Por Cledis Candelaresi Donald Hunn fue durante diez años jefe del Sector Público de Nueva
Zelanda, cargo desde el que encaró una reforma administrativa, semejante
a la que intenta la Argentina desde hace una década, aunque, en algún
sentido, menos cruenta. Los neocelandeses no privatizaron su correo ni sueñan,
siquiera, con tercerizar la recaudación de impuestos. Invitado a la
Argentina por la Jefatura de Gabinete, el especialista tuvo oportunidad de
desmenuzar esos temas con Domingo Cavallo. --¿Hay un modelo de
Estado que pueda plantearse como el ideal?
--Hay una gama de ideas vigentes acerca de cuál es el mejor modelo
de gestión. Pero no un modelo válido para todos los países. Jamás diría
que ustedes deben aplicar aquí como nuestra fórmula, radical y profunda. --¿Qué significa
"radical y profunda"?
--Nosotros cambiamos Nueva Zelanda de cabo a rabo. Había un estado
de bienestar social, donde el Estado se ocupaba desde la cuna a la tumba
de los ciudadanos. Pero en base a la teoría del mercado, reemplazamos
esto por un esquema donde el individuo se hace cargo de sí mismo. --¿Significa que el
Estado se retiró de áreas como educación o salud?
--Se retiró de eso en parte pero, fundamentalmente, de las
actividades productivas. Aquí ocurrió lo mismo en 1992 y en 1993. Hace
diez años, ya había una corriente que postulaba cambiar totalmente la
manera de administrar el Estado, achicando costos, para hacerlo más
competitivo. Nueva Zelanda fue todavía un poco más allá. --¿Por qué más allá?
--En 1994, los neocelandeses aceptaron el hecho de que había que
achicar el estado de bienestar, transfiriendo el costo de las actividades
públicas de los contribuyentes a quienes usan los servicios. --¿Algún servicio quedó
en la órbita estatal?
--Sí. El Correo. Hay también una serie de organismos autárquicos
que siguen independientes pero que no forman parte de la estructura
administrativa del Estado. El Correo es una de ellas. --¿Por qué no se
privatizó el Correo?
--Porque siempre se consideró como una cosa muy ciudadana, del
pueblo. Por eso hubo mucha resistencia a su privatización y el gobierno
no quiso afrontar el costo político de hacerla a la fuerza. Sí cerramos
cientos de sucursales en las áreas rurales, estaciones de ferrocarriles,
hospitales y escuelas, que afectaron a las áreas rurales. --¿Se organizó alguna
red de contención para estatales despedidos?
--Hubo retiros voluntarios, algo que aceptaron muchos mayores de 50
años; también planes de capacitación y relocalización de personal,
aunque no había muchos lugares a dónde ir; Y despedidos que siguieron
cobrando su sueldo por un año. El costo fue enorme, pero se ganó en
eficiencia futura. --¿No cree que, en términos
económicos, fue mayor el costo que el ahorro?
--No creo. Los trenes iban a pérdida; en telecomunicaciones, había
capacidad desaprovechada. El Estado no sabía cómo explotar bien muchas
actividades. Por eso algunos servicios se privatizaron y otras empresas se
modernizaron, transformándolas en sociedades anónimas y cambiándole el
gerenciamiento, como etapa intermedia para la privatización plena. --¿Por qué cree que hay
países europeos que conservan empresas públicas fuertes?
--Supongo que por motivos políticos. Quizás todavía no están en
la circunstancia que estuvimos nosotros de decidir que toda cosa que
pudiera hacer igual o mejor el sector privado, debía privatizarse. --¿Privatizaron la
recaudación de impuestos o piensan hacerlo?
--De ninguna manera. --¿Qué le sugirió al
ministro Cavallo?
--A él le interesó conocer la experiencia de Nueva Zelandia y cómo
organizarse para encarar una reforma importante. Pero coincidimos en que
hay grandes diferencias entre nuestros países. --¿Cree que es
imprescindible tener amplio apoyo político para una reforma del Estado
profunda, o basta con la decisión del Presidente?
--Si para hacer una reforma fundamental se logra un acuerdo con la
oposición, muchísimo mejor. Pero, a veces, ocurre como en mi país, que
los opositores objetaban la reforma. Entonces el gobierno asumió la
responsabilidad de hacerla por cuenta propia. --¿Es decir que en Nueva
Zelanda se hizo una reforma fundamental sin apoyo político?
--Ocurrió una paradoja. El gobierno de principios de la década
era muy conservador. Sin embargo, aplicaba políticas progresistas, de
corte socialista, que fracasaron económicamente. En 1994, asumió un
gobierno de centroizquierda y pusieron en práctica lo que cualquiera
hubiese interpretado como política de centroderecha. La oposición, en
este caso, ¿cómo se iba a quejar? Ellos ya habían fracasado. No hubo
aprobación en la forma, pero sí en la práctica. --¿Qué sugerencia haría
al gobierno argentino?
--Profesionalizar su sector público. Los líderes políticos son
portavoces de la gente, interpretan su voluntad. Pero, fijado el rumbo,
deben convocar a los especialistas profesionales para que ejecuten las políticas. --¿Cree que la Argentina
no tiene un Estado profesionalizado? --Entiendo que intenta tenerlo con la reforma del Estado que inició. Pero esto lleva tiempo. Nosotros tardamos quince años.
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