La ovación tributada a Juan José Saer y la dureza del reclamo de la Cámara Argentina del Libro con respecto a la demora en la sanción de la Ley del Libro, fueron los puntos más salientes de la inauguración de la 27ª Feria Internacional del Libro, llevada a cabo ayer en el predio de La Rural. Por segundo año consecutivo la muestra se realiza en Palermo, y por primera vez, un escritor y no un funcionario, se encargó de presentarla. Este año la Feria, además, presenta una particularidad: de lunes a viernes la entrada será gratuita.
Más allá del acto oficial de inauguración, la Feria ya abrió sus puertas al público, otra de las diferencias con ediciones anteriores. La gente deambuló con curiosidad por los stands, como consciente de que tendrá hasta el 7 de mayo para concretar eventuales compras y participar de charlas, exposiciones y talleres. Quienes tenían algún tipo de relación con la Fundación El Libro, organizadora de la Feria, desempeñaron un papel más activo. Desde temprano, repartieron entre los espectadores prendedores y letreros, que rezaban: �La ley del libro, una deuda pendiente�. Y tuvieron la picardía de colocarse detrás de los funcionarios, y levantar las pancartas en el momento exacto de las fotos. Estaban allí el presidente provisional del Senado, Mario Aníbal Losada, el secretario de Cultura de la Nación, Darío Lopérfido, y su par porteño, Jorge Telerman; el jefe de gobierno de la ciudad de Buenos Aires, Aníbal Ibarra, el Secretario de Educación de Buenos Aires Daniel Filmus, y los senadores José María García Arecha (UCR) y Pedro del Piero (Frepaso), entre otros. Casi todos lucieron incómodos ante la escena, mucho más después de que el presidente de la Fundación El Libro, Hugo Levin, tomara la palabra: �Hace 18 años que prometen la sanción de la nueva ley del libro y siempre es una espera amarga que al no sancionarse termina debilitando más a la industria editorial. Nuestra paciencia se agota. Si algún oscuro funcionario sigue trabando leyes es necesario que los diputados se reúnan y puedan debatir y resolver los conflictos�. Fue una manera de presionar al Parlamento. Cabe recordar que anteayer el Senado dio media sanción a la ley, y ahora la que debe resolver es la Cámara de Diputados.
A su turno, Lopérfido señaló que �ahora se va a sancionar la ley porque el presidente de la Nación expresó su voluntad de que se sancione y los diputados y la comunidad toda saben que el presidente ha demostrado un compromiso concreto y no formal, a diferencia de la administración anterior�. Y destacó: �Creemos en la ley del libro porque traerá mayor democratización�.
La gente se puso de pie para aplaudir a Saer, quien con su prendedor (�La ley del libro, una deuda pendiente�) a cuestas, disertó sobre la importancia de la lectura en la historia de la humanidad, contando cómo a través de los siglos el universo fue plasmado en los libros como la savia que recorre el árbol y le da vida. �La vida y los libros están entremezclados hasta tal punto que la realidad parece que no existiera sin ellos�. Hizo hincapié en el placer de la lectura, el lema de esta edición: �El lector puede leer en los trenes, en los colectivos, en los subtes, el que lee por placer lo hace en cualquier circunstancia. �Hay que leer por placer. Sin los libros el hombre perdería el dominio del mundo que para bien o para mal cree haber alcanzado�. Puntualizó, además, en uno de los párrafos más aplaudidos, que �Lo insoportable del analfabetismo es que perpetúa la opresión. El libro debe ocupar un lugar central en todo plan de educación, para que se pueda estimular la reflexión y la independencia de juicio�. En la sala estaban presentes otros escritores, como Martín Caparrós, Héctor Yánover y María Esther de Miguel, entre otros, además de numerosas personalidades vinculadas al mercado editorial.
Cuando Saer terminó su alocución, muchos se retiraron de la sala José Hernández-Leopoldo Lugones. El jefe de Gobierno de la Ciudad, Aníbal Ibarra, apuntó, en relación con el avance tecnológico, que �nosotros apuntamos a fomentar la relación de los argentinos con el libro. Los nuevos formatos parecían que iban a acabar con el libro, pero el libro en papel no tiene sustituto ni encontrará nunca sucesor�.
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