En el medio de una crisis que emparienta la situación en Medio Oriente con la de una guerra abierta, ayer hubo una especie de tregua. En su avatar más reciente, la �guerra� consiste en disparos de morteros desde poblaciones palestinas a ciudades israelíes, y en la respuesta de Israel invadiendo territorios de completa autonomía palestina, dos hechos que se repitieron ayer. Sin embargo, ayer el líder palestino Yasser Arafat pidió expresamente a todas sus fuerzas de seguridad que cesaran los disparos de morteros sobre territorio israelí. Y el Ejército israelí anunció que a partir de hoy se levantará parcialmente la división en tres de la franja de Gaza, epicentro actual del conflicto, luego de la invasión del martes.
Según fuentes diplomáticas israelíes, ayer por la noche se habrían reunido el jefe de los negociadores palestinos, Saeb Erekat, y el canciller israelí, Shimon Peres. Pero esto no significa �conciliación�, precisamente: el gabinete de seguridad israelí le dio �superpoderes� al premier Ariel Sharon para tomar decisiones militares contra los palestinos.
En sentido estricto, este gabinete de seguridad, integrado por 12 de los casi 30 que tiene el gobierno israelí, dio un mandato especial al trío compuesto por Sharon, Peres y el ministro de Defensa Benjamin Ben Eliezer para que tomen cualquier decisión en materia de seguridad sin consultas adicionales. Peres y Ben Eliezer son laboristas, por lo que podría funcionar como un contrapeso de los aires de halcón del derechista Sharon, pero se sabe que Ben Eliezer es un �duro� en cuanto a la represión de la violencia palestina. El caso del canciller Peres es más complicado, ya que su propio lugar como centro de la mediación con los palestinos parece discutido por el propio Sharon, quien envió a su hijo menor a reunirse con Arafat, en una decisión que le valió una catarata de críticas y hasta una sanción del consejero jurídico del gobierno, Eliakim Rubinstein.
En la catarata de rechazos se podría encontrar, también, la razón de las marchas y contramarchas que exhibió esta semana el gobierno de Sharon, de la cual el fin del bloqueo interno a la franja de Gaza parece ser su más reciente capítulo. Su política de represión al aumento de la violencia palestina ya le había granjeado la crítica hasta de su aliado tradicional, Estados Unidos, quien había considerado �excesivo� el arrasamiento de un campo de refugiados palestino desde donde provenían disparos hacia territorio israelí, ocurrido la semana pasada, junto a la aprobación de la extensión de 700 colonias judías dentro de territorio autónomo palestino.
Pero las reacciones de esta semana fueron aún mayores, conforme a la magnitud creciente de las medidas represivas del gobierno israelí. El martes, el Ejército israelí invadió con tropas y tanques en la franja palestina de Gaza, dividiendo el territorio en tres partes y violando los Acuerdos de Oslo. El Departamento de Estado norteamericano dio el visto malo a la situación y, sugestivamente, Sharon dio la orden de retirada. Ayer, Sharon habló por teléfono con el presidente norteamericano George Bush y le explicó que Israel �no tiene más remedio que continuar con sus medidas preventivas, porque la parte palestina no hace nada por poner fin a los ataques�. Bush sólo le exigió moderación.
El frente interno también se está rebelando contra el premier israelí. El propio Ejército israelí se disgustó con Sharon, porque el premier lo dejó con toda la responsabilidad de una operación, la del martes, que evidentemente no estaba planeada para un día, y que oficiales del mismo Ejército habían dicho que podrían durar meses. Desde el gobierno, el ministro de Transporte, Efraim Sneh, dijo ayer que la acción fue un fracaso y que Sharon no le informó a sus ministros de lo que iba a ocurrir. El ministro de Seguridad Interior, Uzi Landau, perteneciente al derechista Likud de Sharon, criticó por su parte que se haya retirado al Ejército israelí de la franja de Gaza.
Fuentes del Ejército le dieron la razón tanto a Sneh como a Landau: la operación fracasó porque �los disparos de morteros continúan�. Efectivamente, estos disparos cayeron sobre las colonias judías de KfarDarom y Peduel y sobre el kibbutz Nir Oz, ya dentro de territorio israelí. Además, en Beit Hanún, uno de los lugares de la invasión israelí, hubo enfrentamientos y el Ejército israelí terminó bombardeando un edificio de las fuerzas de seguridad palestinas, destrozándolo.
La escalada del conflicto está crispando a las potencias fuera de Medio Oriente. Según medios israelíes, Estados Unidos designaría un nuevo enviado especial a Medio Oriente, muy a pesar de las intenciones del gobierno de Bush de abandonar la política exterior activa de los tiempos cercanos de Bill Clinton. Por su parte, la Unión Europea emitió ayer un comunicado muy duro contra Israel y, según fuentes comunitarias, los cancilleres de la UE podrían decidir el replanteo de las relaciones con Israel.
El Tío Sam quiere irse
Según el New York Times de ayer, el secretario de Defensa norteamericano, Donald Rumsfeld, le reservó una sorpresa al premier israelí Ariel Sharon durante su visita a Washington el mes pasado: le anunció que la Administración Bush tiene intención de retirar las tropas de paz que Estados Unidos colocó en la península del Sinaí. Se trata de una tropa de 1900 soldados, la mitad de ellos norteamericanos, que se conoce como �Fuerza y Observadores Multinacionales�, y que se estableció en 1982 después del acuerdo de paz de Camp David de 1979 entre Egipto e Israel. La retirada necesita la aprobación de ambos países, pero Sharon ya le planteó a Rumsfeld su oposición a la medida. Egipto también está en contra, y por la misma razón que Israel: las cosas en Medio Oriente no están como para que una fuerza �neutral�, cualquiera que fuera, se retire de la región, más aún cuando las relaciones entre Egipto e Israel no están para nada bien. El gobierno egipcio de Hosni Mubarak retiró su embajador en Tel Aviv el año pasado, en protesta por la represión israelí de la Intifada palestina que comenzó el 28 de septiembre, y aún no volvió. Pero la intención de la Administración Bush es sacar los pies del plato en Medio Oriente, aunque se vea forzada a mantenerlos (ver nota principal). O, al menos, es la intención del señor Rumsfeld. De hecho, el New York Times explica que los encargados del tema Medio Oriente del Departamento de Estado norteamericano no fueron avisados de la movida del secretario de Defensa, quien apenas la habría consultado con el secretario de Estado, Colin Powell, y no se sabe si éste la aprobó. En éste como en otros temas (como el de China, por ejemplo), se puede ver la traza del conflicto entre Rumsfeld y Powell por controlar la política exterior norteamericana. |
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