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LEE KONITZ, EN BUENOS AIRES, CORDOBA Y ROSARIO
�Tocar lo que tiene sentido�

 El saxofonista que aprendió de Lennie Tristano e influyó a casi todos es uno de los músicos fundamentales de la historia del jazz. 
Hoy actúa por primera vez aquí, junto a Ron McLure y Jeff Williams.

Por Diego Fischerman

En la distancia estilística que hay entre su primer registro, de 1947, y las tomas realizadas el 11 de junio de 1955 junto al pianista Lennie Tristano, el contrabajista Gene Ramey y el baterista Art Taylor, está, en esencia, lo que convierte a Lee Konitz en uno de los grandes músicos de la historia del jazz. En esas 21 grabaciones realizadas en el Sing Song Room del Confucius Restaurant de Nueva York aparece, además de una de las líneas más importantes en la evolución del género, la voz de un saxofonista que nunca �ni entonces ni ahora� se quedó quieto. Desde su iniciación en la banda de Claude Thornhill hasta su reciente Sound of Surprise; desde Birth of the Cool, con Davis, Gil Evans y Gerry Mulligan y de las orquestas de Stan Kenton y Mulligan a sus grabaciones con Petrucciani o Chick Corea; desde su fenomenal grupo con Martial Solal en piano y John Scofield en la guitarra a su tratado sobre el saxo alto registrado en Lone-Lee (un disco de saxo solo que, en su versión original en LP, tenía nada más que un tema de cada lado); de su trío con Elvin Jones en la batería al nuevo trío con Charlie Haden en el contrabajo y Brad Mehldau en el piano o a sus memorables dúos (con Jim Hall, con Franz Koglman, con Gil Evans). Los caminos de Konitz, lejos de la complacencia consigo mismo que su papel de leyenda le haría merecer con justicia, son los de un músico siempre joven, inquieto y creativo.
Nacido el 13 de octubre de 1927 en Chicago, Konitz tocará hoy a la noche en el Salón San Telmo del Hotel Sheraton. Mañana lo hará en Córdoba, el sábado repetirá en Buenos Aires y el domingo 22 cerrará la gira en Rosario. Junto a él llegan Ron McClure (un contrabajista que formó parte de varios de sus grupos, desde el noneto de principios de los �80) y el baterista Jeff Williams. Su estilo podría caracterizarse por la contradicción entre la relajación del sonido y la tensión de las notas que toca, generalmente las más alejadas de la armonía. Pero, sobre todo, por las imprevisibles subdivisiones rítmicas que es capaz de hacer. Hay, es claro, un origen. Y ese origen se llama Tristano. Alguien le dijo, cuando todavía era un adolescente y trabajaba en la banda de Jerry Wald, que fuera a escuchar a ese enigmático pianista ciego que tocaba con grupos de jazz latino. Konitz fue y, como casi no podía ser de otra manera, se fascinó con esa especie de bop llevado a sus últimas consecuencias de angularidad. 
El saxofonista se puso a conversar con el pianista y, al final, le pidió que le diera clase. �Estudié con Lennie unos cuatro o cinco años y es difícil decir exactamente qué es lo que aprendí�, cuenta. �Es decir, uno aprende las escalas, las tríadas, pero más allá de eso están las cosas de las que uno habla cuando no está tocando o estudiando. Creo que mi aprendizaje mayor tiene que ver con algunas de esas charlas. Una vez le pregunté acerca de algo que me preocupaba bastante, que era eliminar aquello que me hacía tocar mecánicamente. `Lo mejor que podés hacer es no tocar nada�, dijo. `Escuchá, nada más.� Desde entonces he estado preocupado en no tocar a menos que tenga sentido. ¿Estoy contribuyendo?, me pregunto. ¿Soy parte vital de esta situación?.� Admirador incondicional de Lester Young, a quien suele poner por encima de Parker en su propia concepción del cuadro de honor, Konitz emmpezó tocando el clarinete (su primer amor fue Benny Goodman), luego pasó al saxo tenor (que volvió a tocar esporádicamente en Lee Kontz Inside Hi-Fi, de 1956) y al saxo alto, que fue su instrumento definitivo salvo periódicas incursiones en el soprano. Entre los discos imprescindibles están las grabaciones con Tristano para Atlantic (los álbumes Tristano y The Lennie Tristano Quartet), The Real Konitz, de 1957 y con Don Ferrara, Billy Bauer, Peter Ind y Dick Scott, el fenomenal Live at Half Note (un disco de Tristano sin Tristano, grabado en 1959 con Bill Evans en el piano, Warne Marsh en el saxo tenor, Jimmy Garrison en contrabajo y Elvin Jones en batería), Motion (1961, en trío con Sonny Dallas y Elvin Jones), Heroes/ Antiheroes (dos CDs en dúo con Gil Evans en piano) y el último Sound of Surprise. Entre sus colaboraciones con otros, al fundante Birth of The Cool de Miles Davis debe agregarse Something Like a Bird de Charlie Mingus, Angel Song del trompetista Kenny Wheeler, con Dave Holland en contrabajo y Bill Frisell en guitarra.

 

JOSHUA REDMAN MAÑANA EN EL TEATRO GRAN REX
Un saxofonista y su canto sin palabras


Joshua Redman toca mañana.
Es un virtuoso del saxo tenor.

�Contar con el canto del instrumento�, dice Joshua Redman en una entrevista publicada por Radar. Este saxofonista de virtuosismo notable, capaz de pasar sin problemas del hard bop à la Jazz Messengers al hip hop o a una popular balada de Eric Clapton, mantiene una relación flexible con la tradición. A diferencia de otros músicos de su generación, inmovilizados en el intento de sonar igual a sus padres estéticos, Joshua Redman, cuyo padre Dewey efectivamente construyó parte de esa tradición, como integrante del cuarteto de Ornette Coleman, del cuarteto de Keith Jarrett y de Old and New Dreams, con Charlie Haden, Ed Blackwell y Don Cherry (aunque no precisamente la tradición que reivindican Wynton Marsalis y asociados) va y viene hacia ese pasado en que las reglas del género cristalizaron, sin preocuparse demasiado por la fidelidad. Redman, en cuyo grupo tocó el ahora célebre pianista Brad Mehldau, actuará mañana a la noche por primera vez en Buenos Aires. En su show en el Teatro Gran Rex lo acompañará el grupo con el que acaba de grabar su último disco: Aaron Goldberg en piano, Reuben Rodgers en contrabajo y Gregory Hutchinson en batería.

 

 

 

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