Por Horacio Bernades
Jóvenes, pulcros y sonrientes, sin una sola mancha que afee su impecable aspecto. Sin embargo, la mirada de halcón y cierta sonrisa siniestra advierten que, detrás de la fachada, algo se agita. Así son los asesinos de las películas del alemán �austríaco por adopción� Michael Haneke. Nacido en 1942, con estudios de psicología y filosofía y largamente entrenado en la televisión austríaca, desde hace más de una década Haneke viene dándole al cine contemporáneo varias de sus películas más conmocionantes. Prácticamente desconocido en Argentina, donde sólo circuló en video uno de sus films, el espectador local podrá acceder al cuerpo central de su obra a través de una retrospectiva que forma parte de la programación del III Festival de Cine Independiente.
El espectador no sale de las películas de Michael Haneke como de una fiesta, sino más bien como quien acaba de recibir una ducha helada. Terapeuta de shock, nada más lejano de la explotación de la violencia que los films de este compatriota adoptivo de Hitler y Jöerg Haider. Con una capacidad profética que lo convierte en heredero del cine expresionista de los años �20 y �30, así como en Nosferatu, M, el vampiro o El doctor Mabuse afloraban ya, antes del ascenso del Führer, monstruos que lo prefiguraban, otro tanto puede decirse de los jóvenes asesinos de Haneke que anticipan la llegada del neonazi Haider, tan buen mozo y sonriente como ellos. Asumido discípulo de Brecht, de quien suele tomar técnicas de distanciamiento dramático, como en el autor de La irresistible ascensión de Arturo Ui las intenciones de Haneke son confesadamente pedagógicas. Hijo de una sociedad de abundancia en la que palpitan monstruos, Haneke declaró en más de una ocasión que lo que le interesa es denunciar y combatir el aterrador estado de confort que lo rodea. En sus películas, ese confort burgués es rasgado por la locura más irracional. La violencia extrema, planificada con gélida eficacia.
Los films que se verán en el festival permitirán recorrer el corazón mismo de su obra. El que va de El séptimo continente, de 1989, a Code inconnu, que cuenta con Juliette Binoche como protagonista y compitió por la Palma de Oro en Cannes el año pasado. En ese mismo festival se había presentado, tres años antes, Funny Games, seguramente su film más conocido, que se exhibirá con el mismo título con que se conoció en video: Horas de terror. Los otros títulos que forman parte de la retrospectiva son Benny�s Video (1992) y 71 fragmentos de una cronología del azar, de 1994. El séptimo continente narra el progresivo aislamiento de una familia burguesa, que comienza por refugiarse en su casa y termina gestionando su suicidio en masa. La siguiente Benny�s Video introduce ya el segundo elemento que domina el discurso del realizador: el de los medios electrónicos como generadores de una fascinación que, según este moralista extremo, es sinónimo de alienación.
En Benny�s Video, un hastiado adolescente se convierte, como al descuido, en brutal asesino, grabando su crimen en video para reverlo después. Parecida displicencia exhibe el protagonista de 71 fragmentos de una cronología del azar, un estudiante que, casi sin querer, desencadena el espanto de la noche a la mañana. En Horas de terror, dos jóvenes de aspecto impoluto someten a los miembros de una familia a una larga, casi insoportable pesadilla. �¿Por qué lo hacen?�, pregunta, agónico, el dueño de casa. �¿Por qué no?�, le responden. No parece casual que otra de las películas de Haneke sea una fiel versión de El castillo, de Kafka. Como en las novelas del checo, en sus films el mundo se da vuelta, sin razón ni motivo aparente. Como no sea el de la simple y mecánica reproducción del mal.
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