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panorama economico

A quién le sirve
Por Julio Nudler


Si el ALCA se constituyera hoy mismo, la economía argentina representaría poco más del 2 por ciento de ese conjunto. Salvo Brasil, el resto de los países latinoamericanos que se integrarían a ese área de libre comercio (excluyendo a México, que ya está emblocado con Estados Unidos) son más o mucho más insignificantes todavía. Es esta marginalidad económica la que remarcan los analistas norteamericanos que descalifican el interés del presidente George W. Bush por plasmar esa integración desde Alaska a Tierra del Fuego que propuso su padre. La crítica al proyecto por sus detractores estadounidenses sirve para saber cómo ven a América latina, y para conocer así una lectura muy cruda de la realidad que se vive desde Guatemala hasta la Argentina, distante del discurso ideológico habitual. Alan Tonelson, un investigador estadounidense en temas industriales y de negocios, analizó la cuestión en los siguientes términos, a pedido de The Washington Post:
u Bush dice que constituir el ALCA es esencial para revitalizar el crecimiento norteamericano. Pero para desmentir esa esperanza basta examinar el comercio de EE.UU. con Latinoamérica y las pobres perspectivas económicas de esta región. 
u Si la capacidad latinoamericana de estimular el crecimiento estadounidense nunca fue importante, en los últimos años no ha cesado de debilitarse. Aun después de que América latina realizara en los �90 importantes reformas económicas estructurales, Estados Unidos creció más rápidamente. Entre 1995 y 1999, la proporción de la economía de EE.UU. en el total hemisférico subió del 73 al 76 por ciento.
u Latinoamérica, como mercado de consumo, no crecerá mayormente en un futuro previsible. La mayoría de los países sudamericanos están tapados de deudas, y tanto la Argentina como Brasil han aceptado paquetes de rescate del Fondo Monetario que los obligan a contraer el consumo y, por tanto, las importaciones.
u Encima de lo que deben, la Argentina, Colombia, Perú y Ecuador la sacarán barata si consiguen evitar que continúe la depresión económica en los próximos años.
u El ALCA contribuirá aún menos a la prosperidad estadounidense si, como está planteado, utiliza como modelo el Nafta (el área de libre comercio que integran Canadá, Estados Unidos y México). El objetivo de éste fue ayudar a las multinacionales norteamericanas a bajar sus costos de producción y a recuperar competitividad mediante el traslado de los procesos intensivos en mano de obra hacia México, con sus bajos salarios y la escasa protección del medio ambiente y de los riesgos del trabajo. 
u Sin embargo, las firmas estadounidenses nunca vieron por qué deberían limitarse a localizar en México sólo los procesos caracterizados por bajos salarios y poca tecnología, ya que de inmediato descubrieron que los trabajadores mexicanos eran tan aptos como los estadounidenses para los procesos más sofisticados, y costaban mucho menos. 
u Los trabajadores mexicanos tampoco se vieron beneficiados por el Nafta. Según datos oficiales de Estados Unidos, la brecha entre los salarios industriales aztecas y norteamericanos creció 30 por ciento desde 1994, y no precisamente porque los sueldos estadounidenses hayan aumentado. En términos reales, las remuneraciones cayeron 20 por ciento en México. El objetivo central del Nafta fue bajar los costos empresarios.
u Un acuerdo de libre comercio como el que quiere Bush sólo perpetuará una estrategia que alienta la exportación de empleos estadounidenses bien pagos, bajo el supuesto de que una masa de trabajadores que gane salarios más bajos podrá sostener el consumo y las importaciones en los niveles récord alcanzados. Pero la actual desaceleración de la economía está mostrando que esta estrategia es insostenible.
u Si Bush realmente quiere estimular el crecimiento y los ingresos en Estados Unidos debe apuntar a abrir mercados en Europa y Japón. Esas economías crecerán despacio, pero ya son enormes y sus consumidores �a diferencia de los latinoamericanos� tienen plata para gastar.
El ALCA, obviamente, también cuenta con críticos en esta punta del continente, aunque sus cuestionamientos no necesariamente coincidan con los de Tonelson. Uno de ellos, Arturo O�Connell, especialista en economía internacional, indica que �ésta, como todas las otras negociaciones comerciales internacionales �y mucho más todavía las financieras�, se efectúa sin suficiente debate previo o posterior... Los acuerdos comerciales permanecen en la ignorancia y son manipulados por los lobbies�. Según O�Connell, éstas serían las consecuencias del ALCA:
u La expansión de las exportaciones hacia Estados Unidos sería muy pequeña, en particular para las economías del Cono Sur. El aumento podría ser de no más del 10 por ciento. Pero la expansión de las exportaciones estadounidenses hacia estos países podría llegar a ser formidable. Como resultado de esta asimetría, el déficit comercial, que ya es abultado, lo sería mucho más todavía.
u El �libre� comercio con Estados Unidos no sería sino una discriminación contra Europa y Asia. Mientras a las compras en EE.UU. no se les pondría ningún derecho aduanero ni ninguna otra restricción, se mantendrían en cambio los actuales aranceles y otras barreras para las importaciones desde los países extrahemisféricos. Pero discriminar contra los europeos sería hacerlo contra nuestros principales clientes.
u Además del libre comercio, el ALCA incluye el compromiso de liberalizar otras regulaciones en beneficio de las grandes multinacionales, aunque este otro aspecto no afectaría a la Argentina, que ya cedió en todas esas cuestiones. 
Según Raúl Ochoa, ex subsecretario de Comercio Exterior, los productos que componen la oferta exportadora argentina enfrentan hoy barreras comerciales casi impasables en Estados Unidos, tanto por restricciones al ingreso como por subsidios a la producción, pero ello no cambiaría con el ALCA: �Ni siquiera estarán en la mesa de negociaciones. No tienen la menor intención de hacerlo�, asegura.


 

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