crisis del avión espía hizo que los primeros cambiaran de parecer o se llamaran a silencio. El representante demócrata Tom Lantos, opuesto desde siempre a la apertura con China, se jactó ayer de que “el Congreso ha cambiado de postura y se mueve en nuestra dirección”.
Cuán cierto es esto sólo se podrá medir con certeza cuando los congresistas voten sobre dos temas clave. Primero, la venta de armas a Taiwan. El gobierno de ese país presentó el año pasado una lista de equipo militar para contrarrestar la acumulación de material militar chino, especialmente misiles balísticos, en las costas frente a la isla. Hacesólo un mes, el consenso era que debía rechazarse o al menos reducirse fuertemente el pedido para no antagonizar a Pekín. Pero ahora hay una mayoría en el Congreso que no sólo parece estar decidida a aprobar la lista entera, sino que también está sopesando otras medidas de castigo. La más mencionada, y peligrosa, es la revocación de los privilegios comerciales de China en el mercado norteamericano, con el cual tiene un gran superávit. El Congreso debe renovar esos privilegios cada año hasta que China entre a la Organización Mundial de Comercio (OMC), algo que, además, Washington se muestra mucho más inclinado a vetar. Finalmente, el Congreso podría encolumnarse detrás del Ejecutivo para impedir que Pekín sea la sede de las Olimpíadas del 2008, algo que el PC chino busca desesperadamente como marca de legimitidad internacional.

Claves

En estos momentos, el futuro de la compleja y dilatada crisis entre China y Estados Unidos gira en torno a solamente dos fechas.
El 18 de abril, mañana, comenzará una reunión en Pekín donde el gobierno chino exigirá que Washington termine los vuelos espía cerca de sus costas. La Casa Blanca de George W. Bush anticipó que rechazaría esta demanda, y ya estudia si enviar un portaaviones para proteger los aviones espía.
Y el 24 de abril, el lunes, Bush decidirá si permitir una venta de armamentos ultramodernos que reducirían la vulnerabilidad de Taiwán hacia China. Pekín advirtió que esto podría equivaler a “romper nuestras relaciones”.

 

 

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