Por Luciano Monteagudo
Dos años atrás, en su primera edición, el Festival de Buenos Aires ofreció más de una sorpresa, pero si hubo una auténtica revelación esa fue Xiao Wu, la magnífica opera prima del director chino Jia Zhang-ke (n. 1970), una personalísima relectura de Sin aliento, de Godard, capaz de descubrir la realidad de su país de una manera completamente diferente. Al punto que la película, realizada de manera clandestina, sufrió diversos problemas de censura por parte de las autoridades de la República Popular China. Hoy la competencia del BAFICI se abre sobre aquella huella indeleble con el segundo largo de Zhang-ke, Platform (o Zhan Tai en el original), uno de esos films que pueden atravesar una jungla de celuloide como es un festival y perdurar en la memoria y el tiempo.
De hecho, el transcurso del tiempo es el tema central de esta magnífica película, capaz de dar cuenta de los impresionantes cambios en la estructura política y social de China de los últimos veinte años a través de las vidas de un grupo de jóvenes de un pueblo remoto, cercano a la frontera con Mongolia. Esos cambios ya fueron objeto de estudio en el cine de dimensiones épicas de Zhang Yimou y Chen Kaige, los representantes de la llamada �Quinta generación�, pero aquí, a partir de un relato de una fuerte marca autobiográfica, la Gran Historia con mayúsculas puede ser leída desde una intimidad conmovedora, capaz de revelar la sensibilidad de toda una época.
Es notable la manera en que, poco a poco, Platform va trazando el recorrido de sus protagonistas, integrantes de un conjunto de teatro popular dedicado a interpretar canciones de alabanza a Mao, que termina recorriendo los parajes más desolados con un número de música pop, acompañado por bailarinas a go go. De hecho, el título del film, como aclaró Zhang-ke en el Festival de Toronto, proviene de una canción pop que él y su hermana solían escuchar de manera clandestina en transmisiones radiales provenientes de Taiwan, cuando lo único que estaban autorizados a escuchar en el pueblo perdido de Fenyang eran los anuncios oficiales que constantemente propalaban los altavoces.
Lo singular de Platform es que, sin dejar de ser un film a su manera político, trasciende ampliamente esa esfera para internarse en el mundo interior de esas chicas y muchachos que desconocían por completo todo aquello que existía más allá de las estrechas paredes de su pueblo y, de pronto, se fueron encontrando con una realidad diferente, desconocida, que cambió no sólo su forma de vestir sino también su vida toda. En Platform no hay villanos ni, menos aún, una mirada rencorosa sobre el pasado, sino simplemente el registro minucioso, sensible de la cotidianidad de unos personajes en el momento de su iniciación a la vida adulta y de su educación sentimental.
Si hay algo que distingue a Platform es precisamente su manera de apresar la realidad, la equidistancia con que el director es capaz de colocar su cámara, la forma en que se vale de prolongadísimos planos-secuencia para capturar un tiempo que se desvanece inexorablemente. Como sucede con muy pocos cineastas, un plano de Zhang-ke, un movimiento de la cámara, son capaces de expresar una emoción, un sentimiento, con una delicadeza muy particular. Es evidente que el director les dio gran libertad a sus actores (algunos incluso amigos de su infancia en Fenyang) y que aprovechó todas las posibilidades de la improvisación, pero eso no le impide mantener una dirección de sentido que va creciendo y revelándose con el transcurrir del film.
Estrenado originalmente en Venecia y Toronto en septiembre pasado con una duración de 192 minutos, de acuerdo a las necesidades expresivas del film, Platform �coproducida por capitales del exterior, entre ellos los de Takeshi Kitano� apareció luego en los festivales de Rotterdam y Berlín con 32 minutos menos, un drástico corte realizado por Zhang-ke a pedido desu distribuidora internacional, Celluloid Dreams, para facilitar sus ventas. Esa misma versión es la que ahora llega a Buenos Aires, pero seguramente las dos horas y media actuales siguen siendo suficientes para dar cuenta del talento de un cineasta excepcional. (Platform se exhibe hoy a las 19.15 y mañana a las 15.15 en el Hoyts 10 y el domingo a las 11 en el Hoys 8. Tiene distribuidor en Argentina, pero su estreno local no es inminente.)
Recomendaciones para hoy
13.00: La virgen de los sicarios (Colombia/Francia), de Barbet Schroeder (Hoyts 7).
13.30: Les glaneurs et la glaneuse (Francia), de Agnés Vardá (Lorange).
13.45: La comedia de la inocencia (Francia) de Raúl Ruiz (Hoyts 12).
14.00: Animalada (Argentina) de Sergio Bizzio, en competencia (Hoyts 10).
14.15: Rosetta (Bélgica) de Luc y Jean-Pierre Dardenne (Lorca 1).
14.30: Vies (Francia), de Alain Cavalier (Hoyts 9).
16.30: Eureka (Japón), de Shinji Aoyama (Hoyts 11; repite 20.30 Hoyts 12).
17.00: Cinéma verité (Canadá), de Peter Wintonick (Hoyts 12).
Loin du Vietnam (Francia), de Chris Marker (Lugones).
18.00: La virgen desnudada por sus pretendientes (Corea), de Sang-Soo Hong (Hoyts 8).
19.00: Fast Food, Fast Women (EE.UU.), de Amos Kollek (Lorca).
20.30: Tabú (Japón), de Nagisa Oshima (Lorange).
22.00: Peluca y Marisita (Argentina), de Raúl Perrone (Lugones).
22.15: El círculo (Irán) de Jafar Panahi (Hoyts 7).
23.00: Audition (Japón), de Miike Takashi (Lorange).
23.30: Wings of Hope (Alemania), de Werner Herzog. (Lorca 2).
23.45: El séptimo continente (Austria), de Michael Haneke (Hoyts 11) |
EL DOCUMENTAL �DE REGRESO A LA PATRIA CON �BUBI��
Retrato de un nazi en Argentina
Por L.M.
El documental alemán De regreso a la patria con �Bubi� es una película que toca particularmente de cerca a los argentinos. Según vecinos y parientes, �Bubi� era un gran tipo. Alto, deportivo, simpático, estaba considerado un hijo ejemplar y un padre modelo. Sucede que el noble barón Ludolf Hermann von Alvensleben (�Bubi� para los amigos) fue sin embargo teniente general de la temible SS y lugarteniente directo de Himmler. En su rango de �Oberführer� sirvió al Tercer Reich en Polonia y, según confirma el film dirigido por el realizador polaco Stanislaw Mucha, fue el responsable de la muerte de por lo menos 30.000 de sus compatriotas. Entre las muchas historias de �Bubi� que va descubriendo este documental revelador, hay un dato que no es menor y al que la película le dedica todo su tramo final: Von Alvensleben pudo escapar de los juicios de Nuremberg y terminó feliz sus días en Argentina, en la provincia de Córdoba, donde aún hoy todos los recuerdan como un hombre correcto, decente, amante de las buenas maneras y el orden.
Las primeras imágenes del film muestran a Bubi (en fotografías y viejos noticieros de la época) siempre ubicado bien cerca de Hitler. Y no resulta difícil identificarlo: medía dos metros y su altura lo hace sobresalir incluso en los masivos actos oficiales en que los nazis se lucían como nibelungos. A partir de allí, el documental se lanza a reconstruir la vida de �Bubi� como si se tratara de un rompecabezas de múltiples piezas, de un mosaico no siempre fácil de armar, debido al manto de silencio con que su familia protegió el apellido. El primer motor del film fue, sin embargo, uno de los nietos de �Bubi�, Hubertus von Alvensleben, formado también en la más rancia tradición nobiliaria, que quiso saber qué tenía de caballero ese carnicero que fue su abuelo.
Si en el film no son muchos quienes atestiguan contra �Bubi� es precisamente porque casi ninguna de sus víctimas pudo sobrevivir. En cambio, lo que consigue la película es exponer �con horror, con perplejidad� de qué manera un nazi prominente y probado genocida hoy puede ser recordado como una excelente persona, tanto en Alemania como en Argentina. El tramo rodado en Córdoba es particularmente elocuente. Aunque no hay datos precisos de la fecha de su llegada al país, el film consigue registrar que el 27 de noviembre de 1952 el gobierno de Juan Domingo Perón le concede la ciudadanía bajo el nombre de Carlos Lücke. Las fotos de la época registran a un hombre altísimo, con un bigotito muy criollo (a la manera del que usaba �Camporita�) y a quien le gustaba jugar al fútbol, de arquero, por su altura. Los vecinos de Santa Rosa de Calamuchita lo recuerdan bien, con afecto y admiración. �Imponía respeto�, dice el parroquiano de un bar, con la típica tonada cordobesa. �Era inspector de pesca y estaba siempre armado�. Otro, con toda ingenuidad, expone una ironía atroz: �Como pescaba mucho, le vendía pescado ahumado a los judíos�.
Nadie, sin embargo, reconoce haber sabido del pasado nazi de �Bubi�. De eso no se habla. El único que lo menciona es un cordobés de familia alemana, que en su lengua materna recuerda ante la cámara que durante el entierro de Carlos Lücke, el 1 de abril de 1970, �se hizo el saludo nazi�. Y levanta tímidamente el brazo derecho, para que no queden dudas de lo que está diciendo. (Mit �Bubi� Heim ins Reich no tiene estreno previsto en Argentina; se exhibirá hoy a las 14.15 y mañana a las 11 en el Cosmos y el sábado 28 a las 17 en la Lugones.)
�BAISE-MOI�, UN PLATO FUERTE DE VIRGINIE DESPENTES
�No es divertido
ser mujer� |
Despentes, la directora.
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Por L. M.
Estrenada en París el 28 de junio del año pasado y retirada brutalmente de cartel tres días después por una decisión del Consejo de Estado (órgano asesor del gobierno francés en materia jurídica), a partir de la presión de un movimiento tradicionalista de extrema derecha, Baise-moi -literalmente, Cogeme� llegó al circuito de festivales con todo el sonido y la furia. Y el de Buenos Aires no podía ser la excepción. Versión de la novela homónima que ya en 1994 había llamado la atención por la crudeza de su lenguaje, Baise-moi fue llevada al cine por su propia autora, Virginie Despentes (29 años), en colaboración con Coralie Trinh Thi, una conocida actriz porno. Ninguna tenía experiencia previa en la realización, pero con una pequeña cámara de video digital y sin artificios �un poco a la manera de los daneses del Dogma� se lanzaron a filmar el viaje salvaje de Nadine y Manu, dos chicas mucho más peligrosas, por cierto, que Thelma y Louise, con quienes han sido comparadas más de una vez.
Después de sufrir una violación que la película expone explícitamente en toda su violencia, las dos amigas (interpretadas por Raffaëla Anderson y Karen Bach, actrices provenientes del porno hard) se embarcan en un raid mortal, en una suerte de road movie sangrienta, en la que caen acribillados no sólo hombres �previamente �consumidos� sexualmente por Nadine y Manu� sino también mujeres, como si la película quisiera escapar deliberadamente a todo encasillamiento y a todo punto de vista moral. No hay complacencia alguna en la película, ni para las víctimas (que por otra parte no son expuestas como tales, sino en todo caso como seres borrosos y no precisamente agradables) ni tampoco para las protagonistas, cuyo único motor parece un odio indeterminado, la voluntad de acometer una venganza ciega, que excede al episodio de la violación. En este sentido, se diría que aquello que impresiona de la película no son precisamente sus escenas de sexo sino más bien su violencia indiscriminada, acometida al ritmo de una implacable banda de sonido punk.
�Baise-moi es un film de guerra�, declaró Virginie Despentes en agosto pasado, en el Festival de Locarno. �Hay violencia ahí afuera y la película responde a esa violencia. La violencia sexual es violencia social. La explotación sexual es explotación social. Durante años, el cine se ha apropiado de nuestra imagen y de nuestra sexualidad como mujeres y con Baise-moi queremos revertir la situación�. Se diría que �a su manera, muy primitiva� la película revisa los conceptos alrededor del cine de violencia y de sexo explícito, a partir de una mirada de mujer. �Produce una pequeña revolución copernicana�, declaró a su vez Marco Müller, el director de Locarno.
Con respecto a la censura, para Despentes (que antes de dedicarse al cine y a las letras hizo un poco de todo, desde atender un porno shop hasta una casa de masajes) tampoco hay dudas: �Si hay escenas de sexo explícito en la película es porque queríamos evitar todas esas contorsiones ridículas que se hacen habitualmente para evitar mostrar el acto sexual. No es una casualidad que la prohibición, la calificación X, haya caído sobre nuestra película. Somos todas mujeres, mis actrices vienen del porno y yo no salí de una escuela de cine, precisamente. En las películas tradicionales las chicas son forzadas, pero siempre de manera que parezca algo divertido. Y no hay nada divertido en ser una chica. Por eso era importante empezar la película con una violación y con un asunto de prostitución. Y reivindicar también nuestro derecho, como mujeres, de filmar esa escena y de filmarla esa manera, sin buscar la sensualidad. Llegó el momento de llamar a las cosas por su nombre�.(Baise-moi no tiene estreno asegurado en Argentina; se exhibirá solamente hoy y mañana en el Cosmos y el martes 24 en el Hoyts, siempre en trasnoche.)
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