Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira
KIOSCO12


Un CD reúne la música para piano
de dos autores raros y geniales

George Antheil compuso música intocable. Picasso y Pound lo 
admiraron. Un CD del notable pianista Herbert Henck reúne
sus obras para piano con las de otro excéntrico: Nancarrow.

   

Conlon Nancarrow vivió en México y compuso piezas para pianola de gran complejidad rítmica.
George Antheil escribió en los �20 obras para piano como la �Sonata Airplane� o la �Sonata Sauvage�.

Por Diego Fischerman

El 4 de octubre de 1923, el pianista que había abierto la temporada oficial de conciertos del Theâtre des Champs-Elysées saludaba como si nada extraño hubiera sucedido. En la platea, volaban las sillas y se combatía a puñetazos o con trozos de mampostería que los indignados asistentes conseguían a golpes contra el edificio. La policía debió intervenir arrestando a gran cantidad de los presentes. Y, en un palco, un hombre de pie aplaudía rabiosamente mientras gritaba �¡Quel précision! ¡Quel précision! ¡Bravo! ¡Bravo!�. El hombre que aplaudía era Erik Satie, el pianista se llamaba George Antheil y las obras del programa que había provocado el escándalo eran las mismas que acaban de ser publicadas en un disco extraordinario del sello alemán ECM: la Airplane Sonata, la Sonata Sauvage y Mechanisms.
Antheil había nacido el 8 de julio de 1900 en Trenton (Nueva Jersey) y, si se le cree a su desopilante autobiografía (El chico malo de la música), llegó a Europa persiguiendo a Anne Williams, una joven de la que se había enamorado hacía un año y a la que sus padres habían enviado al viejo continente con el único fin de impedir la relación con el pianista. Antheil no logró recuperar a su amada pero, sin dinero para volverse, comenzó a dar conciertos y se hizo amigo de Joyce, Hemingway, Ezra Pound, Picasso, T.S. Eliot y, más tarde, Stravinsky. Estuvo en París y Alemania hasta 1933. Después, como si hubiera sido un vanguardista alemán más, debió huir a Estados Unidos y siguió el mismo destino de Kurt Weill y Erich Korngold entre otros: abandonó la vanguardia, los ritmos intrincados y mecánicos, las disonancias agresivas y las melodías angulares, cultivó un relativo neoclasicismo y compuso música para el cine. Aunque no sólo eso. También escribió artículos sobre endocrinología y fue consultado por su vecina, Hedy Lamarr, acerca de cómo agrandar sus pechos. Del crecimiento del busto de la actriz que Hollywood promocionaba como �la mujer más bella del mundo� nada se supo pero, en cambio, ambos patentaron juntos dos inventos: un sistema para encriptar mensajes basado en las tonalidades posibles en el piano y el rollo perforado de las pianolas, y una especie de torpedos teledirigidos. En 1997, a los 83 años, Lamarr recibió un premio retrospectivo y dedicado a ambos (el �Premio al Pionero�) de la California�s Electronic Foundation. 
La obra más famosa de Antheil (mucho más que sus bandas de sonido para películas como The Bucaneer, Angels Over Broadway o The Pride and the Passion) es, sin embargo, un ballet nunca bailado y que, con su instrumentación original, recién pudo estrenarse el año pasado, su Ballet Mécanique. Escrito para 16 pianolas (imposibles de sincronizar entre sí hasta la reciente invención del disclavier, accionado por computadora), percusión, sirenas y turbina de avión, este canto a la máquina se convirtió en pieza de culto aún sin que nadie supiera cómo sonaba. En el 2000, la American Composers Orchestra (en el Carnegie Hall y con la dirección de Dennis Rusell Davies) y la Sinfónica de San Francisco (con la conducción de Michael Tilson Thomas) develaron el misterio y pusieron en circulación una de las composiciones más extrañas y atractivas de todo el siglo XX. Tal vez en la misma línea de revalorización, el notable pianista Herbert Henck, que suele elegir repertorios poco transitados (ya grabó, para el mismo sello, un CD excelente con obras del futurista ruso Alexander Mossolov y otro con la Música Callada de Federico Mompou) le dedica su nuevo álbum a las obras para piano de Antheil, junto a las de otro excéntrico genial, Conlon Nancarrow. 
Los Tres Estudios en Dos Partes, el Prelude y el Blues de este estadounidense influido por los pianistas de jazz (particularmente Fats Waller y Art Tatum), voluntario en las Brigadas Internacionales de la Guerra Civil Española y exiliado en México hasta su muerte, comparten programa con la Sonatina für radio, Sonata Airplane, Mechanism, A Machine, Sonatina (Death of the Machines), Jazz Sonata, Sonata Sauvage y (Little) Shimmy de Antheil. Lo que une a ambos compositores, más allá del fenomenalvirtuosismo que demandan, es la idea del ritmo como motor de la construcción, de lo mecánico (ambos se fascinaron con la pianola y escribieron para ella) y, obviamente, la mirada admirativa hacia el jazz. Herbert Henck, con precisión ejemplar, logra versiones difícilmente superables. La grabación es de una gran fidelidad.

 

 

PRINCIPAL