Por Julio Nudler
Una decisión sin precedentes. Este lugar común le cabe a la implantación de la cesta de monedas como referencia para la paridad del peso. Buena o mala, útil o inútil, la medida tiene la absoluta originalidad de depender de un hecho fortuito para entrar en vigencia. Ese hecho aleatorio es que el euro iguale el valor del dólar. Esto, como se sabe, puede ocurrir un día de éstos, dentro de algunos meses o nunca. Ante una perspectiva tan desconcertante, ya que la política cambiaria argentina pasa a depender de un dato estocástico, surge una pregunta obligada: ¿por qué hay que esperar que euro y dólar equivalgan? Ayer, por ejemplo, el euro cerró a 88,53 centavos de dólar. ¿Podría haberse iniciado el nuevo régimen, con un peso valiendo 50 centavos de dólar más 56,47 centavos de euro, totalizando así un dólar? La respuesta es negativa.
El problema estriba en que a la nueva modalidad se le imponen dos condiciones. Una es que el punto de arranque no puede implicar una devaluación del peso. Por tanto, éste debe valer entonces un dólar, aunque lo más probable es que debute algo por encima, según se verá más abajo. La segunda condición es que el peso esté tan atado al dólar como al euro, y no más a una moneda que a la otra. Dicho de otro modo, euro y dólar deben tener la misma ponderación en la canasta o binomio. El hecho es que, tal cual confirman expertos como Daniel Heyman (autor de la tablita de desagio en el Plan Austral), para satisfacer esas dos condiciones es ineludible adoptar la canasta recién el hipotético día en que aquellas dos monedas se igualen.
Desde ese momento desaparecerá la condición de que el peso no se devalúe en relación al dólar, ya que toda depreciación del euro respecto de la moneda norteamericana será imitada por el peso, pero sólo en la mitad de la proporción. Lo mismo valdrá para toda apreciación. En realidad, la cesta se estrenará el día en que el valor del euro, a la cotización de cierre, iguale o supere al del dólar. En esa eventual jornada podría ocurrir que las dos supermonedas estén 1 a 1 en cierto momento, seguramente fugaz, pero que al término de las operaciones el euro cotice, digamos, a 1,02 dólar. En tal caso, el peso se revaluará de entrada 1 por ciento respecto del dólar, por lo que bastarían 99 centavos de peso para comprar un dólar.
Ahora bien: como las de las cotizaciones cambiarias son curvas continuas, cualquiera sea su pendiente, es seguro al menos que no habrá saltos discontinuos, abruptos, en la paridad del peso. En palabras de Domingo Cavallo, �no habrá sorpresas�. Esto no excluye, sin embargo, la posibilidad de que el peso se vaya revaluando paulatinamente contra el dólar, lo que resultaría muy desagradable, o incluso que la canasta tarde tanto en ver la luz que el sucesor de Cavallo envíe al Congreso otro proyecto de ley, derogándola del todo antes del parto.
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